¿Secuestrado por los extraterrestres? Llama ahora por compensación

BERLÍN (Reuters) -Un abogado alemán espera teclear hacer más negocio persiguiendo compensaciones del estado para las personas que afirman que creen fueron secuestradas por los extraterrestres.

«Aquí hay una obvia demanda de asesoramiento jurídico», dijo Jens Lorek a Retuers por teléfono el jueves. «El problema es que la gente teme hacer el tonto ante el tribunal».

Lorek, un abogado de la ciudad de Dresden que se especializa en asuntos sociales y laborales, dijo que él esperaba ampliar su base de clientes tomando este trabajo inusual.

Él tiene todavía que ganar alguna demanda por abducción, pero dice que hay un montón de clientes potenciales, hay nada como perros guardianes extraterrestres que reporten datos de asaltos extraterrestres cada año.

«Esta gente podría apelar por terapias o curaciones», dijo.

Lorek, de 41 años, está fijando sus esperanzas de éxito en una ley alemana que establece que las víctimas de secuestro tienen derecho a compensación.

Consultado si le preocupa que pueda parecer ridículo buscando justicia para clientes acosados por los extraterrestres, Lorek responde.

«Nadie se ha reído de esto hasta este momento.»

http://news.yahoo.com/s/nm/20061006/od_nm/germany_aliens_dc;_ylt=AlspW_ot5xHBkt79ye_xqtqs0NUE;_ylu=X3oDMTA3NW1oMDRpBHNlYwM3NTc-

Insectos como objetos volantes no identificados

INSECTOS COMO OBJETOS VOLANTES NO IDENTIFICADOS[1]

Philip S. Callahan & R. W. Mankin

Cinco especies de insectos se sometieron a los efectos de un elevado campo eléctrico. Estimulados de esta forma emitieron halos brillantes en diversos colores del espectro visible y del ultravioleta. Se postula que la actividad ovni observada sobre Uintah Basin (Utah) entre 1965 y 1968 pudo deberse, al menos en parte, a enormes enjambres de procesionarias del pino, «Choristoneura fumiferana» (Clemens), estimuladas para emitir al volar esta especie de fuego de San Elmo a través de importantes campos eléctricos causados por frentes de tormenta y por una gran cantidad de partículas flotando en la atmósfera. Existe una excelente correlación temporal y espacial entre los avistamientos nocturnos de ovnis entre 1965 y 1968 y las plagas de procesionarias. Se sugiere que el lograr establecer una correlación entre las observaciones nocturnas de ovnis a lo largo y ancho de Estados Unidos y Canadá, y las plagas de procesionarias puede ofrecer datos interesantes sobre las características de las migraciones nocturnas de insectos.

Introducción

El fuego de San Elmo es probablemente causante de más historias de fantasmas y aparecidos que cualquier otro fenómeno natural. Habitualmente el fuego de San Elmo aparece durante las tormentas en puntos prominentes como las torres de las iglesias, los mástiles de los veleros y con más frecuencia en las puntas de las alas y hélices de los aviones. Uno de los autores ha podido verlo alrededor de las alas de su avión cuando volaba sobre la parte norte de Hokkaido durante una tormenta de hielo. El fuego de San Elmo es una descarga de electricidad estática, normalmente con tonos rojos, púrpuras, verdes o azules.

El nombre de esta fantasmal descarga eléctrica es una corrupción del nombre italiano de San Elmo (San Erasmo en inglés). San Elmo, un obispo y mártir italiano del siglo cuarto, es el santo patrón de los marineros. Durante las grandes tormentas que se dan en el Mediterráneo, la aparición del fuego de San Elmo en la punta del mástil era considerada como un signo favorable por los marineros de aquellos lugares.

Nuestro interés por el fuego de San Elmo surgió al leer un reciente libro de Frank B Salisbury, fitofisiólogo y director del Departamento de Botánica de la Universidad de Utah[2]. Salisbury ha escrito un libro fascinante The Utah UFO Display: a Biologist´s Report. Como señala J. Allen Hynek, Director del Departamento de Astronomía de la Universidad del Noroeste, en el prólogo de dicho libro, «Es a la vez gratificante y refrescante encontrar un trabajo sobre el sugestivo tema de los ovnis realizado con el máximo rigor y metodología científica». Esa fue también nuestra impresión al leer este fascinante, cuidado y razonado relato sobre el estudio que el doctor Salisbury realizó sobre una larga serie de avistamientos ovni que ocurrieron sobre la ciudad de Roosevelt en Uintah Basin, al nordeste de Utah.

Conforme uno de los autores avanzaba en la lectura del relato de estas observaciones nocturnas se le ocurrió que las descripciones recogidas por Salisbury eran bastante similares a las formaciones que adoptan en vuelo los insectos diurnos. El clásico libro de Johnson[3] sobre las migraciones de insectos contiene excelentes descripciones de la estructura y cohesión de los enjambres de insectos voladores.

Los párrafos siguientes son transcripciones de los relatos de los testigos presenciales. Recogidos por Salisbury en los 80 casos que consideró dignos de confianza[4]. Estas 80 observaciones tuvieron 260 testigos. En la página 23 de The Utah UFO Display leemos: «Corrieron a la calle a tiempo de ver un enorme objeto, plano en la parte inferior y con un cúpula en lo alto, flotando sobre la casa, casi como balanceándose sobre la misma. Era el doble de grande que la pequeña casita. Oyeron un zumbido y vieron luces que se encendían y se apagaban en la parte inferior del objeto, dando una impresión predominantemente roja, pero a veces verde o amarilla (20 septiembre 1966)».

Página 51: «Así que continué y me detuve en lo alto de la colina observándolo, y el maldito siguió moviéndose, se detuvo como a mi misma altura tapándome el horizonte y allí estaba «“no puede imaginarse cómo era-, flotó durante un minuto y luego siguió de nuevo casi en línea recta. Parecía cada vez más pequeño conforme se alejaba, pero antes de perderse de vista pude ver cómo algo caía del mismo (1 septiembre 1967)».

Página 57: «Repentinamente esta gran bola de luz a aproximadamente doscientas yardas de distancia comenzó a moverse hacia mí. Parecía tener tres yardas de diámetro, haciéndose más grande, de color naranja. La luz comenzó a cambiar de color a un azul fluorescente y se colocó directamente sobre la camioneta (11 octubre 1967)».

Página 71: «Así que detuvimos el coche y lo observamos. Empezó a descender muy lentamente, muy lentamente, como flotando y bajando cada vez más. Bajó hasta llegar a un, diría, cuarto de milla del suelo y entonces una luz salió del mismo y se perdió en el cielo, y la luz se veía como si estuviera junta. Era realmente brillante por un rato, luego se apagaba, y luego volvía a encenderse (Otoño 1966)».

Las similitudes entre estas descripciones y los ruidos y formas de los enjambres de insectos es asombrosa.

De entrada parecería que un objeto volante luminoso, de brillantes colores y con cierto contorno regular, como debe ser un ovni, nunca podría tratarse de un enjambre de insectos nocturnos. Los bordes delimitados de las nubes de langosta están bien documentados por los entomólogos y, verdaderamente son contornos bien definidos. Como afirma Baron[5] «No importa las extrañas formas que puedan adoptar (los enjambres), las columnas y bandas que aparecen y desaparecen parecen estar gobernadas por la necesidad de mantenerse unidos». Más adelante añade «Al contrario, el borde del enjambre es claramente visible, conforme grupo tras grupo, al llegar hasta él, cambia de dirección como obedeciendo alguna misteriosa orden y vuelven al cuerpo principal». Muchos enjambres de diversos tipos de insectos muestran esta gran cohesión.

Obviamente, para que los enjambres nocturnos sean confundidos con ovnis debe haber algún mecanismo para «encender» los enjambres. Dado que el exoesqueleto es un dieléctrico[6] que rodea a un medio conductor (los fluidos internos del insecto) el fuego de San Elmo es una buena posibilidad. La física de las descargas nos permite considerar cada insecto como un pequeño punto o mecanismo concentrador para la descarga, como ocurre con las torres de las iglesias o los mástiles de un barco. Decidimos comprobar esta posibilidad en el laboratorio.

Métodos y materiales

Se escogieron cinco especies de insectos para los experimentos: Trichoplusia ni (Hübner), Noctuidae; Euthyrnhynchus floridanus (L.), Pentatomidae; Tylocerina nodosus (F.), Cerambycidae; Conotrachelus nenuphar (Herbst), Curculionidae; y Choristoneura fumiferana (Clemens). El curculio de la ciruela fue elegido por su pequeño tamaño y el gran cerambycido de cuernos por su enorme volumen. El pentatómido cazador tiene unas características protuberancias alargadas en sus élitros y parecía apropiado para probar las descargas emanadas de dichos puntos. El pulgón de la col y la procesionaria del pino fueron escogidos como representantes de los insectos nocturnos importantes para la agricultura y los bosques. Cinco especimenes de cuatro especies fueron utilizados, sólo había disponible un escarabajo cornudo. Se emplearon dos métodos distintos para producir el campo eléctrico. En uno de ellos un motor de corriente continua Molectron de alto voltaje producía un potencial (entre 0 y 20 kV) a través de un capacitor compuesto por dos electrodos de aluminio de 20 cm2 de superficie separados 1.9 cm. Los insectos se colocaban entre ambos electrodos pegándolos al extremo de unas pinzas con Duro rubber cement. En el segundo método se pegaba el insecto al extremo de una bobina Tesla de alta intensidad y frecuencia. El pegamento se depositaba sobre el extremo de tal forma que hubiera aproximadamente 1 cm de espesor adhesivo entre el insecto y el metal. Con ello se conseguía un perfecto aislamiento y se evitaba el contacto directo del espécimen con la bobina. También se obtenía un soporte dieléctrico para evitar la combustión ohmica del insecto. La bobina Tesla se puede ajustar para facilitar hasta 10 kV/cm. Las descargas aparecen normalmente a partir de 2-3 kV/cm. El término kV/cm representa el potencial de 1000 V entre dos placas paralelas con un centímetro de separación en una atmósfera normal. Todas las fotografías se tomaron a una distancia de 30 cm con una cámara Honeywell Pentax SPII provista de una gran lente de aumento y usando película Plus X o Kodachrome II.

Resultados

A unos 2.1 kV/cm todos los insectos (excepto el curculio) emitieron llamaradas de un brillante color blanco-azulado por distintos puntos de sus cuerpos, como la punta de las mandíbulas, los ovopositores, las antenas y las articulaciones de las patas. El curculio comenzó a centellear a 2.6 kV/cm. Ocasionalmente aparecían llamaradas rojas, verdes o anaranjadas en o cerca de los espiráculos. La exhibición era continua en los insectos colocados en la bobina Tesla e intermitente en aquellos colocados en el capacitor. Pequeñas variaciones en el voltaje de este último hacían que las luminiscencias fueran más frecuentes. Durante la estimulación en campos eléctricos, los insectos aparecen inicialmente bastante alterados, pero al cabo de unos pocos minutos se calmaban y no parecían sufrir ningún daño debido al elevado voltaje. Los distintos especimenes debidamente atendidos después de haber estado durante 2 horas en el campo eléctrico, vivieron por periodos normales. Trichoplusia ni sobrevivieron 5 a 7 días después de la exposición, y el curculio de la ciruela y los pentatómidos estaban vivos 2-4 semanas más tarde. Sin embargo, en la corriente continua del capacitor a veces resultaba muerto algún insecto al ser alcanzado por una chispa.

Los insectos muertos y secos no ofrecían luminiscencia. Sin embargo, si previamente eran sumergidos en agua unos minutos reaparecían las llamaradas. Después de secarse nuevamente desaparecía la luminiscencia.

Un fotómetro modelo Photovol 502M nos permite saber que un insecto del tamaño de un pentatómido, sujeto al campo de la bobina Tesla (unos 5-7 kV/cm) produce una densidad de flujo radiante de unos 3.75 μW/cm2 en el rango espectral 350 nm (luz negra o ultravioleta) a 450 nm (azul) a una distancia de 18 cm.

Comparación entre las condiciones de laboratorio y las naturales

El fulgor coloreado que rodea a un insecto volando en un intenso campo eléctrico es una descarga en corona similar al fuego de San Elmo[7]. Está relacionado también con la fotografía Kirlian[8]. Penning[9] y Loeb[10] ofrecen amplios detalles del mecanismo físico que interviene. La descarga proviene de las moléculas de gas que han sido excitadas para liberar electrones de alta energía al colisionar con una avalancha de electrones. Dicha avalancha es causada por el fuerte campo eléctrico que impulsa a los electrones desde las superficies desnudas y prominentes del insecto, donde las fuerzas que unen los iones a la superficie son más débiles. El predominio del color azulado indica que la mayoría de la radiación proviene del nitrógeno[11].

Una descarga en corona surge sólo desde un conductor. Los insectos vivos están compuestos de un excelente material dieléctrico (exoesqueleto) rodeando a un electrolito (los fluidos corporales) que encaja perfectamente dentro de los requisitos. En cambio, los insectos muertos y deshidratados, sin electrolito conductor, quedan fuera.

Para que se de una descarga en corona debe existir un fuerte campo eléctrico. La atmósfera, bajo ciertas condiciones climatológicas, produce voltaje más que suficiente para ello, a través de lo que se denominan procesos triboeléctricos (del griego tribo: frotar) y por los elevados campos eléctricos no uniformes que aparecen en los frentes de tormenta. Estudios realizados por Nasser y Loeb[12] y Loeb[13] indican que las descargas en corona desde un punto, surgen cuando la intensidad del campo eléctrico local alcanza 1.7-2.2 kV/cm. Estas condiciones se dan frecuentemente durante las tormentas. Cargas estáticas producidas por la fricción de partículas (condiciones triboeléctricas) alcanzan potenciales tremendos. Sutton[14] señala que el potencial total de un simple frente tormentoso puede alcanzar un máximo desde 200 millones a 1000 millones de voltios. Kamra[15] recoge un incidente debido a fenómenos triboeléctricos ocurridos mientras medía la electrificación de una tormenta de arena. En las cercanías de una tormenta aparecieron rápidos cambios en el gradiente de potencial de hasta 0.015 kV/cm, y cuando el viento rugía se levantaban chispas desde las dunas de arena. No hubo chispas cuando las tormentas estaban ausentes.

En un estudio de 6 años realizado por la Armada y la Marina americana sobre precipitaciones estáticas Gunn[16] encontró que los aviones originaban campos de hasta 0.45 kV/cm al volar entre nieve seca cristalizada, y de hasta 0.02 kV/cm volando entre los gases contaminados de una gran ciudad. Esto representa una apreciable fracción del campo necesario para una descarga en corona visible. Cerca de las tormentas el campo eléctrico medio promediaba unos 1.4 kV/cm y eran habituales campos de 2 kV/cm. Llegaron a obtenerse medidas de hasta 3.4 kV/cm. Los valores medidos son inferiores a los reales porque el avión usado durante las mediciones es conductor y distorsiona el campo natural. Una combinación de tormentas y de una alta densidad de polución (partículas) daría sin ninguna duda campos eléctricos muy superiores a los 1.7-2.2 kV/cm necesarios para una descarga en corona.

Así pues no existe ninguna duda de que, dadas las condiciones meteorológicas adecuadas, la naturaleza puede producir un campo eléctrico de intensidad suficiente como para «encender» insectos voladores.

Discusión

Nuestras investigaciones sobre el fuego de San Elmo en los insectos nos llevó a especular sobre las especies que podrían contribuir a la proliferación de avistamientos ovni en Uintah Basin. Dado que la intensidad de una descarga en corona es pequeña, sólo un gran enjambre de insectos sería visible de noche. A partir de nuestro estudio podemos estimar la distancia máxima a la que puede observarse un enjambre «encendido». Ya que un único insecto con un brillo de 3.75 μW/cm2 era visible a 6 metros a través de un laboratorio casi a oscuras, por la ley del cuadrado inverso, un millar de insectos muy juntos sería visible a unos 180 metros. Mayores concentraciones serían visibles desde lugares más alejados.

El hecho de que las montañas situadas en el borde de Uintah Basin estén cubiertas de pinos Douglas, Pseudotsuga menziessi (Mirb.) Franco, nos llevó a sospechar que los vuelos nocturnos de la procesionaria del pino podrían ser los responsables de algunos de los avistamientos. Esta especie de insectos había sido ya citada como posible fuente de las luces nocturnas, mucho antes de que supiéramos que los enjambres de procesionarias llegan a formar nubes de 102 kilómetros de largo y 25 kilómetros de ancho, según informa el personal de radar del Servicio Meteorológico americano encargado del seguimiento de dichas plagas[17]. Las escamas de los lepidópteros son dieléctricas y almacenan grandes cargas de electricidad estática debido a mecanismos triboeléctricos. Una nube de procesionarias puede producir un considerable volumen de partículas cargadas.

Según Henson[18] los vuelos en masa de las procesionarias tienen lugar siempre en las últimas horas de la tarde o primeras horas de la noche. Y se distribuyen desde marzo a noviembre. Este es el mismo periodo en que ocurrieron la mayoría de las observaciones ovni[19]. Henson[20] afirma: «Los densos vuelos de las procesionarias son una respuesta a una intensidad luminosa decreciente, siendo el número de insectos en vuelo directamente proporcional a la disminución de intensidad luminosa. La reconstrucción de las condiciones meteorológicas durante dichos vuelos lleva a la conclusión de que los insectos eran impulsados por las corrientes convectivas que preceden normalmente a los frentes fríos».

Henson señala que súbitas reducciones en la cantidad de luz y presión atmosférica originan grandes vuelos en masa de insectos. Concluye por tanto que son los frentes de tormenta los responsables de dichos vuelos masivos. En la vanguardia de cada frente de la tormenta existen fuertes corrientes que pueden llevar a los insectos y otras partículas flotantes hacia lo alto para ser después expulsados en la parte superior o los laterales de las nubes y depositados a varios kilómetros del lugar original. Lo que Henson describe para los vuelos masivos de procesionarias es un entorno ideal para que aparezca el fuego de San Elmo[21]. No existe ninguna razón para pensar que los insectos sujetos a estas tormentas resulten afectados, a no ser que resultasen golpeados por el hielo existente en las nubes[22].

Según Salisbury[23] el 88.75% de los avistamientos ovni tuvo lugar entre el verano de 1965 y el invierno de 1968. Más de la mitad de ese porcentaje ocurrieron durante el otoño. Decidimos escribir a Lawrence Stipe, del Servicio Forestal de los Estados Unidos en Ogden, Utah[24] para ver si 1965-68 fueron años de abundancia de procesionarias en las montañas de Utah.

El informe sobra las condiciones de los insectos en los bosques referidos a los parques nacionales de Fishlake y Ashley en las montañas Uintah, justo al norte de Roosevelt, una ciudad donde tuvieron lugar la mayoría de los avistamientos, indica «La procesionaria sigue infestando el pino Douglas, el pino blanco, y en menor grado, el pino subalpino y el abeto Engelman, en zonas del río Beaver y las montañas de los Mil Lagos. La plaga, aparecida por vez primera en 1964 cubriendo más de 20,000 acres, descendió hasta los 10,000 en 1965 y siguió descendiendo aún más en 1966, para estabilizarse a todo lo largo de 1967». ¡La exhibición ovni de la Uintah Basin empezó en verano de 1965! En otras palabras, hubo grandes zonas afectadas por la procesionaria en los dos años anteriores al periodo principal de la exhibición ovni y un importante descenso a lo largo de dicho periodo. ¡La proliferación de ovnis tuvo lugar cuando serían de esperar migraciones en masa en esa zona!

Un análisis más detallado de los mapas sobre la plaga facilitados por el Servicio Forestal revela algunas asombrosas similitudes entre los lugares donde apareció la plaga y los lugares donde se conocen casos de ovnis de confianza. Por ejemplo, en la tabla de avistamientos preparada por Salisbury encontramos el siguiente: Fecha- 21 marzo 1968; Observador- Henry Wopsock, Whiterocks; Forma- Semiesférica; Hora- Noche; Duración- ?; Descripción- Flotó sobre la casa del testigo durante unos minutos. Los mapas del Servicio Forestal muestran dos importantes zonas desfoliadas descubiertas durante la observación aérea de 1968 en la zona del cañón Whiterocks-Red Pine a unas pocas millas de la ciudad de Whiterocks.

Las infestaciones en las Whiterocks se localizaban en la punta Oeste de las grandes zonas defoliadas descubiertas entre 1966 y 1968 en una línea imaginaria desde Roosvelt en dirección nordeste hasta una planta de fosfatos al Norte de Vergel. A lo largo de esta línea y ligeramente al Norte de los avistamientos ovni, ocurridos al pie de las laderas de las montañas se observaron en el reconocimiento aéreo de 1968 grandes puntos de infestación por procesionarias. A lo largo de las cumbres de las altas montañas de Uintah en el condado Daggett, aparecieron entre 1965 y 1968 varias zonas afectadas. La mayoría de los avistamientos ovni tuvieron lugar en una zona triangular entre Whiterocks, Vergel y Roosvelt en los ondulados campos al pie del macizo montañoso. Esta no sólo es la zona más populosa, y por tanto el lugar donde los avistamientos son más probables, sino también la zona donde existe mayor concentración de partículas en suspensión en la atmósfera. Dado que es una zona despejada, es muy probable que sea sobrevolada por enjambres de procesionarias durante sus vuelos nocturnos de dispersión. Aunque no poseemos datos meteorológicos sobre la zona, en las laderas de las montañas son muy habituales importantes cargas estáticas debidas a frentes tormentosos o a partículas en suspensión. Blais[25] describe cómo las procesionarias se elevan y vuelan durante sus migraciones aprovechando vientos convectivos.

Las descripciones facilitadas por los testigos sobre vuelos erráticos, las luces de colores parpadeantes y los zumbidos emitidos por las luces nocturnas en Uintah, contribuyen significativamente a hacernos creer que los enjambres de insectos son los responsables de algunas de las observaciones realizadas. Si los insectos son perturbados durante el vuelo, al atravesar un campo de alto voltaje, es muy posible que vuelen de forma errática, floten inmóviles, y se enciendan y apaguen conforme entran en el campo o tratan de salir del mismo. Es un hecho que los insectos de nuestro laboratorio emitían luces de varios colores y en particular, luz ultravioleta, y que dichas emisiones no tenían ningún efecto pernicioso sobre su vida. Incluso después de muertos seguían emitiendo hasta que se secaban. Un despliegue luminoso de este tipo contribuye sin lugar a dudas a que cualquier persona que lo observe crea estar viendo un ovni extraterrestre. Cualquiera que haya visitado una moderna discoteca puede imaginar muy bien la impresión que puede dar una discoteca flotando en el cielo nocturno.

No piense el lector que los autores no creen en la existencia de visitantes de otros mundos, eso no se deriva de nuestro artículo. Quizá existan. Pero no son la razón del presente informe. Un agrónomo puede preguntarse qué importa que algunos enjambres de insectos sean confundidos con ovnis. Debemos señalar que de acuerdo con el Informe Condon[26] La Fuerza Aérea de los Estados Unidos posee más de 30,000 avistamientos dignos de crédito almacenados en sus archivos. Un número significativo de los mismos son luces nocturnas. Si algún emprendedor investigador del Servicio Forestal pudiera seguir dichos datos, los avistamientos podrían aparecer como relacionados con plagas de procesionarias u otros insectos en Norteamérica. Es posible que así pudiéramos obtener datos significativos sobre la emigración de estos perjudiciales insectos. Las migraciones de los insectos nocturnos es uno de los fenómenos naturales menos conocidos, entonces ¿porqué no estudiar los ovnis como insectos?


[1] Callahan S. Philip & Mankin R. W., Insects as unidentified flying objects, Applied Optics, Vol. 17, No. 21, 1 november 1978, págs. 3355-3360.[2] F. B. Salisbury, The Utah UFO Display: A Biologist»™s Report, Devin, Old Greenwich, Conn., 1974.[3] C. G. Johnson, Migration and Dispersal of Insects in Flight, Methuen, London, 1969.

[4] F. B. Salisbury, The Utah UFO Display: A Biologist»™s Report, Devin, Old Greenwich, Conn., 1974.

[5] S. Baron, The Desert Locust, Scribner»™s, New York, 1972, págs. 117.

[6] P. S. Callahan, Misc. Publ. Entomol. Soc. Am,. Vol. 5, 315, 1967.

[7] R. Golde, Lightning Protection, Edward Arnold, London, 1973.

[8] M. Toth, Galaxies of Life, S. Krippner, Ed., Gordon and Breach, New York, 1973.

[9] F. M. Penning, Electrical Discharges in Gases, Macmillan, New York, 1957.

[10] L. B. Loeb, Electrical Coronas, Their Basic Physical Mechanisms, California Press, Berkeley, 1965.

[11] L. B. Loeb, Electrical Coronas, Their Basic Physical Mechanisms, California Press, Berkeley, 1965.

[12] E. Nasser and L. Loeb, J. Appl. Phys., Vol. 34, 3340, 1963.

[13] L. B. Loeb, J. Appl. Phys., Vol. 19, 882, 1948.

[14] O. G. Sutton, The Challenge of the Atmosphere, Harper»™s, New York, 1961.

[15] A. Kamra, Nature, Vol. 240, 143, 1972.

[16] R. Gunn, J. Appl. Phys., Vol. 19, 481, 1948.

[17] Battling the Budworm, Time 80, 28 abril 1975.

[18] W. R. Henson, Can. Entomol., Vol. 83, 240, 1951.

[19] F. B. Salisbury, The Utah UFO Display: A Biologist»™s Report, Devin, Old Greenwich, Conn., 1974.

[20] W. R. Henson, Can. Entomol., Vol. 77, 7, 1945.

[21] L. B. Loeb, J. Appl. Phys., Vol. 19, 882, 1948.

[22] W. G. Wellington, Can. Entomol., Vol. 77, 7, 1945.

[23] F. B. Salisbury, The Utah UFO Display: A Biologist»™s Report, Devin, Old Greenwich, Conn., 1974.

[24] « Forest Insect Conditions Report », Fishlake and Ashley National Forests, U.S. Forest Service, Utah, 1966.

[25] J. R. Blais, Can. Entomol. Vol. 85, 446, 1953.

[26] E. U. Condon, Scientific Study of Unidentified Flying Objects, D. S. Gillmore, Ed., Dutton, New York, 1969.

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Fuego de San Elmo (Final)

CEPILLOS Y DESCARGAS EN CORONA

Durante las tormentas y en los casos en que el campo eléctrico de la atmósfera se hace especialmente grande (tormentas de nieve o polvo, ráfagas de granizo, etcétera), frecuentemente se observan descargas luminosas, de un tipo especial, en puntos y bordes puntiagudos de objetos que sobresalen de la superficie de la tierra. Estas descargas «“los fuegos de San Elmo- ocurren frecuentemente en las montañas que poseen proyecciones puntiagudas de rocas, torres árboles, etcétera. Usualmente van acompañadas de un estallido o silbido característico. Pueden durar varias horas y se observan en cualquier parte y en todas las estaciones del año[1].

Las descargas silentes son simplemente una forma en «cepillo» de la descarga en corona. Estas descargas aparecen cuando la fuerza del campo alcanza grandes valores cerca del electrodo (punta). En el estado inicial de la descarga en corona aparece cerca del electrodo una descarga auto sostenible «“cuando la fuerza del campo no es muy grande-, debida a los movimientos de los iones formados bajo la influencia de los ionizadotes atmosféricos. Su corriente es pequeña e independiente de la densidad de formación de iones. Cuando la fuerza del campo alcanza cierto valor crítico, el cual está determinado por la forma del electrodo y por la densidad del aire, el gas comienza a brillar repentinamente, con una luz azul cerca del electrodo y aparece un sonido característico, mientras que la corriente en el punto se incrementa a valores de micro amperes o más.

El calentamiento y brillo son una consecuencia de la ionización y excitación de las moléculas del gas y de los átomos del mismo, bajo la influencia de los electrones acelerados por el intenso campo electromagnético.

El tamaño de este brillo se incrementa con un posterior aumento, y aparece sobre la punta un cono en forma de brocha, consistente en finas y luminosas corrientes, que se mueve rápidamente.

El brillo se distribuye regularmente dentro de un cono de cerca de 90° en el vértice (extremo de la punta), cuando la punta está cargada positivamente (corona positiva). Se desarrolla una avalancha de electrones desde el extremo de la corona hacia la punta; mientras que los iones positivos permanecen estáticos dejando un espacio cargado positivamente, el cual debilita el campo en la vecindad inmediata de la punta. Debido a esto, la corona parece estar localizada no sobre la punta directamente, sino a una corta distancia de la misma. La longitud de las descargas en brocha alcanza algunas veces los 45 centímetros.

En las coronas negativas el desarrollo de las cintas empieza en la misma punta y los electrones viajan en el espacio alrededor de la punta, donde se combinan con las moléculas del gas, dando la apariencia de que existe un espacio cargado negativamente. Esta corona es más pequeña y más estrecha que la positiva; la longitud de las cintas es de 2 ó 3 centímetros. Las cargas espaciales alrededor de la punta tienen el mismo signo que la punta misma y pueden debilitar el campo si no existe una difusión en el espacio que las rodea, y con ello provocar la extinción de la corona. Por lo tanto, esta corona, por lo regular, no es constante y fluctúa continuamente ya que tiene un carácter intermitente.

Bajo condiciones naturales, la corriente de la punta «i», el campo eléctrico «E» y la velocidad del viento «v» están relacionados como sigue:

I = k(E «“ C)v

donde «k» y «C» son constantes que dependen de la forma y dimensiones de la punta, del signo del campo y de otros parámetros.

SAN ELMO DE LA MONTAÑA

Camille Flammarion relata en su libro The Atmosphere[2] un caso interesante acerca de los fuegos de San Elmo en las montañas, del que es autor el célebre naturalista francés Ferdinand de Saussure. En 1867 estuvo con varios compañeros en una cumbre en los Alpes, de más de tres kilómetros de altura.

«Los que habían realizado la escalada acababan de dejar junto a una peña sus bastones con conteras de hierro y se disponían a comer, cuando Saussure sintió en los hombros y en la espalda un dolor, que parecía estar producido por agujas que se le hincaran lentamente en el cuerpo» «suponiendo «“dice Saussure- que en mi capote habían caído alfileres, me lo quité, pero no sentía alivio, sino, por el contrario, el dolor se hizo más intenso y se extendió a toda la espalda, desde un hombro a otro; este dolor iba acompañado de cosquilleo y de pinchazos dolorosos, como si por mi piel anduviera una avispa y la llenara de picaduras. Después de quitarme rápidamente mi segundo abrigo, no encontré nada que pudiera producir esta afección. El dolor proseguía y empezó a parecerse a una quemadura. Pensé que se había inflamado mi jersey de lana. Estaba ya dispuesto a desnudarme, cuando me llamó la atención un ruido parecido al abejorreo. Este ruido procedía de nuestros bastones apoyados en la peña; era semejante al ruido que hace el agua caliente en vísperas de arrancar a hervir. Todo esto duraría unos cinco minutos.

«Comprendí entonces que la sensación dolorosa era debida al flujo eléctrico procedente de la montaña. Sin embargo, como era de día, no vi ningún resplandor en los bastones. Estos producían el mismo ruido agudo cuando, teniéndolos en la mano, dirigíamos las conteras de hierro hacia arriba, hacia abajo y horizontalmente. Del suelo no salía ningún sonido.

«Al cabo de algunos minutos sentí que se me erizaban los pelos de la cabeza y la barba, parecía que me estaban pasando una navaja de afeitar seca por la barba fuerte y crecida. Mi joven ayudante gritó que se le erguían los bigotes y de la parte superior de sus oídos emanaban fuertes corrientes. Al levantar la mano sentí cómo la corriente salía de mis dedos. En una palabra, la electricidad emanaba de los bastones, de las ropas, de los oídos, de los pelos, de todas las partes salientes del cuerpo.

«Abandonamos rápidamente la cumbre de la montaña y descendimos unos cien metros. A medida que íbamos bajando, nuestros bastones emitían cada vez un sonido más débil; por fin el sonido se hizo tan sordo, que sólo podía oírse llevándose el bastón al oído»»

Yákov Isidórovich Perelmán presenta otros casos interesantes de aparición de los fuegos de San Elmo en su libro Problemas y experimentos recreativos[3].

«La emanación de electricidad de las peñas prominentes se observa con frecuencia cuando el cielo está cubierto de nubes bajas que pasan a poca altura de las cumbres.

«El 10 de julio de 1863, Watson y varios turistas más, ascendieron al puerto de Jungfrau (en los montes suizos). Hacía una mañana magnífica, pero ya cerca del desfiladero, los viajeros tuvieron que aguantar un viento fuerte con pedrisco. Se oyó el horrísono bramar del trueno, y poco después Watson percibió un sonido silbante procedente de su bastón; este sonido era parecido al de un calentador en que se inicia la ebullición. Los viajeros se detuvieron, y notaron que sus bastones y hachas emitían el mismo sonido y no dejaron de sonar ni después de clavar uno de sus extremos en tierra. Uno de los guías, que se quitó el sombrero, comenzó a gritar que le ardía la cabeza. Y, efectivamente, sus cabellos estaban erizados como si los tuviera electrizados. Todos experimentaban sensación de cosquilleo en la cara y en otras partes del cuerpo. Watson tenía los cabellos completamente en punta. En los extremos de los dedos, cuando los movíamos en el aire «“dijo Watson-, se oía el silbido eléctrico».

FUEGOS DE SAN ELMO EN EL INFORME CONDON

El siguiente es un reporte de un piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que apareció en el Informe Condon, Capítulo 7, Sección 8[4] habla de los Fuegos de San Elmo pero se detiene en la descripción de las centellas en aviones en vuelo:

«Las centellas más pequeñas siempre las asocio con el fenómeno conocido como Fuegos de San Elmo, sin embargo, el Fuego de San Elmo consiste generalmente de una especie de tela blanca que cubre los extremos de los aviones. No es muy brillante ni cegadora, pero si irrita los ojos y evita una buena recepción de radio. La «˜bola pequeña»™ varía de tamaño de 5 cm a 46 cm de diámetro y generalmente «˜rueda alrededor»™ del avión sin verse afectada por su movimiento. En una ocasión una bola pequeña (de unos 15 cm de diámetro) de color blanco amarillento, se formó en la punta de mi tanque izquierdo, de mi F-94B, y luego rodó por el ala, subió por la carlinga, cruzó el ala derecha hasta el otro tanque y de ahí comenzó el trayecto inverso. Por un momento la deje de observar, pero mi copiloto me dijo que había desaparecido espontáneamente, tal y como había llegado. Yo había visto este tipo de fenómenos varias otras veces, pero nunca por un periodo de tiempo tan prolongado. Estimo que este episodio tendría una duración de unos dos minutos. Algunas veces las bolas son azules, azul verdoso, o blancas, pero hay más azul verdosas y blanco amarillentas. Podría interesarle que después del paso de la bola sobre mi avión, éste fue golpeado por tres ocasiones por relámpagos convencionales, los cuales fundieron unos 10 cm del extremo de los depósitos y soldaron otros 10 cm de la sección que cubre mis luces de cola».

Thomas Bowen, un estudiante de postgrado de la Universidad de Colorado estaba escalando el Chimborazo, una montaña aislada en Ecuador, cuando tuvo una experiencia similar. En el Informe Condon también aparece este relato.

La montaña es en realidad una meseta con un diámetro de unos 400 metros y una altura de 6,266 metros sobre el nivel del mar. El y su compañero dejaron el campo, a 5,700 metros, la mañana del 1 de marzo de 1968. A las 10 a.m. se comenzaron a formar nubes en la cresta, y empezó a caer una pequeña cantidad de granizo. Cuando alcanzaron la meseta, entre las 2 y 2:30 p.m. estaba completamente nublada. Justo cuando comenzaron a tomar las tradicionales fotografías, el granizo comenzó a caer más fuerte. Repentinamente sintieron una extraña sensación en sus cabezas, que describieron como descargas eléctricas acompañadas de sonidos y zumbidos. Sus goggles de aluminio comenzaron a vibrar, y su cabello se paró en punta. Los deportistas se hundieron en la nieve y esperaron. La tormenta se oía a la distancia. Pronto se dieron cuenta que en cuanto sacaban la cabeza del refugio, regresaban los efectos eléctricos. Parecía como si tuvieran una capa que los oprimiera. Después de esperar por media hora, se arrastraron sobre sus estómagos, durante una hora y media, hasta recorrer la totalidad de los 400 metros y poder bajar por la pendiente. Después de descender 60 metros, encontraron que, finalmente, se podían poner de pie. En este momento la caída de granizo y los sonidos de la tormenta habían cesado.

Fue por estas características que el fuego de San Elmo era considerado como un maleficio satánico o como un aviso del santo varón para que los marinos se precavieran sobre la inminencia de la tormenta[5].

En muchos casos de modernos encuentros cercanos, los testigos han mencionado esa especie de «campo electromagnético», la sensación de enfrentarse a «energías desconocidas». Se habla del famoso «efecto electromagnético» que produce interferencias en aparatos eléctricos e, incluso, llega a detener automóviles. Qué podemos decir de los supuestos abducidos que mencionan cómo su cuerpo es perforado por minúsculas agujas, con las que los extraterrestres los inspeccionan, a la vez, que les implantan objetos desconocidos para monitorear sus movimientos. No olvidemos, tampoco, las luces como parte esencial del fenómeno San Elmo y que bien se pueden asimilar a la iconografía ufológica. Están, también, los efectos de parálisis que bien pueden ser confundidos con los síntomas que presenta una persona expuesta a intensos campos eléctricos. Y recordemos que Michael Persinger ha señalado la importancia de estos campos en la formación de visiones o alucinaciones provocadas por la estimulación del lóbulo temporal. Finalmente mencionemos que muchos cultos ufológicos y otros tantos de la nueva era, acostumbran «cargar las pilas» en lugares elevados como montañas y pirámides. Para estos adoradores de lo desconocido podríamos tener una recomendación: en lugar de ir a Teotihuacan el 21 de marzo, inténtenlo en cualquier montaña elevada, solitaria y sin árboles en una época del año que vaya de finales de mayo a finales de octubre. Si no se «cargan de energía» por el efecto corona, con suerte, podrían recibir la descarga de un rayo que los enviaría directamente a «otros niveles».

Otro consejo para personas más cuerdas: cuando en la montaña sienta la presencia de electricidad estática o vea algún fenómeno tipo San Elmo, descienda rápidamente o busque refugio. Todo indica la proximidad de una tormenta, que puede presentarse entre media hora y dos horas después. No trate de tener un «encuentro cercano» ni «cargarse las pilas».

Sin salirnos del aspecto ufológico del fuego de San Elmo tendríamos que mencionar que las famosas «Luces de Marfa», también fueron explicadas como una descarga en corona por Kahl y Curt Laughlin, éste último superintendente del Observatorio McDonald, cercano al lugar[6].

No cabe duda que los fuegos de San Elmo son un fenómeno desconcertante que ha dado lugar a infinidad de leyendas.

REFERENCIAS

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Alinei Mario, I fuochi di S. Elmo, Bollettino dell’Atlante Linguistico Mediterraneo, Fondazione Giorgio Cini; Venezia, Giardini Editori, Pisa, No. 22-28, 1980-1986, p. 7-23.

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Anonymous, Artificial Aurorae, Symon’s Monthly Meteorological Magazine, 18:33, 1883.

Anonymous, Curious Electrical Phenomenon on Pike’s Peak, Scientific American, 47:16, 1882.

Anonymous, Remarkable Discharge of Atmospheric Electricity, Scientific American, 58:210, 1888.

Anonymous, Remarkable Electrical Phenomenon, Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society, vol. 22, 1896, p. 295.

Anonymous, Silent Discharges, Knowledge, 10:26, 1913.

Anonymous, St. Elmo»™s fire, Astronomie-Québec, November-December, 1991, p. 12-13.

Anonymous, The Fires of St. Elmo, Scientific American, 41:234, 1879.

Anonymous, The Flying Dutchman, Scientific American, vol. 54, 1886, p. 279.

Botley Cicely M., St. Elmo’s Fire in Egypt, Meteorological Magazine, 73:96, 1938.

Bowlker C. A. C., Atmospheric Electricity, Nature, vol. 40, p. 55, May 16, 1889.

D’Amato A., La leggenda di S. Elmo, Lares, vol. VIII, No. 4, December 1937, p. 319-320.

De Ritis Beniamino, Ortona, Rome, T. Aquino, 1925. (Algunas páginas sobre la llamada «Lume di San Tommaso», un «meteoro» extraño que se ve en ocasiones sobre la iglesia de Ortona, en el Mar Adriático, desde el siglo XIII)

Felici Maria Luisi, Alla scoperta dei fuochi di Sant’Elmo, Il Giornale dei Misteri, Florence, Tedeschi, No. 351, January 2001, p. 25-26.

Grigor’ev A. I., Capillary electrostatic instabilities, texto en Ruso, 2000, p. 37-43, on line en: http://www.issep.rssi.ru/pdf/0006_037.pdf

Kleefeld Alwin, Eine Beobachtung des Sanct-Elmsfeuer, Annalen der Physik und Chemie, Leipzig, vol. CXII, 1861, No. 4, p. 643-644.

Lorscheid S., St. Elmsfeuer in Münster, Annalen der Physik und Chemie, Leipzig, vol. CXLIX, 1873, No. 7, p. 431-432.

Lucas Robert, Electrical Phenomenon in Mid-Lothian, Nature, 32:343, 13 August 1885.

M. J. McV., St’Elmos Fire, Nature, vol. 89, p. 7, 1912.

Mohr, Beobachtung eines St. Elms-Feuers, Annalen der Physik und Chemie, Leipzig, vol. XXXIV, 1835, No. 2, p. 370-373.

Morr F. T., Curious Electric Phenomenon, Nature, 1st July 1880, p. 193.

Napoletano Raffaele, I fuochi di Sant’Elmo. Studio critico, Nola, Tipografia Rubino, 1932, p. 78.

Ossola Franco, Dizionario Enciclopedico di Ufologia, Milano, SIAD, 1981, volume 1, «Fuochi fatui» e «Fuochi di Sant’Elmo», p. 399-401.

Pietro (Colonna) Galatino (OFM), De arcanis catholice veritatis, impressun in Orthone maris, XV februari 1518 apud Hyeronimus Soncini. (En el colofón, en una nota del editor, el tipógrafo judío Hyeronimus Soncini, documenta por vez primera las luces misteriosas de Ortona, en la costa del Adriático. Es «Il lume di San Tommaso» que se dice se ve sobre la catedral de Ortona, especialmente durante las tormentas.).

Piper Ferdinand, Das St. Elmsfeuer, Annalen der Physik und Chemie, Leipzig, vol. LXXXII, 1851, No. 2, p. 317-326

Saint-Laurent France, Effet Couronne et Décharges Electro-Atmospheriques, The Journal of Meteorology, England, vol. 16, No. 161, September, 1991, p. 238-241. (Luces recurrentes vistas por observadores cualificados en Quebec en 1988-89 relacionadas con descargas atmosféricas, e. d. Fuegos de San Elmo)

Tomlinson Charles, Atmospheric Electricity, Nature, vol. 40, p. 102, May 30, 1889.

Traill William, St. Elmo’s Fire Seen in Orkney, Edinburgh New Philosophical Journal, 23:220, 1837.

Traill William, St’Elmo’s Fire Seen in Orkney, Franklin Institute, Journal, 24:362, 1837.

van der Pohl Balthasar, Bead-Corona on Radio Antenna, Nature, vol. 130, No. 3287, October 29, 1932, p. 662.

Watt J. B. A., Electric Phenomenon, Nature, vol. 32, 1885, p. 316.

Zibra Ernst von, Elsmsfeuer und Erd-Erschütterungen in Franken, Annalen der Physik und Chemie, Leipzig, vol. XXXXVI, 1839, No. 4, p. 655-658.

Diversas fotografías de descargas en cepillo y corona en el laboratorio.

Camille Flammarion, relató varios episodios de Fuegos de San Elmo en su célebre The Atmosphere

El naturalista y lingüista francés Ferdinand de Saussure tuvo un «encuentro cercano» con un fuego de San Elmo.

Yákov Isidórovich Perelmán fue uno de los mejores divulgadores de la ciencia del siglo pasado.

El doctor Condon también se ocupó de los fuegos de San Elmo, a través del doctor Altschuler, como posible explicación para algunos casos de Ovnis.

Persinger es el científico que más ha estudiado los fenómenos lumínicos «anómalos»

Algunos han interpretado las luces de Marfa como un efecto de la electricidad atmosférica.

El doctor Martin D. Altschuler, físico de plasmas, fue el encargado de redactar el Capítulo 7, sobre electricidad atmosférica.

La electricidad estática que se forma en días de tormenta y sobre las montañas puede, literalmente, poner los pelos de punta.

Efecto corona, mejor conocido como Fuego de San Elmo, en líneas de alta tensión.

Dibujo de Jim Brogden: capilla en los Alpes, con Fuego de San Elmo.

Ilustración de principios del Siglo XX que muestra unos marinos tratando de arriar las velas durante una tormenta. En el extremo de la verga aparece una «Luz de Pedro» o Cozmozant (Fuego de San Elmo).

El efecto más impresionante es cuando en alta mar todos los palos y mástiles del barco se ven coronados con una descarga en corona.


[1] Tverskoi P. N., Physics of the atmosphere. A course in meteorology, NASA Technical translation, NASA TT F-288, NTIS; Sprinfield, Va., 1965.[2] Flammarion Camille, The Atmosphere, J. Glaisher (ed.), Harper and Brothers, New York, 1874.[3] Perelmán Yákov Isidórovich, Problemas y experimentos recreativos, Editorial MIR, Segunda edición, Moscú, 1983, páginas 104-105.

[4] Altschuler D. Martin, Atmospheric Electricity and Plasma Interpretations of UFOs, Section 8, in Condon Edward U,. Scientific Study of Unidentified Flying Objects, Chapter 7, Dutton, New York, 1969.

[5] Morales Juan José, Mitos y leyendas del mar, Editorial Posada, Colección OMNIA, México, 1984.

[6] Mulholland Derral, What are those lights?, Science 84, Vol. 5, No. 2, marzo 1984, p. 32.

La historia de Stefan Michalak: no se necesitan extraterrestres

Comencé a leer sobre ovnis y lo paranormal cuando era un niño pequeño. Todavía puedo recordar, con gran claridad, una de las primeras piezas de «evidencia irrefutable» que vi de los entusiastas de los ovnis. En esos días yo me tragaba todo, creía sin cuestionar, y por lo tanto la fotografía de un hombre, acostado sobre la cama de un hospital, con una quemada en su estómago en forma cuadriculada, que él afirmaba había sido causada por el escape caliente de una nave espacial, está impresa indeleblemente en mi memoria.

Encontré esta foto hoy. El hombre en la fotografía se llama Stefan Michalak, un polaco de nacimiento y canadiense por naturalización. Lo que no sabía en ese tiempo era que la historia detrás de esa fotografía es tan bizarra, y tan ridícula, que estoy estupefacto de que alguien pudiera haberla tomado seriamente.

Lea la historia en http://www.thetriangle.org/media/storage/paper689/news/2006/10/06/SciTech/Stefan.Michalaks.Story.No.Aliens.Required-2336863.shtml?norewrite200610061933&sourcedomain=www.thetriangle.org