Semillas como objetos volantes no identificados

SEMILLAS COMO OBJETOS VOLANTES NO IDENTIFICADOS

Otras posibles fuentes de confusión de ovnis incluyen una amplia variedad de objetos. Algunos de ellos son los objetos llevados por el viento. Un curioso incidente de este tipo fue presenciado por el cónsul de los Estados Unidos en Mérida, Yucatán (México). En el informe a la Fuerza Aérea se puede leer lo siguiente:

«Alrededor de las 2 de la tarde del pasado domingo, observé un objeto brillante, plateado, tipo disco, que flotaba en el cielo azul y despejado, casi directamente por encima, viajando en una dirección nordeste. Creí que el objeto era un platillo volante y estaba a punto de correr hacia la casa a buscar mi cámara, cuando verifiqué que el objeto estaba por debajo del nivel de algunos buitres maniobrando a una gran altura. Esto me probó que el objeto tipo disco, era considerablemente más pequeño que un buitre. Durante el periodo de dos horas vi un total de tres de estos objetos, todos ellos yendo en la misma dirección, pero a veces pareciendo que estaban parados. Más tarde encontré uno de estos «discos» en mi césped delantero. Era una semilla encerrada en una masa esponjosa de fibra sedosa. Si no hubiera sido por los pájaros y por mi curiosidad, sin duda que habría informado que había visto varios «discos volantes». Adjunto el «disco volante» que he capturado en mi jardín»[1].

Muchas semillas y frutos están provistos de mechones formados por pelitos (como los vilanos del diente de león, del tragopón y del algodón), los cuales actúan de forma semejante a los paracaídas, o de unos planos sustentadores, en forma de retoños, salientes, etcétera. Estos planeadores vegetales pueden observare en las coníferas, arces, olmos, abedules, carpe, tilos, en muchas umbelíferas y en un sinfín más de plantas.

En el libro Vida de las plantas[2], de Kerner von Marilaun, leemos sobre esto lo siguiente:

«Los días de Sol, cuando hace viento, las corrientes verticales de aire elevan a considerable altura multitud de semillas, pero una vez que el Sol se pone, éstas vuelven a caer generalmente en lugares próximos. La importancia de estos vuelos reside en que sirven, no tanto para propagar las plantas a zonas más amplias, como para arraigarlas en las cornisas y en las grietas de las abruptas laderas y en los tajos de las montañas rocosas, sitios a los que las semillas no podrían llegar de otra forma. Las corrientes horizontales de las masas de aire pueden transportar las semillas y los frutos que planean, a distancias considerablemente grandes.

«Algunas plantas tienen las semillas unidas a las alas o a los paracaídas únicamente durante el vuelo. Las semillas del onopordon, por ejemplo, vuelan tranquilamente por el aire, pero en cuanto se encuentran con un obstáculo, se desprenden de su paracaídas y caen al suelo. Este hecho explica por qué el onopordon crece con tanta frecuencia a lo largo de paredes y vallas. En otros casos, la semilla permanece unida a su paracaídas».

Los planeadores de las plantas son, en muchos sentidos, más perfectos que los fabricados por el hombre. En comparación con su propio peso, pueden levantar mucho más carga. Además, estos aeroplanos vegetales se caracterizan por su estabilización automática. Si, por ejemplo, se invierte una semilla de jazmín de la India (Jazminum sambac), ella misma vuelve a colocarse con su lado convexo hacia abajo, y si esta misma semilla encuentra un obstáculo, no pierde el equilibrio ni se cae, sino que desciende suavemente.

OVNIS NATURALES

También los pájaros pueden ser fuentes de confusión. Allan Hendry, el director de investigaciones del CUFOS, informaba a sus lectores: «La gente habla de fuentes puntuales en formación volando en forma errática y reflejando la luz de la Luna o de las ciudades»[3].

Fueron los pájaros el origen de varios de los casos más famosos de ovnis: están las luces de Lubbock, Texas; la película de Nick Mariana, tomada en Great Falls, Montana. Se sospecha que incluso el caso que dio origen a todo el mito, el avistamiento de Kenneth Arnold, fue originado por una bandada de pelícanos. Hay muchos más.

Los arácnidos junto con pequeñísimos insectos que, arrastrados por corrientes horizontales, pueden recorrer enormes distancias constituyen lo que se ha denominado «plankton aéreo». Todos estos son posibles fuentes de reportes de objetos volantes no identificados.

¿Estamos exagerando y estirando más de la cuenta las explicaciones para los informes de ovnis? En realidad no. Durante una época la revista mexicana Reporte Ovni publicó una serie de fotos extraídas de las más diversas fuentes, como anuncios publicitarios o fotografías de vacaciones. Todo aquel registro fotográfico que mostrara una mancha de revelado, mota, fallo de la impresión o basura en la fotografía, era interpretado como el registro fotográfico de un ovni. Más recientemente las famosas fotos de «ovnis fortuitos» en las que podemos ver objetos lanzados al aire (piedras, corchos, balones) o pájaros en vuelo e insectos. Todas son tomadas por los ufólogos como fotografías de naves de otros planetas. Y qué decir de las fotografías de aviones, globos y caballos voladores relinchando. Los mismos rods que no son más que insectos tomados por medios digitales por lo cual sufren de distorsiones. Y, finalmente, los orbs: motas de polvo, humo, correas de las cámaras y cualquier otro objeto cercano a la lente que refleja el flash de las cámaras. Todos, sin ningún espíritu crítico, se asimilan a la fenomenología extraterrestre. En la mayor parte de los casos tal vez se deban a confusión de los testigos o a ignorancia de lo que se observa o se fotografía; pero un número creciente son engaños o autoengaños con el único fin de «demostrar» la existencia de naves extraterrestres surcando nuestros cielos.


[1] Kaiser Faber Andreas, Ovnis: El archivo de la CIA. Documentos y memorandos, ATE, Barcelona, 19880.[2] Marilaun von Kerner, The Natural History of Plants, Their Forms, Growth, Reproduction, and Distribution, Blackie & son, ltd., London, 1884.[3] Hendry Allan, The UFO Handbook, Doubleday & Company, Inc., New York, 1974, pág. 53.

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