Capricho por lo orgánico

CAPRICHO POR LO ORGANICO[1]

Mario Méndez Acosta

Prácticamente todo lo que cultivamos y consumimos ha sido modificado mediante selección artificial y otras formas de manipulación genética para convertirlo en algo más nutritivo y paladeable.

A lo largo de los milenios, el ser humano ha transformado profundamente la natura­leza, pero sobre todo, ha modificado en su beneficio aquello que le sirve de alimento.

ALGUNOS EJEMPLOS

El maíz original, conocido como teocintle, no era más que una forma de pasto cuya semilla se daba en una pequeña espiga. Siglos de selección artificial llevaron a los mesoamericanos a cul­tivar, ya para el siglo XVI, la suculenta mazorca que hoy conocemos.

La manzana silvestre original, que se daba a orillas del Mediterráneo, era un pequeño fruto color de rosa de sabor agrio. Ahora, tres milenos después la manzana es ese jugoso, crujiente y dulce fruto de color rojo subido y de más de 300 gramos de peso. Esto se ha logrado mediante manipulación genética y la eliminación de plagas.

Las vacas actuales han sido seleccionadas para dar hasta más de 40 litros de leche diaria­mente, mucho más de lo que requeriría la cría ordinaria de becerros en la vida silvestre. Lo mismo se puede decir de la carne de todo tipo y otros productos agropecuarios.

No obstante, y como parte de una reacción irracional de muchas de las sociedades contem­poráneas a la tecnología, ha surgido una ten­dencia a producir e introducir al mercado como si tuvieran alguna ventaja intrínseca, productos llamados orgánicos cultivados biológicamente sin fertilizantes industriales, sin plaguicidas y, desde luego, de mayor precio y mucha menor calidad, además de un sabor muy inferior a los productos de la agricultura y la ganadería tecnificadas.

NATURAL BUENO, MODIFICADO MALO

MugabeSe engaña y alarma al consumidor, asegurando que los alimentos a los que ha sido aplicada la tecnología agronómica son dañinos, sobre todo, sin presentar evidencias.

Recientemente, influidos por información falsa pregonada por grupos políticamente motivados como Greenpeace, algunos países africanos han rechazado envíos de semillas nutritivas y de alta calidad, argumentando que su origen transgénico pueden hacerlos dañinos a la salud. Un reciente conflicto entre Zimbabwe y Estados Unidos des­tacó el problema.

El presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, rechazó en junio pasado un cargamento de 10 mil toneladas de maíz donado por Washington para aliviar el hambre que afecta a la mitad de los 12 millones de habitantes de ese país. Mugabe alegó, sin base alguna, que la presencia de maíz transgénico en ese cargamento implicaba riesgos sanitarios.

Borlaug Al respecto, señala el Premio Nobel Norman Burlough, creador de la revolución verde y la per­sona que más ha hecho por aliviar la hambruna en el mundo actual, que se miente de forma abierta al señalar que esos productos no son probados rigurosamente antes de autorizar su distribución al consumidor.

Existe una tendencia a sacralizar lo natural, como si todo ello fuera beneficioso y lo artificial, dañino. En la naturaleza existen grandísimos venenos y no es necesario buscarlos en las serpientes. El señor que sale a buscar hongos comestibles y no los distingue bien puede llevarse a casa unas cuantas setas que lo fulminen; así pues, se hace indispensable desterrar la idea de natural como sinónimo de inocuo.

PilarCarbonero Según la ingeniera agrónoma y bioquímica española Pilar Carbonero «el riesgo cero no existe, ni para los transgénicos ni para caminar por la calle». Para hacer transgénicos hay que saber mucho de bioquímica, algo que no saben los agricultores. Ellos hacen los cruces, meten así en las plantas el gen que quieren así como otros mil más que no les interesan, pero que reducen el rendimiento, por lo que luego tienen que hacer retrocruces para ir eliminando los genes sobrantes. Es un proceso muy complejo, muy largo y muy caro.

«México -explica- tiene mucha inversión y un reconocido avance en ingeniería genética en plantas; está a la altura de cualquier univer­sidad del mundo y por eso, en el caso del maíz, los científicos más connotados del país ya ini­ciaron un estudio: el flujo genético entre las dife­rentes variedades; tenemos la experiencia de los híbridos y las razas de este grano. Se calcula que este análisis llevará tres años.

«Pronunciarse a favor de los transgénicos re­sulta políticamente incorrecto en una sociedad con un comportamiento esquizofrénico respecto de la tecnología, pues es incapaz de renunciar a ella, pero teme a casi toda innovación. La cues­tión de los transgénicos no resulta novedosa en ningún sentido: la reacción en contra, por parte de los grupos sin información o fanatizados, también se ha mostrado ante otros avances recientes; pero la verdad es que la modificación genética es tan antigua como la agricultura, a pesar de que quienes se oponen prefieran ocultárselo a sus seguidores, porque hemos estado mezclando genes de plantas desde que empezamos a cultivar la tierra.

«El hombre ha estado manipulando genes desde que se hizo agricultor. Todos esos riesgos achacados a los transgénicos existen desde que la agricultura es agricultura, hace unos 10 mil años. Cuando roturamos un campo virgen y plan­tamos maíz, disminuimos la diversidad en esa zona. ¿Que algo de polen de maíz, pueda ir a parar en la parcela de al lado? Pues, es posible, y que con ello también ocurran cruces, en particular si ambos campos fueron plantados al mismo tiempo y tienen la floración a la vez…

«En el caso de los transgénicos, todas esas cuestiones están muy controladas y se ponen barreras. El maíz que cultivamos aquí vino de América. No existía en España antes de Colón. Imagínese los trastornos ecológicos que se produjeron entonces: trigo para allá, tomates y maíz para acá, argumenta Carbonero, desde España. La ventaja de la manipulación directa de los genes frente a lo que hacen los agricultores tradicionales es que sólo se introducen los genes que se quieren y es un proceso totalmente con­trolado que no depende del azar, como los cruces tradicionales.

Bibliografía

Carbonero, Pilar. La agricultura biológica es un capricho de niños ricos. El Correo Bilbao: 2006.


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 202, México, febrero del 2007, págs. 58-59.

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