DESIGNIO INTELIGENTE[1]
Mario Méndez Acosta
Los biólogos y paleontólogos estadounidenses viven sujetos a un increíble asedio de parte de los grupos religiosos fundamentalistas, y los órganos de gobierno o de control de la enseñanza en diversos estados, hacen que en los programas de aprendizaje de las ciencias biológicas de secundaria y de estudios superiores se elimine toda referencia a la evolución darwiniana de las especies o bien, obligan a que ésta se considere como una simple hipótesis, para favorecer así la interpretación bíblica de la creación. Una y otra vez, los educadores y científicos han ganado juicios que les permiten seguir adelante con su labor, sin embargo, la tarea de defensa es desgastante y muchos editores, para ahorrarse problemas, eliminan toda referencia a la evolución en sus textos de biología, problema que no existe en México, por la sencilla razón de que tanto Pío XII como Juan Pablo II la aceptaron como una explicación muy probable del desarrollo de la vida en el planeta.
Pero los creacionistas han evolucionado. Muchos de ellos, sobre todo los integrantes de los medios académicos, ya no defienden directamente la versión del Génesis ni sostienen que el mundo fue creado en siete días hace unos diez mil años. A cambio de ello afirman que existe algo que denominan «designio inteligente», según el cual, la bioquímica de la vida, y la aparición de especies cada vez más complejas no pueden explicarse mediante la teoría de la selección natural propuesta por Darwin, y aseguran que tanto para la presencia de la vida como para entender ciertos momentos de sus complejos avances, no queda otra explicación que la intervención sobrenatural de una inteligencia superior; es decir, que la vida en la Tierra es evidencia clara de un designio inteligente. La mayoría de los científicos no hace mayor caso de la serie de publicaciones de este tipo y de los ataques en revistas abiertamente seudocientíficas o de baja calidad académica. Al ser confrontado por alguien, para que opinara sobre la intervención divina en el proceso evolutivo, el biólogo Carten Brecht señaló que si eso era verdad resultaba evidente que el Señor tiene gran predilección por los coleópteros (escarabajos), ante el descomunal número de especies que existen de este tipo insectos.
Uno de los más conocidos proponentes de la hipótesis del designio inteligente es Michael Behe, bioquímico de la Universidad de Lehigh, en Pennsylvania. Según él, la complejidad de las moléculas del material genético, constituido por el ADN y el ARN, es tal que no existe posibilidad alguna de que de las sustancias existentes en los mares de la Tierra durante el precámbrico pudieran haber surgido compuestos tan complejos y especializados, a los que llama «máquinas moleculares irreductiblemente complejas». Asimismo, rechaza los experimentos de Stanley Miller y Harold C. Urey, quienes en los años cincuenta, en un laboratorio, simulando las condiciones de vida en el océano y con descargas eléctricas similares a los rayos primitivos, obtuvieron los aminoácidos, compuestos orgánicos muy complejos, sin embargo, los intentos por obtener compuestos todavía más complicados, sobre todo las moléculas autorreplicantes, han fracasado. Muchas teorías se han propuesto respecto a cómo se podría haber dado ese salto, pues resulta evidente que, en las condiciones naturales el surgimiento de la vida tardó por lo menos 500 millones de años -y no unas pocas semanas en cualquier laboratorio-, pero aún así es claro que no se conoce cómo surgió ese primer antepasado, capaz de reproducirse haciendo copias de su propio material genético. Lo anterior no justifica una explicación sobrenatural, misma que, de existir, necesitaría a su vez justificar por qué ocurrió en ese momento y no en una etapa posterior de la evolución.
Por fortuna, existe evidencia de que en el fondo de los mares, en los sitios de donde surge material ígneo del interior el planeta, se presentan condiciones mucho más afines al desarrollo de moléculas complejas. Las objeciones de Behe están siendo respondidas una por una, y hay varias explicaciones teóricas de cómo dichas máquinas moleculares pudieron haber evolucionado de mecanismos más primitivos.
Otro proponente de la hipótesis ad hoc del designio inteligente es William Oembski, teórico de la información, quien señala que la evolución darwiniana, o sea la selección natural, es incapaz de acumular los datos novedosos que requiere un proceso evolutivo. Lo anterior se basa en algunas observaciones sobre el comportamiento de las partículas atómicas, mismo que casi siempre muestra características reversibles, en tanto que los fenómenos irreversibles y los cambios hacia una complejidad mayor ocurren en el mundo macroscópico, y hasta en simulaciones con juegos de computadora es posible observar cómo la selección natural acumula informes útiles y nuevos de generación en generación, estructuras viables creadas por azar que sobreviven mejor que otras variantes menos aptas para reproducirse. Lo interesante es que las objeciones de Oembski, lo único que hacen es subrayar lo poderoso de los procesos darwinianos, si se les da el tiempo suficiente, y una tasa de mutaciones aleatorias lo bastante elevada como para producir rápidamente variantes mejor adaptadas a cada cambio del medio.
Lo curioso del caso es que si consideramos que en efecto son verdaderas, las objeciones de los proponentes del designio inteligente, la conclusión que podemos sacar es poco útil para cualquiera que desee conocer la realidad del universo. Se concluiría así que es inútil seguir investigando en la bioquímica del origen de la vida, y que pierden su tiempo los miles de laboratorios que van logrando esclarecer estos difíciles problemas en el mundo. Se concluiría también que existe una deidad creadora de un universo con leyes y fenómenos naturales que casi alcanzan a explicar el funcionamiento de toda la materia, excepto en el caso en que ella tiene que intervenir personalmente para cubrir un salto entre materia orgánica y ciertas estructuras, también orgánicas, un poco más complejas, que logran construir sus propias réplicas y que no ha sido posible explicar con claridad por parte de los científicos. Extraño designio sería ese.
REFERENCIAS
Behe, Michael J. Darwin ‘s Black Box, Free Press, N.Y. 1996.
Oembski, William A. The Bridge Between Science and Theology, Downwers Grove, 1999
Taner Edis. «Darwin in Mind», Skeptical Inquirer, Vol. 25 No. 2, marzo-abril 2001, Arnherst, N.Y.
[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo No. 160, México, septiembre-octubre del 2001, Págs. 96-97.
muy interesante. La ciencia puede llegar a subvertirse hacia cualquier posición propuesta cualquiera que sea el bando que la utilice.