James H. Hill, Telepatía estilo Septimusiano

James H. Hill, Telepatía estilo Septimusiano

Esta es la segunda parte del cuento de James H. Hill aparecida en The Afro American, de Boston, en el suplemento semanal Afro American Magazine, del 15 de febrero de 1955.

Por lo que leemos se ve que Hill tenía una sólida formación en ufología, conociendo varios casos clásicos y personajes, como el Doctor Menzel, del mundillo ufológico.

Del espacio exterior

TheAfroAmerican-15-2-1955aEl pequeño hombre café con los grandes ojos brillantes giró hacia Steve Greer y extendió su mano. «¿Cómo está?» preguntó políticamente. «He venido a salvar su mundo de la destrucción».

Sinopsis

(Steve Greer, un reportero, está escribiendo una serie de historias sobre platillos voladores cuando un avión piloteado por el Capitán Bernard Trumbull es golpeado por un platillo sobre Río Grande. Mientras tanto, un extraño hombre café, Tweh, visita al padre de Trumbull y le dice que su hijo está vivo, justo antes de que el editor reciba un telegrama que le dice que su hijo está muerto. Greer conoce de estos extraños incidentes y se mantiene en contacto con el viejo Trumbull, quien admite que vio un extraño hombre café quien afirma venir del planeta Septimus).

Parte Dos

«Telepatía, estilo Septimusiano»

Cuando Steve Greer salió de la caseta telefónica, se sentía extrañamente como un investigador físico que había encontrado la llave a un mundo nuevo y asombroso.. Pero el editor de Steve, Andy Bretonnel, simplemente no creyó lo que venía del teléfono. ¿Estás seguro que no has colgado, Steve, e imaginado que Trumbull admitió que un duende fue su P. E. S.? He conocido a Sid Trumbull por veinticinco años. ¡Él no tiene nada que ver con fantasías como Joe Friday, de «˜Dragnet»™ Cripes! ¿Cómo se vería impresa una cosa como esa?»

«Pero él lo admitió», insistió Steve. «¿Por qué no ves tu mismo las transcripciones de la «˜Operación Libro Azul»™ del Pentágono?»

«Sí, y todas ellas están bajo llave y candado, en nuestra caja fuerte».

«Está bien, pero esta cosa tiene que ser presentada al público tarde o temprano. Y ambos sabemos que la AAF admite que los ovnis deben ser aparatos del espacio exterior, y manejados por seres inteligentes».

Bretonnel se quedó callado por un largo tiempo. «Está bien, Greer, ¿qué podemos hacer además de imprimir la historia del duende? No podemos dejar una cosa como esa sin una gran acumulación de primera. Podríamos generar pánico en la gente e inducirla a suicidio de masas «“ como lemmings».

«¦

Había lógica en lo que decía el editor del Examiner. Aunque esta era una gran historia «“ la más grande, pensó Steve «“ en los anales de los escritos del hombre.

«No hay que hacer nada», dijo abruptamente. «Tenemos hechos incontrovertibles de la Fuerza Aérea del Ejército. El radar «“ sólo la historia de la triangulación merece ser impresa. Ahora tengo un ministro y un editor que afirman haber visto un individuo quien vino aquí en un platillo volador. Voy a escribir la historia. Si el Examiner no la compra, la voy a vender a alguien que lo haga. Esta bien, ya que estas cosas parecen ser amistosas, hasta ahora. Los militares han emitido ordenes a todo el personal militar de interceptar, pero no disparar a los platillos. Eso, pienso, debería ser del dominio público».

«Como una plaga bubónica mental», dijo amargamente Bratennel. «Está bien, Greer, el Examiner será tu conejillo de indias; pero no suscribiremos tus puntos de vista».

«Bastante justo», dijo Steve. «Sólo que la cuenta de gastos puede ser un poco cara».

«Bien, te regresaremos allí».

«¦

«Nunca lo olvidaré», dijo el Reverendo Emile Franklin, su cuerpo esbelto confortablemente arreglado en una silla en su bien comunicado estudio. «Sé lo que la gente estaba pensando. Conozco a muchos de ellos llamándome loco, pero, por Dios, vi a este hombre claramente justo como lo veo a usted, Señor Greer».

Greer, reclinándose en el respaldo de la silla, estiró sus piernas. «Entonces, usted mencionó esto a su congregación».

La cara sobria y café de Franklin estaba seria. «Â¡Por supuesto! Los israelitas dejaron de seguir a Moisés cuando bajó del Monte Nebo con los diez mandamientos que le había dado Dios? Oh, hay varios Tomases que dudan, pero los encontrará en todas partes».

«¦

Steve Greer sintió una sensación extraña y espinosa sobre su piel. Miró a través de la cara benigna del ministro de color, maravillándose de la aceptación calmada de tan fantástica proposición. Frunció el ceño. «¿Ha visto a este hombre café desde aquella noche?»

Franklin sacudió su cabeza.

«Dígame, ¿piensa en él como una especie de deidad, con esos ojos brillantes?»

El ministro sonrió a eso. «Una deidad difícilmente se disculparía ante un simple ser humano».

Su cara se puso más seria. «No, creo, como siempre he creído, que esa gente «“ como muchos de nosotros «“ viven, se propagan y progresan en planetas distintos al nuestro. Después de todo, creo que Dios hizo todo el Universo; que debe haber una red universal como internacional «“ una hermandad entre los hombres».

Greer sonrió con ironía. «Hay algunos astrónomos que le quitarían la piel por sugerir tal cosa».

«¦

«Lo más que hacen los astrónomos son suposiciones», dijo Franklin. «Podrían estar tan equivocados como el Profesor Manzel (sic), quien afirma que puede duplicar los avistamientos de platillos voladores en su laboratorio. Solamente el radar prueba cuan equivocado estaba».

Steve Greer consideró eso, sonriendo, y levantándose. «Bien, ha sido muy cooperativo, Reverendo Franklin. De hecho, si no hubiese sido tan insistente respecto al pequeño hombre café, esta historia no se hubiese agrietado». Hizo una pausa, alcanzando su sombrero cuando se levantó Franklin. «Tiene mi itinerario, y ha prometido contactarme, si vuelve a ver la criatura de nuevo».

«Ya se lo prometí», dijo Franklin.

«¦

Fue una asignación escabrosa, y en el largo viaje en avión al Norte de Ohio, Steve Greer estaba comenzando a lamentar lo que había tomado. Él inició su serie con la historia del DC-4 que se estrelló en el Lago Michigan, cerca de Benton harbor, Michigan la noche del 23 de junio de 1950. Cincuenta y ocho personas habían estado abordo, y había declaraciones al efecto de que un platillo volador los había golpeado. Él subrayó cuan cerca la Civil Aeronautics Bureau había guardado información relativa a la investigación. ¡Ni un solo cuerpo fue recuperado!

Sin embargo, ahora, estaba un paso delante de los escritores de noticias haciendo historias platillo. Nadie más había escrito nada sobre el pequeño hombre café con los ojos brillantes»¦

Los capitanes Peter Coyne y Stanley Berkewitz, quienes habían estado en la ruta hacia el Sur para Amalgamated Freight, en el momento del desastre, habían llenado una Hoja de Información Técnica para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, de ocho páginas, que había preparado el Departamento de Defensa.

Ambos están seguros que un gran platillo que volaba a más de 1,100 millas por hora en su radar, se había estrellado en el desafortunado C-47 y se había disparado hacia el cielo, aparentemente indemne.

«¦

Lo que ninguno de los dos podía entender era el escape del Capitán Bernard Trumbull. En efecto, él estaba bajo observación por un mutismo psicótico en el Delta County Mental Hospital, pero Steve Greer tenía una idea de que el Capitán no era tan tonto como el publico había llegado a creer.

El destino de Greer era Rumley, que, entre otras cosas, estaba señalado como el lugar de nacimiento de un exaltado e indiscreto héroe de la guerra civil, quien se hizo asesinar por los Sioux en Little Big Horn en 1876 «“ el General George Armstrong Custer. Rumley también era el hogar del Capitán George Yates, quien había derribado quince MIGs sobre Corea.

«¦

Una limosina ya se había alejado del centro de la ciudad y había sólo un pasajero en la segunda cuando Steve entró. El hombre sentado en la ventana opuesta, algo en las sombras, se volteó hacia él y le ofreció la mano.

«Señor Greer», dijo, en una melodiosa voz de tenor lírico. «Lo he estado esperando».

Ahora otros pasajeros estaban entrando a la limosina, pero de estos, Steve Greer estaba completamente inconsciente. Sus ojos café oscuro estaban tenazmente pegados a los ojos ámbar brillantes del pequeño hombre café. La cara era muy amigable; el apretón de manos lo suficientemente fraternal, aunque lejos de ser humano.

«No parece feliz de verme, después de buscarme tanto, Señor Greer», observó suavemente Tweh. «Créame, todos nos habíamos ido», dijo Steve. Una gran pregunta. El lenguaje – ¿Cómo conoce el nuestro de forma tan fluida?»

Tweh sonrió. Debo responder eso diciendo que su siguiente pregunta involucra la razón del por qué muchas naves espaciales visitan la Tierra, y lamenta haber dejado su arma en el maletín pullman que había enviado a la (falta esta parte)

TheAfroAmerican-15-2-1955bEl tenedor de Greer casi se cae de sus dedos, y él sonrió culpable. «Lo tengo. Telepatía mental».

«Lo que hace innecesario el discurso ordinario en Septimus. Nosotros cantamos nuestras oraciones y canciones», dijo Tweh. Él colocó a un lado su tenedor, dejando el pescado casi sin tocar. «Todavía», dijo, «no encuentro la forma correcta de decirle a la gente de la Tierra de nuestras intenciones. Espero que usted me pueda ayudar».

Las cejas de Steve subieron un par de grados. «Yo -¿ayudarlo?»

«Sí «“ usted tiene una reputación de ser un reportero de noticias responsable. Más allá de eso, usted es piloto. Usted ha visto un montón de informes ovni de sus líderes militares. Usted ha notado que hemos venido en gran número desde el año 1945 en su calendario, el año de su primera explosión atómica militar».

Tweh hizo una pausa, desvió la mirada del patrón cruzado de la mesa. «Vea, tales armas en las manos de gente primitiva darán como resultado la destrucción total de este planeta de exiliados».

Steve frunció el ceño. «¿Exiliados?»

«¦

Tweh asintió. «Está escrito en Opher, el equivalente a la Biblia de la Tierra, la Torah, el Corán y otras escrituras religiosas. Los seres de la Tierra fueron exiliados del gran planeta, Júpiter, porque eran vanos y lujuriosos».

«¿Y usted viene aquí en el papel de salvador?» preguntó Steve.

«No del todo, sino a tratar de persuadir a su gente a renunciar a la codicia, la lujuria y la avaricia, o parar de manejar material fisionable. Los explosivos en las manos de los niños son peligrosos «“ o en la de los terrícolas».

«¦

«Se está preguntando sobre la existencia de Septimus, dijo Tweh, sorbiendo su vino. «Debo añadir que hay otros dos planetas aparte de Septimus que pueden añadir a nuestro sistema solar «“ Contis y Zeni «“ doce planetas en todo nuestro sistema solar».

Tweh picó su comida. Bastante irrelevantemente, dijo, «Estoy molesto por la masacre, Sr. Greer. Espero que pueda convencerlos de que fue un accidente «“ y salvé uno de ellos».

Steve frunció el ceño a su invitado al otro lado de la mesa. «¿Masacre? ¿Salvó a uno de quiénes?»

«¦

Una sonrisa triste se formó sobre los labios de tweh, y dijo. «Sólo un impulso. La gente de este pueblo ha localizado la Makron, nuestra nave espacial. Ellos intentan usar sus armas contra ella. Están molestos por el Capitán Yates, su héroe, y ahora están pidiendo que una aeronave bombardee la Makron».

Repentinamente Steve perdió su inter´s por la comida y dejó a un lado su servilleta. «¿Qué podemos hacer? Odio pensar lo que pudiera pasarnos si alguno de nosotros asesina a su tripulación».

Tweh se levantó, con una mirada solemne en su cara. «No es en nuestra tripulación en la que estoy pensando. Estoy pensando en los reventadores de meteoritos automáticos. Cada nave espacial tiene que tenerlos para evitar ser destrozados en vuelo por los meteoritos. ¡Esos reventadores pulverizarán su fuerza aérea local!»

(Continuará la próxima semana)

REFERENCIAS

Hill H. James, From Outer Space. Telephaty Septimusian Style, The Afro American, Afro Magazine, Baltimore, March 1, 1955. Pags. 5.

James H. Hill, El embajador de Septimus

James H. Hill, El embajador de Septimus

En alguna parte, tal vez en la revista Understanding de George Van Tassel, leí algo referente a un contactado llamado James H. Hill. No he podido encontrar de nueva cuenta esta referencia.

Buscando algo sobre algún contactado de ese nombre, me encontré con un autor afroamericano que escribía cuentos cortos para diferentes medios, principalmente para el suplemento dominical de The Afro American, llamado Afro Magazine.

Algunos de sus cuentos fueron publicados en la colección Best short stories by Afro-American writers, 1925-1950. En esta colección se puede leer estos cuentos de Hill: A captain returns; A gust of wind; y Comfort and joy. Ninguno de ellos con temas tratados en este blog.

Sin embargo, en las ediciones 8, 15, 22 de febrero y 1 de marzo de 1955 de The Afro American encontramos un cuento sobre un contacto con un extraterrestre del planeta Septimus. El cuento, además, tiene elementos de otras historias de ovnis, como el de la supuesta caída de un plato volador cerca de El Paso, Texas, dentro del territorio mexicano. Difícilmente se podría demostrar que este es el origen de tal historia, pero las coincidencias son evidentes.

Sospecho que no existió ningún contactado llamado James H. Hill y que todo se debió a una confusión a raíz de la publicación de este cuento.

Del espacio exterior

El Embajador de Septimus

Primera parte de una serie de cuatro

Por James H. Hill

TheAfroAmerican-8-2-1955aSobre el Río Grande, cerca de la frontera con México, una explosión que cimbró la tierra voló un aeroplano en pedazos. Para todos los estándares, nadie debería haber sobrevivido. Aunque, fuera del río salió el piloto del avión que miraba aterrorizado a sus rescatistas e insistía ¡que estaba muerto!

Ellos sacaron al Capitán Bernard Trumbull fuera de la orilla del Río Grande, al lado de El Paso, pensando al principio que era un espalda mojada que trataba de introducirse a los Estados Unidos desde Juárez. El Capitán era un hombre joven, grande con una cara quemada por el viento y ojos azules, pero tanto sus ojos como su cara ahora estaban blancos mientras los dos patrulleros fronterizos lo ayudaban a llegar a la orilla.

«Supongo que estabas en ese C-47 que acaba de explotar», dijo uno de los patrulleros. «Veo que estás con Amalgamated Freight Lines».

El otro dijo, «Tranquilo, Ted. El tipo está en shock. Está blanco como un fantasma».

«Es cierto, Al. Sin embargo, lo que no me puedo imaginar es cómo salió vivo. Me pregunto si el copiloto también se salvó».

«Es difícil de saberlo», replicó Al mientras llevaban al Capitán Trumbull hacia el Edificio de Operaciones. «Enviaremos un bote con reflectores y hierros de agarre mientras cuidamos al Capitán. Suerte que fue un carguero.

Incluso cuando hablaba, un reflector apareció en el lado mexicano del río, y este haz comenzó a barrer las aguas frías.

Justo antes de que los tres hombres alcanzaran la puerta de la enfermería del Edificio de Operaciones, el Capitán Trumbull comenzó a reir. Era una risa extraña que comenzó en un bajo carraspeo de la garganta y rápidamente subió a un tono histérico.

Los dos patrulleros fronterizos, Ted y Al, intercambiaron miradas y entonces Al, inteligentemente, cacheteó al Capitán. «Lo siento viejo, pero es por tu bien».

Trumbull por un momento miró alrededor y entonces comenzó a llorar, «Estoy muerto», gimió. «Estoy muerto, estoy muerto. ¡Estoy muerto!»

Dentro de la enfermería un doctor en bata blanca introdujo una aguja en el brazo del Capitán y lo lanzó a un sueño.

A mil pies de altura, en el aeroplano que se dirigía al Sur y con destino a Bolivia, el piloto y el copiloto de otro C-47, perteneciente a Amalgamated Freight, había visto la enorme forma como de disco volando lado a lado en dirección Norte de la nave «“ habiendo visto extrañas luces verdes rotando en su perímetro. El copiloto había llamado a Trumbull a través del radio de intercomunicación.

«¿Estamos viendo cosas o es un verdadero ovni cabalgando tu estela difícil de transportar a las tres en punto?»

No hubo respuesta «“ al menos no vocal. Segundos más tardes, la nave de Trumbull, girando locamente, había explotado repentinamente «“ una explosión estentórea que hizo que la parte superior del aire zarandeara el avión que se dirigía al Sur.

«Â¡Santo Moisés!» exclamó el copiloto. «Debió haber estado llevando otro cargamento de nitrógeno».

Y en el mismo parpadeo, el ovni (objeto volador no identificado) había desaparecido.

«¦

Sidney Ward Trumbull, el vitriólico editor de The Delta Leader, estaba absorto en un texto de etnología que había comprado temprano en una librería.

Él necesitaba hechos adicionales sobre la disparidad entre las razas de la humanidad, así que la editorial que estaba escribiendo pudiera tener un efecto más eficaz contra el sistema de integración educativa que los salones de Washington estaban tratando de incitar en todos los Estados Unidos.

«¦

Había sido Sidney Ward Trumbull quien había concebido la idea de contratar un maestro de color a tres veces lo usual por día, para hacer campaña entre su gente contra la integración. Había sido un fracaso total, por supuesto, y el maestro, ya no siendo útil para los blancos, era un paria entre su propia gente.

Por cien años, The Delta Leader había sido una organización cien por ciento de «supremacía blanca» en el Condado de Claremont, y Zedekiah Ward le había dado su vida.

Era una cosa,, pensó el actual editor, hablar sobre abolir las escuelas públicas y abrir instituciones privadas, pero eso podría significar la eliminación del impuesto escolar, cuarenta y tres porciento del cual era pagado por la gente de color.

Había sido como hace mucho tiempo «“ luchar con los judíos y mantener a la gente de color en su lugar. Y ahora eran los rojos por los que se tenían que preocupar»¦

«¦

Mientras consideraba estas cosas, Sidney Ward Trumbull repentinamente percibió otra presencia en el cuarto. Sus ojos coronados por unas cejas lanudas se apartaron del tomo y él levantó su cabeza semi calva, esperando ver a Princess, la mascota de Angora. Después de todo, eran casi las dos de la mañana.

Cuando vio al pequeño hombre café parado plácidamente en frente de su escritorio de palo de rosa ornamentado, con las manos dobladas, enfrente de él, el editor se puso blanco, con su quijada abierta y ojos distendidos grotescamente.

Su voz estaba atascada en su garganta. Él quería decir: «¿Quién eres y como entraste a mi biblioteca? ¿De hecho, cómo pasaste la reja de hierro? ¿No sabes que nunca recibo a un no blanco en mi casa?»

Pero el hombre café habló primero. Fue una voz extraña resonante «“ calmante e hipnótica «“ como un tenor lírico cantando «Ave María».

«No te preocupes», dijo, «tu hijo vive. Yo lo salvé».

«¦

El viejo Trumbull continuó mirando fijamente al hombre color café con la voz de tenor lírico, automáticamente tratando de colocarlo en la adecuada categoría racial, pero aún demasiado asombrado por su aparición súbita y fantástica.

Era un cruce entre hindú y un euroasiático, difícilmente alcanzaba los cinco pies y medio de altura, cabello oscuro. Pero había algo sobre los suaves ojos café «“ algo momentáneamente tan inexplicable como su abrupta materialización en la biblioteca de Trumbull.

Estaba tratando de decidir sobre los ojos cuando sonó un golpe discreto en las puertas cerradas de la biblioteca. Cuatro golpes cortos. Ese debía ser Henderson, el mayordomo, y en este momento de la mañana, seguramente estaría en su pijama y bata.

Henderson, alto y delgado, quien se veía como el prototipo hollywoodiense del perfecto mayordomo inglés, todavía con la expresión fija de menosprecio, no esperó por el permiso vocal para entrar.

«¦

Abrió un lado de la puerta doble, cogiendo y sobre en su mano, entonces comenzando abruptamente. «Oh, señor, no tenía idea de que tenía compañía», se disculpó.

«Ni yo», dijo Sidney Trumbull con patente molestia, encontrando finalmente su voz. Mirando con furia al intruso, demandando, «¿de cualquier forma, quién eres y cómo pasaste la reja?»

Henderson, aproximándose al escritorio, dijo «Es un telegrama, señor» y en un tono compadecido, «borde negro».

La cabeza de Henderson se levantó. El coraje se drenó de su cara. «¿borde negro?». Eso significa»¦

«No se preocupe», repitió el hombre café. «El Capitán Bernard Trumbull está dormido bajo sedantes en la estación de la policía fronteriza en El Paso. Desafortunadamente , no pude salvar al Capitán Yates».

Henderson arrugó su clásica nariz al pequeño hombre café. «Si quiere que esta persona sea echada, señor»¦»

Pero Sidney Ward Trumbull era un periodista y su curiosidad ciertamente había sido picada. Que su visitante nocturno hubiese entrado a su propiedad mientras el portero estaba durmiendo, podría haber sido una coincidencia; pero que hubiese llegado a la casa y a la biblioteca sin ser advertido era demasiada coincidencia. Además, ¿qué quería decir con que él salvó a mi Bernard?

«Primero dame ese cable, Henderson», dijo Trumbull, acercándose por él.

El intruso color café dijo, «Me llamo Tweh».

El mayordomo y su patrón intercambiaron miradas; entonces Trumbull tomó el sobre café hacia la luz y rompió uno de sus bordes. «¿Qué clase nombre es ese?» preguntó. «¿Qué quiere decir, usted es «˜llamado»™ Tway «“ o, al menos, eso es lo que me sonó?»

La quijada de Henderson «“ músculos agrupados beligerantemente. «Si esta persona lo está molestando»¦»

«Â¡Dios santo!» exclamó Trumbull, los ojos se abrieron mientras leía el telegrama extendido. De nuevo, su cara se drenó de color.

Henderson fue todo solícito. «Si le puedo ayudar, señor»¦»

«¦

«Según esto», dijo Trumbull, «Bernie fue muerto cuando su avión explotó sobre el Río Grande». Hizo pausa, dirigiendo dificultosamente los ojos a la parte superior brillante del escritorio de palo de madera. «Amalgamated Freight da las condolencias, y la carta sigue».

La dureza salió de la quijada de Henderson y él observó a Tweh con un nuevo e inspirado interés. La expresión arrogante se alejó hacia una máscara de puro asombro.

«Â¡El accidente fue mi culpa!», dijo Tweh. «Verá, fue mi primera aproximación a una aparato antiguo, y supongo que maniobré muy cerca».

Trumbull y su hombre intercambiaron miradas y el mayordomo abrió sus labios. «Esto», dijo, «es locura «“ simple y absolutamente locura!»

Él dijo eso, sabía, porque estaba poseído por un terrible quebranto por las noticias del telegrama, pero extrañamente, creía a este hombre extraño, café, parecido a un hombre, a quien sin embargo, no lograba localizar en alguna rama del homo sapiens.

«¦

El color ambarino del hombre café era luminoso, brillante ¡con una fosforescencia más brillante que los gatos! Aunque podría haber un truco de imaginación. Él había intentado visitar al Doctor Kiener para psicoanalizarse.

«Un faquir», dijo Henderson, afianzándose fuertemente a un razonamiento mundano. «Un yogui, como ese Khudabucs, quien condujo vendado en el programa de televisión». Él frunció el ceño hacia Tweh. «Este no es el momento de exhibiciones tontas».

Tweh lo ignoró, dirigiendo sus comentarios hacia Trumbull. «Venimos en paz», dijo. «Realmente queremos ayudarte a olvidar».

Sidney Ward Trumbull se paró de su silla deliberadamente lento, aproximándose de lleno a la luminosidad ambarina del hombre café. Después de todo, la luminosidad era probablemente un truco de la luz incidente en la biblioteca. «¿Dime cual es tu objetivo?», demandó Trumbull. «Luego me dirás que eres un hombre de Marte y que vienes piloteando un platillo volador».

«¦

La voz de tenor lírico fue más impresionante, si se puede. Eso es lo que imaginas. Pero no soy un marciano. Soy un Septimusiano».

La cabeza del mayordomo giró alrededor de Tweh, luego regresó a Trumbull. «Si me perdona, señor, creo que me retiraré».

Trumbull dio una orden restrictiva.

«Espera. Primero llama al operador de El Paso y pide una conexión con la Patrulla Fronteriza. Hizo una pausa, frotó su barbilla. Hay algo en esto que no se ve a simple vista».

«Sí, señor», dijo Henderson, moviéndose hacia el teléfono.

«¦

Trumbull dirigió su atención sobre Tweh. «Sólo un Septimusiano?»

«Un habitante del planeta Septimus, por supuesto».

Los ojos de Trumbull se amurallaron y él golpeó su mano contra su frente, «Oh, hermano ¿me enfrentaré a un porrazo en este asunto?

(Continúa en la página 9)

«Del espacio exterior»

(Viene de la página 5)

«Si por porrazo quiere decir embajador, entonces sí «“ eso es lo que soy».

Trumbull tomó un profundo respiro. «El Paso está a unas novecientas millas al Suroeste de aquí. Según el cable, el accidente ocurrió a la 1:45 a.m. Entonces, en quince minutos, usted salvó a Bernie y vino aquí a decírmelo».

«¿Qué hay de extraño en eso?», Tweh quería saber.

Trumbull estaba a punto de decir un torrente de improperios al pequeño hombre café cuando Henderson dijo:

«Es verdad, señor. El amo Bernard está descansando en la Base de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos en El Paso. Acabo de hablar con un Doctor Belsinger».

«¦

Siguió un silencio tenso, eléctrico, durante el cual los pelos se elevaron en la espalda de Trumbull. Henderson caminó lentamente hacia la puerta de doble hoja, dirigiéndose hacia el sótano, y a un buen trago. Trumbull solía hacerlo, también.

Con un gran esfuerzo de voluntad, reunió su coraje y bajó sus ojos hacia la cara de Tweh, el autodenominado embajador de un planeta mítico.

Pero el pequeño hombre café se había ido»¦

«¦

Paradójicamente fue otro periodista, quien vio unas posibilidades extrañas e impactantes en las historias aparentemente no relacionadas que llegaron anoche a través de tres cables de prensa.

La explosión de un avión de carga. Una intuición maravillosa que había tenido un padre a cientos de millas de distancia de que su hijo estaba vivo, y en dónde se encontraba.

La cosa que unía las historias era el hecho de que una veintena de personas, incluyendo un piloto de la Marina, había avistado un gran platillo volador en la zona de la explosión del avión y en la vecindad del Mississippi Delta Country.

«¦

El periodista era Steve Greer, ex piloto de la AAF, y actualmente cubriendo las historias de ovnis para su periódico, el Houston Examiner. Además, estaba trabajando con el Pentágono, teniendo acceso con todos los avistamientos despejados oficialmente.

Había una docena o más de reporteros fuera de la puerta de la enfermería, detrás de la cual el Capitán Bernard Trumbull estaba siendo despertado de su sueño inducido por drogas. Steve estaba entre ellos.

Un hombre incansable, con una imaginación King sise, y mechones grises comenzando a manchar su cabello castaño. Steve había fumado cuatro cigarrillos al hilo mientras esperaba que el Doctor Belsinger preparara al capitán rescatado.

Cerca del final del cigarrillo número cuatro, el murmullo moderado que se había escuchado entre los escritores de noticias, había cesado cuando uno de ellos observó: «Aquí vienen saliendo».

«¦

Pero era el Doctor Belsinger quien salió, una expresión de perplejidad en su cara ancha y rosada. Él , el Doctor Belsinger – era un hombre grande y alto, y con hombros como los de un toro, una físico extrañamente en desacuerdo con sus manos delgadas y delicadas.

«Bien, doc, hablamos con un súper hombre ahora? ¿Averiguó cómo salió de la explosión que convirtió en polvo a su copiloto y a su avión?» Preguntó uno de ellos.

«Luego está ese ángulo psíquico», dijo otro. «Telepatía mental entre padre e hijo»¦»

El Doctor Belsinger sonrió, aunque fue una sonrisa triste, y dijo. «Caballeros, me temo que no habrá entrevistas. El Capitán Trumbull ha sufrido un tipo de shock mental severo. No puede abrir su boca o se rehúsa a hacerlo».

Se encogió de hombros como disculpándose. «Lo siento, caballeros. He decidido llamar al Doctor Kurt Langer, neuropsiquiatra de la Universidad estatal. Mientras tanto e paciente será preparado para alimentarlo vía intravenosa».

Steve Greer pidió la atención. «Una cosa, doctor, ¿el Capitán dijo algo antes de que los sedantes hicieran efecto?»

El Doctor Belsinger frunció el ceño. «De lo que recuerdo, no dijo nada en mi presencia. Se quejó una vez. David y O»™Hara, los patrulleros que lo trajeron, dijeron que estaba histérico, y que insistía en que estaba muerto. Pero no me citen. Vean a David y a O»™Hara».

«¦

Los patrulleros Theodore David y Alvin O»™Hara comprobaron las palabras del doctor, pero sólo Steve Greer se preocupó en usarlas. Los otros estaban, después de todo, buscando un relato con puntos y comas de un escape milagroso «“ no histeria nacida de desvaríos.

Mientras esperaba por sus huevos en una cafetería cercana, Steve Greer hojeó su libreta. Sus dedos se detuvieron en un recorte de periódico sujeto a una de las páginas «“ un recorte que llevaba su propia línea.

«Granjero de Coulter «˜ve»™ platillo»

Una sonrisa irónica torció los labios de Greer cuando recordó el granjero de mediana edad, con piel de tabaco, quien también era pastor en la Congregational Church en Coulter.

El Reverendo Emile Franklin insistía que una enorme máquina voladora, parecida a una rueda, no sólo podó y quemó sus árboles de yuca, sino que un hombrecito se disculpó por hacerlo.

«¦

Repentinamente, Steve Greer decidió olvidar el desayuno hasta hacer una llamada a Mississippi. Una asistente femenina en el Delta Leader trató de prevenir su entrevista, declarando que el editor en jefe podría elaborar un boletín que podría enviar por cable a Greer, sin embargo, no se podía negar.

Todavía visiblemente agitado por su experiencia extraña de la noche anterior, Sidney Ward Trumbull no fue tan gentil con el reportero de Texas. «Le digo que no fue nada, Señor Greer, excepto un simple y viejo P. E. S. Tal vez percepción extrasensorial altamente desarrollada, pero eso fue todo. Sólo tuve el sentimiento de que Bernie estaba vivo».

«Seguro», dijo Steve, «y su factor súper P. E. S. también le dijo en dónde estaba. Señor Trumbull, ¿está seguro que su percepción extrasensorial no fue un pequeño hombre café, con ojos brillantes?»

El jadeo en el otro extremo le dijo a Steve que había golpeado sucio. Habría sonreído si hubiese dado una corazonada más mundana, pero dado el momento, se estremeció en la cabina telefónica.

Trumball dijo, en una voz desafiante: «¿cómo sabes»¦»

(Continuará la próxima semana)

REFERENCIAS

Hill H. James, From Outer Space. Ambassador From Septimus, The Afro American, Afro Magazine, Baltimore, Feb 8, 1955. Pags. 5, 9.

Aaron Nick Ford and H. L Faggett (editores), Best short stories by Afro-American writers, 1925-1950, Meador Pub. Co., Publishers, Boston, ©1950. 307 pages ; 21 cm.