Archivo de la categoría: . SOMIE

La ilusión subliminal

LA ILUSIÓN SUBLIMINAL[1]

Mario Méndez Acosta

¿Es acaso factible aprender otro lenguaje o una materia compleja como las matemáticas sin tener que hacer esfuerzo mental alguno? Eso es lo que ofrecen quienes comercializan cierto tipo de audiograbaciones, elaboradas supuestamen­te con técnicas subliminales, las cuales contienen cierta información que debe­ríamos aprender. Se asegura que al es­cucharlas mientras se duerme puede uno captar, comprender y memorizar bastantes conocimientos significativos. De acuerdo con los proponentes de la llamada «hipnopedia» y la publicidad subliminal, en nuestra mente habita una entidad distinta a nosotros, llamada «el inconsciente», que nunca duerme, nun­ca se distrae y jamás olvida todo lo que captan nuestros sentidos, y en especial el oído. Trabaja no sólo como una gra­badora que funciona de manera permanente, sino incluso como una avanzadí­sima computadora que puede identificar e interpretar mensajes cifrados, emiti­dos a veces en fracciones de segundo o enunciados en sentido inverso, o hasta en frecuencias ultrasónicas. Pero ¿existe alguna evidencia experimental que res­palde tantas y tan prodigiosas afirmacio­nes? Lo cierto es que no, y por el contra­rio, se ha llevado a cabo un buen número de estudios en diversas universidades y centros de investigación en mercadotec­nia o publicidad, que demuestran que no existe efecto alguno en la memoria o en el comportamiento posterior de in­dividuos sujetos a estímulos sublimina­les o a información recibida mientras duermen o se hallan inconscientes[2]. Se entiende por «subliminal» un mensaje, estímulo o señal tan débil, breve u ocul­ta, que no es reconocida conscientemen­te por el receptor.

JamesVicary Todo empezó en 1957, cuando James Vicary, experto estadounidense en publicidad, anunció que en algunas salas de cine, al mismo tiempo que se exhi­bía cualquier película ordinaria, había proyectado secretamente en la pantalla, durante un tercio de milisegundo, los mensajes «Coma palomitas» y «Beba Coca-Cola», y de este modo logró hacer subir las ventas del refresco en un 18%, Y las del cereal en un 58%. Tal afirma­ción causó gran revuelo y condujo al año siguiente a la prohibición del uso de ta­les técnicas en los Estados Unidos, Aus­tralia y la Gran Bretaña. Sin embargo, en una entrevista publicada en 1962 en la revista Advertising Age, Vicary con­fesó que su estudio original no fue más que una invención para atraer clientes a su negocio de mercadotecnia[3].

Pruebas realizadas por Henry Link, presidente de la Psychological Corporation, y por la cadena de televisión ca­nadiense CBC en 1958, mostraron que no se logró respuesta alguna a mensajes similares entre millones de escuchas de una emisora. Durante un programa tele­visivo se proyectó subliminalmente 352 veces el mensaje «Telefoneé ahora». Na­die telefoneó a la estación durante el pro­grama, aunque el número estaba visible, y al pedir al público que adivinase el mensaje, los televidentes enviaron cer­ca de 500 cartas, pero ninguna tenía la respuesta correcta. No obstante, casi todos aseguraron haber sentido hambre o sed durante la emisión, imaginándose que el mensaje trataba de hacerlos co­mer o beber algo.

WilsonBryanKey En los años 70, el autor estadouniden­se Wilson Bryan Key proclamó en su li­bro La seducción subliminal y en otros posteriores, que en casi todos los anun­cios publicitarios se encuentran mensajes gráficos disimulados para excitar sexualmente al receptor. Al respecto, el investigador Timothy E. Moore, en la revista Journal of Marketing, publicó en 1982 un estudio al que tituló «Lo que ves es lo que obtienes»[4], así como otro en 1 988 denominado «El caso en contra de la manipulación subliminal»[5], en los cuales se detallan diversos experimen­tos controlados que refutan las afirma­ciones de Key. Pero a pesar de ello, ta­les creencias siguen vigentes en la mente de la mayoría del público ordinario.

En 1990 se llevó a cabo en los Esta­dos Unidos el juicio contra los integran­tes de un conjunto de rock llamado Judas Priest, acusados de haber ocasio­nado el intento de suicidio de dos jóve­nes, James Vance y Ray Belknap, que se dispararon con una escopeta. Belknap murió al instante y Vance quedó gravemente herido, desfigurado, y falleció luego por complicaciones derivadas del consumo excesivo de drogas. Los demandantes, padres de los muchachos, aseguraban que mensajes subliminales ocultos entre la música de rock pesado que escuchaban sus hijos contribuyeron a su impulso suicida.

JuicioJudasPriest El álbum en cuestión era Stained Glass, producido en 1978, y la tragedia ocurrió en 1985, cuando se aseguraba que una frase subliminal en la canción «Mejor tú, mejor yo» fue la que deter­minó el impulso suicida. La frase era «Â¡Hazlo!» (¡Do it!, que más tarde se convertiría en lema de los zapatos tenis marca Nike, carente de sentido de no existir una tendencia suicida previa en los jóvenes, pues nada había en las le­tras de las canciones del álbum que pu­diera relacionarse con ello, pero se de­cidió demandar al grupo, basándose sólo en el aspecto vagamente amenazador de la indumentaria de sus miembros.

Según los abogados acusadores, el supuesto mensaje se repetía varias ve­ces en forma subliminal y sólo era dis­cernible después de que se conocía su ubicación y se aislaban e identificaban sus sonidos, pero aun así resultaba muy poco claro. El problema residía enton­ces en determinar si un mensaje que no es discernible conscientemente si pue­de serlo en forma inconsciente. Si un estímulo cae fuera del rango de percep­ción de nuestros aparatos sensoriales, entonces no iniciará actividad neuroló­gica alguna, ya sea consciente o incons­ciente.

Por tal motivo es necesario asumir que el llamado inconsciente o -erróneamente- subconsciente de cada persona no sólo resulta ser omnisciente -que lo sabe todo- y estará siempre alerta, sino que además debe tener umbrales de per­cepción mucho más refinados que los que los sentidos le permiten a la mente consciente del individuo; es decir, de­berá tener poderes extrasensoriales o mágicos.

En el juicio se dieron a conocer do­cenas de estudios de laboratorio y de campo, incluyendo los de Moore, los cuales demuestran que no existe efecto alguno sobre la conducta con los mensa­jes que intentan ser subliminales. El re­sultado fue que el juez Jerry Carr White­head dictaminó en favor de Judas Priest y de la disquera CBS que fueron exone­rados. En algunos juicios posteriores se ha logrado poner en duda toda afirma­ción basada en los principios freudianos que señalan la existencia de una entidad volitiva llamada inconsciente, que supuestamente goza de una individua­lidad propia, ajena a la de la persona consciente.

BIBLIOGRAFÍA

1 Pratkanis, A. R.; J. Eskenazi, and A. G. Greenwald. «What you Expect is What you Believe (but not neces­sarily what you get), on the Effec­tiveness of Subliminal Self Help Audiotapes», Proceedings, Western Psychological Association, Los An­geles, Ca., April, 1990.

2 Danzing, F. «Subliminal Advertising. Today, Just Historie Flashback for Researcher Vicary», Advertising Age, September 17,1962.

3 Moore, T. E. «Subliminal Advertis­ing. What you See is What you Get», Journal of Marketing, núm.46, 1982, pp. 38-47.

4 Moore, T. E. «The Case Against Sub­liminal Manipulation», Psychology & A1arketing, núm. 5, 1982, pp. 297­316.


[1] Ciencia y Desarrollo no. 140, mayo-junio 1998, Págs. 84-86.

[2] Pratkanis, A. R.; J. Eskenazi, and A. G. Greenwald. «What you Expect is What you Believe (but not neces­sarily what you get), on the Effec­tiveness of Subliminal Self Help Audiotapes», Proceedings, Western Psychological Association, Los An­geles, Ca., April, 1990.

[3] Danzing, F. «Subliminal Advertising. Today, Just Historie Flashback for Researcher Vicary», Advertising Age, September 17,1962.

[4] Moore, T. E. «Subliminal Advertis­ing. What you See is What you Get», Journal of Marketing, núm. 46, 1982, pp. 38-47.

[5] Moore, T. E. «The Case Against Sub­liminal Manipulation», Psychology & A1arketing, núm. 5, 1982, pp. 297­-316.

Parte 2: http://www.youtube.com/watch?v=OP4y59hXamE

Parte 3: http://www.youtube.com/watch?v=Ofd4h2zrIrs

Parte 4: http://www.youtube.com/watch?v=9HZUtPDmrHM

Parte 5: http://www.youtube.com/watch?v=JzbGiD8cJAg

Parte 6: http://www.youtube.com/watch?v=j2qc8rB0eeU

Un rostro en Marte

UN ROSTRO EN MARTE[1]

Mario Méndez Acosta

Cydonia Este verano de 1997, la llegada al planeta Marte de dos sondas exploradoras, la Pathfinder-con su carrito explorador lla­mado Sojurner (transeúnte)- y el vehí­culo orbital denominado Surveyor (topó­grafo), ha revivido en algunos medios de comunicación amarillistas e irresponsa­bles la leyenda de que en algún lugar de la superficie de ese planeta se puede ob­servar la enorme escultura de un rostro humano que ve hacia el firmamento y varias estructuras, supuestamente artificia­les, que configuran lo que, según algu­nos vivales, es una antiquísima y ciclópea ciudad abandonada desde hace millo­nes de años por una civilización desapa­recida, información que por cierto DiPietro es ocultada por la NASA y el gobierno es­tadounidense por razones ignotas.

Este mito surgió a partir de julio de 1976, cuando la sonda estadounidense no tripulada Viking tomó cerca de 60 mil fotografías de la superficie marciana, una de las cuales llamó la atención de dos empleados del centro de vuelo espacial ubicado en Greenbelt, Maryland, Vin­cent Di Pietro, ingeniero electricista, y Gregory Molenaar, técnico en computación. En la foto se apreciaba una formación rocosa de más o menos 1.6 kilómetros de diámetro que, al ser iluminada en el momento en que se tomó la ima­gen, daba la impresión de ser la mitad de un rostro humano. Esos dos emplea­dos decidieron vender la fotografía al periódico sensacionalista National Enquirer, que divulgó con gran escán­dalo la versión de que la roca represen­taba la cara de un ser humano y que, junto con otras formaciones Molenaar geológicas vecinas, parecían vestigios de una avan­zada cultura.

Acerca de esta leyenda se han escri­to varios libros igualmente sensaciona­listas e infundados. Uno de ellos es Los monumentos de Marte, de Richard Hoag­land, y el otro La esfinge de Marte de Brian Crowey y James J. Hurtak, cola­borador habitual de las revistas sobre ovnis.

Resulta interesante conocer la opi­nión sobre este asunto del doctor Con­way Snyder, encargado directo del pro­yecto científico de la misión Viking que tomó las fotografías, quien dirigió una carta a Alan Feinstein, un consultor de inversiones que se ha dedicado a pro­mover mundialmente el negocio de la co­mercialización del «rostro» marciano. A propósito del informe publicado por Feinstein, Snyder señala: «No ha habi­do revisión especial alguna de la foto­grafía, porque ningún experto sobre Marte le asigna la menor importancia y ningún científico de los que estudian ese planeta la considera digna de comenta­rio. Dos empleados del centro especial Hoagland de Greenbelt, sin experiencia en geolo­gía marciana o en fotointerpretación, decidieron que podían hacerse publici­dad con ella… La idea fue recogida por el National Enquirer, que se especializa en historias sensacionalistas y científi­camente falsas… Usted debería avergon­zarse de verse asociado con tal empre­sa. Al publicar esta tontería ha perdido usted la confianza de todas las perso­nas educadas».

En dicha carta el doctor Snyder afir­ma también: «Es falso que el promonto­rio sea un monumento con un rostro hu­mano. Simplemente, sugiere una cara. Millones de personas todos los días creen ver figuras de animales en las Hurtak nubes, pero en realidad no hay animal gigante algu­no en el cielo. El objeto de Marte ni si­quiera parece totalmente un rostro; sin embargo, el sentido de correlación de nuestro cerebro llena los detalles faltantes para provocar esa ilusión. Es también fal­so que a seis millas se encuentren varios edificios de cinco lados… No son edifi­cios, sino formaciones naturales de roca erosionada por el viento, muy conocidas por los geólogos especializados en el pai­saje desértico. No hay hasta el momento la menor evidencia concreta y creíble de que existan seres inteligentes fuera de la Tierra… Usted debe a sus lectores una re­tractación y una disculpa, a menos que quiera sufrir una severa pérdida de cre­dibilidad».

Snyder resulta ingenuo al hacer se­mejante llamado a personas que desde luego propalan estas patrañas con obje­to de beneficiarse económicamente de la sed de prodigios que afecta al públi­co. Existen en la Tierra muchas forma Caritafeliz1 ciones rocosas que semejan rostros, ob­jetos, animales o apariciones de toda la corte celestial, lo extraño hubiera sido que entre las miles de fotografías envia­das por el Viking no hubiese una que incluyera alguna formación rocosa con cierto parecido a determinado objeto familiar. De hecho, la revisión de otras fotografías revela similitudes curiosas, pues en una de ellas se cree ver a la Rana René, del programa televisivo de los Muppets, y en otra, una carita sonrien­te como las que estuvieron de moda hace algunos lustros.

En su libro, Hurtak especula sobre la trascendencia de las supuestas pirámides de la planicie Elísea de Marte, e intenta encontrar similitudes con las construidas en la Tierra por seres humanos. Pero hay una diferencia de fondo, las supuestas pirámides marcianas tienen base trian­gular, como Rene corresponde a la estructura geológica natural que les dio lugar, y son el vértice de una formación cúbica que se eleva sobre el terreno circundante.

Ninguno de los que proponen el ori­gen artificial del supuesto rostro mar­ciano se ha puesto a pensar que, necesa­riamente, el mismo tuvo que formarse hace millones de años, antes de que evo­lucionara el ser humano caucásico en la Tierra, por lo que no existía el modelo de rostros humanos para esculpir una mon­taña en Marte que, además, nadie obser­varía durante varias eras geológicas. Pero eso no les preocupa, su único afán es sa­car dinero a la gente crédula. ­


[1] Se publicó en Ciencia y Desarrollo, número 135, páginas 92-93, México julio-agosto de 1997.

Cristales y charlatanería

CRISTALES Y CHARLATANERÍA[1]

Mario Méndez Acosta

A la charlatanería médica le gusta ves­tirse con los ropajes de la ciencia, y aparentar cierta modernidad, aun­que sus prácticas no se distingan en reali­dad de los rituales de los brujos tribales de la edad de piedra.

Están ahora de moda, bajo el amparo de esa enfermedad intelectual que es el «new age» místico, que tanto admiran los esnobs más incultos en EU, una cierta técnica curativa mágica denominada cristaloterapia, o curación con los cristales de cuarzo, la cual se ha venido promoviendo ya en México.

Según Steven C. Okulewicz, géologo de la Universidad de Nueva York, y curador del Museo Americano de Historia Natural, la actual creencia supersticiosa en los pode­res mágicas del cristal de cuarzo se basa en el hecho de que éste se usa en aparatos electrónicos: en especial en relojes. Se afirma que los cristales transmiten vibracio­nes, y que supuestamente traen armonía vibratoria para la salud corporal. Aseguran también que aumentan el kilometraje de la gasolina en los autos al colocarlos en el carburador.

Gari Gold, terapista charlatán, asegura que curan hasta enfermedades graves, como el cáncer y el sida, si éstas «se tratan a tiempo». Además, proporcionan valor, optimismo, simplifican la toma de decisio­nes y permiten «enfocar» la mente.

Sus llamadas «armonías» son manipu­laciones dizque curativas, mezcla de aplicaciones del cristal y de ritos de chamanes diversos. Lo curanderos presionan partes del cuerpo con una mano; localizan el sitio del mal, cuando sienten que el cristal que llevan en la otra mano vibra en sintonía o resonancia con la «frecuencia natural» del órgano en cuestión -¿quién determina ésta?-. Proponen tratamientos peligrosos, que a veces involucran el consumo de hor­monas o tragarse algún cristal.

En la antigüedad, tratamientos como el descrito sólo condujeron a que se man­tuvieran muy bajas expectativas de vida en todos los pueblos conocidos, con todo y desnutrición, plagas periódicas y sufri­mientos innecesarios para muchos. La nueva cirstaloterapia viene a ser lo mis­mo, usada, sin embargo, en una época en la que sí existen tratamientos curati­vos y preventivos que no están basados en la magia.

Los creyentes en los cristales aseguran que existen profecías de los egipcios y referencias bíblicas acerca del poder curativo de los cristales. Ello es falso, en ningún lu­gar se sugiere que el cuarzo cure cualquier cosa. También afirman que existieron «ge­neradores» de cristal, en la Atlántida, lo cual no es más que una fantasía, ya que el des­cubrimiento de la deriva continental y la tectónica de placas han demostrado que no existió tal continente.

Además de atribuirle «voluntad» al cuar­zo, creen que los cristales «energizan» al cuerpo y favorecen el desarrollo del poten­cial síquico. Pero ningún experimento controlado ha podido demostrar ya no tal afirmación, sino la simple existencia de esos poderes en forma incontrovertible.

El cuarzo es un mineral (SiO), sílice; es decir arena. Los creyentes aseguran que los cristales se forman en alineamiento con el magnetismo terrestre. Esto es falso, ya que el polo magnético de la Tierra ha cambia­do de lugar, lo que no se refleja en los yacimientos. El cristal en sí desde luego no es magnético. Existen 25 variedades de cuarzo, la mayor parte de las cuales son desconocidas por los curanderos.

Si se funde la sílice con carbonato sódico, forma el vidrio ordinario. El cuarzo es un cristal hexagonal y se expande muy poco al elevarse la temperatura. Su propie­dad más interesante es la piezoelectricidad: cuando son presionados con fuerza, pro­ducen una breve corriente eléctrica y, vice­versa, cuando se les aplica una corriente, vibran con un periodo muy exacto: 32,768 veces por segundo. El cristal comercial con que se hacen amuletos no produce electri­cidad, no importa qué tan fuerte lo aprie­ten las manitas de sus adquirentes; necesita un martillazo. Ninguna energía entra o sale del mismo en condiciones ordinarias.

Aseguran que cada cristal se puede «programar», lo cual también es falso. Ni con una aguja magnética -una brújula-, ni con un contador Geiger se detecta nada. Dicen que se le puede «energizar», para ello pro­ponen dejarlo bajo el Sol, la Luna, un cho­rro de agua o hasta al viento. Para «descargarlo» sugieren sumergirlo en sal, agua salada o bajo tierra. No se sabe cuán­do queda descargado o de qué. Lo cierto es que el cristal es inerte e inalterable, es una de las sustancias más inalterables que existen. Se supone que con el cristal en la mano uno puede comunicarse con su «yo más elevado». Se trata de una de las su­persticiones más difíciles de erradicar en­tre algunos estudiantes de secundaria de EU y entre tribeños de la Polinesia.


[1] Ciencia y Desarrollo, Vol. 22, No. 127, marzo/abril 1996, Pág. 106.

Charlatanería arqueológica

CHARLATANERÍA ARQUEOLÓGICA[1]

Mario Méndez Acosta

BrasseurDeBourbourg Prácticamente, ningún campo del co­nocimiento científico humano está libre de los embates de la charlata­nería, y por supuesto, la arqueología y la etnografía no son la excepción. Nuestro continente ha sido un lugar particularmen­te atractivo para los forjadores de teorías irracionales, relacionadas con la supuesta intervención de otras culturas del mundo ­y hasta de visitantes extraterrestres- en el desarrollo de las grandes civilizaciones americanas.

Sin falta, en todas estas especulaciones se refleja la convicción de que la raza indígena era, y es aún, incapaz de crear por sí misma algún tipo de cultura avanzada -o de levantarse en armas en forma organiza­da, si a esas vamos-. Tal expectativa racista resulta particularmente incapaz de enten­der, por ejemplo, la grandeza de los mayas del Antiguo Imperio, que para muchos es­tudiosos de la historia tenían la civilización más avanzada del planeta alrededor de los siglos V y VI de nuestra era, una época en la que Europa se debatía en la barbarie y la India y China pasaban por un periodo de decadencia temporal.

DiegoDeLanda Casi todas esas creencias se han arro­pado con un manto de misticismo trasno­chado, de tipo esotérico y ocultista, y siempre eurocéntrico. Ya desde el siglo pasado, el abate Brasser de Bourbourg-Charles Etienne, autor de la Historia de las Naciones Civilizadas de México y América Central antes de Cristóbal Colón-, utilizan­do el llamado alfabeto maya del obispo Diego de Landa, descifró a su manera el Códice Troano o Tro-Cartesiano, y obtuvo una imaginativa historia acerca de la des­trucción por explosiones de un lugar llama­do Mu. De ahí, surgió la leyenda del continente perdido de Mu, que pronto se fundió con las de otros continentes extra­viados, como la Atlántida, y Lemuria, y pasó a formar parte del canon del movimiento teosófico que fundara Madame Blavatsky.

No obstante, resulta ser que el alfabeto de Landa -aquél notorio obispo de Yuca­tán que quemó todos los códices mayas que pudo en el siglo XV-, es totalmente inútil. El obispo ignoraba que la escritura maya no es alfabética sino ideográfica. El alfabeto confeccionado por Landa no inclu­ye ni la centésima parte de los signos co­nocidos actualmente.

Blavatsky A partir de esta base equivocada, se inventó una absurda mitología acerca del origen de los mayas, la que a pesar de todo sigue siendo impulsada en nuestros días, sobre todo por el autor británico James Churchward, creador de varios fantasiosos libros sobre el continente de Mu.

En la actualidad, florecen algunos auto­res de éxitos seudocientíficos de librería que proponen diversas supercherías acerca de las civilizaciones americanas. El más conocido es el escritor suizo racista Erich von Daniken, quien claramente señala en sus libros y películas que tanto las construccio­nes prehispánicas como las colosales rui­nas de Zimbabwe, en África, no pudieron haber sido edificadas por razas degeneradas como los indios americanos o los ne­gros africanos. Por el contrario, tales obras tuvieron que haber sido erigidas por extraterrestres, a los que Daniken imagina altos, rubios y de ojos claros.

Churchward Por ejemplo, en el caso de México, von Daniken señala que los atlantes de Tula representan las efigies de los astronautas extraterrestres, con todo y sus cascos espaciales -correspondientes al penacho estilizado que portan las estatuas- y sus pistolas de rayos -que en realidad son las llaves del tem­plo que resguardan cada uno de ellos.

Von Daniken, quien recientemente ha reiterado sus teorías en una especie de canto del cisne literario que se titula «¿Me he equivocado?», nos informa que los cenotes de la península yucateca, origina­dos en realidad a causa de la cavitación y desplome de los techos de los cauces sub­terráneos de los ríos que cruzan el poroso subsuelo de la región, se formaron, según él, … gracias a la acción demoledora de los chorros de escape que impulsaban las na­ves interestelares de esos extraterrestres bienhechores. Ello explica, según Daniken, la forma circular de los grandes y profun­dos estanques. De paso, atestigua el can­dor del escritor suizo, que cree que naves de tales civilizaciones aún funcionan con combustibles químicos.

Daniken En América del Norte, EU y Canadá en especial, actúa con buena fortuna otro autor de panfletos seudocientfficos de gran éxito de ventas que se llama Barry Fell. Según él, se han detectado vestigios arqueológicos a todo lo ancho del continente, que atestiguan que durante la Antigüedad y la primera mitad de la Edad Media, esa enorme región era visita­da con regularidad por docenas de expedicio­nes organizadas ya sea por los antiguos egipcios, los fenicios, los cartagineses, los he­breos, los griegos, los romanos, los celtas, los vikingos, los chinos, etc.

Para Fell, Norteamérica era un verda­dero emporio comercial, el cual fue recorri­do por mercaderes de todo el mundo. La evidencia arqueológica que ofrece Fell ha sido examinada con asombro divertido por verdaderos arqueólogos e, invariablemen­te, se ha demostrado que está falsificada o que es imaginaria, generalmente se trata de huellas en el suelo de roca, o en los cantiles, del paso de los glaciares durante la más reciente edad del hielo. Nunca se ha presentado algún artefacto o una reli­quia tangible; sólo presenta inscripciones en la roca, siempre ilegibles o bien incon­sistentes con la época en que supuesta­mente fueron grabadas.

BarryFell Desde luego, el hecho de que no exis­ta ningún recuerdo histórico en el viejo mundo de tan numerosas y regulares ex­pediciones a América no desanima a Barry Fell. Tampoco puede, o le interesa, explicar por qué motivo el intenso intercambio comercial cesó súbitamente después del tiem­po de los vikingos. Cosas secundarias como los hechos y la realidad generalmente no preocupan a los buenos charlatanes.


[1] Ciencia y Desarrollo, Vol. 21, No. 125, noviembre/diciembre 1995, Pág. 105.

Charlatanería Médica

CHARLATANERÍA MÉDICA[1]

Mario Méndez Acosta

El conocimiento que maneja la ciencia médica no se reduce a saber qué procedimientos curan cualquier desarreglo orgánico o malestar, sino que, con mucha más amplitud, pretende averi­guar qué es lo que causa las enfermedades y qué es lo que mantiene la salud de un organis­mo. En esto es en lo que la medicina moderna se distingue de todas las disciplinas mágicas o semimágicas con las que el ser humano trató de hallar alivio desde que su especie alcanzó la facultad del raciocinio.

No obstante, los conocimientos más impor­tantes de la medicina científica no tienen más de 150 años de haberse establecido y compro­bado. Surgieron a través de duras labores de in­vestigación, regidas por el método científico. Es más, contribuyeron en forma notable a la identi­ficación y a la expresión formal de dicho méto­do. Apareció además este conocimiento en el seno de la civilización occidental, y de ahí se tuvo que abrir paso hacia otras culturas que por razones históricas e ideológicas no aceptaron siempre sus hallazgos o indicaciones. En con­traste, la especie humana subsistió durante milenios enteros satisfecha con una infinidad de explicaciones de por qué falla la salud, la mayor parte de las cuales eran de carácter mágico, aun­que es necesario reconocer que en diversas cul­turas se logró un amplio conocimiento empírico de las propiedades curativas de plantas o de tra­tamientos o comportamientos, como la higiene, cuya efectividad se determinó mediante prueba y error, a través de los milenios de la prehistoria y sin contar con un respaldo teórico bien funda­mentado sobre su efectividad. La farmacopea contemporánea se apoya ampliamente en este acervo de conocimientos, aunque ha podido de­terminar con mucha precisión por que ciertas sustancias en efecto, curan algunas enfermeda­des y, sobre todo, ha logrado aislarlas química­mente.

La larga tradición mágica y empírica en el arte de la curación, no ha podido desaparecer en el breve plazo en que ha existido la medicina científica; sobre todo, porque ésta no ofrece ni remotamente las tan deseadas panaceas y cu­ras garantizadas que todo el mundo quisiera. Sus tratamientos son muchas veces difíciles, caros y con efectos secundarios no deseados; son, en ocasiones, hasta inciertos o erróneos, en contraste con lo que ofrecen las teorías mágicas o seudocientíficas que prometen casi la infalibilidad, aunque desde luego no cumplen con esta oferta, y ante los fracasos prefieren pre­sentar una serie de justificaciones ad hoc.

Uno de los hallazgos más importantes de la medicina es que las enfermedades tienen cau­sas reales, materiales, identificables y cuantificables. En contra de esta afirmación se levantan las seudociencias curativas, y la charla­tanería médica contemporáneas, que postulan causas espirituales, sobrenaturales, trascenden­tes e imponderables a todos los males, sin olvi­dar la mala o la buena voluntad de espíritus o deidades, que determinan nuestras vidas. Tal es la característica que identifica a la charlatanería en la medicina: atribuirle a fuerzas no cuantificables, a energías espirituales indetectables por nuestros más finos aparatos de detección; a equilibrios dinámicos imagina la acción directa de la Providencia, tanto en la pér­dida como en la recuperación de la salud.

Cuando una persona es atacada por una fiera, por ejemplo su organismo resulta dañado y puede morir por las heridas resultantes. Nadie atribuirla esa muerte al efecto de una fuerza imponderable, o al desequilibrio de las energías internas del organismo de la víctima. En cambio, cuando una persona es atacada por un virus patógeno, como el agresor resul­ta invisible a simple vista, a muchas personas y disciplinas se les hace fácil negar que sean esos gérmenes los responsables del mal que sufre la persona.

El conocimiento médico ha determinado y cuantificado el efecto patógeno de los gérme­nes, los daños de la desnutrición y de la avitaminosis; las fallas del sistema inmunológico del organismo y las causas más probables de las enfermedades degenerativas. Cuando una persona enferma por ingerir claramente una sus­tancia dañina, el sentido común señala que hay que retirársela para lograr el primer paso hacia su curación.

Similarmente, hay al­gunas sustancias que comprobada mente cau­san cáncer en el ser humano. Son cancerígenos activos y para lograr la cura lo primero que hay que hacer es alejar al paciente de tales vene­nos. Sin embargo, a pesar de este hecho, hay quien afirma que el cáncer es una enfermedad por completo de origen nervioso o sicosomático y que se puede curar invariablemente mediante diversas técnicas meditativas o telepáticas.

La magia sigue siendo un elemento insepa­rable de la seudociencia médica. La homeopa­tía afirma que las enfermedades son causadas por el rompimiento de un equilibrio dinámico del organismo, que resulta de haber ingerido alguna sustancia dañina. Para restaurar ese equi­librio perdido, hay que ingerir la fuerza espiritual de esa misma sustancia, la cual se obtiene dilu­yéndola una y otra vez en algún disolvente has­ta que en la solución resultante no reste ni una sola molécula de aquella sustancia original.

La acupuntura señala que en el cuerpo hu­mano existe, cerca de la piel, un campo de fuer­za que se transmite por trayectos o meridianos específicos. La enfermedad es causada por una perturbación en ese campo de fuerzas, la cual puede corregirse con la inserción de una aguja en determinado lugar de la piel.

La magia representativa de los antiguos ca­vernícolas, que dibujaban en una cueva la ima­gen del animal o tótem tribal que deseaban capturar en sus cacerías, se mantiene en varias terapias seudocientíficas de nuestros días. Todo el cuerpo humano puede, según ellas, mapearse en algún lugar del mismo. Este, puede ser la espina dorsal, según los quiroprácticos o la planta del pie o el pabellón de la oreja, según los que creen en diversas terapias de reflexología, y pre­sión digital o bien en el iris del ojo, según los iridiólogos. Desde luego, no existe ninguna co­nexión privilegiada entre los órganos del cuerpo y sus imágenes en esos mapas mágicos.

El hecho de que no existan veterinarias al­ternativas no arredra a los creyentes. Un campe­sino llevará a su mujer al brujo o al homeópata, pero a su ganado mayor o menor lo vacuna, y lo trata con las más avanzadas medicinas veterina­rias. Tampoco lo lleva al curandero espiritual para que le imponga las manos y lo sane. ¡Cuando hay dinero de por medio, se tienden a olvidar las ilusiones alternativas!


[1] Ciencia y Desarrollo, Vol. 21, No. 124, septiembre/octubre 1995, Pág. 104