Los niños salvajes (24)

NIÑOS MONOS

El caso más antiguo de niño salvaje relacionado con monos es el del niño de Casamance. Fue encontrado en la década de 1930, a ladead de 16 años, en Casamance, Guinea Bissau. Estaba desnudo y su piel estaba quemada por el sol. Podía trepar a los árboles tan fácilmente como los monos. No podía hablar, aunque no era sordo.

Se menciona un «niño mono» de Teherán, Irán, capturado en 1961, pero no tengo datos de él.

El «hombre-mono», de 26 años de edad aproximadamente, fue bautizado como John por el personal del hospital de Nairobi, donde fue internado el 2 de marzo de 1982. Fue descubierto por labradores de la región boscosa del Valle de Lambwe, en la costa Este del Lago Victoria. Los encargados de atenderlo decían que le gustaba comer carne y huesos, aunque prefería los plátanos, los cuales comía con todo y cáscara.

Cuando fue llevado al hospital tenía un pedazo de tela que, al parecer, había usado como taparrabo.

De acuerdo con un cable proveniente de Nairobi, Kenya, fechado el 7 de mayo de 1982, un «hombre-salvaje», con hábitos similares a los de los primates, fue atrapado en la floresta del lago Victoria, al Oeste de Kenya, a principios de ese año. La agencia noticiosa de Kenya sugirió que el hombre en cuestión podía ser «mitad primate», aunque el doctor Paul Maundu, del departamento de Salud del Distrito de la Bahía de Homa, opinó que probablemente se trataba de un retrasado mental que se perdió en el bosque.

Robert, un muchacho perdido en la guerra civil de Uganda en 1982 y educado por los monos Vervet.

En 1982, durante el caos de la guerra civil, dieron por muerto a un muchacho de tres años que había nacido en una aldea a 80 kilómetros de Kampala, en el triángulo de Lucero, Uganda. Tres años más tarde, los soldados vieron un grupo de monos de Vervet. Todos se dieron cuenta de una hembra que protegía un paquete pequeño que resultó ser un niño humano. En el orfanato de Naguru en Kampala lo llamaron Robert. Era sordo y mudo. Se cree que había sobrevivido a base de una dieta de frutas y bayas. Cuando lo atraparon caminaba a gatas, no se podía parar y cuando mucho podía estar en cuclillas. A la edad de ocho años lo habían entrenado para ir al baño y había aprendido a caminar y dormir en una cama. Nunca aprendió a sonreír.

El padre Gabrielli, misionero italiano encargado de un centro hospitalario en Sierra Leona, en la costa occidental de África, encontró en 1983 a una pequeña de seis o siete años «más parecida a los monos que a los seres humanos».

El psicólogo Mario Cerutti y su esposa Giovanna Binazzi fueron comisionados por Overseas, un centro de ayuda al Tercer Mundo que opera en la ciudad de Modena, Italia, para que llevaran la niña a Europa. Cerutti afirmó, convencido, que la niña desde muy pequeña debió vivir con esos animales: «se comporta de la misma forma que los chimpancés, emite el mimo grito, no tiene estímulos psíquicos, salvo los instintivos, y reacciona igual que los monos».

La niña caminaba con dificultad en dos pies, pero lo hacía perfectamente a gatas. Comía con voracidad hundiendo su cara en el plato al igual que los animales. Le dieron el nombre de Baby Hospital.

El padre Gabrielli dijo que varios indígenas le avisaron de su existencia y que la pequeña estaba a punto de morir de hambre y cansancio.

Cerutti aclaró que «el misionero que se ocupaba de esta niña salvaje obró según la superstición de los indígenas y del personal que labora en el rudimentario hospital ubicado en la selva; aunque la niña fue bien atendida por dos monjas indias de la congregación de la madre Teresa de Calcuta».

El máximo experto moderno de niños ferales, Andrew Ward, tuvo oportunidad de estudiar un caso en 1987. Ward es mundialmente conocido por su página FeralChildren.com.

El niño, de 5 años de edad, vagaba con una manada de monos en la provincia de Kwazulu-Natal, Suráfrica. Se dedicaban a robar comida y plátanos a los aldeanos. Fue atrapado después de que los aldeanos se enfrentaron a los monos que lo defendieron. Se le envió a la escuela Ethel Mthiyane para niños discapacitados. Lo llamaron Saturday Mthiyane (en otra parte se le conoce como Saturday Mifune). El nombre proviene porque fue precisamente un sábado el día en que lo encontraron y Mthiyane por el fundador de la escuela, Ethel Mthiyane.

No se pudo adaptar al centro de discapacitados y mordía a sus compañeros. Ethel recuerda: «Era muy violento durante sus primeros días de estancia. Rompía cosas en la cocina, lanzándolas a la ventana. No jugaba con los otros niños. En lugar de eso los golpeaba. Le gustaba la carne cruda. Le gustaba dormir desnudo, sin sábanas y se quitaba la ropa».

A finales del siglo pasado algunos periodistas del Johannesburg Mail y del Guardian se acordaron de él y quisieron escribir la historia. Encontraron que no había progresado gran cosa: no hablaba, se seguía alimentando de comida cruda y plátanos, pero ya podía caminar erguido.

De John Ssebunya y de Bello nos ocuparemos más adelante.

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5 pensamientos en “Los niños salvajes (24)”

  1. ETO EN VERDAD ES MUY IMPRESIONANT E INCREIBLE WOW QUISIERA HABER CONOCIDO ALGUN NIÑO ASI EN VERDAD ME PARECE QUE ESTE TEMA ES MUY INTERESANTE!!!

  2. Yo conocì a un niño mono en Guinea Bissau en 1978. Se llamaba Umaro (creo que apellido Djalò como un polìtico del paìs).
    La historia era que durante la guerra contra portugal el bebè fue raptado por los monos (chimpancès?)mientras sus padres labraban la tierra en la selva (para evitar aviaciòn portuguesa).
    Los padres murieron en la guerra y con la independencia Umaro terminò en un internado para huerfanos cerca de la capital Bissau.
    El internado se llamaba Frantz Fanon. Umaro no entraba a clases «normales»…los maestros-profesores lo educaban a parte.
    Tenìa una habilidad especial para hacer sonidos y cuando se enojaba «perdìa el control» y hacìa gruñidos extraños lo que lo hacìa merecedor de castigos fìsicos por parte de los profesores…yo por entonces tenìa 13 años y estaba de paso porque mis padres eran mèdicos cooperantes.

  3. Lo que mas me sorprende en estas notas es la reaccion de los niños. Nunca pudo sonreir.- Tal vez parezca tonto mi comentario pero es impactante. Saber que alguien pudo sobrevivir en medio de animales y comportarse como tales. Los humanos debemos cambiar. Si un niño puede aprender cosas de los animales, no actuemos como ello sino como humanos que somos.

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