Apocalipsis de bolsillo

APOCALIPSIS DE BOLSILLO[1]

Mario Méndez Acosta

La posibilidad de que, a manera de efecto indeseado «“por causa de sus recientes experimentos con las bases constitutivas de la materia- pudiera el ser humano provocar la destrucción del globo terráqueo, ha sido considerada varias veces a lo largo de los últimos setenta años.

La primera vez fue cuando se llevaron a cabo los primeros experimentos de fisión nuclear, mediante reacciones en cadena, cuando se logró partir el átomo, en los años treinta del siglo XX.

En aquel intento de producir una reacción nuclear, con el fin de crear una bomba atómica utilizable, se llegó a especular si dicha reacción en cadena se podría extender a toda la materia circundante y causar una explosión nuclear pla­netaria que vaporizara a toda la Tierra.

Esto, desde luego, no ocurrió, y no sólo por pura casualidad, sino porque se tomó en cuenta que los átomos integrantes de la materia de la corteza terrestre son muy estables y se encuen­tran sólidamente combinados entre sí, formando minerales muy resistentes a este tipo de inter­ferencias nucleares y a los efectos de la energía desatada por una reacción de este tipo.

No obstante, en los últimos años ha surgido una nueva controversia entre físicos de primer orden -y algunos improvisados- en torno al posible riesgo que representaría llevar a cabo ciertos experimentos en aceleradores de partí­culas, y en especial con un experimento consis­tente en hacer chocar de frente, a una velocidad equivalente a 99.995% de la velocidad de la luz, dos núcleos atómicos de oro, cada uno con 197 nucleones -es decir protones y neutrones-, todo con el objetivo de estudiar el plasma derivado de la interacción entre los quarks con los gluones así como varias otras propiedades nucleares. Los gluones son las partículas que transmiten la fuerza nuclear fuerte; la que mantiene unidos los quarks y forma tanto los protones como los neutrones del núcleo de esos átomos de oro. Nunca se ha observado un quark en estado libre.

Según Francesco Calofero, un físico italiano de la Universidad de Roma, el acelerador de par­tículas LHC (gran colisionador de hadrones) será el más poderoso del mundo. «Hará chocar partí­culas fundamentales unas con otras, con niveles de energía similares a los existentes en el primer billonésimo de segundo después del Bíg Bang, la gran explosión primigenia que dio lugar a nuestro cosmos, cuando la temperatura del Universo era de cerca de diez mil billones de grados Celsius.

«Los experimentos consisten en disparar par­tículas de muy alta energía, unas contra otras, a muy alta velocidad, lo que permite aprovechar mucha más energía, pero ello pudiera ser peli­groso, ya que estas colisiones son diferentes a las colisiones naturales de partículas debidas, por ejemplo, a los choques de átomos con los rayos cósmicos».

Los choques de partículas aceleradas a gran velocidad, justo en sentido encontrado, y con una alta energía, están produciendo partículas muy pesadas de muy baja velocidad, como los llamados quarks extraños, o bien hoyos negros microscópicos y hasta monopolos magnéticos. Por su baja velocidad, estas partículas pueden ser capturadas por la Tierra y significar un peligro potencial para el planeta.

Señala Calofero que, en este mismo momento, partículas potencialmente peligrosas, como los tales quarks extraños, se producen con choques de ese tipo en el acelerador RHIC (Colisionador relativístico de iones pesados), en Long Island, Nueva York. Si esto no ha producido un evento catastrófico hasta hoy, «¿qué sucederá si esta actividad prosigue durante meses o años?»

Se teme que un mini-hoyo negro eventual­mente devore la Tierra y todo lo que en ella vive. Otra posibilidad es que, al crear materia extraña con esos quarks extraños, ésta sustituya a toda la materia ordinaria, destruyendo, como conse­cuencia, el mundo.

Pero lo cierto es que no existe en el citado acelerador, ni remotamente, la suficiente materia para crear un hoyo negro del tamaño de un núcleo atómico.

Carlip Cualquier hoyo negro que se crease en el ace­lerador tendría tan poca masa que -según el físico Steven Carlip de la Universidad de California, en Davis- tal hoyo se evaporaría en una fracción insignificante de tiempo (diez elevado a la menos 90 segundos).

De igual manera, la probabilidad de que se produzcan agrupaciones de quarks extraños, lla­madas strangelets, nunca detectadas hasta la fecha, y que sustituyan a los núcleos ordinarios es increíblemente baja e implicaría esperar muchas veces el tiempo en que ha existido el Universo.

Choques como esos han ocurrido en la super­ficie de la Luna desde que ésta se formó y nunca hemos tenido un evento catastrófico. La verdad es que el microcosmos tiene la característica de que se ve limitado por poderosas salvaguardas para evitar que sus azarosos eventos repercutan en el macrocosmos donde vivimos.

Detrás de estos temores se encuentra la noción de algunos de sus promotores quienes piensan que el hombre está jugando a ser Dios al interferir en el funcionamiento de las bases de la creación y del comportamiento de la materia.

Los propagandistas del Apocalipsis de bolsillo han logrado, no obstante, inquietar a los políticos ignorantes y se han convertido en un obstáculo más al financiamiento de la investigación científica.

REFERENCIAS

Thomas D. Gutiérrez, Doomsday Fears at RHIC. Skeptical Inquirer: May-June. 2000.

Calogero, Francesco. Might a Laboratory Experiment Destroy Planet Earth?, Interdisciplinary Science Reviews, 25 (Autumn 20001).


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 200, México, octubre de 2006, Págs. 58-59.

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