Chistes charlatanescos

Circuito Impreso

 

CHISTES CHARLATANESCOS[1]

 

Por Mauricio José Schwarz

Reconforta y agrada ver que los intelectuales mexicanos, que tanto han perdido a causa de la crisis (algunos han perdido hasta su credencial del PRI) conservan su buen humor y están en la mejor disposición de hacer un amable chiste a costillas de otros colaboradores y periodistas que son, como se dice. «compañeros de página».

Y como muestra basta un botón: el del connotado don Miguel Bueno, que tan simpático rato nos hizo pasar el martes 15 cuando comentó un par de artículos aparecidos bajo las firmas de un servidor y de Mario Méndez. Claro que el chistorete primero estuvo en que ni siquiera leyó mi artículo confundiendo así deliciosamente a los lectores que al descubrir la «balmorada» estallaron en carcajadas.

No deja de ser también comiquísimo el comparar la hipnosis con lo parasicológico o paranormal cuando la sugestión es un fenómeno sicológico más corriente que una bolsa de pepitas, en el que no intervienen ni la sicoquinesis, ni la telepatía, ni la percepción extrasensorial, los espíritus del más allá ni el lado oscuro de la fuerza. Nueva «balmoreada» y nuevo hipo de risa del lector avezado. Pero no hay que ser, clama alguien refiriéndose al bueno del señor Bueno ¿qué tal si alguien se lo cree?

Claro que James Randi no dice en su tarjeta de visita que sea «Enemigo personal de la parasicología», Pero, como ilusionista, si tiene una tarjeta de crédito que establece que él es «Charlatán profesional», rasgo de honradez inesperado en un Geller o en un Randall que viven alegremente de embaucar indiscriminadamente a buenos caballeros. El Comité para el Estudio Científico de los Fenómenos Supuestamente Paranormales, sin embargo, no es tan cómico. A el pertenecen personas como el doctor Carl Sagan, el escritor Isaac Asimov, el sicólogo conductista (que me cae gordo) Burrhus F. Skinner y otros sujetos bastante serios.

Lo que en la actualidad hace el Pentágono y que socarronamente comenta el señor Bueno como haciendo creer que él aprueba todo lo que el Pentágono financie es lo mismo que han hecho desde la Segunda Guerra Mundial: botar los dólares en cualquier cosa que pudiera perjudicar a sus enemigos. Lo que no menciona nuestro humorista amigo es que el resultado de tales investigaciones es y sigue siendo el mismo: nada de nada.

Y al final, claro, como los buenos comediantes que se reservan su acto culminante para terminar (el resbalón, el pastelazo o el chiste genial) aparece el alegato que, como sabrá el autor de la «Paideia» es de un sofistico opulento: el que se haya comprobado que todos los parasicólogos que han afirmado tener poderes sean embaucadores profesionales o ignorantes de mala fe, y que ni uno solo haya podido producir un fenómeno paranormal, no significa que los fenómenos paranormales no existen. Es buenísimo. Siguiendo el mismo razonamiento falaz, el hecho de que nadie haya demostrado que las cigüeñas no traen niños es palpable afirmación de que, al menos en algunos casos, las cigüeñas si traen niños. Puntadón suntuoso que tiene un nombre en lógica, falacia, aunque no recuerdo si es de afirmación del consecuente, de negación del antecedente o algo así, pero en cuanto revise mi viejo texto de Irving Copile platico cual es. Claro que este tipo de afirmaciones solo se puedan hacer en broma, porque imagínese señor que alguien se las tomara en serio y empezara a razonar así.

La fe es intocable y la ciencia la trata precisamente como tal sin pretender demostrar lo que por definición es indemostrable. Pero cuando un chavito jura que puede mover objetos a distancia no se trata de un asunto de fe, sino de estudio serio de primera importancia. Y esos trabajos científicos son los que han fracasado estrepitosamente. No hay ni un vidente, médium o síquico que haya funcionado en un laboratorio con rigidez suficiente para satisfacer los requerimientos de variables controladas que exige el experimento metodológicamente valido.

Yo me imagino que con sus comentarios, el señor Bueno pretendió poner en evidencia el desagradable fenómeno que se da cada vez que el escepticismo toma la palabra en el estudio de lo «paranormal». Precisamente eso es lo que hacen -va en serio- los estafadores y charlatanes cuando alguien expresa dudas sobre las verdades inmutables que dicen poseer. La anticiencia -y por tanto la antinteligencia- tienen abiertos todos los medios de comunicación para hacer afirmaciones aberrantes v hasta insultantes a través de publicaciones, programa, de tele, radio, películas escalofriantes, etcétera. Pero se hacen intocables gracias a su enorme habilidad para armar un escándalo ante la duda racional.

Esto si debe ser preocupante porque no promueve el diálogo y sólo sirve para mantener al público en la ignorancia generadora de dividendos.

Si no lo cree señor, asómese a esta columna de literatura de ciencia ficción que, por una mención critica pequeñita acerca de la interrelación entre este género y la superchería se ve obligada ahora a comentar el humor charlatanesco en México.


[1] Publicado originalmente el 10 de agosto de 1984 en Excelsior

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