Unas memorias salvadas del olvido

IMPACTO AMBIENTAL

Unas memorias salvadas del olvido[1]

Juan José Morales

Mucho debe la cultura peninsular a Roldán Peniche Barrera, talentoso cuentista, ensayista, traductor, crítico musical y muchas cosas más. Polígrafo, en pocas palabras. Y una de sus más recientes contribuciones a nuestra riqueza cultural es haber rescatado las memorias de otro notable intelectual yucateco: el cantante, violinista, director de orquesta y compositor de óperas, zarzuelas, música de cámara, poemas sinfónicos y otras obras Gustavo Río Escalante.

Pero vayamos por partes. Gustavo Río, nacido en 1880 y muerto en 1963, pasó casi toda su vida en su natal Yucatán, donde «”al igual que no pocos artistas de gran valía»” vivió en una modesta situación económica, rayana en la precariedad, que no correspondía a su talento y a la formación que durante su juventud tuvo en los grandes centros musicales de Europa. Ya a edad avanzada, casi ciego por las cataratas, y con ayuda de la maestra Nidia Esther Rosado «”a quien dictaba para que las mecanografiara»” escribió finalmente sus memorias. Y en 1960, tres años antes de su muerte, puso el mecanoscrito, como le llama Roldán, en manos del padre de éste, el escritor, periodista y dramaturgo Leopoldo Peniche Vallado.

clip_image001Portada del libro. En un más que merecido homenaje a este notable músico, su nombre se impuso hace poco a la orquesta sinfónica de la Escuela Superior de Artes de Yucatán.

El documento permaneció casi medio siglo, junto con gran cantidad de papeles y libros, en la biblioteca de Don Leopoldo. Y quizá se hubiera perdido para siempre de no ser por Roldán, que no solamente lo rescató sino que se esforzó por lograr que fuera publicado. Y cuando hablo de esfuerzo es porque no simplemente buscó un editor y entregó el original a la imprenta, sino que emprendió «”con ayuda de otras personas»” el laborioso trabajo de pulir el texto hasta darle su forma final, lo cual significó afinar detalles y, sobre todo, precisar fechas y nombres que, por ser franceses o italianos y haber sido dictados, no siempre fueron correctamente transcritos.

Y, ciertamente, la acuciosidad y el empeño puestos en esta labor valieron la pena. Las 232 páginas del libro Mis Memorias «”editado por Conaculta y la Secretaría de Cultura de Yucatán y presentado hace unas semanas en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2013″” muestran una faceta de Gustavo Río que muchos no sospechaban: el de ameno narrador y cronista de la vida, las costumbres, los lugares y el ambiente que le tocó vivir.

Nos describe con todo detalle aquella Mérida de su infancia, oscura y de calles lodosas, anterior a la transformación sufrida gracias a la riqueza del henequén, y el México, el París y la Roma de los albores del siglo XX, esta última de «calles sucias y descascaradas» pero en la cual «sus obras de arte no sólo están en los museos sino hasta en las calles», y aquella Suiza en que las ciudades «dan la impresión de que ese día se han inaugurado», pues «todo se ve nuevo, flamante». Describe también las fiestas pueblerinas y de barrio, las comidas, los largos viajes en barco y en tren, la vida bohemia, el ambiente cultural y las diversiones»¦ Habla de los pintores, músicos, literatos, escultores y demás artistas con los que alternó en aquellos tiempos, de los grandes maestros con los que tomó clases de canto, o que tuvo la fortuna de escuchar en París y Roma, las obras y los intérpretes en los conciertos a que asistió.

Con una extraordinaria memoria «”fortalecida, según relata él mismo, con la revisión de notas, programas, apuntes y recortes»”, habla hasta de lo que comió «”riñones y cerdo a la brocheta en punzones de plata»” en un cambio de trenes durante su viaje de Italia a Francia.

Gracias a las memorias de Gustavo Río puede el lector conocer no sólo el famoso cabaret parisino Moulin Rouge sino otros ya desaparecidos, como el Cabaret del Cielo, «un gran salón en forma de iglesia, con mesas y un púlpito donde sube un orador con sotana a discursar sobre algún pasaje de la Biblia», o el de la Tela de Araña, «donde hay una araña muy grande y por combinación de espejos parece que está uno dentro de ella». Puede también conocer a los cancioneros de Montmartre, vestidos con pantalón bombacho, pelo largo, piocha y sombreros de anchas alas, que en las calles cantaban y vendían las partituras de las nuevas canciones.

En el aspecto íntimo y romántico, nos habla de su novia, Nelly Malinoska, de la vieja aristocracia zarista, culta, hermosa e inteligente con la cual no se atrevió a casarse por temor a que no se adaptara a la vida en Yucatán, aunque estaba dispuesta a ello. Y nos hace saber cómo muchos años después se arrepintió de su indecisión.

Y podemos conocer su absoluta falta de espíritu empresarial y de visión para los negocios cuando hace las cuentas de una función de ópera que organizó en Campeche, con cantantes, orquesta, vestuario y todo lo necesario llevado desde Mérida, y tras la cual una vez cubiertos los gastos terminó perdiendo 50 pesos, suma nada desdeñable en esa época.

En fin, Mis memorias, de Gustavo Río es un libro realmente ameno, que mucho vale la pena leer. Gracias a Roldán Peniche por haberlo rescatado.

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 23 de abril de 2013.

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