ESCRUTINIO
Todos somos Moisés[1]
Juan José Morales
Gran indignación y una oleada de protestas causó el bárbaro asesinato de una docena de periodistas del semanario satírico francés Charlie Hebdo. Y qué bueno que así haya sido, que se levanten voces para condenar a quienes recurren al crimen para silenciar las voces de quienes los critican o disienten de sus puntos de vista. Qué bueno que millones de personas en Francia y otros países hayan adoptado el lema solidario «Todos somos Charlie«.
Pero qué malo que en México no se haya levantado todavía un coro de voces que diga «Todos somos Moisés», por referencia a los asesinatos de periodistas en nuestro país, el más reciente de los cuales fue precisamente el de Moisés Sánchez Cerezo, un modesto periodista de la población veracruzana de Medellín, muerto a manos de la policía de ese lugar aparentemente «”según la indagatoria de las autoridades»” por órdenes del presidente municipal, Omar Cruz Reyes.
Una de las numerosas protestas por asesinatos de periodistas en México. Según datos de la Procuraduría General de la República, de enero de 2000 a abril de 2014 se cometieron 102, de los cuales diez ya bajo el gobierno de Peña Nieto. El período más negro fue el sexenio de Felipe Calderón, con 71 muertes de comunicadores
Ciertamente, los autores materiales y el presunto autor intelectual de este homicidio ya han sido aprehendidos. Pero hay muchos otros casos de asesinatos de periodistas que permanecen impunes, sin que se tenga la menor pista de los culpables.
De hecho, México podría considerarse el país más peligroso para el ejercicio de la libertad de expresión, si se excluyen naciones como Afganistán, Irak, Ucrania, Siria, Libia y otros en que existe un estado de guerra abierto. De acuerdo con la organización internacional Reporteros sin Fronteras, en la última década han sido asesinados en nuestro país más de 80 periodistas y 17 han desaparecido.
Por su parte, la Federación Internacional de Periodistas, en su macabro balance de 2014 señala que el año que acaba de concluir hubo cinco periodistas mexicanos asesinados. Entre ellos Octavio Rojas Hernández en Oaxaca, Jorge Torres Palacio en Guerrero, y Gregorio Jiménez en Veracruz el 11 de febrero.
Asimismo, ciertos medios de comunicación frecuentemente son blanco de ataques armados y de amenazas, en especial en el norte del país, pero también en el sureste, como atestiguan los atentados con explosivos contra nuestro diario POR ESTO.
La impunidad es tal que, aunque hace ya casi nueve años, en febrero de 2006 se creó la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Contra la Libertad de Expresión, en todo ese lapso sólo ha habido una condena por tales delitos.
Y no sólo hay asesinatos. También secuestros. Hasta mediados del año pasado había 20 periodistas desaparecidos. Y no digamos amenazas, ya sea telefónicas, por Internet o de viva voz. Otras veces la presión es sutil, pero igualmente efectiva: por órdenes soterradas de gobernadores, presidentes municipales o negociantes, se despide de su trabajo a los comunicadores que revelan hechos incómodos para quienes detentan el poder político o económico.
Pero lo que más indigna ante esta situación, es la pasividad, rayana con la complicidad, de las empresas periodísticas. Para ellas es más importante proteger «el negocio» que la integridad física y la vida de sus trabajadores, y no sólo callan ante la violencia «”o, si acaso, se limitan a tibias protestas»”, sino que llegan al extremo de tomar la iniciativa de despedir a redactores poco gratos al gobierno, o presionarlos para que no participen en acciones de protesta por la violencia contra el gremio.
Sí, ciertamente, es una lástima que en México aún no se oiga gritar a coro «Todos somos Moisés».
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 3 de febrero de 2015