ESCRUTINIO
El pecado (o el delito) de ser madre[1]
Juan José Morales
El próximo domingo es el llamado Día de la Madre. El Día de las Cabecitas Blancas, como se le ha bautizado en una pretendida pero nausabundamente cursi imagen poética, reñida además con el hecho de que hace mucho que las mujeres acostumbran teñirse el cabello. Es el 10 de mayo el día que «”dijo irónicamente alguien»” sacan a las viejitas a que les dé el aire y el único día del año en que millones de mexicanas comen en un restaurante»¦ y eso si bien les va, porque no es raro que en esa ocasión tengan trabajo extra en la cocina preparando una comilona para todos los hijos, yernos, nueras y nietos que vienen a felicitarla.
El pasado 10 de marzo, el gobernador panista de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, definió muy bien la machista visión que de la mujer mexicana como productora de hijos tienen los sectores derechistas. «Ustedes «”dijo refiriéndose a las mujeres»” son lo mejor que nos ha pasado, están re buenas todas para cuidar niños, para atender la casa, para cuando llega uno y a ver mijito (póngase) las pantuflitas; no, no, ustedes de veras que son el pilar de la familia»¦» Esta visión de fabricante de hijos y sirvienta sin paga se refleja en el monumento a la madre instalado en Mérida por iniciativa de la conservadora Liga de Acción Social y replicado en otras poblaciones.
Hace dos años, por estas fechas, comentábamos que el Día de la Madre fue instituido en 1922 como parte de una virulenta campaña de la ultraderecha yucateca «”apoyada por el diario Excélsior y el entonces secretario de Educación, José Vasconcelos«” contra el gobernador socialista de Yucatán Felipe Carrillo Puerto y su hermana Elvia, brillante luchadora social que pugnaba por los derechos de las mujeres, entre ellos el de usar métodos anticonceptivos.
Con tal origen, no es de extrañar que el Día de la Madre «”además de su brutal comercialización»” haya estado orientado desde entonces a exaltar el papel de la mujer como simple productora de niños. Lo que en esa fecha se ensalza, son la abnegación, el amor hacia los hijos, la entrega total hacia ellos, el sacrificio, la dedicación a las labores hogareñas y otras supuestas virtudes por el estilo. La clásica imagen de la madre es la de una mujer con delantal, falda por debajo de la rodilla y pelo recogido hacia atrás, bregando entre ollas y trastes en la cocina. Nadie menciona en este día a las mujeres «”madres solteras, abandonadas, viudas o divorciadas»” que son a la vez padre y madre, proveedoras y guardianas, que además de las tareas domésticas no remuneradas, tienen que cumplir largas jornadas laborales para dar de comer a sus hijos. Nadie, en el Día de la Madre, recuerda a las que debieron renunciar a los estudios profesionales para mantener el hogar, ni mucho menos a las jóvenes que se convirtieron en madres sin proponérselo y contra su voluntad, porque «”por presiones de la Santa Iglesia»” nunca recibieron educación sexual, no tuvieron acceso a métodos anticonceptivos, y al quedar embarazadas se les negó «”aquello es pecado y delito»” la posibilidad de abortar.
El 10 de mayo, y en los días previos, las páginas de los periódicos y las ondas radiales se llenan de ditirámbicas y melcochosas loas a las madres. Incluso hay concursos poéticos para exaltarlas. Pero nadie «”o casi nadie»” menciona el hecho de que mientras el 60% de los mexicanos de más de 65 años de edad en México carece de una pensión, en el caso de las mujeres la cifra asciende a 76%, o sea casi cuatro de cada cinco. Y eso se calla el Día de la Madre, porque, entre otras razones, se debe justamente al papel de madre que en nuestra sociedad se ha asignado a la mujer mexicana. Por atender a los hijos, las madres generalmente sólo pueden trabajar como sirvientas o en empleos informales, fuera del régimen del IMSS. Y si entran al mercado laboral formal, muchas veces lo hacen sólo esporádicamente o lo dejan de tiempo en tiempo para atender a sus hijos. El resultado es que no logran acumular las 1 259 semanas de cotización que les daría derecho a una pensión. A ello hay que agregar que en la mayoría de los casos los patrones las registran con un salario inferior al real, de modo que su pensión, si es que llegan a tenerla, resulta ridículamente baja.
Pero sería pedir peras al olmo que los magnates de la prensa y los grandes consorcios televisivos se ocupen de la realidad de las mujeres mexicanas, para muchas de las cuales el hecho de ser madre constituye un pecado o un delito.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Miércoles 6 de mayo de 2015