Erksperiencias (2)

SEGUNDA PARTE

LAS INTERMITENTES LUCES DE ERKS

imageBase del Cerro Uritorco. Noche de luna

«Dicen que cuando hablas con Dios es oración,

pero cuando Dios te habla es esquizofrenia».

Fox Mulder. The X Files (Serie TV)

La armonización con el Universo puede lograrse de varias maneras, según reza en los manuales capillenses. Una de ellas es metiéndose dentro de una pequeña pirámide de concreto y someterse a una terapia de sonido en la que un gong, construido con una misteriosa aleación proveniente del Tíbet, se convierte en el canal necesario para tranquilizar el espíritu y volverse uno con la naturaleza. Quisimos ver de qué iba la cosa y en el anochecer de una calurosa jornada contratamos una sesión.

Nos recogieron en el centro de la ciudad y fuimos trasladados en auto hasta las inmediaciones del dique El Cajón, un sitio hermoso, cercano a la famosa piedra El Zapato, donde antaño (y aun hoy en menor medida) los recién casados se sacaban las fotos de rigor. En ese sitio, Larry y su mujer regentean, cual faraones sin corona, la geométrica construcción.

«• La pirámide canaliza y concentra la energía de una forma muy especial. La experiencia que van a tener es maravillosa «“nos dijeron-. Además, el sonido los va a ayudar muchísimo. Esta todo muy bien pensado. ¿Saben qué? La pirámide está construida en un terreno consagrado por los indios Comechingones, y orientada siguiendo las indicaciones que nos diera muy especialmente don Pedro Romaniuk, después de haber realizado un pormenorizado estudio con un péndulo.

No acote nada.

Tenía referencias de Romaniuk. Lo conocía desde mi adolescencia. Había leído algunos de sus libros, incluso asistido a un par de charlas en la ciudad de Mar del Plata. Hacía mucho tiempo que no escuchaba su nombre, pero lo recordaba. Él había sido uno de los principales responsables, junto con Fabio Zerpa, de mi total desencanto y tránsito hacia el descreimiento absoluto respecto de los ovnis. Los estrambóticos y rocambolescos argumentos que ese hombre dio a lo largo de su vida (murió en 2009) me abrieron los ojos, llevándome por un camino que, de seguro, no era el que el pretendía yo siguiera al momento de dar sus delirantes conferencias. El diario Critica lo llamo «el patriarca de los platos voladores«. Bien merecido lo tiene. Fue, de hecho, uno de los primeros en hablar sobre el tema y autor, desde la década de 1960, de más de 24 libros. Como amigo personal de Benjamín Solari Parravicini, Romaniuk incursiono también el tema de las profecías y, obviamente, no dejo de lado la temática de los intraterrestres de Erks y la ciudad subterránea del Uritorco. Ha sido, sin duda, uno de los que contribuyeron a la construcción del mito contemporáneo más famoso de Capilla del Monte.

No me sorprendió que «Don Pedro«, como lo siguen llamando con respeto sus seguidores, hubiera, con un péndulo, dado la ubicación cósmica adecuada a una pirámide de energía armonizadora. Iba con su estilo. .Que otra cosa podía esperarse de un hombre que afirmaba recibir mensajes telepáticos de extraterrestres y decía ser el creador de la Terapia Psicotrónica Piramidal, entre otras tantas cosas?[1]

Como dije anteriormente, guarde silencio y espere llegar al lugar.

imageimagePirámide energética de Capilla del Monte

Ascendimos por una escalinata de material que trepaba un inmenso roquedal y para cuando llegamos a la cima creí, en un primer momento, haber sido transportado hasta la mítica Área 51[2].

Allí, justo enfrente de nosotros la reducida pirámide semejaba una nave alienígena que acababa de aterrizar. El paisaje, la altura en la que estábamos y las siempre misteriosas sierras que nos rodeaban, crearon el marco perfecto para el inicio de un capítulo de Los Expedientes Secretos X. Solo faltaba que de su interior surgieran extraterrestres grises y nos abdujeran. Afortunadamente, nada de eso ocurrió. Por el contrario, fuimos nosotros (mi mujer, la guía espiritual y yo) los que entramos en la construcción voluntariamente.

Hacía calor.

Mucho calor.

Un rico aroma a lavanda, mezclado con algún tipo de incienso, deleito nuestro sentido del olfato. Unas pocas velitas prendidas hicieron que nuestras sombras se volvieran muy movedizas al reflejarse en las paredes inclinadas.

«• Tengan cuidado con la cabeza. Es muy bajo «•me señaló la anfitriona»•. Acuéstense en las colchonetas que están en el piso. Pónganse cómodos. Relájense. Dejen que su cuerpo físico encuentre la posición que más desee.

El sol se acaba de poner, pero ahí adentro el calor acumulado era insoportable.

Obedecimos. Me quite los lentes, afloje mi pantalón y me deje llevar por el sonido del gong tibetano.

La sesión fue mucho más larga de lo que podía haber imaginado. Casi una hora y cuarto. Aun así, a pesar de la temperatura condensada (¿o era la energía cósmica y yo no me di cuenta de ello?) fue una experiencia por demás agradable. Relajante. La voz de la mujer era fabulosa y, combinada con las rítmicas resonancias del instrumento oriental y los dulces mantras que cantaba muy bajito, tanto Vero como yo alcanzamos un absoluto estado de relajación. Estoy convencido que, de haber habido un ventilador, hubiera dormido una siesta espectacular. Pero el calor, el maldito calor, me quitaba el aire. Don Pedro (dije «Don«, no «San«), había obviado ese detalle.

Cuando la guía dio por terminado todo, salí corriendo a tomar aire fresco. Me estaba asfixiando.

«•!Cuidado con la cabeza! «•alcanzo a decir.

Demasiado tarde.

Algo era evidente: seguía desarmonizado con el entorno.

imageAnochecer en Capilla del Monte

Afortunadamente, las experiencias alternativas, como suelen ser llamadas, no terminaron aquella noche. En el viaje de regreso a Capilla, la guía de voz angelical nos comentó que tanto ella como Larry tenían una excelente relación con el propietario del Hotel Roma y que, si lo deseábamos, podían combinar un encuentro con él, a fin de participar en un ritual idéntico a los que solían organizarse, durante primera parte de la década de 1980, en la zona de Los Terrones.

Aceptamos sin dudarlo un segundo.

imageimageRepresentación de los rituales celebrados en la zona del Uritorco y Los Diarios de Erks

Todo aquel que haya indagado algo sobre la historia esotérico-mística de Capilla del Monte sabe que Ángel Cristo Acoglanis fue su principal puntal. Con él se inició todo, mucho antes de que los marcianos dejaran la huella en el cerro con nombre de ave. Es el punto Alfa de toda esta historia. La simiente primera. El responsable de la construcción imaginaria de la ciudad subterránea de Erks y el gurú principal en las ceremonias que el ideo y llevo a cabo en la región de Los Terrones.

Acoglanis dijo ser muchas cosas a lo largo de su vida. Griego, medico, iniciado tibetano, sanador, contactado y hasta extraterrestre. Nada de todas estas cosas han sido fehacientemente comprobadas, en especial su origen extraplanetario, por lo que toda su vida está envuelta en exageraciones, mentiras y, como no podía ser de otra manera, misterio. Su trágica muerte, acaecida en Buenos Aires mientras atendía pacientes en su consultorio, fue portada de todos los diarios en abril de 1989; cuando Rubén Antonio, uno de sus discípulos más cercanos y hermano del conocido financista peronista, Jorge Antonio, lo acribillo a balazos, para luego entregarse a la policía.

Nunca se supo a ciencia cierta el móvil del crimen. Algunos adujeron que fue una cuestión pasional (cuernos de por medio), otros un ajuste de cuentas por deudas impagas. Pero la personalidad e historia de Acoglanis habilitaron interpretaciones mucho más conspirativas, como aquella que dice que su muerte estuvo organizada por agentes secretos de oscuras agencias, los famosos Hombres de Negro, encargados de silenciar a todos aquellos que se inmiscuían con el tema ovni. Y si de ovnis, extraterrestres y seres de luz provenientes de otras partes del cosmos hablamos, Acoglanis estaba metido hasta el cuello.

De acuerdo con sus escritos y a los dichos de quienes lo siguieron, Acoglanis tenía contactos con los habitantes de Erks, a los que convocaba por las noches en rituales colectivos. En esas oportunidades, y mientras vestía un túnica de color blanco y repetía mantras en un idioma cósmico (¿?), el extraño medico era canalizado (poseído) por el espíritu de un ser de otro mundo llamado Sarumah. Era esta «jerarquía» extraterrestre la que hablaba a través de Acoglanis, dejando mensajes de amor y paz; al tiempo que advertía sobre una catástrofe planetaria, de la cual solo zafarian uno pocos iluminados: los elegidos por el propio Sarumah/Acoglanis. Pero no era solo eso. También en esas reuniones se podía ser testigo de eventos extraordinarios: luces (naves) sobrevolando la zona, iridiscencias que respondían a los presentes, prendiendo y apagando estrellas, incluso la mismísima materialización de la ciudad de Erks en valles donde, hasta hacia solo segundos, existían piedras y pastos duros.

Muchas personas juran haberla visto y Larry había sido explícito al respecto en Las Puertas del Cielo. Pero más allá de su puntero laser y los orbs, nosotros estuvimos impedidos de tal privilegio. De seguro no estábamos preparados espiritualmente para ello. Era vox populi en el ambiente que «solo los puro de corazón» podían visualizarla.

Entonces, fuimos presentados al dueño del Hotel Roma: Osvaldo Allie.

imagePortal de Erks

De mediana estatura, delgado, agradable y generoso, el hotelero, cuya familia es la de mayor trayectoria en el rubro en Capilla del Monte, además de convencido creyente en todo lo referido a Erks, los intra y extraterrestres, es ingeniero químico y excelente relator. Su voz calma seduce al instante, acompañada por el don de gente que trasunta no bien uno le estrecha la mano. Ejerció varios cargos públicos a lo largo del tiempo, aunque todo indica que la política termino desilusionándolo. No ocurrió eso, claro está, con Ángel Acoglanis, su amigo personal y de quien guarda un afectuoso, agradecido y profundo recuerdo. No es para menos: Osvaldo Allie fue uno de sus discípulos más cercanos y el heredero, en gran parte, del legado esotérico-místico que dejara el «medico griego».

Aunque como escéptico que soy, no comparto (y soy critico) de todo lo que se ha dicho y dice sobre Erks, guardo por Allie un gran respeto. Vemos el mundo de diferente manera. No tengo la cabeza tan abierta como se supone habría que tenerla para considerar que la presencia de extraterrestres es algo tan común y corriente como un burrito serrano. Partimos de paradigmas diferentes y lo más probable es que jamás nos pongamos de acuerdo en cuestiones de base. Así todo, con su pausada y equilibrada forma de decir las cosas es capaz de convencer al más incrédulo sobre la realidad de las experiencias personales que dice haber vivenciado. Y les aseguro que son muy poco comunes.

«• Con Ángel fui a Los Terrones innumerable cantidad de veces «•me relato»•. Allí ocurrían cosas que solo estando presente es posible creerlas. En ese sitio se comunicaba con las Jerarquías de Erks. Incluso, en varias ocasiones, se abría un «puente de luz» por el que Ángel caminaba hasta desaparecer. Al regresar, minutos después, traía mensajes maravillosos. Universales. Una vez fui invitado por el a cruzarlo. Entramos en Erks y lo que recuerdo haber visto ahí solo yo puedo sentirlo. Es difícil explicarlo con palabras. Era un espacio enorme. Semejante a un hangar inmenso. Tan grande como el Cerro Uritorco. Recuerdo haber visto depósitos (tanques) que parecían estar hechos de acero inoxidable, gigantescos, y más allá, a un costado lo que parecían ser tubos por donde circulaban muchísimas naves, como si fueran autopistas[3].

No supe que decir.

Todo eso estaba mucho más allá de mi forma de ver el mundo.

Pero no fue todo. Sin prurito de ningún tipo, Allie prosiguió contando sus experiencias.

«• Ángel afirmaba que los Hermanos Cósmicos estuvieron desde siempre con nosotros y que actualmente están en la ciudad de Erks, trabajando sin cesar para el perfeccionamiento del hombre, tanto en el plano físico como en el anímico y espiritual. Solo así podremos en el futuro reunirnos con ellos, nuestros hermanos de luz. Para Ángel, Erks era el polo espiritual más grande de la Tierra y tenía contacto directo con él. Sus trabajos energéticos y las decodificaciones que Ángel hizo de los mensajes que les dieron obligaron a que la NASA mandara investigadores a Capilla del Monte para estudiarlo. Se entrevistaron con él. Trajeron aparatos para realizar mediciones e intercambiaron conocimientos. El legado de Ángel es maravilloso, tanto para la medicina como para la física cuántica. Gracias a esos saberes fue posible que se construyeran, más tarde, aparatos como los resonadores magnéticos, lo tomógrafos y los hilos electrónicos.

Seguí sin decir nada. No podía creer ni una sola palabra de lo que me contaba. Y sigo sin hacerlo, aunque debo confesar que lo vi absolutamente convencido de cada frase que articuló. Ser incrédulo no significa dejar de ser curioso, especialmente cuando el interés por la historia esotérica de Capilla el Monte es algo genuino y, a mi criterio, digno de ser analizado.

«• Yo a Ángel lo conozco desde el año 1972, 1973, cuando el venia de manera bastante personalizada, buscando el punto que le habían indicado (los extraterrestres). En ese momento él lo hacía con su señora (en algunas oportunidades) y después con un grupo muy reducido de gente, hasta supo que la zona era Terrones. A partir de ahí empezó a trabajar y a prepararse para la apertura. Le llevo prácticamente todo un año encontrarla. Los primeros compañeros de esa búsqueda fueron, Ángel, por supuesto, Betty, su esposa, la doctora que era su socia (casada con quien más tarde lo asesinara), el señor Casco, a mí, que me llevaba un poco de ayudante, y un baqueano de la zona, que trabajo en el hotel desde chico, que se llamaba Pequello. Este hombre conocía como la palma de su mano la cadena de las sierras de ambos lados. Ángel con él tenía largas charlas. Era como si estuviera charlando con un hombre sabio. Hoy me doy cuenta: Ángel estaba viendo a un maestro nato de la zona»[4].

Yo sabía, por interpósitas personas, que esas famosas ceremonia se seguían practicando en Los Terrones.

«•Si, es cierto. Pero ya no tengo acceso ilimitado. Ahora hay que pagar para poder ingresar de noche. De todos modos, Ángel, antes de morir, me llevo a un sitio y me dijo: «Si alguna vez te niegan el ingreso, vení a este punto, frente al Uritorco, que está en dirección directa al lugar donde hacíamos las ceremonias». Si querés puedo llevarte esta noche y ver si aparece algo»¦

No pude creer lo que me proponía. Mire a mi mujer y asentimos sin dudarlo. No iba a perderme de ninguna manera la oportunidad de revivir el mismo camino, los mismos rituales de los que tanto había oído en los últimos dos años.

¿Que era lo que podían llegar a aparecer?

Las luces de Erks, por supuesto.

imageimageSitio exacto a donde fuimos llevados la noche del 13 de enero de 2016. El Cerro Uritorco, a muy pocas cuadras de La Toma. Justo detrás del cerro que aparece en la foto se levantan Los Terrones (según nos indicaran). Foto sacada varios días después, cerca del mediodía.

Nos reunimos en el hall del Hotel Roma a las 21:30 horas. No sé porque pensé que iríamos con otras personas. Me sorprendió que estuviéramos solos. Vero y yo.

Allie nos recibió con la amabilidad de siempre.

«• Vamos a tener que esperar que baje un poco la luna «•dijo, asomándose a la calle y mirando el cielo.

Era una noche perfecta. Estrellada, con luna en creciente y una temperatura ideal. La verdad es que no entendí que quería decir con «que bajara la luna«. Después me entere: significaba que se pusiera detrás de las sierras, oscureciendo aún más el paisaje nocturno. Pero la luna no bajo lo suficiente. Una muy débil claridad envolvía el cielo[5].

Pasadas las 22 horas subimos al auto de Allie y encaramos hacia el punto que, años antes, le había señalado Acoglanis. Era muy cerca de la zona llamada La Toma, en la base del Uritorco. Descendimos y nos paramos frente al gigantesco cerro, que apenas distinguíamos en la oscuridad. No veíamos casi nada. El motor y las luces del auto se apagaron. Nos sentimos como topos en sus madrigueras.

«• Relájense. Respiren hondo y traten de ver y sentir con el corazón, que si Ellos quieren les mostraran «•dijo con voz tranquila y, acto seguido, pidió permiso a los Señores del Norte, Hermanos de Erks, iniciando una serie de frases en el idioma cósmico que ya conocíamos (el Irdin) al tiempo que movía en circulo su mano izquierda y mantenía extendida la derecha hacia el Uritorco.

Pregunte si había que tener los ojos abiertos y dijo que sí.

Entonces, al cabo de unos 10 minutos, tanto mi esposa como yo, empezamos a ser testigos de algo asombroso. Algo que jamás creímos poder ver esa noche. Algo que, por un rato, hizo que temblequearan todas nuestras creencias (o mejor dicho, no-creencias)[6].

Con la mirada fija en la oscuridad, y un telón de fondo negro, donde apenas podíamos distinguir en color más negro el contorno del cerro, empezamos a ver como una niebla blanca iba cubriendo, en lentos movimientos, la copa de los árboles que crecían en las laderas del Uritorco. Parecía arrastrarse suavemente, inundando lo que hasta hacia segundos era una boca de lobo.

Mire a Vero.

«• ¿Vos ves lo que yo veo? «• pregunte.

«• La niebla»¦ Si «• respondió tan sorprendida como yo.

Esa masa gaseosa tenía un tenue brillo. Muy apagado, pero perceptible perfectamente.

«• Se están manifestando «• dijo Allie.

Para cuando termino la frase, las laderas del cerro parecían nevadas.

«• Pero»¦ ¿qué es todo esto?

No procure respuesta alguna. Era una pregunta retórica. Algo muy extraño estaba pasando y en ese momento no supe darle la explicación razonable que debía tener.

De pronto, Verónica señaló la cima del cerro (la que sobresalía en medio de dos lomadas «“Ver fotos).

«• Mira»¦ allá arriba. Al medio. En la cumbre.

Detuve mis ojos en el sitio indicado y, para mi sorpresa, observé como la parte más elevada del Uritorco se iluminaba desde abajo. Como si con reflectores estuvieran barriendo sus paredes de piedra. Era una luz de tinte amarillento. Suave en intensidad (como la niebla). La vimos por unos cinco minutos aproximadamente y, de golpe, se apagó.

Vero me tomo del brazo. Nos miramos sorprendidos. Allie guardo silencio. Pregunté si podía sacar fotos. Allie asintió. Y cuando creíamos que todo había pasado, que ya nada podía sorprender nuestros sentidos, ambos, mi mujer y yo, volvimos a ver en esa misma cima de 1979 metros de altura algo rarísimo: una especie de cascada de color rojo. Rojo rubí. Semejaba lava volcánica deslizándose por la ladera superior. De arriba hacia abajo.

«• ¿Vos ves eso? «• volví a inquirirle, sin detallar que veía.

«• Si»¦ Una cascada de color rojo.

No había duda. Observábamos lo mismo. O al menos creíamos estar observando lo mismo.

Permanecimos unos minutos mirando ese fenómeno, en principio, extraño. Enfoque a la «cascada» y dispare varias veces la cámara. Mire la pantalla. No había salido nada. Solo orbs. Polvo suspendido. Entonces, «la visión» también desapareció, desvaneciéndose gradualmente del cerro.

Vero volvió a señalar la cumbre.

«• Estoy viendo una luz roja. Redonda. Y late como lo haría un corazón. ¿La ves? Alla, a la

derecha»¦

No vi nada.

Absolutamente nada.

Pensé que me estaba embromando. Pero insistió con seriedad. Seguí sin ver nada. Todo se había vuelto oscuro de nuevo y la extraña niebla volvió a tapizar el paisaje nocturno. Un tiempo después, también ella se desvaneció junto a la luz roja que mi esposa acababa de ver.

imageimageImágenes tomadas el 13 de diciembre 2016. No se observa ni la niebla, ni los «reflectores» ni la cascada. Sólo orbs (polvo en suspensión iluminado por el flash)

Nos quedamos unos minutos más parados en silencio. Mi cabeza hervía de preguntas. Claro que las respuestas que me daba nuestro anfitrión no me satisfacían.

Para el, los orbs también eran entidades energéticas.

Terminado el show subimos al auto y regresamos a Capilla del Monte.

Para entonces, ya empezaba a pergeñar una respuesta racional a lo que habíamos visto.

EPILOGO

ELEMENTAL, MI QUERIDO WATSON

«Dos cosas no relacionadas entre sí, creer en las dos,

y con la idea de que, en algún lugar, hay una tercera,

oculta, que las vincula, esto es credulidad».

Umberto Eco

El Péndulo de Foucault, 1997, Pág. 74

Somos animales diurnos.

No estamos adaptados para ver bien en la oscuridad. Si así fuera nos brillarían los ojos al encerrarnos en un cuarto casi sin luz y menudo susto nos llevaríamos con solo observarnos en el espejo.

Esa noche, frente al Uritorco, desde el principio corríamos con desventajas.

La noche era oscura, pero no por completo. Una delgada medialuna en fase creciente colgaba del cielo, otorgando una claridad débil, mínima, lechosa, como la mismísima niebla que divisamos sobre los árboles de la ladera. Por otro lado, ese primer y «misterioso paisaje nevado» que captamos solo fue apareciendo lentamente, cuando nuestro sentido de la vista se adaptó de manera gradual a la falta de luz (que insisto, no era absoluta). En esas circunstancias, el iris se abrió, las pupilas se dilataron, y la poca luz del ambiente nos permitió ver lo que creímos era una neblina blancuzca. Es decir, empezamos a distinguir cosas en un medio que los especialista denominan escotópico, al que no estamos habituados. Por otro lado, el zarandeo lógico de las copas de los árboles, producto de la brisa (no había viento), genero la ilusión de movimiento, de traslado, al que hice referencia.

No soy oftalmólogo, pero basto indagar un poco por Internet para encontrar una respuesta racional a la supuesta cascada carmesí. Tratare de ser sintético y claro.

En nuestros ojos tenemos dos tipos de células encargadas de ver: conos y bastones. Los conos son los encargados de diferenciar los colores y son de tres tipos: los que detectan el color rojo, el azul y el verde. Pero para funcionar necesitan mucha luz. Los bastones, por el contrario, son los encargados de detectar la luminosidad y trabajan muy bien en la oscuridad. Por eso generalmente, a oscuras, vemos en blanco y negro. Pero hay casos en los que podemos detectar el color rojo.

Justamente el mismo color de la supuesta cascada. ¿Cuando es eso factible? Cuando sacamos fotos con un flash (tal y como lo hice esa noche). En esos casos, con las pupilas dilatadas, al recibir el fogonazo de luz, «iluminamos» el ojo por dentro, que al ser tan rápido no es capaz de cerrar la pupila a tiempo, y lo que vemos es la sangre del fondo del ojo.

Tal vez esa sea la causa. Pero puede haber otras complementarias.

Varios días después de la «erksperiencia» nocturna en la base del cerro, decidí escalarlo y llegar a la cumbre. Si el famoso periodista sensacionalista José De Zer había dicho la verdad en 1986 por Nuevediario, hasta podría tener la suerte de toparme con algún «marciano» vagando por la cima. Lamentablemente no lleve conmigo a ningún «Chango» que me siguiera con una filmadora. Tuve que contentarme con mi sencilla Canon PowerShot SX160 IS (que fue con las que capte todas las fotos que aparecen en esta crónica).

El ascenso fue agotador, aunque la bajada resulto mil veces peor; especialmente calzando zapatillas no adaptadas para esos menesteres y con suelas en extremo delgadas. Por años mantendré, en la planta de los pies, el recuerdo de cada maldita piedra del Uritorco. Pero el esfuerzo (más allá del logro personal, a mis 52 años y con dos décadas y media de cigarrillos encima) valió la pena.

Ver de más cerca las cosas suele ser revelador. Y fue lo que ocurrió.

En el quinto y último descanso antes de llegar a la cima, conocido turísticamente como El valle de los Espíritus (1570 msnm), observe con más detalle el punto exacto en donde, 13 noches antes, habíamos visto la «cascada roja«; y para mi sorpresa, el sector tenía justamente el aspecto de una cascada (lítica).

imageimageSector de la «cascada» lítica en el Cerro Uritorco

Que haya sido en ese sitio y no en otro, no era casualidad.

Por otra parte, algo que tampoco podíamos ver por la noche, pero que allí estaba, es el color rojo que tienen muchas de las formaciones rocosas que componen el cerro Uritorco y que, probablemente ayudo a crear la ilusión óptica de la cascada rubí.

imageimageimageRocas de color rojo que, posiblemente, ayudaron a conformar la ilusión óptica

En síntesis, creo que hay explicaciones racionales para explicar lo que vimos esa noche inolvidable.

En lo personal, considero que es siempre conveniente seguir el principio metodológico planteado por Guillermo de Occam: «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable«. Es decir, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

En mi estado evolutivo de conciencia sigo creyendo difícil de creer que los orbs son entidades inteligentes que nos vigilan, o que las luces que vimos con mi esposa en el Uritorco eran la prueba inequívoca de la existencia de la ciudad de Erks. Estoy convencido de que todo aquello fue la sumatoria de una serie de fenómenos naturales y psicológicos concatenados: sugestión, reflejos lunares, un marco de observación poco propicio y un ojo humano no evolucionado para ver en la oscuridad.

Nada fue tan contundente. Nada resulto claro, inequívoco. Todo «parecía» ser tal o cual cosa. Los marcianos no hicieron acto de presencia. Tampoco sus naves. Menos que menos la mítica ciudad subterránea.

En el fondo todo es cuestión de interpretación. Y en eso, jamás podre ponerme de acuerdo con aquellos que interpretan el mundo con una mirada imbuida por el pensamiento mágico, la mística y el esoterismo.

Cuando oigo ruido de cascos en el piso pienso en caballos, no en unicornios.

FJSR

BUENOS AIRES

FEBRERO 2016.


[1] Para ver de qué manera se expresaba (y que expresaba) Romaniuk, como representante número uno en el universo de los conspiranóicos, véase en Web https://www.youtube.com/watch?v=BaPP515JMCQ

[2] Para tener un vistazo general del mito véase Wikipedia Área 51. disponible en Web: https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81rea_51#El_.C3.81rea_51_en_la_cultura_popular

[3] Testimonio dado personalmente en enero de 2016.

[4] Testimonia dado en el programa radial Peregrinos. Disponible en Web: http://www.ivoox.com/entrevista-a-osvaldoallie-experiencias-erks-audios-mp3_rf_8357312_1.html

[5] Véase fase de la luna el 13 enero 2016: http://www.vercalendario.info/es/luna/argentina-13-enero-2016.html

[6] Lo que transcribo a continuación es la descripción que escribí inmediatamente después de los «sucesos». Ya sabemos todos lo retorcida y fantasiosa que suele ser la memoria.

Erksperiencias en el Uritorco (1)

ERKSPERIENCIAS EN EL URITORCO

Crónica de un viaje al mundo esotérico de Capilla del Monte

Por Fernando Jorge Soto Roland[1]

imageBase del Cerro Uritorco. Sitio en donde dicen se avistan las luces de la ciudad extraterrestre de ERKS

INTRODUCCIÓN

Desde mediados de la década de 1980 la ciudad serrana de Capilla del Monte (Provincia de Córdoba, Argentina) es conocida mundialmente por ser una de las capitales más importantes del esoterismo y la ovnilogía del país. El supuesto aterrizaje de una nave extraterrestre el 9 de enero de 1986 en las faldas del Cerro El Pajarillo, vecino a otro pico famoso, El Uritorco (1.979 m.s.n.m), marcó un antes y un después en la historia del pueblo. A partir de entonces un sinnúmero de personas, con claras inclinaciones místicas, se convirtieron en visitantes asiduos del lugar y la industria del turismo se disparó como nunca, beneficiando económicamente a toda la comunidad local. Pero la aparente «huella» que el mentado ovni dejo grabada en las sierras no fue todo. Al poco tiempo (meses) empezó a circular el rumor, y más tarde la certeza, de que en el interior del Uritorco se levantaba una ciudad subterránea de origen alienígena conocida con el nombre de ERKS, sigla que al decir de su gurú más destacado, Ángel Cristo Acoglanis (asesinado en abril de 1989), significaría Encuentro de Remanentes Kosmicos Siderales; una especie de Arca de Noe a donde serán trasladados (según sus portavoces) algunos pocos elegidos, el día en que la Tierra estalle en un caos terminal que aniquile a toda la especie humana.

Alrededor de estos dos extraordinarios sucesos se construyó (y sostiene) el moderno turismo esotérico-energético de la región; que ha congregado, a lo largo de los últimos 30 años, a toda una singular fauna mística en la que se incluyen contactados (personas que dicen tener relaciones telepáticas y personales con seres de otras galaxias), terapeutas energéticos, especialistas en ovnis, sanadores y chamanes, gemólogos, incluso budistas, hinduistas, especialistas en Reiki, alquimistas, teósofos, practicantes del hermetismo, adivinos, veganos, vegetarianos e hippies.

Recorrer Capilla del Monte es anoticiarse de la existencia de decenas de terapias alternativas que van desde la clásica homeopatía (y sus famosas Flores de Bach) pasando por la cromoterapia (sanación a través de los colores), sesiones de curación por medio del canto, la recomposición de la armonía del aura o el diagnóstico de enfermedades a través de runas vikingas. Decenas de carteles, pegados por todos lados, anuncias cursos, talleres y sesiones de todo tipo, conferencias y charlas sobre misterios sin resolver (que ellos resuelven o tienen resueltos de entrada) y temáticas relacionadas con la energía. Una energía que según indican esta por todas partes; y que el propio gobierno municipal ha aceptado como slogan del pueblo para atraer a los miles y miles de creyentes que arriban a ese rincón cordobés todos los veranos y vacaciones de invierno.

En Capilla del Monte todo parece ser interpretado con parámetros distintos a los que estamos acostumbrados. Hasta un simple bichito de luz volando en la oscuridad es visto como una señal de algo trascendente, como un regalo de la divinidad o, incluso, como una manifestación material de los Hermanos Superiores que habitan ERKS, y con los cuales muchos se sienten protegidos y vigilados. Allí lo fantástico y lo real desdibujan sus fronteras. Todo es posible. La historia misma de la humanidad es reescrita en clave esotérica y las conspiraciones, al estilo X-Files, algo cotidiano. Pero lo más maravilloso es que nadie discute nada. Ninguno quiere pasar por aguafiestas y quedar mal parado ante un ejército de fervorosos creyentes, convencidos (no todos) de ese realismo mágico que divulgan a los cuatro vientos sin ponerse colorados.

Amo Capilla del Monte. Y, aunque critico frente a ese universo alternativo de la razón, he pasado en el pueblo algunos de los momentos más hermosos de mi vida. Adoro sus paisajes, su comida, su aire diáfano y también a su gente «rara». Que no comparta su cosmovisión no significa que no disfrute enormemente visitar la localidad y ver el mundo con otros ojos; tal vez con una gran cuota de ironía, que nunca ha pretendido ser despectiva, aunque por momentos lo parezca.

Viaje a Capilla del Monte a pasar mis vacaciones de verano en 2016 (hace muy pocos días) con la esperanza de descansar y también de seguir tratando de comprender mejor el fenómeno místico que arrastra desde hace tres décadas. Lo que jamás imagine es que ese viaje resultara tan productivo y lleno de situaciones extrañas.

Esta es la crónica de mis ultimas experiencias en el lugar[2].

FJSR

Buenos Aires

Febrero 2016

PRIMERA PARTE: LAS PUERTAS DEL CIELO

imagePuertas del Cielo, Quebrada de Luna

«Portal- 21 de marzo 2016.

Meditando en la luz de tu propio ser.

Preparándonos para la activación del

3° anillo galáctico interdimensional (sic).

Están todos invitados aquí los jueves 19 hs».

Cartel pegado en la vidriera del restaurante vegetariano Sananda de Capilla del Monte.

Luz.

Amor.

Energía.

Equilibrio.

Vibraciones positivas.

Armonización interna.

Felicidad.

Estas y otras experiencias son las que nos prometieron alcanzar, a mi esposa y a mí, cuando contratamos la excursión que nos llevaría a las Grutas de Ongamira y al paraje conocido como Las Puertas del Cielo, a poco más de 18 Km. de la ciudad de Capilla del Monte.

Ya conocíamos esos sitios de un viaje anterior, pero queríamos repetirlo de la mano de uno de los guías más famoso de la región, el mediático Jorge «Larry» Roldan Montoya, un descendiente de los aborígenes que habitaron esas sierras hace más de 400 años (los Comechingones) y referente obligado en decenas de documentales de televisión, libros y noticieros que abordan la temática extraterrestre. Como baqueano, conocedor del territorio y empresario, no hay con que darle. Larry se las sabe todas y explota con éxito los conocimientos adquiridos a lo largo de 28 años de experiencia. Ha logrado montar un negocio lucrativo y próspero en el rubro del turismo alternativo; incluso es propietario de una pirámide energética en las inmediaciones de El Zapato (formación rocosa famosa por tener el aspecto de un calzado humano), en cuyo interior se llevan a cabo sesiones privadas de armonización, en verdad relajantes, como relatare más adelante. Pero lo que más nos interesaba esta vez era la posibilidad llegar con el hasta el Valle de Erks y tener la posibilidad de ver las mentadas luces de la subterránea urbe extraterrestre de la que tanto hablan lugareños y místicos. Sabíamos que Larry era el guía oficial del Hotel Roma y que tenía excelentes contactos con la crema y nata de la sociedad esotérica del pueblo. Si había alguien indicado para romper con nuestro escepticismo definitivamente esa persona era él.

El Hotel Roma es uno de los emprendimientos hoteleros más antiguos y legendarios de Capilla del Monte. En 2017 (el año próximo) estará festejando sus primeros 100 años de actividad interrumpida, y a lo largo de todo este tiempo acogió en sus habitaciones a los más renombrados místicos argentinos, y también extranjeros. Como bien dice un dicho, «en cuestiones esotéricas todos los caminos conducen al Roma«[3]. Y algo de eso debe ser cierto. Por el han pasado inefables personajes como Pedro Romaniuk, Fabio Zerpa, Ángel Acoglanis, Triguerihno, Guillermo Terrera, Sixto Paz Wells, Ricardo Gonzales, Indra Devi y Raúl Abel Bagatello, entre otros «autoconvocados«, «peregrinos» y «contactados«, como gustan de ser llamados.

Todos y cada uno de estos individuos dicen arrastrar una larga historia de tratos con seres espirituales, extraterrestres y entidades de luz que ponen en entredicho los más de 300 años de racionalismo occidental. Pero en esta oportunidad no buscábamos con Verónica (mi mujer) racionalismo alguno. Deseábamos sumergirnos en el corazón del esoterismo vernáculo del pueblo y, como dije antes, Larry Roldan Montoya era el camino más directo que habíamos encontrado para concretar ese objetivo.

No nos equivocamos.

imageHotel Roma.

imageLegendario centro de reunión de los principales místicos de Capilla del Monte

Salimos en combi de Capilla del Monte promediando las 15 horas. Fuimos los últimos en ser recogidos en las puertas mismas del hotel donde parábamos, razón por la cual el vehículo estaba completo y no nos quedó otra opción que ocupar las butacas de más atrás. No demasiado cómodas por cierto, pero ideales para tener una composición global de todos aquellos que estábamos en el vehículo.

Éramos once. El chofer (un capillense nativo, lenguaraz y simpático), Larry (el líder el grupo), un matrimonio de La Plata (cuya mujer decía ser especialista en gemas y piedras), una pareja de Buenos Aires con su hijo pequeño, una chica de Entre Ríos, una señora de mediana edad (sumamente sensible a todo lo que se decía), Alondra (una terapeuta en reflexología y maestra de Reiki de origen uruguayo) y nosotros dos.

Era un grupo heterogéneo que, a poco de partir, no tardo en establecer una relación cordial, campechana y abierta a toda la información que Larry nos daba a medida que devorábamos distancia por la Ruta Nacional 38 y algo más tarde por la ya mítica Ruta Provincial 17, con dirección a Ongamira.

Toda la zona esta imbuida de una magia muy especial. El discurso místico la ha convertido en una región propicia para contactos con seres de otros mundos y tiene, según dicen, la capacidad de despertar a las conciencias dormidas. Se la conoce con el nombre de Quebrada de Luna, pero nada tiene que ver el satélite natural de la Tierra. La denominación proviene de uno de sus primeros propietarios, de apellido Luna, lo que le quito, desde mi punto de vista, un poco de misterio y romanticismo al asunto. De todos modos, el paisaje es imponente y lleno de belleza.

Larry se encargó de describirlo en detalle. Nos habló de sus plantas, de las propiedades curativas de las mismas y de la terrible «energía» que se podía percibir en cada uno de sus rincones. Y no era para menos. A poco de tomar la Ruta 17, se desplego a nuestra izquierda el cordón serrano que le diera fama a toda la región: la Sierra del Pajarillo, lugar donde la mitología local sostiene aterrizo (dejando una enorme huella de pasto quemado) una nave extraterrestre, el 9 de enero de 1986. La marca, por supuesto, ya no estaba pero Larry se desvivió en describirla, dando sus enormes dimensiones (unos 115 metros de largo y 95 metros de ancho)[4] y afirmando que aquello que había dejado la extraña quemazón había sido (a no dudarlo) una «Nave Madre» proveniente de otro planeta.

Nadie pregunto nada. Todos en la combi parecíamos aceptar sin objeciones la teoría. Verónica y yo nos callamos la boca. Estábamos en desventaja. La verdad es que no queríamos regresar a Capilla del Monte caminando.

imageSierras del Pajarillo

La primera parada en el camino la hicimos en un desvió (que no tomamos) y que conducía a un celebre lugar en la mitología capillense: Los Terrones.

Desde lejos observamos sus sinuosas formas pétreas que, producto de la erosión eólica y las lluvias a lo largo de cientos de miles de años, invitan a imaginar decenas de figuras que van desde rostros a objetos, siluetas humanas e, incluso, el perfil de una extraña y abandonada ciudad.

Los guías de turismo, siempre tan afectos a las pareidolias del paisaje, incitan a la fantasía dirigiendo la mirada y la atención de los visitantes; sugestionando sus sentidos al punto de que muchos, alimentados por el asombro inducido, se van con la idea de que todo es el producto de inteligencias superiores, capaces de manipular una tecnología ajena al conocimiento humano.

Los extraterrestres empiezan a ser vistos por todos lados.

imageLos Terrones

Pero Los Terrones son famosos por haber sido el escenario elegido por Ángel Acoglanis para llevar a cabo las ceremonias secretas en la que, según el mismo y la tradición oral, se convocaban, mediante mantras dichos en una lengua cósmica (el irdin), a las entidades («Jerarquías«) extraterrestres que habitaban Erks. De ese modo, estimulados por el poder mágico de las palabras, los alienígenas del mundo intraterreno se manifestaban en forma de luces, ante la atónita mirada de los acólitos del gurú.

Rituales de ese tipo (que se siguen practicando) son anteriores a la aparición de la extraña huella en El Pajarillo. Aun así, contribuyeron (y siguen contribuyendo) a engrosar el aura mística que toda la región en la que estábamos arrastra hasta el día de hoy.

imageLos Terrones, a sólo 14 Km. de Capilla del Monte. En este sitio Acoglanis convocaba a los extraterrestres en una singular ceremonia.

Nos sacamos unas cuantas fotos con Los Terrones como telón de fondo. Entretanto, Larry, haciendo gala de sus conocimientos en herboristería local, nos entregaba una gran variedad yuyos que, según indicaba, servían para curar todo tipo de dolencias. Desde una simple tos y gripe, hasta disfunciones renales, gástricas e impotencia sexual. No faltaron los chistes al respecto, especialmente por parte de las esposas presentes (aclaro que no la mía), y cuando aún resonaban las risotadas nerviosas de algunos de los hombres, volvimos a subir a la combi poniendo proa hacia nuestro próximo destino: las Grutas de Ongamira (previo y fugaz paso por un arroyo serrano, con supuestas aguas energizadas y curativas).

Llegamos a Ongamira pasada la media tarde. El sol de enero se negaba a desaparecer detrás del horizonte y amparados por sus rayos anaranjados algunos miembros del grupo decidieron pagar una entrada (el sitio es propiedad privada) y escalar las enormes rocas rojizas en las que se encuentran las mentadas cuevas, donde los indios Comechingones realizaban sus ceremonias religiosas antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI y levantaron un férrea (pero inútil) resistencia ante la invasión europea.

Poco es lo que se sabe de esta etnia. Fue erradicada en muy poco tiempo por la conquista ibérica y esa falta de datos es la que ha permitido que se dijera de ella cualquier cosa respecto de su origen y prácticas culturales. Hay algunos que han llegado a sostener que eran indios blancos, rubios y de ojos azules. Una «raza superior«. Nórdica. Pero no voy a detenerme en esos delirios racistas (ya lo he hecho en los artículos anteriormente sugeridos).

imageimageGrutas de Ongamira. A la izquierda: «La Calavera».

En Ongamira, con Vero, permanecimos en la base. Ya habíamos hecho el esfuerzo de subir, en julio de 2015, a la cima. Por lo tanto nos quedamos tomando un café con leche (empezaba a refrescar) y, en mi caso, a fumar unos cigarrillos en tanto inspeccionaba las inmediaciones y sacaba algunas fotos.

En el recorrido me tope con varios morteros de piedras (conanas) que, a modo de decoración, los propietarios habían desperdigado, rodeando la casa en donde nos atendían. Al observarlos no pude dejar de pensar en la cantidad de tonterías que había leído recientemente en un librito escrito por un místico cordobés, en el que se afirmaba sin pelos en la lengua que esos morteros eran instrumentos de poder. La universidad no me había dicho nada de todo eso. Pero, claro, como todos sabemos, las instituciones del Estado son parte de un complot de encubrimiento universal, tendiente a mantener en la ignorancia a la mayoría de los mortales.

imageMortero o conana de la etnia de los Comechingones

Uno de los principales responsables de la difusión de estos delirios fue, a no dudarlo, un pseudo-historiador-antropólogo (era en verdad abogado de profesión) llamado Guillermo Alfredo Terrera, autor de una serie de libros autoeditados en los que, partiendo de la casi total ausencia de fuentes, invento la historia de los Comechingones a gusto y piacere, mezclando contenidos provenientes de otras culturas precolombinas con parte de la moderna mitología ovni (engendrada por escritores como Erich Von Däniken) y el esoterismo[5].

Gracias a Terrera sabemos que los morteros cumplían no solo una función alimentaria (moler semillas) sino también que eran utilizados en ritos mágicos y sagrados. Pero dejemos que sea el propio «especialista» el que nos lo cuente.

«En la parte inferior de los morteros «“escribió- estaba representado el COSMOS con sus campos de fuerza dextrógiros y levógiros, y esta ENERGIA se podía percibir con solo introducir la mano dentro de la concavidad del mortero. Si este poseía poderes mágicos, el alimento preparado dentro del mismo adquiría una FUERZA COSMICA que se transmitía a quienes lo comiesen«[6].

Estuve a punto de pedir unos cuantos granitos de maíz y hacerme una polenta con tuco, pero sabía que no iba a tener tiempo. Difícil es encontrar algunos ingredientes para la salsa en sitios tan alejados. Además, los «escaladores» regresaron de las grutas más rápido de lo esperado y aun teníamos que hacer una última parada en las renombradas Puertas del Cielo. Tal vez allí si pudiera ser testigo de lo que Terrera también afirmaba en sus libros: «contemplar embelesado (como los Comechingones de su imaginario) las luces y entidades cósmicas que surcaban el cielo nocturno«.

imageArribo a Las Puertas del Cielo

Pasadas las ocho de la noche, la combi, tras desplazarse unos cuantos kilómetros siguiendo la polvorosa Ruta 17, arribo a un promontorio desde el que podía divisarse toda la Quebrada de Luna. El sol se ponía, ahora, con más velocidad y parte del cielo se convirtió en una inmensa acuarela de colores claros, en tanto que la otra mitad se cubría de nubes grises, amenazando con una tormenta que nunca llego. Caminamos siguiendo a Larry hasta un alambrado en que colgaba un cartel descolorido que decía «Prohibido pasar. Propiedad Privada» y haciendo caso omiso a la advertencia lo atravesamos e iniciamos el ascenso por un terreno que se elevaba un poco más. La vista del anochecer desde ese punto fue algo en verdad espectacular. Parecía que estábamos en el borde mismo del mundo.

imageimageEl sol se pone en Las Puertas del Cielo

Alcanzado un determinado punto en el terreno, Larry nos invitó a sentarnos en círculo, comunicándonos que sería la mística montevideana, Alondra, la encargada de llevar a cabo la ceremonia de invocación a las entidades de Erks. También nos advirtió que estábamos en una zona de mucha carga energética y que, en realidad, ese punto en el que acabábamos de sentarnos era un «Portal Dimensional«.

«•Mucha gente que ha venido acá ha podido ver las luces y la mismísima ciudad de Erks. Estamos en un sitio sagrado y de ahora en más puede que ocurran cosas maravillosas «“dijo el guía y, retirándose a nuestras espaldas, le cedió la batuta a la mujer.

Esta se sentó sobre una roca, mirando hacia el horizonte y pidió que cerráramos los ojos en silencio. No obedecí. No quería perderme de nada. Acto seguido, Alondra comenzó con el ritual.

Hablaba con voz muy baja. No se alcanza a oír bien lo que decía. El viento la tapaba. Aun así pudimos escuchar, entrecortadamente, que pedía permiso a los habitantes de Erks y agradecía a la Naturaleza el amor incondicional que tenía hacia nosotros.

Mire hacia un costado y observe que la turista sensible que tenía a unos metros de mí, apretaba muy fuerte los parpados y, tras adquirir la posición de loto, se balanceaba de adelante hacia atrás como si estuviera por entrar en trance; al tiempo que repetía, aparentemente, lo que Alondra decía. La mística pidió silencio una vez más y se mantuvo repitiendo frases en las que las palabras amor, felicidad y energía se sucedían una detrás de la otra. Así pasaron unos quince minutos y la noche nos alcanzó.

Miré hacia la porción de cielo que no estaba nublada y distinguí las primeras estrellas. Todas permanecieron en su sitio. Ninguna se movió. Ni una sola nave hizo acto de presencia y, menos que menos, las luminarias de la mitológica ciudad intraterrena. Era una noche de campo común y corriente. Bellísima, pero nada fuera de este mundo se materializo. Al menos ante mi escéptica mirada.

Cuando la pitonisa termino con su ritual, se puso de pie. Pregunto si habíamos podido visualizar la cueva y, dentro de ella, el gran cristal. No respondí. No quería pasar por aguafiestas. Solo la mujer de la posición de loto contesto afirmativamente, agregando que también había observado una luz verde recorrer las rocas y las copas de los pocos arbustos que crecían en el lugar.

Mire a mi esposa con sorna y levante las cejas. Entonces, ante mi sorpresa, una luz verde clara, muy nítida y de forma redondeada, recorrió el paisaje que nos circundaba.

«• !Fui yo! «“exclamo Larry riendo y con una linterna laser en la mano. «“La traje para señalarles accidentes geográficos del terreno. .Ven? Aquel pico que se ve allá lejos es el Uritorco»¦

Me sonreí. La mujer, desilusionada, también. La gran ceremonia había terminado y en plena oscuridad empezamos el descenso hacia la combi.

«• Todo parece que hoy no pasara nada -dijo el guía. «“Pero saquen fotos. Muchas veces aparecen flotando entidades. Las llamamos orbs.

imageOrbs ¿o seres lumínicos provenientes de Erks?

Conocía ese término.

Es la forma de nombrar a las inesperadas anomalías visuales que aparecen en fotos y videos. Suelen tener forma redonda y son muy luminosas. Los caza fantasmas actuales también refieren a ellas en muchos de sus escritos y no son pocos los que, como Larry, las interpretan como entidades inteligentes de energía pura que monitorean a los seres humanos. En realidad no son más que las partículas en suspensión iluminadas por el flash de las maquinas fotográficas (en especial las digitales y de celulares) o suciedad en la lente. Pero para entonces nada de eso importaba. Los gritos de sorpresa inundaron el oscuro valle.

Finalmente, las entidades de Erks empezaban a manifestarse en las fotografías que todos sacamos.

Regresamos a Capilla del Monte pasadas las diez y media de la noche. Pero eso no era todo.

Lo mejor aún estaba por suceder.


[1] Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP.

[2] Véase de mi autoría los siguientes artículos: Capilla del Monte, Erks y el Uritorco. El universo alternativo de la razón. Disponible en Web: https://www.academia.edu/17221552/CAPILLA_DEL_MONTE_ERKS_Y_EL_URITORCO._EL_UNIVERSO_ALTERNATIVO_DE_LA_RAZ%C3%93N.

30 anos conviviendo con extraterrestres. 1986-2016. El singular caso del Uritorco y su historia esotérica. Disponible en Web: https://www.academia.edu/21009671/30_A%C3%91OS_CONVIVIENDO_CON_EXTRATERRESTRES_1986-2016_._El_singular_caso_del_Uritorco_en_Capilla_del_Monte_y_su_historia_esot%C3%A9rica.

Un racionalista en Capilla. Disponible en Web: http://factorelblog.com/2015/10/15/un-racionalista-en-capilla/ El cerro, la meseta y el fuerte. Una aproximación critica a la mitología y misterios del cerro Uritorco y la meseta de Somuncura. Disponible en Web: https://www.academia.edu/16451923/EL_CERRO_URITORCO_Y_SUS_LEYENDAS.

Fantasías y mitos sobre las expediciones nazis al Uritorco en revista Todo es Historia, N° 580, Buenos Aires, noviembre de 2015.

[3] Villamil, Roberto y Cairo, Gustavo, Ángel Cristo Acoglanis. El portero de Erks, 3R Ediciones, Buenos Aires, 2015, Pág. 55.

[4] Sobre el particular hay un encendido y purista debate que se arrastra desde hace tres décadas, en el cual no se ponen de acuerdo si el diámetro era de 115, 110,120 o 100 metros. Lógicamente, no me entrometeré en esta cuestión propia de «especialistas». http://www.falsaria.com/2016/02/erksperiencias-uritorco-cronica-viaje-al-mundo-esoterico-capilla-delmonte/

Si bien podría no entrometerme en una cuestión propia de «especialistas», anoto que el periodista Alejandro Agostinelli, en base a fotografías cenitales tomadas «in situ» desde un avión de la Fuerza Aérea Argentina por aquellas fechas, estimo sus medidas en 115 por 57 metros. Ver «La mancha del Pajarillo: con pecado concebida». Disponible en web: http://factorelblog.com/2011/11/14/la-huella-del-cerro-pajarillo-con-pecado-concebida/

[5] Guillermo A. Terrera fue un místico tradicionalista de ultraderecha, cordobés de nacimiento y jurisconsulto de profesión. A él (y otros, como Acoglanis, Dante Franch y Fabio Zerpa) le debemos gran parte de la mitología referida a la supuesta ciudad intraterrena de Erks. Todavía hoy en Capilla del Monte, según lo consignado por Hernán Brienza en su libro Los Buscadores del grial en Argentina, hay gente que lo recuerda subido a un Jeep, recorriendo el pueblo, haciendo el saludo nazi con el brazo extendido, con la intensión (de acuerdo con el mismo) de captar la energía y poder del sol. «No teman levantar la mano de ese modo», decía el singular erudito.

[6] Transcripto de Dangel, Guillermo, Uritorco. Un cerro sagrado que convoca al misterio, GM Editor, Argentina, 1996, Pág. 48.

El misterioso dique de Los Alazanes Capilla del Monte (Córdoba)

EL MISTERIOSO DIQUE DE LOS ALAZANES CAPILLA DEL MONTE (CÓRDOBA)

Fernando Jorge Soto Roland*

imageDique Los Alazanes. Capilla del Monte, Córdoba (Antigua postal turística)

UN SHOPPING DE MISTERIOS

El aislamiento y la soledad han despertado sospechas desde siempre. La lejanía, también. Por ende, no es extraño que muchas construcciones producto del esfuerzo humano estén envueltas en suspicacias, cuando las tres notas señaladas son parte de su historia.

La provincia de Córdoba (República Argentina) es rica en ejemplos de ese tipo. Hoteles (como el Eden de La Falda o el Gran Hotel Viena de Miramar) y hospitales (como el de Santa María de Punilla), construidos primariamente en lugares un tanto inaccesibles y al margen de la vida social de la región, se convirtieron en un nutritivo caldo de cultivo para el desarrollo del imaginario local y la consecuente difusión de «historias» y rumores, repletos de fantasías verosímiles que encontraron en la tradición oral y en la paginas de diarios y libros sensacionalistas una razón para subsistir a través del tiempo.

Ya lo decía una viejo refrán de los días de la conquista de América: «Cuanto más lejos, más raro«; y son, justamente estas dos condiciones, lejanía y rareza, las que condimentan la historia «no-oficial» del Dique Los Alazanes, sito a unos 7 kilómetros del casco urbano de Capilla del Monte.

Por otra parte, existen contextos históricos que promueven la condena anticipada de ciertos proyectos de ingeniería, envolviéndolos en conspiraciones políticas y aduciendo relaciones nonsanctas con organizaciones secretas y supuestos jerarcas nazis, a quienes el imaginario de posguerra acuso de pretender construir un ficticio IV Reich en esta parte de América Latina. Esto es lo que ocurre con los anos que enmarcan el ascenso y caída de la Alemania nazi, así como el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945.

La confluencia de lejanía, aislamiento, soledad y guerra, amén de una temprana propaganda ideológica orquestada por los aliados, permiten entender porque la tradición oral del norte cordobés facilito la propagación de una historia en la que retazos de la guerra europea se terminaron mezclando con el esoterismo propio de la localidad capillense. Dentro de este contexto, el Dique Los Alazanes es parte de una imaginaria «trama siniestra» en la confluyen y se mezclan los componentes legendarios que convirtieron a la región en un privilegiado shopping de misterios.

Desbocados desde la segunda mitad de la década de 1980, la parafernalia de fenómenos extraños (que convirtieron a Capilla del Monte en uno de los principales destinos de turismo alternativo «•esotérico-místico»• del mundo) se imbrican con la historia del dique, conectándolo así con luces y energías insólitas, ovnis, el Santo Grial, reliquias, objetos de poder de origen precolombino y, como no podían faltar, acólitos del Führer [1].

A primera vista todo pareciera indicar que estamos ante la infantil remake de una película clase-B del cine norteamericano de los anos «™30 y «™40 o frente a una nueva aventura del intrépido Indiana Jones; filmes que no se descartan como fuentes de inspiración de muchos de los rumores que consignaremos seguidamente.

Es bien sabido que el cine y la literatura (incluyendo las revistas pulp) contribuyeron en la fabricación de gran parte de la mitología contemporánea relacionada con los extraterrestres y con las supuestas operaciones secretas de origen nazi (no solo en Argentina, sino en todo el mundo). En más de una oportunidad la trama de un film salto, sin más, de la pantalla a la vida real, y no fueron pocos los crédulos que tomaron esas películas como documentos y testimonios serios de acontecimientos que consideraron históricos. El ejemplo de «investigadores» aceptando a Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Steven Spielberg, 1977) como una producción documental que refería hechos reales, es muy sintomático[2]. Asimismo, películas como El Archivo de Odessa (Ronald Neame, 1974) o Los Niños del Brasil (Franklin Schaffner, 1978) alimentaron las quiméricas conspiraciones nacionalsocialistas en todo el mundo, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial[3].

A partir de un accionar como el descripto, es sencillo deducir el crecimiento del llamado efecto «bola de nieve» que ha permitido que se pase del «se dice» al «ocurrió» sin un previo análisis critico.

MULAS INTELIGENTES Y OPERACIONES SECRETAS

El Dique Los Alazanes se construyó, según reza en una placa ubicada en el sitio, entre setiembre de 1939 y el año 1944, fecha en el que fue inaugurado. Está ubicado entre el Cerro Las Gemelas y el Cerro Uritorco y se ha constituido en una atracción turística de primer orden para los amantes del trekking y las largas caminatas serranas. Pero lo que nos interesa en estas líneas no es ponderar su patrimonio paisajístico (que lo tiene), sino indagar en la extraña historia que circula en torno a su origen y construcción.

imageConstrucción del Dique Los Alazanes. Foto década de 1930

Desde el principio los vecinos de Capilla del Monte se preguntaron porque una obra de ingeniera de esas dimensiones se levantaba en una zona tan alejada y sin que se construyera nunca un camino o ruta asfalta que la comunicara con la ciudad. Aun hoy en día llegar al dique implica una caminata de casi tres cuatro por senderos poco definidos, al punto de ser necesaria la contratación de guías profesionales que le permitan al turista acercarse a la presa. Han transcurrido 62 años desde su inauguración y Los Alazanes siguen tan aislados como al principio[4].

El transporte de los materiales necesarios para su construcción, especialmente cal y cemento, fueron llevados al sitio a lomo de mulas. Largas filas de animales resultaron ser las responsables de realizar viajes de ida y vuelta, guiadas, según dicen, por solo hombre encargado de la caravana. Pero aquí no acaba el «misterio» (que en definitiva no resulta ser tan insondable ya que, como dijimos, la distancia con el pueblo no supera los 7 kilómetros).

Según indica Guillermo Dangel, escritor especializado en propagar la veta esotérica del Uritorco y la región aledaña:

«Existe una anécdota que es muy contada por la gente del lugar. Se dice que luego de los primeros viajes las mulas que realizaban el trayecto («¦) advirtieron que si rozaban su carga contra las paredes de piedra a un lado del sendero, las bolsas se rompían y perdían peso, facilitando el andar. La anécdota dice que si las mulas no hubieran realizado este trabajo de descarga se hubieran podido construir dos diques«[5].

Mas allá de la «viveza criolla» que las mulas hayan podido desarrollar en tan corto tiempo (tema que en sí mismo se merecería una detallada investigación etológica) o de la posibilidad de que algún contratista haya desviado agua (y materiales de construcción) para su molino, la sospecha de que un desusado volumen de cal y cemento se habían desvanecido en el trayecto que va de Capilla a Los Alazanes, se instaló en el discurso de los vecinos de entonces (o al menos es lo que hoy se dice al respecto).

La hendija estaba abierta y no se debió esperar mucho para que por ella se colaran especulaciones descabelladas, en consonancia con los sucesos bélicos que se estaban dando a nivel mundial y los rumores que, a posteriori, fueron tomando cuerpo en torno al Cerro Uritorco.

En un trabajo previo hicimos referencia a unas supuestas y siempre evanescentes expediciones nazis por la zona, en pos, nada menos, que del Santo Grial[6]; dichos que despertaron el interés y la imaginación de algunos autores inclinados ideológicamente hacia lo que Hernán Brienza ha llamado «el esoterismo nacionalista argentino«[7]. Pero todo parece indicar que esa aventura hitleriana por las sierras cordobesas resulto insuficiente. Había que insuflarle más misterio al asunto relacionándolo con la casuística ovni que, a partir de 1986, exploto en el noroeste serrano.

Por otro lado, la predica de Ángel Cristo Acoglanis (un quiropráctico «griego» devenido en gurú) respecto de la existencia del mundo subterráneo de Erks y sus seres de luz, tampoco puede ser descartada. Este farrago de historias legendarias contribuyeron a la creación de otra aún mas fabulosa, pretendidamente más verosímil. Concretamente: que los nazis habían utilizado la cal y el cemento faltante en la construcción de una base secreta en el interior del Uritorco.

imageSegún una leyenda que circula por Capilla del Monte, el Dique Los Alazanes sirvió de «tapadera» para la construcción de una base secreta nazi en la región.

EL BUNKER DEL URITORCO

Sin dar pruebas contrastables, ni evidencias concretas de lo que decía al incursionar en cuestiones esotéricas, Guillermo Terrera (autor de numerosos libros y divulgador relevante de las leyendas uritorqueanas) sentencio taxativamente (imponiendo, como solía, su gran porte y voz de trueno) que la provincia de Córdoba había sido un efervescente centro de esoterismo durante la década de 1930 y que, imbuidos por esas creencias, un grupo de científicos y técnicos alemanes habían estado explorando la zona del Uritorco en busca de un objeto de poder (el Bastón de Mando de los Comechingones) y la sagrada copa donde José de Arimatea depositara la sangre de Cristo, tras la crucifixión. Pero no tuvieron éxito. Un tal Orfelio Ulises les gano de mano en 1934, al menos en la primera de las empresas.

Así todo, el deambular de los germanos no habría resultado en vano. Producto de esos improbados (y más que improbables) viajes había sido el descubrimiento de extraños pasadizos secretos en el interior del cerro y el hallazgo de restos humanos pertenecientes a una antiquísima etnia de origen desconocido y con una antigüedad que superaba en miles de años a las fechas oficialmente aceptadas por la arqueología.

Siguiendo estos dichos (y otros que refieren la búsqueda de minerales, a cargo del fundador de Capilla del Monte, Adolfo Doering «•también alemán de origen»• unos años antes) se sientan las bases de la «historia» del bunker uritorqueano, construido en paralelo al Dique Los Alazanes.

Pero, .para que querrían los nazis una mega estructura de ese tipo en las sierras de Córdoba? ¿Acaso tenían pensado lanzar desde allí el contraataque que les permitiera convertir a Sudamérica en el Nuevo Paraíso de un Reich que durara «•esta vez si»• mil años? ¿O se pergeñaba un plan mucho más ambicioso, a escala global, por el cual «•y con la colaboración de extra e intraterrestres afines a sus ideales»• dominar el mundo?

Todo es posible en el mundo de la imaginación. Incluso creer que en el interior del Uritorco pudiera haberse escondido el mismísimo Adolf Hitler y otros jerarcas de régimen.

Se han dicho delirios mayores que ya forman parte del patrimonio intangible del imaginario del siglo XX; y aunque nadie sepa a ciencia cierta si esa «base» alguna vez fue ocupada, los que siguen apoyando la loca teoría del bunker cordobés no dudan en afirmar que las luces, «naves» y demás extraños fenómenos que supuestamente se observan en el cerro son una consecuencia directa de esa misteriosa presencia nacionalsocialista.

FJSR

JUNIO 2016


* Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP (Argentina).

[1] 1 Al respecto ver, del autor; Criptonazilogía, la delirante búsqueda de nazis ocultos en la Argentina. Disponible en Web: http://www.monografias.com/trabajos107/a-cripto-nazi-logiaa-delirante-busqueda-nazis-ocultos-argentina/a-cripto-nazilogiaa-delirante-busqueda-nazis-ocultos-argentina.shtml. Asimismo véase: «Fantasías y mitos sobre las expediciones

nazis al Uritorco» en Todo es Historia, N° 580, noviembre 2015, pp. 16-26.

[2] 2 Véase: Taira, Percy, Encuentros del tercer Tipo: hipótesis, teorías, anécdotas de la película. Disponible en Web: http://expedienteoculto.blogspot.com.ar/2012/04/encuentro-cercanos-del-tercer-tipo.html

[3] 3 Véase: Klich, Ignacio, Sobre nazis y nazismo en la cultura argentina, Ediciones Hispamerica, 2002. Véase también del mismo autor, Argentina y la Europa del nazismo. Sus secuelas, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2009. Es así mismo co-autor con Cristian Buchrucker del capítulo «El Fin del tercer Reich y la Conexión argentina en la bibliografía revisionista«, pp. 247-352. Esta obra es, sin duda, la mejor compilación de ensayos y documentos nazis publicada, hasta la fecha, en nuestro país. Pilar fundamental en la lucha contra el revisionismo periodístico.

[4] 4 Véase: Dangel, Guillermo, Uritorco. Cerro sagrado que convoca al misterio, GM Editor, Buenos Aires, 1996, pp. 69-70.

[5] 5 Ibidem Pág. 70.

[6] 6 Véase: «Fantasías y mitos sobre las expediciones nazis al Uritorco» en Todo es Historia, N° 580, noviembre 2015, pp. 16-26.

[7] 7 Brienza, Hernán, Los Buscadores del Santo Grial en Argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2009.

El cerro Uritorco y la concepción moderna de la realidad

EL CERRO URITORCO Y LA CONCEPCIÓN PREMODERNA DE LA REALIDAD

Fernando Jorge Soto Roland*

imageEn este breve artículo trataré de explicar por qué motivo el fenómeno místico-esotérico-ufológico desatado hace 30 años en Capilla del Monte, ciudad cordobesa ubicada a los pies del famoso Cerro Uritorco, denota el regreso de ciertas concepciones medievales a la hora de entender y conectarse con la realidad. No volveré a abundar en los casos y detalles explicados en escritos previos. Por ello invito al lector a leer las monografías publicadas con anterioridad y rescatar de ellas los hechos que sustentan las ideas el presente texto[1].

Extraterrestres inmateriales, seres de luz, Hermanos Cósmicos que se anuncian física y telepáticamente a personalidades especialmente escogidas, ciudades intraterrenas y la amenaza de un fin del mundo del que sólo unos pocos elegidos podrán salir con vida, son algunos de los componentes que están vigentes en el imaginario capillense actual. Claro que a todo ello habría que agregarle una marcada tendencia esotérica y mística que permite la convivencia de esos alienígenas con curanderos y chamanes, representantes de un renovado indigenismo New Age, en el que se mezclan, además, el ecologismo, el budismo de country y antiguas prácticas y creencias orientales que abrevan en religiones como el taoísmo y en viejos mitos precolombinos y europeos. La mixtura no podría ser más heterogénea y variada. Y de ese colage se desprenden también concepciones milenaristas carentes de argumentos racionalistas y repletos de justificaciones divinas, en las que los seres de otros planetas parecen haber reemplazado a los ángeles y entidades espirituales propias de la imaginería cristiana y pagana del medioevo.

Un fuerte celo religioso sobrevuela el ambiente y nociones premodernas, previas a la Ilustración del siglo XVIII, se expanden imponiendo un imaginario y un ideario claramente místico, por momentos fundamentalista; en el que los extraterrestres cumplen un rol primordial a la hora de crear un sentido común diferente, estructurado y legitimado por esos nuevos dioses venidos del espacio exterior.

Programas radiales, publicaciones autogestionadas, charlas, cursos de verano, turismo alternativo (místico) y convenciones anuales, que reúnen a un universo de creyentes cada vez más numeroso, se han convertido en los canales de difusión (oficiosos y oficiales) a través de los cuales voceros convencidos de un providencialismo extraterrestre contribuyen a crear una nueva identidad local, alejada cada vez más del imaginario serrano que tenía al burrito cordobés, el Fernet y la música cuartetera como símbolos centrales. En lugar de ello, se han consolidado otros emblemas: la exobiología fantasiosa, la pureza energética del agua de montaña y las notas de un pentagrama celestial cada vez más lejano de La Mona Giménez y más cercano a melodías que invitan a la meditación y a la armonización del alma.

Bastaron tres décadas para que una concepción premoderna, teocéntrica y holística, resignificara el sentido de las cosas y de muchas palabras; aún soportando un solapado y diplomático enfrentamiento con la iglesia católica local (la cual parecería no comprender su propio fracaso, ni la extraordinaria fuerza que tiene el deseo por volver a vivir en un idílico mundo angelado, maravilloso, que convierte en trascendente lo inmanente, combatiendo el aburrimiento cotidiano por medio de la presencia de pacíficos «invasores» venidos de las estrellas.

De a poco, cual un oikos aristocrático griego que busca la autonomía extrema, desatendiendo de un modo sectario todo lo que lo rodea, los «Adoradores del Uritorco» se encapsulan en sus creencias milenaristas y mesiánicas, teniendo la más absoluta seguridad de seguir el sendero correcto que lleva a la «La Luz» y al más armonioso amor cósmico, en contacto permanente con la Naturaleza.

Elegidos (como se sienten) por los nuevos dioses y amparados por un discurso religioso e ideológico supuestamente tolerante, se creen los únicos portadores de verdades perennes, eternas, esotéricas (sólo accesibles a unos pocos), abrevando en una masa mística heterogénea y en la necesidad de sentir como verdadera una realidad sobrenatural, que ha desplazado la frontera con «lo real» hacía un punto diferente al que las mayorías ignorantes están habituadas.

Sumergirse en las sombras del Uritorco es, literalmente, entrar en otro mundo. Un inmenso ágora cooptado por el irracionalismo extremo y una absoluta falta de debate (que es, justamente, la que ha permitido la reproducción de los mensajes y anuncios delirantes que se transmiten y venden). Un universo ajeno a la herencia del iluminismo, de la que desconfían y a la que atacan abiertamente, sin prurito alguno, exhibiendo sus miserias y fracasos (que los tiene); pero desatendiendo sus enormes logros, que fueron los que nos condujeron a la modernidad[2].

Un nuevo orden, legitimado por la santificación de los extraterrestres, aleja a los creyentes del discurso crítico; acercándolos a otro basado en invocaciones y mantras mágicos. Los contactados, con extraordinarias dotes, terminan transformados en profetas de un mundo en el que el incrédulo no tiene cabida (¿macartismo místico?) y será oportunamente sancionado por el mismo pecado que produjo la caída de Adán y Eva: comer del Árbol del Conocimiento.

Pero la fe y el comercio no son antagónicos ni excluyentes. Capilla del Monte es un claro ejemplo de ello. Dentro de sus límites, la New Age, los seres intergalácticos y lo místico han repercutido exitosamente en el bolsillo de todos. Él éxito económico de la región es elocuente con sólo mirar los números más gruesos y compararlos con los de hace 40 años, o más. El esoterismo y la ufología conllevan al crecimiento comercial y éste, a su vez, legitima la cosmovisión dominante. Es lo más cercano a la ética protestante que podemos encontrar en el Valle de Punilla (y no deberíamos extrañarnos, muchas de las ideas y prácticas sectarias que circulan en la zona tienen su origen de los Estados Unidos).

Como todo espacio considerado sagrado, Capilla del Monte ha generado sus santuarios (Los Terrones, Las Puertas del Cielo, las Sierras del Pajarillo, el mismísimo Cerro Uritorco) y también sus pitonisas y sacerdotes. Muchos de estos últimos visten, en ocasiones especiales, túnicas y exóticas vestimentas; pero, por lo general, van de civil, confundiéndose entre la gente del común. A lo sumo exhibiendo alguna identificación que los acredita como «Guías de Turismo» y no faltan los que se apropian de títulos académicos (siendo el de «Profesor» el más vilipendiado). Ellos son los apóstoles del nuevo evangelio. Los porteros de la Nueva Era. Los depositarios del Conocimiento (con mayúscula). También los mártires incomprendidos, sostenedores de las duras críticas provenientes del escepticismo ateo y materialista de un mundo en decadencia.

Como región de fuertes y poderosas energías, la imaginación gestionó la aparición de una neomitología contemporánea, interesante y rica; en la que se entreveran aborígenes provenientes de Hiperbórea, deidades de origen germánico, bastones de poder y hasta el mismísimo Santo Grial, protegido por eternos caballeros templarios. En ese espacio lleno de magia y misticismo, el espiritismo kardeano se mixtura con los alienígenas propiciando hierofanías que, en otras épocas, hubieran pasado por milagros. Hoy, las manifestaciones sagradas en el Uritorco y sus inmediaciones tienen la forma de un ovni (entendiendo «ovni» como «nave extraterrestre»). Sus huellas y luces nocturnas se han transformado en una verdad que pocos niegan, a pesar de no existir ninguna prueba, científicamente acreditada, que indique que esas cosas son lo que dicen que son.

Historiar los interesantes fenómenos de la región, compenetrarse y participar en los rituales y discursos que los alimentan y sostienen, no deja de ser un viaje fascinante. Un viaje hacia «lo otro». Hacía el exotismo que tenemos al alcance de la mano. Que es parte de nuestra propia cultura. No es necesario incursionar por islas perdidas en busca de civilizaciones extrañas. Basta con convertirnos en exploradores de fin de semana, viajar al Valle de Punilla y entrar en contacto con una realidad que nos permita, al salir de ella, reafirmarnos mejor dentro de nuestros propios límites.

Buenos Aires, abril de 2016.


* Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP (Argentina).

[1] Véase: Bajo la Sombra del Uritorco. Disponible en Web: https://www.academia.edu/23776194/BAJO_LA_SOMBRA_DEL_URITORCO. Además en: http://factorelblog.com/2016/03/30/mas-cronicas-erksianas-2/bajo_la_sombra_del_uritorco/ y en: http://www.monografias.com/trabajos108/sombra-del-uritorco/sombra-del-uritorco.shtml. Erksperiencias en el Uritorco. Crónica de un Viaje al universo esotérico de Capilla del Monte. Disponible en Web: https://www.academia.edu/21737998/ERKSperiencias_EN_EL_URITORCO._Cr%C3%B3nica_de_un_viaje_al_mundo_esot%C3%A9rico_de_Capilla_del_Monte; además en: http://www.monografias.com/trabajos107/erksperiencias-uritorco/erksperiencias-uritorco.shtml y en: http://factorelblog.com/wp-content/uploads/2016/03/ERKSPERIENCIA-EN-EL-URITORCO-FJSR-2016.pdf. 30 años conviviendo con extraterrestres (1986-2016). El singular caso del Uritorco en Capilla del Monte y su historia esotérica. Disponible en Web: https://www.academia.edu/21009671/30_A%C3%91OS_CONVIVIENDO_CON_EXTRATERRESTRES_1986-2016_._El_singular_caso_del_Uritorco_en_Capilla_del_Monte_y_su_historia_esot%C3%A9rica. Además en: http://www.monografias.com/trabajos107/30-anos-conviviendo-extraterrestres-sierras-cordoba/30-anos-conviviendoextraterrestres-sierras-cordoba.shtml. Un racionalista en Capilla. Disponible en Web: http://factorelblog.com/2015/10/15/un-racionalista-en-capilla/

[2] Los rasgos que definen a la modernidad son numerosos. He aquí algunos de ellos: antidogmatismo; admiración por el mundo concreto y las comprobaciones empíricas; coherencia racional; duda metódica; predominio de la razón; soberanía popular; rechazo a la doctrina divina del poder político; lucha contra las supersticiones, idea de progreso y optimismo.

Al otro lado del Uritorco – Las puertas del cielo

Al otro lado del Uritorco «“ Las puertas del cielo

«•Una nueva crónica bizarra»•

24 febrero, 2020

Fernando Jorge Soto Roland*

INTRODUCCIÓN

imageEra la tercera vez que visitaba lo que dan en llamar Las Puertas del Cielo, un rincón moderadamente alejado a la vera de la Ruta 17 «•del otro lado del cerro Uritorco, viniendo desde Capilla del Monte»• y uno de los tantos destinos del turismo esotérico local[1].

Es un lugar ideal para observar el atardecer y, según dicen los guías más osados, el sitio perfecto para contactarse con extraterrestres y ver «•en directo»• la luminosa, etérea, interdimensional y mística ciudad de ERKS (una invención producto de la imaginación del gurú rosarino Ángel Cristo Acoglanis, a principios de la década de 1980)[2].

En el primer viaje, realizado en 2015, fuimos (con Verónica, mi esposa y compañera de aventuras) conducidos por un «contactado» que decía ser discípulo de Triguerinho, el famoso gurú brasileño fallecido el año pasado. En aquella ocasión estuvimos muy cerca de que los Hermanos Superiores se materializaran ante nosotros. Pero hubo un problema: no teníamos la vibración adecuada, ni la preparación «álmica» para que ello sucediera. Nos quedamos con las ganas. Tal vez por ese motivo lo intentamos otra vez al año siguiente, guiados por un supuesto descendiente de comechingones y famoso constructor local de pirámides energéticas. Se presentó, además, como un gran conocedor de la flora del Valle de Punilla, guía titulado y acendrado investigador de los misterios capillenses. Por fortuna, gracias a él, el legado de don Pedro Romaniuk seguía vivo.

Tampoco en aquel viaje pudimos ver nada. A cambio de semejante visión pasamos una hora junto a una chamán uruguaya de nombre Alondra quien, tras sortear con éxito su cojera al alcanzar la planicie donde finalmente nos detuvimos, lanzó unos mantras en irdín (el idioma cósmico que también inventara Acoglanis) para poder encontrar las entradas por las que «•mentalmente»• ingresaríamos a Erks.

Nadie de los presentes (unos diez) lo consiguió. Ni siquiera el puntero láser que tenía escondido el guía en su bolsillo pudo indicarnos el camino; viéndome en la penosa situación de revelarle a una señora, muy compenetrada en el tema, que lo que había visto brillar en la oscuridad no era un intraterrestre que nos visitaba.

Aquel crepúsculo, eso sí, resultó maravilloso.

Dice el refrán que no hay dos sin tres. Por eso, en enero de 2020, a un lustro exacto del primer intento, me dejé llevar por la invitación que me hiciera el gran astrofotógrafo santafecino Ariel Maderna.

¿Se abrirían, por fin, las Puertas del Cielo?

Febrero 2020

Buenos Aires

UN VIAJE A LO EXTRAORDINARIO

A Ariel Maderna lo conocí en Capilla del Monte a principios de 2019, cuando coincidimos al alojarnos en unas hermosas cabañas a los pies del Uritorco. Rápidamente advertimos que teníamos una afición en común: el misterioso mundo de los ovnis. Él, desde una perspectiva que se combinaba a la perfección con sus otras dos pasiones, la astronomía y la fotografía. Yo, desde un punto de vista histórico y sociológico. Más desangelado y escéptico. En definitiva, dos miradas que se arrimaban sólo en algunos puntos. En otros, estábamos a un universo de distancia.

Yo no creo en la presencia, ni en la existencia, de extraterrestres en nuestro planeta. David Vincent no consiguió convencerme. Ariel es más condescendiere en ese aspecto, aunque está muy lejos de ser un creyente acrítico; de los muchos que abundan en el mercado capillense, capaces de tragarse, como si fuera dogma de fe, cualquier relato referente al tema. Su conocimiento de la bóveda celeste (a la que fotografía con supina maestría) le impide ver naves donde sólo hay satélites, aviones o fenómenos naturales identificados por la ciencia. No resulta un tipo fácil de engañar. Por eso, cuando en enero último me invitó a que lo acompañara a las Puertas del Cielo en remís, acepté sin pensarlo dos veces. El sólo hecho de verlo hacer magia con su cámara de fotos hacía que valiera la pena otro viaje.

Me pasó a buscar terminando la tarde. Vero decidió quedarse. Sus dos experiencias previas en el sitio habían saciado su cuota de curiosidad. Me despedí de ella, subí al auto y conocí a Flavio Olmedo, un amigo que acompañaba a Ariel (el tipo más parecido a Illya Kuryakin que he visto en toda mi vida). Tras la presentación de rigor, Osvaldo «•el chofer»• hizo lo propio con un leve movimiento de cabeza, sin soltar el volante y con cara de muy pocos amigos.

Pocos minutos después nos desplazábamos a toda velocidad por la Ruta 38 hasta empalmar con la provincial 17. El Uritorco quedó detrás de nosotros primero; y a la derecha algo más tarde.

Aquel viaje estuvo matizado por un tsunami de quimeras. Y el epicentro de todas ellas estaba en el lugar del conductor.

En Capilla del Monte la delgada línea que separa la verdad de la mentira es trasvasada a diario, cuando de turismo esotérico se trata. Historias maravillosas se cuentan en cada mesa de café, en cada hostal, en cada reunión de amigos. Viajes astrales, curaciones milagrosas y visitas a la ciudad intraterrena de Erks, se mezclan con las experiencias de los que dicen ser contactados y los encuentros (casi naturalizados) con seres de luz, duendes, gnomos y demás entidades feéricas. Sin olvidar, claro, a los malévolos «grises», a los reptilianos y otras razas alienígenas que se pasan el rato alterando el sentido «normal» de realidad de la gente.

El turismo alternativo (que va mucho más allá de lo ultraterreno, como es obvio) vive y se sostiene de esas historias. Los visitantes las consumen con gusto. Las disfrutan. La mayoría se las creen. Es que, cuando uno paga por ello, resulta ridículo convertirse en un Houdini refutador de trucos en pleno tour. Lo mínimo que se le exige a un guía de la zona son cuentos maravillosos. En definitiva es lo único que podrán ofrecer. Después, de regreso «•ya en casa»• y a la hora de relatar las experiencias acumuladas a familiares y amigos, vendrán las adaptaciones y agregados personales que convertirán esas historias en sucesos aún más raros y fuera de lo común. Es sólo cuestión de tiempo para que las propias mentiras y exageraciones se terminen convirtiendo en anecdóticas verdades.

Aquel atardecer de enero de 2020 yo sólo buscaba un cielo diáfano para observar, un firmamento estrellado y la experiencia de Ariel al momento de captarlo con su máquina. Pero mis compañeros de viaje querían, además, otra cosa.

«•Decime, ¿conocés de hechos extraños por la región? «•le preguntó Maderna al remisero. «•¿Alguna vez viste algo raro?

El conductor lo miró de soslayo. Enarcó la ceja derecha y, tan serio como se había mantenido hasta entonces, respondió sin que se le moviera un músculo de la cara:

«•Decenas de veces. Incluso estoy escribiendo un libro sobre eso.

En otra oportunidad hubiera encendido la grabadora del celular para registrar todo, pero hacía más de 20 días que estaba en Capilla y ya empezaban a saturarme los «bolazos» que la gente contaba.

Flavio «Kuryakin» Olmedo lo acicateó, como un banderillero a un toro bravo:

«•¿Ah, sí? ¡Que interesante! ¿Viste ovnis?

«•Â¡Naves! «•aclaró con vehemencia y un tono neutro de voz. Después, engolándola y con cierto aire de autoridad, se lanzó a relatar algunas de las historias más descabelladas que oí en los muchos días que llevaba en el valle de Punilla.

El realismo fantástico colonizó todo el habitáculo del coche y para cuando tomamos la ruta 17, teniendo a nuestra izquierda el inmenso Cerro Pajarillo, ya habían desfilado por la lengua del conductor naves madres, orbs, gnomos y hasta una Madonna (la cantante) contratando con las Anchorena el ingreso al Uritorco para celebrar en su cima extrañas ceremonias paganas.

La verdad sea dicha, no había nada nuevo bajo el sol. Historias semejantes ya me habían sido contadas con anterioridad. Pero el público siempre se renueva. Ariel y Flavio mostraron interés y eso produjo un efecto catalizador en el chofer. Fue como si parte de la mitología local resultara invocada por un médium y Osvaldo se convirtiera en el canal idóneo para transmitirla.

«•Ese de ahí es el cerro Pajarito o Pajarillo «•empezó. «•En los años «™80 bajó una nave en aquella ladera que se ve allá. Dejó una huella enorme. Fue la que hizo famosa al pueblo. Yo vine hasta acá al día siguiente.

«•¿Sí? ¡Qué interesante! «•exclamó uno de mis compañeros. «•¿Y qué viste?

«•La huella. Pero de lejos.

«•¿No subiste?

«•No se podía.

«•¿Cómo que no se podía? «•intervine.

«•No. Era imposible pasar. Toda esta zona «•aseveró, señalando con la mano el camino de tierra que se extendía por delante nuestro»• estaba cerrada. Bloqueada. Era gente de la NASA. Acá mismo me frenaron y obligaron a regresar por donde había venido.

«•¿La NASA?

«•Sí. Y el Ejército. Después me comentaron que también había soldados norteamericanos en la zona cargando «cosas» en camiones. Se llevaron todo a Estados Unidos.

Ni Stanley Kubrick hubiera sido capaz de organizar semejante encubrimiento.

Por enésima vez «•aunque ahora en primera persona«• el cuento de la NASA interviniendo en la zona salía a la palestra.

Se sabe que la historia es una leyenda urbana claramente instalada. Una mentira atractiva, repetida mil veces, en éste y en otros casos en los que se vieron supuestos ovnis involucrados. La NASA nunca buscó nada en el Pajarillo. Jamás pisó Capilla del Monte. Ni siquiera los primeros promotores de la huella en 1986 (el intendente y el secretario de gobierno de entonces) hicieron referencia a tan extraordinaria presencia en sus primeros informes oficiales. Pero nada de eso importa demasiado. El cuento echó raíces y no son pocos los que siguen divulgándolo, sin evidencias de ningún tipo.

De igual modo, hay «investigadores» (muy poco serios, por cierto) que también refieren sobre el deambular de Hombres de Negro (MIB, Men in Black) por el Uritorco y zonas aledañas. Incluso, si nos vamos atrás en el tiempo, se habla de expediciones nazis buscando un místico bastón de mando comechingón o el mismísimo Santo Grial[3].

Claro que lo más novedoso de aquella tarde de enero, dentro aquel remís, en camino a Puertas de Cielo, fue el tener como conductor a una persona que había sido interceptada por una organización que nunca «profanó» esa zona de Córdoba.

Pero aún faltaban las cerezas más interesantes del postre.

Llegamos a nuestro destino cuando el sol empezaba a perderse detrás de las sierras. El cielo despejado anunciaba una noche por completo estrellada.

Bajamos del auto y ascendimos a un pequeño promontorio, coronado por una cruz.

A lo lejos, el cerro Colchiquí o Charalqueta, escenario de legendarios enfrentamientos entre españoles y comechingones, parecía apuntar hacia arriba, como si su cima fuera un dedo gigantesco y sagrado. Todo el Valle de Ongamira «•o Valle de Erks para los más crédulos»• se desplegaba a nuestros pies[4].

Girando, dándole la espalda al valle en cuestión, se expandía otro inmenso territorio repleto de elevaciones más bien bajas. Un terreno ondulante y abierto, salpicado por pequeños bosquecitos aislados. En el horizonte, a medida que la luz natural se desvanecía, empezó a notarse una luminosidad de color ocre y forma alargada cuya intensidad aumentaba a medida que caía la noche.

Hacia esa dirección dirigió el remisero su atención.

«•Por allá aparece Erks «• dijo sin inmutarse.

Ariel preparó el trípode de su máquina de fotos. Flavio y yo nos contentamos con nuestros celulares.

«•De allá viene las luces «•insistió el chofer con sus manos en los bolsillo.

Resultaba raro. ¿Cómo era posible que Osvaldo se tomara con tanta calma un acontecimiento que, de comprobarse cierto, revolucionaría la historia de la humanidad? ¿Acaso es algo común y corriente ver emerger de las sombras una ciudad intraterrestre habitada por alienígenas de toda la galaxia?

Por lo que supimos, nuestro conductor «•devenido en guía espiritual»• no hablaba una sola palabra en irdín (el idioma cósmico), ni tuvo el deseo de mantrear para convocar a los Hermanitos Superiores. Se mantuvo estaqueado en un rincón del promontorio, mirando el horizonte, hasta que decidió volver a contar con más detalles algo que nos había adelantado durante el viaje.

«•Hace unos años «•dijo»• traje a este preciso lugar a una parejita. Es en donde vimos lo que les comenté.

Ariel le pidió que repitiera la historia.

Habló de una luz, de «algo» ovalado, oscuro por dentro, que había aparecido en aquel hermoso valle recorrido por pequeñas paredes de pirca de supuesto origen comechingón (véase fotos de arriba). Dijo que flotaba casi al ras del suelo, iluminándolo a su paso.

«•Primero lo divisamos de lejos, pero se nos fue acercando hasta que paró ahí mismo, en ese arbolito que está enfrente de nosotros (unos 40 metros). Tenía como estrellitas brillando todo alrededor y adentro, al principio oscuro, se veía un muñequito que iba corriendo. El otro muchacho que estaba conmigo también lo vio y me dijo: «Â¡Mirá cómo corre el muñequito!». Se quedó unos 10 segundos flotando en el lugar y así, como tímidamente, empezó a girar despacito, iluminó todo el piso y flotando se fue alejando hasta desaparecer a lo lejos. Lo raro fue que al momento de tenerlo tan cerca sentimos frío. Lo investigué. Me dijeron que era la energía que «eso» emanaba. «•Detuvo el relato por un segundo y agregó: «•Vine de nuevo como seis meses más tarde para ver si lo veía de nuevo. Y apareció otra vez. Pero allá abajo. Flotaba y se perdió. Misma forma, mismo color.

No quise indagar nada. Giré sobre mis talones y me quedé mirando el paisaje que se difuminaba en las sombras. Debió advertir mi incredulidad. Tal vez la NASA tenía una explicación racional a lo sucedido. Yo no.

Finalmente, la noche impuso su febril e imaginativa perspectiva. Las constelaciones inundaron la bóveda celeste (que para entonces de celeste no tenía nada). Empezó a hacer frío. La altura determinaba la temperatura. 1200 metros, según nuestro guía y relator.

Ariel ya tenía la máquina de fotos instalada y quería capturar, como es lógico, a la ciudad de Erks.

«•Aquello que está allá «•dijo Osvaldo señalando una hilera de luces en el horizonte»• es la ciudad de Jesús María y las otras, de la derecha, un pueblo que creo se llama Sarmiento.

Pero las referencias a una geografía exclusivamente de origen terrestre empezaron a difuminarse y lo inmaterial empezó a copar la escena. Cuando menos lo imaginamos, el remisero señaló un par de luces en el horizonte y sentenció:

«•Allá están. Son Ellos.

«•¿Aquello es Erks? «•inquirió Maderna con poco entusiasmo, al tiempo que apoyaba el ojo derecho en la mirilla de su máquina

«•Sí. Las luces de Erks. Mirá como se prende y apaga. Son Ellos «•insistió Osvaldo.

Ariel permaneció unos minutos observando en silencio. Finalmente levantó la cabeza, me miró de soslayo y dijo:

«•Esas luces que decís son parte de la ciudad. Posiblemente un camión que se mueve o una torre cuya luz titila por efecto atmosférico. Se ve bien clarito. Vení, miralo vos.

Recién cuando el chofer se asomó por el visor pudo advertir que lo que tenía ante él no era una Kodak Fiesta sino una cámara profesional, de cientos de miles de pesos, adaptada para captar profesionalmente las constelaciones más invisibles del firmamento. Un «maquinón» con visión nocturna capaz de ver en pena oscuridad los detalles menos pensados[5].

A partir de ese momento el remisero se llamó a un prudente silencio. No volvió a emitir palabra. Sus historias terminaron. Se hizo a un lado y escuchó la lección de astronomía que nos diera Ariel por espacio de una hora, mientras sacaba las fotos más maravillosas de la Vía Láctea que yo haya visto tomar en toda mi vida.

PALABRAS FINALES

Regresamos sobre nuestros pasos.

Bajamos, iluminados por los celulares, hasta la base del promontorio en el habíamos estado sacando fotos. Sorteamos el alambrado que «•inútilmente»• obstaculizaba el ingreso (Puertas del Cielo es propiedad privada) y salimos a la ruta.

Había dos combis estacionadas. Sus ocupantes estaban en una ceremonia con cuencos tibetanos a metros del lugar, pero fuera del alcance de nuestra vista. Un par guías adormilados los esperaban al volante.

Algo más adelante, una pareja tomaba mate a oscuras, apoyados sobre el capot de su vehículo. Los saludamos de camino al remís.

«•Fresco, ¿no? «•dije al pasar.

El hombre sonrió y se prendió a la bombilla. La mujer me miró.

«•Está frío, sí «•respondió, subiéndose el cuello de su campera. «•Pero esto es impagable. ¿Se dieron cuenta la cantidad de naves que se ven?

Me subí al auto.

El viaje de regreso a Capilla transcurrió, casi, en absoluto silencio.

Estaba cansado.

Realmente cansado.

https://www.falsaria.com/2020/02/al-otro-lado-del-uritorco-las-puertas-del-cielo/?fbclid=IwAR0KzcmXpXyzEFzm72bhmc8KF6-OH1l6jDEdgtkjLd6vqPq1R9b3x-UCrlA


* Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP (Argentina).

[1] El camino que debe seguirse para llegar a las Puertas de Cielo es tomando hacia el Norte por la Ruta Nacional 38 durante 7 kilómetros, para luego desviarse hacia el Este, empalmando la Ruta Provincial 17 (de tierra) en dirección a Los Terrones y las Grutas Ongamira, internándonos en la conocida Quebrada de Luna, para luego entrar en el valle de Ongamira propiamente dicho. Tras recorrer un total de 23 kilómetros, desde el cruce las rutas nombradas, se llega al paraje que nos convoca.

[2] Véase: De Filippi, Sebastiano, La Ciudad de la Llama Azul. Luces y sombras sobre el cerro Uritorco, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2018.

[3] Véase del autor: «Las evanescentes expediciones nazis al Uritorco» en Revista Todo es Historia y Revista La razón Histórica: Revista Hispanoamericana de historia de las Ideas políticas y sociales. Disponible en Web: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6334620. Y «El Misterioso Dique Los Alazanes» en Calaméo. Disponible en Web: https://es.calameo.com/books/00540601824267f497123

[4] Aunque el «verdadero» Valle de Erks sea la Quebrada de Luna.

[5] A modo de ejemplo diré que, al rato de haber llegado al promontorio, y estando rodeados de la oscuridad más densa, por la ruta en la que habíamos llegado, arribaron dos combis con turistas. Eran parte de una de las tantas ceremonias nocturnas de «sanación» a través de cuencos tibetanos que se venden en Capilla. Desde lo alto, con la máquina de fotos, podíamos observarlos como si fuera pleno día.