¿Por qué la creencia en visitas extraterrestres se ha vuelto tan común (y perturbadora)?
La fascinación por los ovnis y la vida extraterrestre está alcanzando proporciones impresionantes: alrededor del 20% de los británicos y el 34% de los estadounidenses creen en las visitas extraterrestres. Sin embargo, no existe evidencia científica tangible que respalde estas creencias. Este fenómeno de creencia colectiva plantea preguntas sobre nuestra relación con la ciencia y las consecuencias sociales de esa adhesión infundada.
El entusiasmo por los fenómenos inexplicables en nuestros cielos continúa creciendo, particularmente en Estados Unidos, donde casi una cuarta parte de la población afirma haber visto un ovni. Esta paradoja entre la ausencia de evidencia científica y la fuerza de las convicciones populares revela un fenómeno social complejo con ramificaciones políticas, culturales y científicas. Entre historias de abducciones extraterrestres, teorías sobre tecnología extraterrestre recuperada y presiones para que el gobierno revele información, este tema ha ido más allá de las meras creencias marginales.
La explosión de creencias ovni ante un vacío científico
Las estadísticas hablan por sí solas: la proporción de estadounidenses convencidos de que los avistamientos de ovnis constituyen una prueba de vida extraterrestre ha aumentado del 20% en 1996 al 34% en 2022. Este aumento se produce a pesar de la total ausencia de evidencia científica que confirme la existencia de extraterrestres, y mucho menos de visitas a nuestro planeta.
Esta contradicción plantea una pregunta fundamental: ¿por qué tanta gente se adhiere a esta idea? Las colosales distancias interestelares hacen poco probable que nuestro primer contacto con civilizaciones extraterrestres sea a través de una visita y no de señales detectadas desde planetas distantes.
El fenómeno está creciendo hasta el punto de que los investigadores ahora consideran esta creencia como un problema social importante. La confusión entre evidencia anecdótica y evidencia científica alimenta un ciclo en el que la ausencia de una explicación inmediata se convierte automáticamente en «prueba» de origen extraterrestre.
Recuperación política y desconfianza institucional
El interés por los ovnis se ha infiltrado desde hace tiempo en la esfera política estadounidense. Jimmy Carter, después de haber informado él mismo del avistamiento de un ovni (probablemente el planeta Venus), había prometido publicar documentos durante su campaña presidencial en 1976. Esta tendencia continuó con Hillary Clinton queriendo abrir los archivos del Pentágono, mientras que Bill Clinton supuestamente envió a su jefe de gabinete al infame Área 51.
Más recientemente, el líder demócrata Chuck Schumer se ha convertido en el… porta-portavoz de una iniciativa bipartidista para desclasificar ciertos documentos sobre fenómenos aéreos no identificados (UAP). Esta politización del fenómeno ovni va acompañada de una creciente desconfianza hacia las instituciones. Una encuesta de Gallup de 2019 descubrió que el 68% de los estadounidenses cree que «el gobierno de EE. UU. sabe más sobre ovnis de lo que dice«.
Esta dinámica forma parte de un contexto más amplio de teorías conspirativas, cuyas consecuencias pueden ser preocupantes:
- Erosión de la confianza en las instituciones democráticas.
- Riesgo de acciones extremas como llamados a asaltar el Área 51.
- Interferencia con la comunicación científica legítima.
- Propagación de narrativas pseudohistóricas.
Cada vez más personas creen que existen ovnis, pero la ausencia de una explicación no constituye una prueba de su existencia. © ALLVISIONN, iStock
Impacto cultural y distorsión de las narrativas indígenas
Un aspecto particularmente problemático de la cultura ovni se refiere a la apropiación y distorsión de las mitologías. Esta tendencia se remonta a la década de 1940, cuando el escritor Alexander Kazantsev reinterpretó el evento de Tunguska como la explosión de una nave espacial extraterrestre, vinculando esta historia con las tradiciones chamánicas de los evenki.
Esta reescritura histórica se ha intensificado y algunos ufólogos sugieren que civilizaciones como las de América del Sur no podrían haber desarrollado su tecnología sin la intervención extraterrestre. Esta visión, inicialmente arraigada en el prejuicio racial, se transformó paradójicamente en la década de 1960 para valorar a los pueblos indígenas como poseedores de una sabiduría extraterrestre avanzada.
Las historias ancestrales, como la de las Pléyades, que se dice que datan de hace 50,000 años, están siendo especialmente objeto de interés por parte de los entusiastas de las visitas extraterrestres. Algunos incluso afirman ser «Pleyadianos», curiosamente descritos como personas altas y rubias de ojos azules, en lugar de parecerse a los Lakotas o a los Ojibwes cuyas tradiciones se apropian.
En respuesta a esta situación, iniciativas como Native Skywatchers, apoyada por la NASA, intentan preservar la autenticidad de las historias indígenas sobre las estrellas. Pero estos esfuerzos científicos legítimos se ven eclipsados en gran medida por la maquinaria mediática de la ufología, como lo ilustra la brecha entre los 13.8 millones de suscriptores del History Channel que transmite «Ancient Aliens» y los 20,000 suscriptores de la astrobiología de la NASA.
Hacia una aproximación más crítica al fenómeno ovni
La distinción entre entretenimiento ficticio y afirmaciones presentadas como hechos resulta crucial en este debate. Si bien la especulación sobre vida extraterrestre sigue siendo un campo científico legítimo, la creencia en visitas extraterrestres sin evidencia tangible representa un cambio problemático.
La fascinación por los ovnis puede reflejar nuestro profundo deseo de no estar solos en el Universo. Por otra parte, esta búsqueda legítima merece ser llevada a cabo con rigor científico y no a través de historias sensacionalistas. La astrobiología, la disciplina científica dedicada al estudio de la posible vida extraterrestre, ofrece este enfoque metódico, aunque su voz a menudo queda ahogada por el ruido mediático.
Reconocer nuestro lugar en el Universo requiere una comprensión matizada de los límites de nuestro conocimiento actual, sin ceder a la tentación de llenar los vacíos con certezas infundadas.