Nací en una familia de grises
Una posible línea de tiempo futura que la sociedad debe elegir evitar.
13 de septiembre de 2024
Dra. Nicole Mendoza
Fuente de la imagen: Shutterstock
Solía restarle importancia a mi infancia, considerándola simplemente «desafiante». Pero ahora la veo como lo que realmente fue: una cruda advertencia de la posible caída de la humanidad, una instantánea de un mundo donde las emociones ya no existen.
Imagina a los Grises, esos icónicos extraterrestres de enormes ojos negros y rostros inexpresivos. Pero hay un giro inesperado: quizá no sean extraterrestres en absoluto. Según innumerables mensajes canalizados, existe una verdad más oscura e inquietante: estos seres somos nosotros. Son ecos de un futuro lejano, una versión de la humanidad que ha perdido la capacidad de sentir, de reproducirse, con nuestra esencia desvanecida.
Estas versiones huecas de nuestro yo futuro están al borde de la extinción, retrocediendo en el tiempo. No están aquí para abducir, sino para comprender, intentando remontarse al momento en que el latido emocional de la humanidad comenzó a desvanecerse. Y no están solos. Diferentes versiones de nuestro yo futuro se mueven por el tejido cuántico, cada una intentando impulsar a la humanidad en una dirección distinta.
Parece sacado de una novela de ciencia ficción, ¿verdad? Pero no solo vislumbré este futuro en una visión lejana. Crecí a su sombra.
Mi infancia no solo fue dura, sino que estuvo marcada por una familia que, en muchos sentidos, era un desastre. No conocía bien a la mayoría, salvo por historias fragmentadas y encuentros ocasionales. Estaba mi tío, posiblemente sociópata, un abogado sin moral ni compasión; mi tía, con trastorno límite de la personalidad, que entraba y salía de hospitales psiquiátricos y de la drogadicción para evitar afrontar sus emociones; y mis hermanos mayores, que mostraban un respeto cortés por mi madre, pero carecían de las relaciones cálidas y afectuosas que veía entre la mayoría de los padres y sus hijos.
Y en el centro de todo estaba mi madre, una narcisista encubierta, una maestra del control emocional y la desconexión. No era el típico drama familiar. Era como vivir con alguien que ya era la encarnación de Grey: una persona emocionalmente vacía, como un cascarón. Sus expresiones a menudo no coincidían con sus palabras, sus emociones cuidadosamente seleccionadas para cada interacción. Podía decir todo lo correcto, pero ¿la conexión real? Se sentía completamente inalcanzable. Su presencia traía consigo un vacío inquietante: no de persona, sino de la calidez y la vitalidad de la humanidad misma.
Mi despertar espiritual no llegó de golpe, sino a través de una serie de dolorosas revelaciones: una traición que destrozó mis ilusiones, un encuentro extraño que me hizo cuestionarlo todo; cada momento iba desprendiendo capas de insensibilidad hasta que ya no pude ignorar la verdad. Empecé a verla por todas partes: sonrisas forzadas, conversaciones superficiales y la obsesión por las apariencias. El vacío emocional que había conocido en mi familia se reflejaba en la sociedad.
De repente, vi a los Grises por todas partes, no como extraterrestres lejanos, sino como reflejos de lo que nos estamos convirtiendo. Emocionalmente vacíos y distantes, no eran solo individuos fríos o difíciles; eran la encarnación viviente de un futuro aterrador. Vi los primeros signos de la extinción emocional y comprendí que este camino conduce a algo mucho peor que la muerte: la extinción de lo que nos hace verdaderamente humanos.
Al reflexionar sobre el aterrador futuro que encarnan los Grises, me impactó la inquietante verdad: ya estamos en ese camino. El desapego emocional que define a los Grises no aparece de la noche a la mañana; comienza con la vergüenza, la negación y la necesidad de desconectarnos de nuestra humanidad. El narcisismo, tanto personal como social, es una etapa crítica en esta línea temporal. Está impulsado por una profunda vergüenza hacia nuestros cuerpos, nuestras emociones, nuestras vulnerabilidades: todo lo que nos hace humanos. En respuesta, las personas se obsesionan con las apariencias, distorsionan la realidad y evaden la responsabilidad, construyendo una fachada vacía de perfección. ¿Les suena esto familiar? Debería. Nuestra sociedad está fomentando el narcisismo a un ritmo alarmante, acercándonos a ese futuro emocionalmente vacío.
Mira a tu alrededor. Estamos construyendo una cultura que castiga la inteligencia emocional.
- Los medios nos avergüenzan por nuestro cuerpo y el envejecimiento. (Las redes sociales difuminan las imperfecciones y filtran la felicidad para conseguir «me gusta»).
- Las emociones, a menos que sean ira controlada, se perciben como debilidades. (Se suprime la vulnerabilidad en favor de una imagen curada de fortaleza).
- Los productos prometen «arreglarnos», como si ser humano fuera un defecto. (Las cremas antiarrugas y las pastillas para adelgazar venden superación personal en lugar de autoaceptación).
- La salud mental se reduce a diagnósticos y pastillas. (Se ignoran la profundidad emocional y las causas profundas en favor de soluciones rápidas).
- La espiritualidad se mercantiliza, se reduce a una herramienta para el éxito. (La meditación y la manifestación se venden como vías para aumentar la productividad y las ganancias, no la transformación).
- Quienes no ocultan su humanidad son ridiculizados. (La emoción real se descarta como «demasiado sensible» o «inestable»).
Esto no es solo una bancarrota emocional, sino una amenaza para nuestra existencia. Nuestra capacidad de sentir y conectar profundamente es la fuente de nuestro poder creativo, la fuerza que moldea la realidad. Cuando nos desconectamos de las emociones, no solo adormecemos nuestra experiencia, sino que cercenamos nuestra capacidad de manifestar, de crear. La extinción de los Grises no es solo una cuestión biológica; es la consecuencia natural de olvidar cómo vivir, sentir y manifestar nuestro máximo potencial.
El camino para volverse Gris es sutil. Comienza con vergüenza, se profundiza en el comportamiento narcisista y termina en la extinción emocional total. Pero esto no es inevitable. Nos encontramos en una encrucijada. Lo que hace peligrosa nuestra situación actual es la progresiva normalización de esta desconexión. Como una niebla que se extiende lentamente, está apagando la vibrante experiencia humana en apagados matices de Gris. Ya no se trata solo de decisiones individuales, sino de una deriva colectiva hacia un futuro desprovisto de emociones.
No solo estamos en un camino, sino en un punto de inflexión. El futuro aún no está escrito, pero las señales nos rodean. Podemos seguir a la deriva en un mundo descolorido de vacío emocional o elegir un camino diferente: un futuro lleno de conexión, profundidad y poder creativo. La extinción de los Grises no es solo una posibilidad; ya se está desplegando de maneras sutiles. Nuestra decisión ahora —abrazar todo el espectro de las emociones humanas o seguir adormeciéndonos— definirá nuestro destino como especie. Pero tenemos el poder de cambiar de rumbo. Podemos:
- Abracemos nuestros cuerpos: normalicemos las conversaciones sobre las funciones corporales, el envejecimiento y las necesidades físicas.
- Desarrolle su alfabetización emocional: aprenda a sentir, expresar, comprender y navegar por toda la gama de emociones humanas.
- Profundice: en lugar de soluciones rápidas, explore las raíces de los comportamientos y las emociones.
- Establezca límites saludables: cultive relaciones basadas en el respeto y la comunicación abierta.
- Celebre la diversidad: comprenda que la vulnerabilidad es fortaleza y que la humanidad es variada y rica.
Estoy lejos de estar completamente curado; cada día es una lucha por seguir vivo en un mundo decidido a embotar nuestros sentidos. Como alguien con una sensibilidad espiritual agudizada, siento el implacable asalto de estímulos destinados a abrumarnos, desregularnos y desconectarnos. La presión para disociarme, para escapar, es constante. Es una lucha diaria permanecer presente, sentir la incomodidad en lugar de huir de ella. Algunos días, siento que el Gris se acerca, amenazando con drenar el color de mi vida. Pero ya estoy despierta. No volveré a dormir. Lo siento todo: desordenado, crudo, incómodo y gloriosamente humano. Cada emoción, cada sensación es un recordatorio de lo que significa estar vivo, un estallido de color contra el Gris que amenaza con engullirnos.
Esta no es solo mi lucha, es nuestra lucha. Lucho por un futuro en el que evolucionemos hacia la inteligencia emocional y la consciencia espiritual, no hacia cascarones vacíos. En un mundo que se desvanece lentamente hacia la grisura, aferrarse a los colores no es fácil. Pero cada vez que abrazas la emoción y eliges la conexión en lugar de la indiferencia, eliges seguir vivo, seguir siendo humano. Entonces, ¿estás listo para elegir el color?
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“Abraza tu oscuridad, abraza tu luz, porque en ambas reside tu verdadero poder”. — True North Awakening
https://medium.com/@truenorthawakening/i-was-born-into-a-family-of-greys-4fe22a67e0bb