Problemas de tránsito

Conspiración Cósmica (II)[1]

PROBLEMAS DE TRÁNSITO[2]

Mario Méndez Acosta

Observábamos en el artículo anterior que, en opinión de un considerable número de personas y de diversos medios informativos sensacionalistas, nuestro planeta es visitado anualmente, desde hace ya más de 44 años, por cientos de vehículos espaciales -interestelares y extraterrestres-, que se dedican aquí a las más diversas y desconcertantes actividades. Algunos, supuestamente descienden en las bases del ejército estadunidense, se esconden en silos subterráneos especiales y, con la ayuda de miembros de las fuerzas armadas, se dedican a destazar ganado y personas, para cumplir algún tipo de investigación genética «“naturalmente-, la generalidad de los hombres de ciencia y divulgadores científicos consideran esta historia como una patraña indigna de crédito.

Otros de estos vehículos cósmicos -mejor conocidos como ovnis- se supone que se dedican a aparecérseles a granjeros o motoristas, en parajes solitarios, donde solamente ellos pueden atestiguar el contacto. También suelen secuestrar personas, generalmente humildes, para hacerles minuciosos exámenes corporales para luego soltarlas, después de borrarles la memoria -supuestamente, la recobran posteriormente, mediante hipnosis.

Para otras personas, alas imaginativas todavía, los extraterrestres -totalmente invisibles- pululan por toda la tierra y se les aparecen a algunos iniciados dichosos «“contactados-, a los que confieren poderes paranormales asombrosos.

Aparentemente, ese aparatoso tráfico de vehículos extraterrestres, que supuestamente visitan la Tierra todos los días del año, no plantea para sus tripulantes ningún problema en el aspecto de obtener la energía requerida para completar tal cantidad de viajes redondos, desde sus sistemas estelares hasta el nuestro. Quienes defienden la hipótesis del origen extraterrestre de los objetos voladores no identificados, invariablemente desestiman éste problema como algo que fácilmente han de haber resuelto, con su avanzada tecnología, esos seres, por lo que no es necesario siquiera ponerse a especular acerca del origen de esa inagotable disponibilidad de energía.

Pero el viaje interestelar expedito plantea problemas o que no son susceptibles de desestimarse así nada más. La mayor parte de los ovniólogos conceden que los alienígenas no provienen de otro planeta de nuestro sistema solar, ya que las sondas terrícolas que han revisado ya la casi totalidad de los planetas y satélites del mismo no han hallado el menor indicio de que esté alguno poblado por una gran civilización. Sólo unos cuantos insisten aún a en asegurar que en la Luna o en Marte hay habitantes inteligentes. Esto implica que los ovnis deben venir, necesariamente, de otras estrellas.

El viaje interestelar no es comparable a la navegación dentro de nuestro sistema solar. Las distancias que separan a las estrellas no son ni remotamente comprendidas por los ovnilatras. La estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri, se encuentra a más de cuatro años luz de distancia -esto es la distancia que recorre la luz en cuatro años-. Resulta difícil imaginar esto, pero se puede intentarlo visualizando el siguiente modelo: si colocamos una sandía en medio del Zócalo de la ciudad de México, la Tierra sería una pingüica, colocada en uno de los bordes de la gran plancha de asfalto ahí situada. Júpiter, por ejemplo, sería un limón situado en Pino Suarez y república de El Salvador -a cuatro cuadras. El planeta más alejado, Plutón, sería otra pingüica, ubicada entre las estaciones del Metro de Pino Suarez y San Antonio Abad -en la calzada de éste nombre. Aquí acabaría el sistema solar en éste reducido modelo. Pues bien, si respetamos esta escala, la estrella más cercana sería otra sandía, colocada en algún lugar de África. La mayor parte de las estrellas visibles serían sandías en órbita, en algún lugar entre la Tierra y la Luna.

En el borde del sistema solar, después de Plutón, se abre un abismo inconcebible para la mente humana…

Empero, uno podría pensar que si se construyeran astronaves cada vez más rápidas y potentes, tal obstáculo se podría vencer tarde o temprano, sin problemas de fondo. Lo malo es que esto no es tan sencillo. De acuerdo con la explicación del universo que da la Teoría de la Relatividad de Einstein -misma que no ha podido ser mejorada por ninguna otra hipótesis, desde 1916- no es posible acelerar a ningún objeto material -poseedor de alguna masa- a la velocidad de la luz y esto no es porque haya una barrera mágica, que impida rebasar esa velocidad, sino porque los objetos, al ir aproximándose a esa rapidez limite, incrementan cada vez más su masa. Al alcanzar la velocidad de la luz, las ecuaciones relativistas señalan que el objeto adquiere una masa finita y para rebasarla un poco, se necesitará de un impulso adicional infinito, el cual requeriría de una energía superior a la disponible en todo el universo. Lo anterior ha sido corroborado con partículas subatómicas, en los aceleradores de las mismas, con los que experimentan los físicos nucleares.

sagan A la velocidad inferior a la de la luz, cualquier viaje le tomaría a una nave interestelar muchos años y un gasto de energía en exceso elevado. El astrónomo Carl Sagan, ha hecho el cálculo del requerimiento de energía para sostener el nivel de intercambio interestelar que aseguran los ovniólogos existe; éste -si suponemos que no solamente tiene por objeto que todos visiten nada más la Tierra sino que existen multiplicidad de otros destinos equivalentes- implica un consumo energético tal que podríamos atestiguar cómo las estrellas se irían apagando una a una, al ser utilizadas como única fuente posible de energía para impulsar los incontables traslados.

Si, como afirman los ovniólogos, los extraterrestres dominan una tecnología que les permite disponer de energía surgida de la nada, el nivel energético del universo -apreciable como calor-, en lugar de mantenerse fijo, se incrementaría en forma notable, lo que, naturalmente, ya hubiera sido detectado -la energía creada de la nada es imposible ocultar.

Existen algunas posibilidades teóricas de lograr el viaje a velocidades superiores a la de la luz. Casi todas implican romper la estructura del espacio-tiempo, salir del mismo y volver a entrar en el momento y lugar indicados, en un viaje casi instantáneo. También esto requiere de uso de una enorme cantidad de energía. A la larga, sus efectos también serán detectables.

Hay otro aspecto pocas veces considerado: el intenso tránsito interestelar que implica la existencia de más de doscientas especies de extraterrestres -que según los ovniologos nos visitan con frecuencia- debería ser detectable por los numerosos observatorios dedicados a captar radiaciones electromagnéticas provenientes de todos los confines del Universo, señales de radio, rayos X, microondas, infrarrojo y varios tipos más. Pero ningún receptor ha captado nunca la menor evidencia de ese nutrido tránsito, que inevitablemente emitiría algún tipo de comunicación o señal en cierto momento de su recorrido en lo más profundo del espacio.

Los importantes programas que se han emprendido de búsqueda de vida inteligente, utilizan ya varios radiotelescopios en todo el mundo, funcionando tiempo completo, en busca de la más tenue evidencia de alguna señal o transmisión emitida por seres inteligentes. Hasta ahora, no se ha detectado nada, a pesar de que se busca barriendo por franjas de la esfera celeste, o bien apuntando hacia estrellas específicas.

Los ovniologos desestiman también éste hecho, con el simple expediente de afirmar que los extraterrestres se comunican telepáticamente, o bien porque los miles de científicos, al servicio de las más diversas dependencias oficiales o privadas en todo el mundo, también están involucrados en la conspiración para mantener el secreto de la presencia de los visitantes del espacio en la Tierra. De esta manera, la ovnimania se confirma como uno de los ejercicios de irracionalidad o paranoia más impresionantes de todos los tiempos.


[1] La primera parte se puede leer aquí: https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/12/%C2%BFuna-conspiracion-cosmica/

[2] Publicado originalmente en Excelsior México, 3 de agosto de 1991.

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