IMPACTO AMBIENTAL
El demonio del sur llegó al río Hondo[1]
Juan José Morales
Un par de veces durante los últimos tres años hemos hablado en esta columna del temible pez diablo, o pleco como también se le llama, un tipo de pez procedente de la cuenca del Amazonas que ha causado estragos en los ríos de varias regiones de México, como la cuenca del Balsas en la vertiente del Pacífico y el sistema fluvial de la planicie tabasqueña en la zona del Golfo de México.
Pues bien, ahora se informa que ese temible invasor ha aparecido en el río Hondo y la bahía de Chetumal, y prácticamente nada puede hacerse para impedir que ahí también ocasione graves problemas ambientales, pues debido a sus hábitos y a la falta casi total de enemigos naturales, su control resulta extremadamente difícil, por no decir imposible.
Un ejemplar de pez diablo. Aun los de pequeño tamaño, como este, resultan peligrosos por sus largas y rígidas espinas eréctiles, que pueden matar a cualquier animal que los trague. Están además protegidos por sus escamas óseas. Por ello casi no tienen depredadores y han podido propagarse por los ríos mexicanos.
Pero vayamos por partes. En primer lugar, debe precisarse que el término pleco, plecostomo o pez diablo se aplica en general a cualquiera de las más de 700 especies de peces de la familia zoológica de los loricáridos, originarios de la cuenca del Amazonas en Sudamérica. En su mayoría son pequeñas «”las hay de sólo 2.5 centímetros»”, pero algunas rebasan el medio metro y los tres kilogramos. A México fueron introducidas varias especies para usarlas como peces limpiadores, en acuariofilia ya que tienen una gran boca en forma de ventosa y recorren lentamente las paredes de peceras y acuarios alimentándose con algas y desperdicios adheridos a ellas. Pero, tras ser liberados accidental o deliberadamente, pronto se propagaron por los ríos de una vasta región del país. Los primeros registros de que eso estaba ocurriendo se tuvieron en 1995, y a partir de entonces ocurrió un verdadero desastre ecológico.
El problema con los plecostomos es que se adaptan casi a cualquier ambiente, comienzan a reproducirse a temprana edad, son muy prolíficos, resisten condiciones extremas «”incluso sobreviven horas y hasta días fuera del agua»”, son de hábitos nocturnos que los hacen pasar inadvertidos y están muy bien protegidos contra los depredadores por sus duras escamas óseas y sus fuertes y puntiagudas espinas dorsales eréctiles, que levantan al sentirse en peligro y pueden incluso matar a un ave que los trague. Por todas esas características, pronto se multiplican y desplazan a los peces nativos.
Así, acabaron con la pesca en la presa de El Infiernillo en Michoacán, una actividad de la cual dependían 3 600 pescadores y sus familias, y han hecho desplomarse la captura de pejelagarto y mojarras castarrica y tenguayaca en los ríos tabasqueños. Se han visto afectadas también las poblaciones de aves acuáticas, ya que muchas mueren al comerlos. Y lo peor de todo es que no es comestible y no sirve absolutamente para nada. Ni siquiera para fabricar harina de pescado.
Uno de los factores que han contribuido a su propagación, es el hecho de que «”guiados por un sentimiento humanitario»” muchos acuaristas liberan en ríos y lagos los ejemplares que han crecido mucho y ya no caben en sus peceras, sin imaginar el terrible daño que de esta manera causan al medio ambiente. Por eso, si usted posee uno de estos peces limpiadores en casa, no se tiente el corazón cuando ya no le sirva: envuélvalo en un trapo, métalo al congelador para darle una muerte rápida y piadosa, y tire el cadáver a la basura. Jamás libere ejemplares vivos. Con ello sólo contribuirá a propagar este demonio llegado del sur que está diezmando nuestra fauna nativa. Y en el caso específico de la península de Yucatán, si invade los ríos subterráneos de la región pondría en gravísimo riesgo especies únicas de peces que los habitan.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 6 de mayo de 2013