ESCRUTINIO
La desestabilización de México[1]
Juan José Morales
En tiempos no muy lejanos «”recordemos los negros y sangrientos días de Díaz Ordaz, por cuyo retorno suspiran algunos priístas de hueso colorado»” era un lugar común en los círculos gubernamentales atribuir a una «conjura comunista» toda manifestación de inquietud social y descontento popular que se presentara en cualquier sitio del país, a misteriosos «agitadores» los mítines y las marchas de protesta, y a «ideas exóticas» las demandas de transformación económica y política.
Hoy, el lenguaje ha variado un poco, pero en esencia sigue siendo el mismo. Ahora, la oleada de protestas populares que se ha ido propagando hasta a las más pequeñas y aisladas poblaciones del territorio nacional, se achaca a «los intentos de grupos que buscan la desestabilización del país».
Pero bien vistas las cosas, la desestabilización no es un hecho futuro y posible, sino algo presente, real y concreto, y no de ahora, sino de hace años, y no es obra de embozados y desconocidos personajes que actúen en siniestros conciliábulos, moviendo a distancia, cual si fueran marionetas sin un mínimo de voluntad propia, a los cientos de miles de mexicanos que en las últimas semanas han abarrotado las calles para expresar su hartazgo por la situación económica, política y social.
Las matanzas cuya responsabilidad recae directa o indirectamente en los gobiernos que hemos padecido durante las últimas décadas, no son cosa reciente. Comenzaron hace mucho tiempo. En la foto, el sepelio colectivo de las víctimas de la matanza de Acteal, en Chiapas, en 1997, bajo el mandato de Ernesto Zedillo.
No. La desestabilización la venimos padeciendo desde hace largo tiempo. ¿O es que acaso puede considerarse estable un país donde en la última década hemos tenido 90 mil muertos en actos violentos «”quizá más, pues ya la cuenta se ha perdido»”, donde cotidianamente aparecen tirados en calles y caminos «”incluso en el corazón de grandes ciudades»” docenas de cadáveres mutilados, desollados, decapitados o simplemente acribillados a balazos?
¿Son signos de estabilidad las matanzas como la de los inmigrantes centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas, la de 60 jóvenes en una fiesta en de Ciudad Juárez, de 20 en otra fiesta en Monterrey, de 13 pacientes en un centro de rehabilitación en Torreón, de una docena de presuntos delincuentes en Tlatlaya, estado de México, y otras muchas «”tantas que ya ni siquiera se mantiene un registro de ellas»” que ya a nadie llaman mayormente la atención porque las víctimas son «sólo» menos de una docena?
¿Hay estabilidad en un país donde un pueblo completo, Allende, en Chihuahua, tuvo que ser abandonado por sus habitantes después de ser arrasado por grupos de facinerosos?
¿Puede considerarse que goza de estabilidad un país donde los secuestros y las extorsiones son cosa de todos los días? ¿Donde pequeños agricultores, industriales y comerciantes tienen que cerrar sus negocios o abandonar sus tierras porque ya no pueden seguir pagando «derecho de piso» a los delincuentes ¿Y donde denunciar tales hechos es inútil ya que la misma policía está al servicio de los delincuentes?
¿Algún lector considera signo de estabilidad que ex gobernadores y ex tesoreros de importantes entidades de la República estén bajo la mira de las autoridades norteamericanas «”y algunos de ellos hasta en la cárcel»” por lavado de dinero y asociación con bandas criminales?
Todo lo anterior «”y muchísimo más»” sólo por lo que se refiere a los problemas de inseguridad delincuencia y criminalidad. Pero todavía pueden sumarse la corrupción rampante y generalizada, el tráfico de influencias, el extendido desempleo, la carestía, el deterioro en el nivel de vida de la gran mayoría de la población, el estancamiento económico y el insultante enriquecimiento de presidentes, gobernadores, alcaldes y funcionarios públicos de alto nivel.
Sí. México ha sido desde hace años víctima de un constante proceso de desestabilización por las acciones de quienes lo han venido gobernando durante los últimos sexenios. Y lo que a Peña Nieto y su grupo preocupa, no es la desestabilización del país «”que a fin de cuentas es su obra»” sino la posible desestabilización de su gobierno. Y para impedirla, parece dispuesto a ejercer la represión, como lo demuestra el haber enviado a cárceles de máxima seguridad a los detenidos por los sucesos en el Zócalo de la ciudad de México el pasado 20 de noviembre. Mientras asesinos, narcotraficantes, violadores, saqueadores del erario público y otros «”esos sí»” peligrosos delincuentes, viven cómodamente en reclusorios ordinarios, desde los que incluso pueden seguir cometiendo sus fechorías con la tolerancia y la complicidad de las autoridades carcelarias, a inofensivos estudiantes y desempleados se les envía a esas prisiones de máxima seguridad, como una advertencia para el resto de los mexicanos.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 25 de noviembre de 2014