Ovni

Pre-texto

No se trata de un acto de fe ni de una obligación ciudadana. De los más de cinco mil millones de terrícolas (INEGI, 1993), los que aseguran haber visto un ovni no pasan de un centenar. Claro, no es un argumento contra la existencia de platillos voladores o naves extraterrestres – suelen ser cosas diferentes -, pero es de tomarse en cuenta, ya que a diario mueren miles de personas que ni por aquí les pasó la idea de avistar un ovni.

Nota

Tampoco existe evidencia que niegue la existencia de ovnis, de ahí la validez de la observación para un posible avistamiento (de avistar, mirar algo uno mismo, y miento, pero es verdad). ¿Cuál es el objeto? El ovni, claro. Digamos que la razón, el objetivo, un por qué hacer tamaña barbaridad de invertir tiempo y esfuerzo para mirar tan elusivos objetos, en lugar de ocuparse en la observación de especies raras de pájaros, de películas excitantes o personas desnudas, cumple con la satisfacción de comprobar que existen – o no – los ovnis, en tanto se ocurre una actividad más productiva.

Introducción

El interesado tiene que aprender a hurgar en el espacio. Deberá saber interpretar los movimientos celestes y tener un conocimiento básico de las naves terrestres (v. Cursos intensivos, NASA) para no caer en inocentes equivocaciones. Un ovni es un objeto que se puede ver con los ojos (v. ojos), no con la imaginación, y que se podría tocar en caso de tenerlo al alcance de la mano; volador, o sea que anda por aquí y por allá, más no en la sala, el clóset, la despensa, sino en el espacio que circunda a la Tierra, razón por la que no se le tiene al alcance de la mano; no, adj. neg.; identificado, claro.

Método

Puede estar de pie, sentado, acostado o como más le acomode, pero asegúrese de tener ante usted un trozo de cielo. El cielo es azul. Si lo mira fijamente le parecerá infinito, característica de la acumulación del azul, así que solamente observe un trozo sin apartar de él la vista, porque en cualquier distracción puede pasar por allí el ovni y adiós avistamiento.

A veces hay nubes en el cielo, lo que complica las cosas; habrá que estar hurgando entre los pequeños espacios azules que las nubes no cubren. Se dice que los ovnis se esconden tras las nubes y sólo cruzan los pequeños espacios azules cuando creen que nadie los mira, así que es mejor mirar de soslayo, por el rabillo del ojo, como sin querer, a fin de engañarlos.

Las nubes, en ocasiones, son presagio de tormenta y sí, suelen convertirse en lluvia. En tal caso no se debe abandonar la plaza ni dejar de observar, porque a los ovnis les importa un carajo la lluvia, ya que viajan por encima de las nubes.

Hago una advertencia acerca de la observación. Debe ser metódica. Si tras un momento de espera (tres, cinco, doce horas) no ve un ovni, no debe desesperar ni voltear para otro lado. Vuelva al rato o al día siguiente, y así, todos los días, mirando siempre al mismo trozo de cielo elegido, el cual no debe ser cambiado por ningún otro, nada de que me gustó más allá que acá; sólo será abandonado o transferido una vez que se cumplió el objetivo de avistar un ovni. Entonces sí, pero no antes.

Coda

Haga conciencia de que los ojos cumplen dos principales funciones, una es mirar hacia afuera y otra es mirar hacia adentro. La que nos importa es la primera, porque dentro de usted no hay ningún trozo de cielo, mucho menos ovnis, Dios no lo quiera.

En todo caso, en el idem de que avistase un ovni dentro de usted sería una soberana tontería. ¿Quién – aparte de usted – va a poder mirarle? Aun practicándole la autopsia, la única evidencia sería el tripaje, los belfos, las vísceras y harta sangre, ¿cuál ovni, a ver? Y si no puede presumir de haber visto un ovni, con la evidencia en la mano, ni caso tiene andarse metiendo en tantas tarugadas.

Riesgo

Para no correr riesgos, cuando esté en su puesto de observación concéntrese en su objetivo y no piense en otra cosa, menos aún en asuntos tan peliagudos como la crisis, las mentiras del gobierno ni en artistas de cine, temas que distraen y que, a pesar de abrir tamaños ojotes, ya no mira uno hacia afuera sino hacia adentro, como los amantes cuando se besan, que hasta cierran los ojos para ver mejor adentro, o – peor todavía – como en el delirium tremens, durante el cual se cree mirar afuera lo que está ocurriendo dentro de uno mismo.

Albur

Hay quienes prefieren ver a los ovnis en películas y fotos, consultar libros y revistas acerca del tema o simplemente imaginárselos – con ellos de protagonistas, claro. Pocos se atreven a gastar sus energías en la búsqueda directa en pos del encuentro con esos míticos y controvertidos objetos. A ellos me dirijo.

Audacia 1

Los científicos, que nunca han visto un ovni, los clasificaron por su forma, tamaño, densidad, color, sonido, velocidad, hora de aparición, maniobras y muchos otros datos y aspectos. También han clasificado los tipos de avistamiento, llamándolos «contactos», cuyo número varía según la imaginación científica de cada fulano: Norris habla de 3, Hynek de 4, Benítez de 5 y así, hasta J. L. Rodríguez que clasifica 20. Los más comunes son los encuentros cercanos, el primero entre 500 y 150 metros; el segundo de 50 metros o menos; el tercero ya sería «ver» al o a los ocupantes; el cuarto (cerrado por reparaciones); el quinto es hacer el amor con un extraterrestre, aunque dicen que es difícil saber si es «el» o «ella»; el sexto, llevarse al extraterrestre a su casa (a la de usted); etcétera. Quitando el quinto (desquintando), los demás no son sino barrunto desbordante imaginativo ad hud sub judicelis esto. Este lenguaje no debe preocuparle, pues es solamente para científicos o eruditos y usted, hasta donde sabemos, no es ni lo uno ni lo otro.

Audacia 2

He aquí al ovni. No sólo puede verlo, sino que lo tiene al alcance de la mano. ¿Y? Como dijo Chava Flores, «¿y ora ónde lo meto?». Diferente es ver su movimiento en los trozos azules del cielo, seguido su curso por tres, veinte, cincuenta dedos que le apuntan como en conjuro para que se detenga, evidencie su naturaleza y diga de dónde viene, a tenerlo aquí, frente a usted, con los ojotes pelados y sin saber qué hacer.

¿Cree que con eso ya la hizo? ¿Que se han resuelto los problemas del mundo? ¿Que al fin nos hemos librado de los militares, concluido las guerras, acabado con la pobreza y el hambre? ¿Cambiará al fin el mundo, poniendo punto final a la corrupción, la violencia, la prepotencia, el pillaje, el terrorismo oficial y el no institucional, los asesinatos políticos, el tráfico institucional y privado de niños, drogas, tesoros? Ni lo piense.

Lo único que habrá logrado será salir en los periódicos y en la televisión al lado de su ovni y provocar, de paso, la envidia ciudadana, la discordia familiar, el ataque de los medios de difusión, la pérdida de los amigos, la burla de los científicos y muchos otros asuntos colaterales. Pero usted habrá logrado su propósito con creces y sin desmayar ni un tantito así. Lo demás no tiene la menor importancia, ¿o sí?

Finale presto

En efecto, aquí le presto una idea final, por si las dudas. Es más fácil visualizar, aún más, tocar, penetrar, maniobrar un ovni a través de la ciencia ficción. Hágase escritor; es más fácil, menos riesgoso y tal vez hasta pecuniariamente conveniente situar a los ovni en medio de su fantasía, como parte de alocadas historias que ocurren en mundos singulares, alejados de esta realidad inhóspita del siglo XXI que parece nunca terminar, como maldición bíblica, que nos oprime y lacera eternamente, sin darnos ni siquiera la oportunidad de avistar ovnis libremente, ni siquiera eso.

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