Contacto con extraterrestres usando el radio 2

En el año 1921 Guillermo Marconi experimentaba la telecomunicación.

En la primavera de ese año desarrollaba un intenso programa experimental de radiotelegrafía en la atmósfera, a bordo del Electra, un barco que operaba en el Mediterráneo. El día quince de las experimentaciones, el receptor captó una señal intermitente. Esta señal de ondas desconocidas llamó poderozamente la atención de Marconi, y las devió para comprobar su longitud. Se dio cuenta de que eran ondas cortas de 30,000 metros de longitud, y hasta ese momento la máxima longitud conocida era de 14,000 metros. Estudiando detalladamente las ondas, vio que provenían de una emisora y que posiblemente tenían un código conocido. Observando detenidamente las señales recibidas, llegó a la conclusión de que eran señales parecidas a las de nuestro abecedario morse.

Para seguir estudiando dichas ondas, las mandó registrar en otros laboratorios de América del Sur, y así pudo comprobar que eran mucho más claras cuando el planeta Marte estaba más próximo a la Tierra.

Naturalmente esta coincidencia no era más que un indicio, pero este tipo de punto de origen es fiundamental para la intuición de un científico. Partiendo de este indicio, Marconi intentó llevar a cabo un vasto proyecto de alcance internacional, con la intervención directa de numerosos paises.

David Todd, profesor americano de Astronomía, fue encargado de la organización de una prueba radiofónica a nivel internacional. Los Estados Unidos, valiendose de sus enlaces diplomáticos, consiguieron que todas las estaciones superpotentes suspendiesen sus transmisiones durante cinco minutos en cada hora desde las veintitrés horas y cincuenta minutos del 21 de agosto a las veintitrés horas y cincuenta minutos del 23 del mismo mes, en cuyo periodo Marte se encuentra a la distancia mínima de la Tierra.

Con este motivo, el joven investigador americano Francis Jenkins preparó un aparato registrador de radiofotomensajes. Estuvo conectado las treinta horas que duró la prueba, y cuando el filme fue revelado, se encontraron con que la banda había sido impresionada de un lado con puntos y rayas, y de otro, con intervalos de media hora, de figuras en forma de mirada humana diseñada toscamente.

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El documento fílmico fue examinado concienzudamente por los militares, sin llegar a ninguna conclusión. Hoy se encuentra en la división de Radio Bureau of Standars. Su significado no fue desvelado.

Sobre esta y otras experiencias preguntaremos al señor Siragusa en el capítulo XII, de momento podemos añadir que, como aportación documental de este libro, publicamos las fotos de extraterrestres que revelan esos rasgos. El registrador de radiofotomensajes lo que hizo fue llevar a cabo el diseño de imágenes que Eugenio Siragusa ha fotografiado.

La segunda historia con que pretendemos terminar este relato sobre los satélites de Marte está protagonizada y contada por el propio interesado: Byron Goodman.

Permanece en secreto el nombre de quien le narró dicha historia, un radioaficionado de Los Ángeles, redactor técnico de Q. S. T. (órgano oficial de la American Radio League y de la International Amateurs Radio Union).

«A finales del año 1926 entré en contacto casualmente con seres de otro planeta. Hacía tiempo que había logrado enviar una señal a intervalos de cinco minutos, y recibía una respuesta ocho minutos después de mi llamada. Tras varios intercambios de contactos, mi interlocutor me mandó un mensaje para construir una antena más poderosa, porque mi señal se recibía muy débil. Lo hice al día siguiente, y nada más emitir la señal recibí una respuesta clarísima. Estuvimos comunicando quince horas. Mi interlocutor me dijo que era de Marte y que había descifrado nuestro código captando las ondas de nuestros radioaficionados. Me preguntó se había contado a alguno mi experiencia, y ante mi negativa, me respondió que me daría elementos para poder contactar con los habitantes de otros planetas. Con un instrumento perfeccionado que él me enseñó a construir, conecté con otros muchos planetas, pero dicho contacto era posible solamente cuando resultaban visibles por la noche desde nuestro hemisferio. El planeta más difícil era Venus. Para conectar con él, había que enviar una señal de doscientos kilovatios».

Al principio, el propio Goodman, que escuchó la historia, no se la creyó. Pero tenía los elementos para poderla comprobar, y quiso realizar una experiencia ante testigos.

Goodman fue llevado por dicho radioaficionado a su laboratorio de una pequeña villa a las afueras de Los Ángeles. En su presencia fue enviada una señal, y se recibió la respuesta inmediata. El contacto lo habían hecho esta vez con una nave que pasaba a la altura de la ionosfera de nuestro planeta.

Goodman escuchó y comprobó esta historia en el año 1950. Tres años después él mismo, en unión de George Williamson (astrólogo) y su mujer Betty (profesora de Química), de Alfred Bayley y su mujer Betty, de los estudiantes B. Bowen y Ronald Tucker, repitió la experiencia y levantó acta notarial. El 7 de marzo de 1953 un notario de Arizona, Scott, tomó juramento de los participantes de la experiencia. Ellos negaron pertenecer a ningún grupo político, científico o religioso.

El grupo presidido por Goodman recopiló un buen número de mensajes que aparecieron publicados en un libro titulado The saucers speak. La frecuencia más habitual de sus comunicaciones tuvo lugar en los 450 kilociclos. El contacto con los marcianos fue seguido en código morse. También lo intentaron por radiotelefonía, pero el ruido de fondo hacía imposible el contacto.

Transcribo a continuación uno de los mensajes, porque hace referencia a Phobos y Deimos. Fue recibido el 17 de agosto del año 1952. El sujeto emisor se identificó como «Zo», del planeta «Masar», es decir, Marte.

«Vuestras bombas atómicas destruyen el equilibrio universal. La bomba de hidrógeno podría hacer de vuestro planeta un cinturón de asteroides. Esto sucedió hace muchos milenios en el planeta de la quinta órbita del sistema solar. Nosotros sabemos lo que estáis haciendo, pero no podemos intervenir. En el anterior desastre hubiéramos sido lanzados fuera, arrojados lejos del sistema solar si no hubiera sido por los dos satélites artificiales Phobos y Deimos, de naturaleza metálica, que construimos para equilibrar nuestra órbita».

Tenemos también otro documento que corrobora esta misma teoría. Está archivado en las dependencias del N. I. C. U. P. La protagonista fue Geraldine Eigenfel, de treinta y siete años de edad, mujer de un radioastrónomo. La señora Eigenfel venía recibiendo numerosas comunicaciones de extraterrestres, todas de carácter general. La tarde del 21 de junio de 1963, puesta a la escucha, registró el siguiente mensaje:

«La destrucción de un planeta que orbitaba en la quinta órbita del sistema solar, acaecida muchos siglos antes de ahora, puso en peligro incluso al planeta Marte. Nosotros nos salvamos construyendo dos grandes satélites artificiales, que restablecieron el equilibrio de nuestro planeta».

Esta comunicación fue registrada, y no existen dudas de que sea de origen estelar. Cuanto asegura el desconocido interlocutor de la señora Eigenfel, confirma la teoría científica terrestre sobre los dos satélites de Marte, Phobos y Deimos. De hecho, reflejan demasiada luz, y por tanto, no pueden ser de la misma materia que la de los restantes planetas.

Ambas afirmaciones coinciden también con el relato del señor Siragusa sobre la destrucción del continente Mutolteca, a causa del cataclismo que provocó la aniquilación del planeta que orbitaba en la quinta órbita de nuestro sistema solar.

Volveremos sobre este tema en los siguientes capítulos, interrogando directamente a Eugenio Siragusa. Queremos terminar esta aportación documental con algunos datos sobre los viajes a la Luna y los avistamientos de luces, monumentos y ovnis por los astronautas.

Del Pozo Barbero Victorino, Siragusa Mensajero de los extraterrestres, Edaf, Madrid, 1981.

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