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Viaje a Venus en un plato volador. La increíble historia de Salvador Villanueva (4)

VIAJE A VENUS EN UN PLATO VOLADOR

CAPÍTULO II

«Â¡LA INCREÍBLE VERDAD!

«¦

«Cerca del mediodía volvieron los dueños del au­tomóvil acompañados de un mecánico. Este me echó la culpa del desperfecto, por lo que tuvimos una discusión y allí mismo me rehusé a seguir adelante. Viendo que pasaba un camión de carga rumbo a Mé­xico, lo paré y pedí al chofer que me llevara. Ama­blemente, mi compañero abrió la portezuela y me introduje en el camión sentándome a su lado.

«Yo hablé poco. Le contestaba con monosílabos. Estaba aún fuertemente impresionado. Le conté el in­cidente que había tenido con los texanos, que ni siquiera me pagaron. Y él rió…

«Pasaron las horas. El notó que yo estaba preo­cupado. Dedujo que algo me pasaba y que yo se lo ocultaba. Finalmente, le conté una parte de lo que me había sucedido. El soltó la carcajada y su único comentario fue que seguramente yo había fumado mariguana.

«Disgustado, cambié la conversación. Y seguimos el viaje hasta México, en donde le dí las gracias y me dirigí rumbo a mi casa.

«Mi esposa también me notó alterado. Le dije que había tenido un disgusto, pero ella me dijo que tenía aspecto de enfermo. Me acosté y me puse el termó­metro. Tenía fiebre…

«Por la noche, viendo que yo no podía dormir y que me revolvía nerviosamente en el lecho, me preguntó qué me pasaba. Entonces le conté todo…

«Ella me escuchó con calma. Después, me acon­sejó que no se lo contara a nadie, pues me tomarían por loco.

«Me enojé. ¿De modo que ella me consideraba loco?

«-No -me dijo- Yo te creo. Te conozco y sé que no me dirías una mentira, pero los demás no te creerán…

«¿SERA VERDAD?…

«Salvador Villanueva Medina guardó el secreto du­rante dos años. Sólo lo sabían su esposa y sus dos hijos mayores. Cuando yo publiqué una serie de re­portajes sobre el tema apasionante de los discos vo­ladores, su esposa le aconsejó que me viera y me contara todo.

«Fue entonces cuando me escribió. Fue así como lo conocí. Y desde entonces, juntos hemos buscado pruebas de que dice la verdad. Hicimos una expedición a Ciudad Valles, acompañados de tres investi­gadores norteamericanos, a los que yo invité a ir. Encontramos el sitio en que había aterrizado la nave. Recorrimos la zona, en donde florece una espesa ve­getación tropical. Árboles y plantas estaban verdes en todos los alrededores, pero en el sitio en donde se posó la nave -un área casi circular, de quince metros de diámetro aproximadamente- todo estaba seco. Los arbustos estaban aplastados…

«Tomé muestras de la tierra del área seca y del área fértil, a unos cuantos metros de distancia. Las muestras fueron analizadas en los Laboratorios Phil­lips y no se encontró nada extraordinario. Sólo que la tierra de la zona es rica en fosfatos y en otras substancias. Y la muestra que tomé del área seca no contiene fosfato. Es salitrosa. ¿Por qué?

«Las dos muestras fueron tomadas a una distan­cia no mayor de cuatro metros.

«Ese es el primer indicio de que Villanueva dice la verdad, pero ya seguiremos adelante, para ofrecer otros datos, que no han sido publicados hasta la fe­cha…

CAPÍTULO III

«»™Â¡YO HICE UN VIAJE A OTRO PLANETA!»™

«¦

«»¦más tarde fue publi­cado por numerosos periódicos de los Estados Uni­dos, de Sudamérica y de Europa. En Caracas, el dia­rio Noticias, rompió su récord de circulación el día que lo publicó. Y más tarde fue transmitido un programa especial de televisión abordando el tema.

«Villanueva fue interrogado ampliamente por di­versas personas interesadas en la investigación. En mi estudio, yo lo ví contestar a todo con seguridad. Primero lo interrogó George Adamski, en su primer viaje a México. Después vino Desmond Leslie, de Londres, y pasó largas horas en mi departamento, ha­blando con él. Ambos aseguran que Villanueva dice la verdad.

«Yo seguí todas las pistas. Buscaba una prueba que demostrara de modo evidente la veracidad de la historia. Villanueva se prestó a auxiliarme. No sólo me acompañó a Ciudad Valles, sino a otros lugares, en pos de algún indicio importante. Y así nació en­tre nosotros una amistad que ha perdurado al través del tiempo.

«Y así llegó a mis manos otra narración extraor­dinaria, que supera en interés el caso Villanueva: el caso de un joven ranchero de Jalisco, que asegura que lo llevaron a otro planeta a bordo de una astro­nave»¦

«Un día, el correo me trajo un rollo de papeles escritos a máquina, que contienen la narración más extraordinaria sobre el asunto de los platillos vola­dores. Desgarré la fajilla postal, que traía el mata­sellos de Guadalajara y leí asombrado la carta que ustedes van a conocer»¦

«Firma Antonio Apodaca y dice así:

«»™Señor.

«»™Salvador Villanueva Medina. México, D. F.

«»™Muy Señor mío:

«»™En primer lugar, le suplico me dispense por es­cribirle por conducto del señor M. Gebé, pero por más pesquisas que hicieron unos parientes míos ra­dicados en el Distrito Federal, no lograron investigar su domicilio. Me he enterado de la aventura que co­rrió cerca de Ciudad Valles. Los parientes de quienes le hablo me mandaron los reportajes, que he leído con gran interés.

«»™Uno de mis parientes es doctor y hace aproxima­damente un año vino de vacaciones a mi rancho en Jalisco y le platiqué de una formidable aventura que yo había vivido. Naturalmente que por lo extraordi­naria que es, no me creyó absolutamente nada. Eso me mortificó en parte, máxime que como testigos «a medias» le presenté a mis dos peones, y como si eso fuera poco, hasta mi madre le aseguró la veracidad de mi relato.

«»™Pero vamos por partes…

«»™Yo estudié en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, terminando la instrucción primaria y la secundaria, y hubiera seguido hasta ingeniería, de no ser por la desgracia de haber perdido a mi padre. Tengo un rancho a seis horas de camino de la ciudad de Guadalajara. Como le digo, me vine al rancho, abando­nando mis estudios por esa desgracia, pero estoy con­tento y me ha ido bien, pues soy descendiente de campesinos y mi trabajo me agrada.

«»™Tengo ahora 23 años. Cumplo en este mayo, seis meses de casado y nos viene en camino nuestro pri­mer hijo. Me vive mi madre. Por tanto, verá usted que soy más o menos feliz.

«»™Pero de lo que yo le quería hablar y lo que le conté a mi primo, y por tanto, motivo de esta carta, es lo siguiente:

«ATERRIZAJE DE UN PLATIVOLO

«»™El día 9 de octubre del año de 1953, estando yo en compañía de mis dos peones, arreglando una cer­ca de un pequeño huerto que mi madre cultiva, nos llamó la atención un objeto que descendía a unos cien metros del lugar en que nos encontrábamos. Dicho objeto era azul brillante y afectaba una forma cir­cular.

«»™Los tres nos quedamos de una pieza. El objeto descendía lentamente, como desciende una pluma, me­ciéndose ligeramente en el viento.

«»™Cuando tocó tierra, ninguno de los tres nos atre­vimos a acercamos, ya que nos paralizó cierto te­mor.

«»™De pronto vimos rodeando al aparato, para di­rigirse a donde nos encontrábamos, a dos pequeños y extraños personajes. No medía el más alto arriba de un metro con veinte centímetros»¦

«»™Instintivamente me llevé la mano a la cacha de la pistola, para retirarla poco después avergonzado de mi cobardía. Los dos hombres se acercaban con pasos menudos y con los brazos en alto, hacia noso­tros. Cuando los tuve a tres o cuatro metros les pre­gunté quiénes eran y qué deseaban, puesto que ha­bían descendido en terrenos de mi finca.

Villanueva9MV Dibujo de la época que representa el avistamiento de Antonio Apodaca.

«»™Ellos dibujaron la mejor de sus sonrisas y ade­lantándose el más bajito me dijo en c1aro y sonoro español:

«»™-¡Somos amigos!

«»™Como ya dije, el más alto no medía más de 1.20 y el que se había adelantado era aún más pequeño. Llevaba un uniforme de aviador, de una pieza. La tela de que estaba hecho era una especie de pana de color gris, ajustado a los tobillos y muñecas, cubriendo con el mismo material las manos y los pies. Se cubrían la cabeza con un casco un poco más pro­longado en la parte trasera, pero no tanto como para evitar que su pelo gris y ondulado escapara de dicho casco, cayéndoles sobre los hombros. Me llamó la atención que llevaban un cinturón ancho y brillan­te.

«»™Tenían ojos de gato montés, pero su aspecto en general era inofensivo. Cuando el que habló me hubo medido con la vista; me dijo:

«»™-¡Qué alto es usted!

«»™Hasta entonces caí en la cuenta que seguían con sus bracitos en alto, por lo que me apresuré a decir­les que por qué no los bajaban.

«»™-Bueno… -me dijo- no queríamos que fue­ran ustedes a pensar que veníamos en forma de ene­migos y como usted está armado, lo más prudente era llegar como llegamos.

«»™Mis peones estaban alelados y hasta mi madre, que había salido a la puerta de la casa, atraída por los ladridos de los perros, estaba estupefacta.

«»™-Bueno -les dije- como supongo que vienen de visita, lo correcto es que los invite a pasar a la casa. ¿No es así?

«»™Les pregunté esto como bromeando y mi inter­locutor respondió:

«»™-Efectivamente. Nosotros venimos de visita y aceptamos su afabilidad.

«»™Me encaminé hacia la casa y cuando llegamos al pequeño portal de entrada, le dije a mi madre:

«»™-Le presento a usted a unos amigos de Guada­lajara que vienen a visitamos»¦

«»™No sé por qué se me ocurrió mentirle a mi ma­dre. Pienso que en mi subconsciente se formó la idea de que si lo hacía de otra manera, mi madre des­confiaría de los desconocidos.

«»™Mi madre, mide un metro y sesenta y cuatro cen­tímetros y yo mido un metro ochenta y dos, así que ya verá usted el contraste que había entre nuestros visitantes y yo, en estatura. Pero me apresuré a decir a usted que solamente en estatura, porque a decir verdad, algo había en esos señores que imponía cier­to respeto.

«»™Los pasamos a nuestra pequeña sala, invitándolos a sentarse. Con ­cierta agilidad treparon a los si­llones de tule que forman nuestro ajuar y me pareció correcto invitarles una copa de tequila, digamos, para iniciar la conversación. Moviendo graciosamen­te la cabeza me contestaron que tequila no, porque era una bebida muy fuerte y no querían embriagarse. Se alejó mi madre rumbo a la cocina, para aparecer poco después con una charola con algunas fru­tas y dulces. Sólo aceptaron nueces en dulce, que parecieron ser de su agrado. Por lo visto, mis visitantes eran gente chic, así que ya no les ofrecimos nada más.

«»™SERES DE OTRO MUNDO

«»™No hallando con qué agradar les invité a conocer la finca y aceptaron de inmediato. Mi madre se encaminó a la cocina a seguir preparando la co­mida y yo los llevé al huerto. Daba gusto ver el interés con que examinaban las hortalizas de mi madre. Se hubiera pensado que los amigos eran estudiantes de horticultura. Luego fuimos a nuestro corral y mostraron igual interés a la vista de nuestros cerdos, gallinas, patos y guajolotes. Tal parecía que en su vida no habían, tenido oportunidad de conocer uno de esos animales. Pero lo más asombroso fue cuando estuvimos frente a las vacas, pues su sorpresa llegó al límite cuando les dije que producían alimentos de gran calidad.

«»™Todo un laboratorio, dijeron sonriendo, pero en eso el laboratorio pegó un mugido espantoso. Creo que le sorprendió la traza de nuestros visitantes. Hubiera visto usted con qué ligereza se pusieron a distancia del animal.

«CAPÍTULO IV

«Â¡A BORDO DE LA NAVE INTERPLANETARIA!

«¦

«La plática que siguió -dice nuestro hombre- ­no se la repito porque la acabo de leer en los repor­tajes de M. Gebé y terminaría haciéndole pensar a usted que solamente lo copié. Me hablaron largamen­te sobre su mundo y sus costumbres y al leer lo que usted relata, encuentro una absoluta similitud.

«¦

«CAPÍTULO V

«Â¡EN OTRO PLANETA!

«¦

«CAPÍTULO VI

«LA URBE REFULGENTE Y PRODIGIOSA

«¦

«CAPÍTULO VII

«EL RETORNO A LA TIERRA

«¦

«»™Poco después aterrizamos en mi rancho. Llegamos el día 14 de octubre a las 12 y minutos. Puesto que habíamos salido el día nueve de octubre a las cinco de la tarde, el viaje había durado cuatro días y diecinueve horas.

«¦

«»™Mis amigos cumplieron su promesa. Dos semanas después aterrizaron en el rancho y pasaron allí tres días como huéspedes míos. Si le dijera todo lo que me platicaron, nunca acabaría esta carta.

«»™Durante su estancia en el rancho, cubrimos la na­ve con rastrojo y ramas secas para que no fuera visi­ble desde arriba, pues en ocasiones pasan por allí aviones de línea.

«»™Procuré atenderlos lo mejor que pude. Les conse­guí una gran variedad de semillas y les regalé tam­bién varias parejas de aves de corral de mi rancho. Espero que haya llegado todo bien.

«¦

«»™Le ruego que no me busquen.

«»™Adiós. Créame que me considero su amigo y compañero.

«»™Antonio Apodaca»™

Continuará…

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Viaje a Venus en un plato volador. La increíble historia de Salvador Villanueva (3)

VIAJE A VENUS EN UN PLATO VOLADOR

UN ÉXITO EDITORIAL

En 1976 Villanueva publicó una nueva edición de su libro. De la obra original se hicieron varias reimpresiones en México[1] y se tradujo a varios idiomas (alemán[2], japonés[3], portugués[4]). En Alemania fue todo un éxito. A finales de la década de los cincuenta ya se habían vendido más de 80,000 ejemplares. En 1965 el periodista Guillermo Ochoa[5] menciona que ya se habían vendido más de 200,000 ejemplares. Dice que Villanueva pudo haberse hecho rico, pero rechazó todo beneficio económico. «Difundir lo que vi es un compromiso que contraje con ellos», explica. «El libro mismo lo pude editar gracias a que obtuve un premio en la Lotería, pese a que no jugaba con frecuencia»[6].

GuillermoOchoa Guillermo Ochoa en su programa «Hoy mismo» de la década de los ochenta.

En la edición de 1976, además del relato de su viaje a Venus, publica algunas de las reseñas que obtuvo su libro, un texto, Los misioneros, de libro El quinto reino de Ramiro Garza[7], y la compilación completa de los artículos de M. Gebé sobre su caso, titulada Sobre la pista de los platillos voladores.

En lo que podría ser la introducción Villanueva nos informa:

«BUENO, AMIGOS… Me llegó la hora en que ten­go que contarles algo respecto a los escurridizos pla­tos voladores que todo el mundo sabe que otros vie­ron; pero si me perdonan vamos a hacer un poco de historia: recordarán ustedes que este servidor, a tiros y tirones, publicó un libro en el que hablaba de los espaciales, o sea de las personas que tripulan esas naves. El libro se llamó «Yo estuve en el Planeta Venus». Fue editado allá por el año cincuenta y tan­tos y prefiero no recordar la fecha porque el haberlo publicado me dio muchos dolores de cabeza.

«Les decía que haríamos un poco de historia por­que a mi parecer no hemos aventajado nada en cuan­to a saber si esos seres vienen de otros mundos o viven en éste desde el principio de los tiempos en que nuestro planeta quedó en condiciones de ser ha­bitado.

Ramiro Garza Ramiro garza, uno de los fundadores del CIFEEEAC.

«Sentí deseos de volver a escribir cuando al re­visar algunos papeles de aquellos tiempos encontré algunas críticas que personas muy enteradas me hi­cieron el favor de escribir con respecto a ese libro. Estas honrosas menciones me llenaron de orgullo; pe­ro hay también otras razones que me obligan a es­cribir una vez más sobre el tema. Mi libro se sigue leyendo y muchos editores se han llenado los bol­sillos en algunos países de América y Europa; pero le han ido suprimiendo partes que quizás a ellos no les interesaban y me preocupa que llegue el día en que sólo vendan el título y mi nombre respaldándo­lo; pero lo más curioso es que en cuanto ejemplar he leído encuentro una advertencia: «Prohibida la Re­producción Total o Parcial». ¡Qué desfachatez![8]

«Así que muchos de mis viejos lectores iban a mi taller, se quejaban y me regañaban por el descuido en que he tenido a mi libro. Un buen grupo de ellos se asociaron y reunieron algún dinero con el que van a hacer esta nueva edición y yo con mucho gusto les he dado toda mi ayuda y hasta vamos a incluir dos nuevas partes: ésta que está usted leyendo y una serie de reportajes publicados en el Magazine de No­vedades en 1956, en la que algo tuve yo que ver.

Villanueva4 Edición del libro de Villanueva de 1995.

«Naturalmente, les advertí a mis amigos que lo vendieran sin ganancia de ninguna clase, salvo la de las casas que lo distribuyan porque ahí sí ni mo­do y -naturalmente- el costo de la edición.

«Vamos, pues, a empezar con esas críticas de que hablaba y que tanto me gustaron. Una la escribió en El Universal aquel gran periodista ya fallecido y que fue maestro entre los mejores, don Rafael So­lana (padre) que en paz descanse. La otra fue es­crita por otro as del periodismo, don Raúl E. Puga que además, de pasadita, menciona otra cosa que es­cribí en un momento de desesperación adjudicándosela a un viejo amigo mío, revolucionario, sólo que cambiándole el nombre. No así los apellidos. Tam­bién él murió. Dios lo tenga en su Gloria. Yo, por mi parte, hace rato que vivo horas extras. Así que empezaremos con las críticas de que hablaba».

«VIAJES A VENUS

«Por Raúl E. Puga.

«Parece ser que los viajes al planeta Venus están a la orden del día. Primero fue el tapatío Antonio Apo­daca[9] quien nos contó con detalles llenos de interés el viaje que según dice realizó a ese planeta y cuyo relato apareció en el Magazine de Novedades en una versión de nuestro entusiasta y distinguido colabo­rador el plativolista M. Gebé… y ahora es don Sal­vador Villanueva Medina quien ha escrito, en forma de libro, la narración circunstanciada de su experien­cia como viajero del espacio.

«Salvador Villanueva pretende haber tenido en México un contacto con los venusinos, quienes lo en­contraron en un paraje solitario de la carretera de Nue­vo Laredo y luego lo invitaron a que subiera a su nave.

«Villanueva nos habla de manera objetiva de la ciudad de los venusinos, de sus edificios, de sus ho­teles, de sus salones de espectáculos, de sus naves aéreas, terrestres y marítimas; de su flora y de su fauna, de sus costumbres y régimen social.

«Describe minuciosamente cómo se construye un platillo volador, cómo son las naves «madre» o bar­cos del espacio, cómo es la alimentación, de dónde procede, cómo se hace. Nos traza la figura de un venusino y hace la descripción de sus facciones, de su cuerpo, de su vestido, de los objetos que lleva. Nos informa de su manera de expresarse, del tono de sus voces y de cómo se desenvuelven en sus relacio­nes amistosas y familiares: Todas son noticias rápi­das, logradas en un instante, porque al parecer los venusinos no tenían mucho tiempo que perder y tra­taban de darle una impresión más o menos completa de la ciudad-mundo.

«Y esta fantasía de Villanueva Medina tiene, por lo menos, una ventaja sobre la fantasía «made in USA»: no está encasillada en las cosas convenciona­les de los narradores de las novelas de ciencia-ficción. Tiene espontaneidad. Nace de una nueva veta, qui­zás un tanto ingenua, pero llena de sugerencias por­que está aligerada de la literatura del cuentista pro­fesional, porque no hay malicia en el escritor, porque no existe ni el artificioso suspenso ni los finales ines­perados.

«Villanueva cuenta lo que vio (con los ojos de la imaginación)…

«Y estamos seguros de que él cree firmemente en lo que dice y que de verdad piensa que estuvo en Venus y con los venusinos».

«YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS

«Por Rafael Solana Sr.

«(HABLEMOS DE VENUS: A VENUS SE ENTRA POR LA PUERTA DEL SOL Y DESPACITO) S.P.I. (COSMOS) México. 1958.- Extraño libro y extraña personalidad la de su autor, capaz de co­meter las más escalofriantes faltas de ortografía en la dedicatoria autógrafa; pero al mismo tiempo de escribir un relato que conquista la atención del lec­tor y que permite llegar al término de la lectura sin cansancio.

«No hay propiamente un novelista, pues la na­rración, como tal, adolece de gran debilidad y no tiene adecuado remate; pero hay un hombre de vi­gorosa imaginación, que cuando describe la vida en el planeta Venus hace gala de una cohesión de ideas y de una fantasía que hace recordar al inmortal Ju­lio Verne o aquel maravilloso libro, que tanto me gustaría volver a leer y que se llamaba «LA VIDA EN EL SIGLO XX» y que editó El Universal en el siglo pasado y cuyos pronósticos casi al pie de la le­tra he visto cumplidos, a medio siglo de distancia de la redacción de este libro.

Rafael Solana Rafael Solana.

«El asunto de la novela queda revelado en su título. El estilo es correcto y sencillo, sin llegar a ser nunca chabacano o adocenado; hay claridad en la exposición, curiosidad en el detalle, orden en la composición.

«¿Cómo el hombre que ha escrito este relato ama­ble y entretenido puede tener la sumaria cultura que revela grafológica y ortográficamente?[10]

«Recomendamos el libro como divertido; se deja leer, distrae por unas horas y revela a un autor de imaginación ardiente y fantasía muy rica, quizá muy aprovechable para otras disciplinas literarias».

A continuación se publicaba el relato Los misioneros, del libro El quinto reino de Ramiro Garza. La tercera parte de esta nueva edición del libro de Villanueva era la compilación de artículos de M. Gebé, un total de ocho capítulos que reproducimos casi íntegramente[11]:

«SOBRE LA PISTA DE LOS PLATILLOS VOLADORES

«El Relato es Fantástico, Inverosímil… Pero yo lo Creo

«Por M. Gebé

«1956

«Capítulo I

«Â¡Yo le creo a ese hombre!

«El relato es fantástico. Inverosímil

«¦

«El día 30 de diciembre de 1954 recibí la siguiente carta:

«»™Sr. M. Gebé. Estimado señor:

«»™Me es grato dirigirme a usted para relatarle algo que me sucedió y que hasta antes de leer sus artícu­los me parecía inverosímil. Se lo voy a relatar tal como sucedió y usted lo juzgará:

«»™El día 20 de agosto de 1953, como a las 21.00 horas, cubriendo un turno en un coche de alquiler, trabajo al que me dedico desde el año de 1931, to­mé como pasajeros a una pareja de tejanos, hombre y mujer. El, de aproximadamente 50 años, de pelo entrecano, delgado, y como de 1.75 metros de estatura. Ella era también alta. Un poco más baja que él, delgada, y como de 40 años. Hablaba perfecta­mente el español. Ella, una mezcolanza de español e inglés.

«»™Los tomé en el Zócalo para llevarlos al hotel Ox­ford, en la calle de Mariscal. En el trayecto, él me pidió que le recomendara un chofer para que les manejara un automóvil que tenían en un taller, dán­dole una checada y enderezando un ligero choque.

«»™Como a mí me interesara el trabajo, quedé en verlos al día siguiente, a las 10 de la mañana, en el mencionado hotel.

«»™Veinte minutos después de la hora indicada fui­mos a la calle de Ramón Guzmán, a recoger el co­che, que resultó ser un Buick modelo 52. Todo ese día anduve con ellos, llevándolos a Xochimilco, en donde pasearon en lancha; a la Ciudad Universi­taria, en donde se divirtieron tomando fotografías a más y mejor y como a las 15:00 horas, regresamos al hotel, dejando el coche en las afueras del mismo. Me recomendó que me fuera a descansar porque al día siguiente, a las 9.00 horas, saldríamos rumbo a Laredo. Por el trabajo de ese día me pagó 50 pe­sos y me ofreció que me pagaría 300 pesos, porque lo ayudara a manejar hasta la frontera.

«»™Como habíamos acordado, estuve yo listo a las 9.00 horas del siguiente día, pero no salimos inme­diatamente. Fueron primero a desayunar a Sanborn»™s, el que está a un costado del hotel del Prado. Des­pués quisieron comprar algunos rebozos y me pidieron que los llevara a donde fueran más baratos. Los llevé por la calle de Venustiano Carranza, en donde además de los rebozos, compraron algunas canastas y latas. Total: que salimos hasta las 12.00 del día, aproximadamente.

«»™Llenamos el tanque de gasolina sobre Insurgen­tes Norte y la avenida Potrero, enfilando luego ha­cia el norte, a velocidad moderada, porque la señora iba sumamente nerviosa, pues me contó que cuan­do venían rumbo a México él había estado a punto de volcarse por «librar» un burro que se les atra­vesó en el camino.

«»™Ya en la tarde, habríamos caminado unos qui­nientos y pico de kilómetros[12] cuando empezamos a sentir un ruido, al parecer proveniente de la caja de velocidades. Paramos para aseguramos de qué era lo que pasaba y efectivamente, me pareció peligro­so para el automóvil que siguiéramos caminando, y como no llevaba más herramientas que la indispen­sable para desmontar llantas, decidieron ir a alguna población en donde hubiera taller mecánico.

«»™Para eso, en la carretera pararon un automóvil. Este era un Chevrolet nuevecito, con placas del Es­tado de México. Lo ocupaban una señora y 3 joven­citos y lo manejaba un señor al parecer muy gordo. Fue hacia ellos mi improvisado patrón y regresó poco después por su esposa y a recomendarme que los es­perara allí y que tuviera mucho cuidado con el co­che. Me dijo que me encerrara en él, porque el sitio era muy solitario y la zona le parecía peligrosa.

«»™Luego que los ví perderse, saqué el gato del au­tomóvil y lo alcé de las ruedas traseras, echando a andar el motor, conectado para hacer girar la caja de velocidades.

«»™Aún no oscurecía. Estaba yo debajo del carro, oyendo el ruido que producía, cuando sentí que al­guien se acercaba»™.

«A continuación venía el relato. Un relato inve­rosímil, fantástico, pero sin embargo, me parecía sin­cero. Este relato será dado a conocer, a su tiempo, a los lectores de MAGAZINE NOVEDADES. El do­cumento, original en nuestro poder, es interesantísi­mo. Pero continuemos con nuestra narración.

«La carta terminaba así:

«»™Al día siguiente, poco después de mediodía, llegaron los norteamericanos con un mecánico, que resultó ser adivino, pues antes de ver cuál era el da­ño que tenía el coche, les dijo a los dueños que se había descompuesto debido a un descuido mío, por no revisar el aceite en la caja de velocidades.

«»™Discutimos, nos acaloramos, y de allí mismo me regresé en un camión de carga.

«»™Se me ocurrió contarle mi aventura al chofer del camión y le doy gracias a Dios de que no me co­nociera, porque ya me imagino las burlas de que hu­biera sido objeto, pues se le ocurrió decirme que la yerba que yo había fumado estaba demasiado «guisada».

«»™Desde entonces no se lo había contado más que a mi esposa y a mis dos hijos mayores. Ahora he estado leyendo sus artículos y me atrevo a repetirlo y lo hago por la sencilla razón de que creo que us­ted si está seguro de la existencia de esos seres, y en segundo lugar, porque ni usted me conoce ni yo le conozco.

«»™Le suplico me perdone que no mencione mi nom­bre y dirección, para evitar las burlas de que pueda ser objeto. Sólo le diré que soy un modesto chofer de coches de alquiler, con licencia 45504 del Dis­trito Federal»™.

«Así terminaba la carta. No tenía firma.

«La narración del chofer número 45504 era alucinante, pero… ¿Y si todo era una broma? ¿Existía realmente ese chofer? ¿Había una posibilidad de que su relato fuera verídico?

«Para eso, era necesario dar con él.

Continuará…


[1] Hay una reedición de 1968 por Editorial Orión.

[2] Villanueva Medina Salvador, Ich war auf einem anderen Planeten, con un prólogo de Karl L. Veit, Ventla Verlag Schierstein, Wiesbaden, Alemania, 1961. 150 s., 4 tav. – ISBN 3-88071-028-7

[3] Villanueva Medina Salvador, わたしは金星に行った!!UFOは金星の都市に着陸した! (たまの新書) (新書) ¡Fui a Venus!, Michiko Abe de Neri (traducción), たま出版, Japón, 1995, 226 s. ISBN-13: 978-4884818180

[4] Villanueva Medina Salvador, Aventura no planeta Vênus, Editora Quarto Caminho, Brasil, 1973, 84 s.

Villanueva Medina Salvador, Eu estive no planeta Vênus, Karl Bunn (traductor), 1985.

[5] Quien fuera conductor del diario matutino «Hoy Mismo» de Televisa y que en 1965 trabajaba en Novedades.

[6] Este es un punto que consideraremos al final de este artículo. Aquí sólo resta anotar que el propio Salvador diría, poco después, «»¦de paso les diré que me piqué jugando cuanto centavo me sobraba, pero jamás me volví a sacar nada».

[7] Fundador de CIFEEEAC (Centro de Investigación de Fenómenos Extraterrestres, Espaciales y Extraordinarios Asociación Civil)

[8] Peor hubiera sido el enojo de Villanueva si se hubiera enterado que su hijo, Salvador Villanueva Larios, publicó una nueva edición en 1995 (Villanueva Medina Salvador, Yo estuve en el planeta Venus, Corporativo Mina S.A. de C.V., México, 1995. 112 s.), pero cuyo copyright estaba a nombre de Enrique Mercado Orue, otro contactado mexicano que, no sólo le había robado el copyright, sino su misma historia, pues el relato de Mercado es muy parecido al de Villanueva.

[9] Sobre este Antonio Apodaca nos ocuparemos más adelante en este artículo. Se trata de un personaje «semificticio» inventado por el propio Villanueva. Por otra parte, Raúl E. Puga estaba equivocado al decir que el relato de Apodaca había aparecido antes del de Villanueva.

[10] Por lo visto no fuimos los únicos en darnos cuenta de esa extraña mezcla de imaginación y falta de cultura. Muchos ufólogos comentaban que el relato de Villanueva debía ser cierto, pues el taxista ni siquiera había hecho la primaria y a duras penas sabía leer y escribir. Por lo tanto, concluían, él no era capaz de inventar esta historia. Algo de verdad hay en esto. Pero eso lo veremos al final de este trabajo.

[11] Eliminamos partes que realmente no tenían nada que ver con este caso y en las que M. Gebé se extendió en sus artículos de la revista, partes demasiado aburridas que describen la vida en el planeta Venus, o partes que repetían datos ya conocidos. El lector las podrá identificar en donde pongamos los puntos suspensivos entre los párrafos. Hay otros puntos suspensivos que pertenecen al propio texto, que están al final de los párrafos. No los eliminamos, aún a riego de causar confusión, pues tienen que ver con el desenlace de este trabajo.

[12] Aquí no hablaba de los 484 kilómetros que aparecen en el libro.

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Viaje a Venus en un plato volador. La incríble historia de Salvador Villanueva (2)

VIAJE A VENUS EN UN PLATO VOLADOR

«DECIDIMOS INVESTIGAR»

Así titulan los Reeve el apartado en el capítulo IX de su libro Flying Saucer Pilgrimage, y nos cuentan lo siguiente:

«La experiencia de Salvador Villanueva Medina causó sensación entre los interesados en los platillos. Muchos mexicanos se habían quejado de que los hermanos del espacio parecían aterrizar en todas partes, pero no en México. No había mucho más que avistamientos de platillos. Este era un verdadero «˜contacto»™ con seres del espacio justo en México. Una cosa es discutir «˜contactos»™ en países lejanos, pero otra es encontrar que la gente de tu propia comunidad tiene experiencias justo «˜en casa»™. Era la oportunidad de México para su propio «˜Adamski»™. Pero, por supuesto, la experiencia tenía que ser investigada y comprobada. Como siempre, había muchos escépticos. Muchas personas estaban haciendo una pregunta muy pertinente, «˜¿Por qué el chofer mantuvo esta terrible experiencia para sí mismo durante casi diecisiete meses? ¿Por qué no la contó antes?»™

FlyingSaucerPilgrimage «Su respuesta a esto fue que les había contado a algunas personas después de que ocurrió y había sido rechazado totalmente. Se lo dijo a su mujer, y acordaron que por el bien de su trabajo era necesario mantenerlo en secreto.

Portada del libro del matrimonio Reeve.

«La historia nos intrigó tanto que tuvimos muchas sesiones con el señor «˜Gebe»™ y el chofer en las que discutimos su experiencia a fondo. Se hizo una transcripción escrita de su historia, con gran detalle. Nos identificamos mucho con él y a su pedido lo llamamos «˜Salvador»™. Confiamos en que no le importaba si le llamábamos por ese nombre en este relato de nuestras experiencias juntos. Nosotros mismos teníamos ganas de conocer la verdad y todos los incidentes, minuto a minuto, relacionados con este contacto, y lo mismo ocurría con el señor «˜Gebe»™. Todos nos dimos cuenta que no había testigos, pero poco a poco nos enteramos de que sólo unas pocas personas que han contactado en los últimos tiempos en todo el mundo han tenido testigos. Cualquier investigador tiene que reconocer esta situación. Por favor, recuerde que somos investigadores privados de platillos -sólo eso. Nunca ha habido nada «˜oficial»™ de ningún tipo en nuestras investigaciones. Nuestra política en esta materia ha sido la de «˜convivir»™ con la gente que tuvo experiencias con platillos para poder «˜sentirla»™ nosotros mismos y hacer nuestras propias decisiones. Convencer a otros nunca ha sido nuestra meta. Queríamos convencernos a nosotros mismos de una manera u otra. Estábamos tan deseosos de refutar este contacto como de probarlo. Discutimos con el señor «˜Gebe»™ la posibilidad de sacar al chofer de su trabajo por tres o cuatro días y viajar a Ciudad Valles, cerca de donde ocurrió el encuentro, a fin de realizar una investigación cuidadosa. Él pensó que esa era una buena idea y finalmente fue arreglada. Mientras tanto, hicimos todo lo posible por averiguar lo que podíamos acerca de Salvador y sus antecedentes y para obtener el relato de su contacto por escrito.

«Salvador mismo es un mexicano bastante joven, de condición humilde. Es bajo, gordo y tiene el pelo negro oscuro. No ha sido bendecido con mucha escolarización o educación. Está casado y tiene una buena familia, de siete hijos, a quien apoya con su trabajo como chofer y taxista. Personalmente lo encontramos muy simpático, y descubrimos que tenía un buen sentido del humor. Su rostro muestra carácter, y uno puede sentir su honestidad y sinceridad. Su humildad nos dio una buena impresión – no es jactancioso o grandilocuente en absoluto, más bien tiene una actitud «˜digna»™. Una característica sobresaliente es su excelente memoria «˜fotográfica»™, junto con poderes de observación realmente excepcionales, minuciosos hasta el detalle. Él es un alma muy religiosa y piadosa y no bebe bebidas alcohólicas. Nos hicimos amigos».

Pero antes de continuar con lo que sería una de las primeras investigaciones de campo de la ufología mexicana, veamos el relato de Salvador Villanueva. Aquí utilizaremos una versión mezclada de los relatos que aparecen en su libro, lo publicado por M. Gebé y la versión por escrito que entregó a los esposos Reeve. A esta parte le llamaremos «Primer acto», pues es en términos generales, la versión que aparecería publicada en los primeros artículos de M. Gebé. En ella no se menciona el viaje en plato volador al planeta Venus.

YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS (PRIMER ACTO)

El 20 de agosto de 1953[1] a las 9 p.m. estaba cubriendo mi ruta de taxi (en la Ciudad de México) en la que trabajo y me ocupó desde 1931. Tomé como pasajeros a dos tejanos, un hombre y su esposa. Él era de aproximadamente cincuenta años, tenía el pelo gris, era delgado y alto. Ella era un poco más bajita que él y parecía de unos cuarenta años de edad. Los recogí en el Zócalo para llevarlos al Hotel Oxford[2]. Durante el viaje me pidieron que les recomendara un chofer que les ayudara a conducir a Laredo su automóvil, que entonces estaba en un taller de reparación, sometido a un chequeo luego de un accidente.

1952 Buick Roadmaster_jpg Cartel publicitario el Buick 1952.

Contra mi costumbre, me interesó el trabajo y me puse a su servicio. Volví a verlos al día siguiente a las 10 horas recogimos su automóvil, que era un magnífico Buick modelo 1952, que avanzaba con facilidad. El resto del día los llevé a varios lugares. Me pagaron y luego me contrataron para llevarlos a Laredo a partir de las 9 a.m. del día siguiente.

Al día siguiente, después de haber hecho algunas compras, salimos para Laredo conduciendo a una velocidad de sesenta a setenta millas por hora. A la pareja le urgía llegar y nos turnábamos manejando el vehículo.

Más allá de Valles[3] llevábamos recorridos menos de 500 kilómetros, 484 para ser exactos, cuando se produjo un ruido en la transmisión del coche[4]. Paramos al lado de la carretera, temerosos de causar un desperfecto grave.

Ya era tarde. Mis acompañantes decidieron regresar a la ciudad en busca de una grúa y un mecánico, ya que en plena carretera y sin herramientas resultaba imposible hacer alguna reparación. Llamaron a un coche que pasaba y me dijeron que esperara y cuidara su coche.

Cuando mis improvisados patrones se alejaron, saqué el gato de defensa con objeto de investigar de dónde provenía el ruido. Lo coloqué, levantando una rueda; eche a andar el motor conectado a la transmisión y me deslicé por debajo, para oír con mayor claridad. Quería ver si podía arreglarlo antes de que regresaran mis clientes. Estaba empezando a oscurecer[5]. Sólo pasaron dos o tres coches. Yo estaba muy solo.

Estando en esa posición oí que alguien se acercaba, pues se escuchaban pasos en la arenilla que se acumula en la orilla de la carretera. Miré la parte de debajo del coche y vi dos piernas delante de mí. Las piernas estaban cubiertas con pantalones de un material como la pana. Alarmado, ya que cuando mis improvisados patrones se fueron y me metí debajo del coche no había visto a nadie cerca y el lugar es despoblado, traté de salir lo más rápidamente posible.

No acababa de hacerlo cuando oí una voz extraña que en perfecto español[6] me preguntaba qué le pasaba al coche. No contesté, sino que acabé de salir, quedando sentado y recargado en la carrocería.

AVillanueva10 Dibujo de la época basado en el relato de Salvador Villanueva.

Un hombre con una cara muy blanca estaba delante de mí, como a metro y medio. Estaba vestido con un uniforme de una sola pieza de un material similar a la pana o a un tejido de lana, que lo cubría hasta los pies. Estaba apretado en los tobillos, puños y cuello, pero estaba suelto en otros lugares, dando la apariencia de ser elástico. Alrededor de su cintura llevaba un cinturón grueso, de unas tres pulgadas de ancho, de un color azulado, redondeado en sus bordes y sin unión aparente. Lo extraño del cinturón era que tenía agujeros en él, y los agujeros se iluminaban poco a poco, como si tuvieran luz eléctrica en su interior. Llevaba un casco bajo el brazo, como los utilizados por los jugadores de football americano, un poco deformado en la parte trasera. A la altura de la nuca, en dicho casco, había un abultamiento del tamaño de una cajetilla de cigarros cubierta a su vez de perforaciones desvanecidas en sus bordes. A la altura de las orejas, se veían dos agujeros redondos como de un centímetro, de los que salían gran cantidad de alambritos delgados y temblorosos, que aplanados sobre el dorso del casco formaban una circunferencia como de tres pulgadas y media. Estos alambritos y la protuberancia eran de color azul, igual que el cinturón y una cinta al parecer metálica en que remataba el cuello del uniforme. Este y el resto del casco eran de color gris opaco[7]. No tenía más parte visible que la cabeza y la cara, cuyo color resultaba sorprendentemente parecido al marfil. Tenía facciones finas y una mirada penetrante. Sin barba. Tenía el pelo fino, ondulado, gris platinado y le caía un poco más abajo de los hombros y por detrás de las orejas. Estas, las cejas, la nariz y la boca formaban un conjunto maravilloso, que completaban un par de ojos verde brillante que recordaban los de una fiera. Parecía de un 1 metro 20 centímetros de altura y un peso de 50 kilos[8].

Tenía miedo y estaba temblando por dentro. Me preguntó dos veces en español correcto qué le pasaba a mi coche. Yo no podía contestar porque estaba asustado y lo observaba de cerca.

El hombre se llevó la mano derecha a la boca para preguntarme: «¿No puedes hablar?». Me resultó alucinante el sonido sonoro musical de su voz, salido de una boca perfecta que enmarcaba dos hileras de pequeños y blanquísimos dientecillos.

Haciendo un esfuerzo me levanté, dándome un poco de valor al notar mi superioridad física. El individuo me animaba esbozando una sonrisa llena de dulzura; pero yo no salía aun de la rara impresión que me produjo la súbita aparición de aquel tipo tan singular.

«Sí», respondí finalmente, y lo único que se me ocurrió decir fue: «¿Es usted un aviador?[9]»

Villanueva1MV Portada de la primera edición del libro de Villanueva en donde podemos ver la apariencia del venusino, tal y como la describe el contactado.

Haciendo derroche de amabilidad me contestó «Sí. Mi máquina que la gente llama avión está allí» y señaló en la dirección de un pequeño montículo en frente de nosotros.

«¿Tú no eres de México?» le pregunté.

«No», dijo, «Yo vengo de un lugar en el espacio».

La palabra «espacio» me llamó la atención, pero nunca se me ocurrió pensar en otros planetas, sino sólo de otros países.

Reconfortado con su contestación, se me ocurrió invitarlo a subir al coche, ya que era casi de noche. Hacía un airecillo frío, bastante desagradable, que aumentaba de cuando en cuando, al pasar algún vehículo a gran velocidad.

La oscuridad nos empezaba a cubrir y el hombre, en vez de aceptar o de agradecer la invitación, procedió a acomodarse el casco cuidadosamente, dejándose oír un ruido muy parecido al que produce un automóvil en marcha a gran velocidad. En las perforaciones del cinturón comenzó a prender y a apagar con profusión diversas luces, que aumentaban de intensidad.

El hombre alzó el brazo derecho como despidiéndose, se acercó a un montículo de tierra, lo alcanzó con agilidad, saltó al bosque que bordea la carretera y me dejó solo. Pasado un momento me subí al mismo y trate de buscarlo, localizando a cierta distancia la franja luminosa de su cinturón que semejaba un grupo numeroso de luciérnagas. A unos 200 metros aún podía ver las luces de su cinturón cintilar. Me quedé parado cerca del coche hasta que se perdió de vista en el bosque.

Regresé al coche, quité el gato, y por consejo de unos motociclistas vigilantes de caminos que pasaban, lo saqué del asfalto, acercándolo al borde en que estaba parado.

Entonces me metí al coche y traté de dormir. Me acurruqué en el asiento, cavilando sobre aquel extraño ser y pensé que quizá fuera en verdad algún aviador que había sufrido un accidente o percance y tuviera el avión destrozado en el bosque.

Villanueva11MV Instante en que se aleja el venusino rumbo al plato volador, según un dibujo de la época.

Ocasionalmente pasaban los coches y me despertaban. Por fin me quedé dormido. Debió haber pasado bastante tiempo, pues estaba profundamente dormido cuando fuertes golpes dados en el vidrio de la puerta delantera derecha me despertaron. Vi a dos personas de pie cerca del coche y pensé que eran los propietarios del automóvil. Sin pensarlo, abrí la puerta. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que era mi amigo aviador, pero esta vez estaba acompañado por otro más alto, pero con el mismo tipo de uniforme.

Sin darme cuenta, los invité a subir, cosa que aceptaron de inmediato[10]. El pequeño se sentó junto a mí, y luego el más alto. Fue así cuando, por primera vez, sentí la extraña sensación de que aquellos seres eran algo superior a mí. Como si fuera una premeditada advertencia, al estirar el brazo derecho sobre ellos tratando de ayudarlos a cerrar la portezuela, sentí un dolor agudo como el que produce un golpe repentino dado en un codo, seguido de un entumecimiento que me paralizó momentáneamente el brazo[11].

Fue tan fuerte la impresión que, instintivamente, me apreté hacia el lado izquierdo, poniendo espacio por medio. Le di la espalda hacia la puerta con el fin de observarlos cada vez que un coche pasaba por allí. Entonces se me ocurrió encender la luz del techo. Así lo hice y pude ver el interés con que el más alto de ellos me estaba observando. Su piel era muy blanca.

Un momento después se dejó sentir un calorcillo emanado de sus cuerpos o de sus uniformes, que por cierto resultaba agradable, ya que en esa época la temperatura en la región es fresca.

Un temblor nervioso comenzó a invadirme. «¿Son ustedes europeos?» Finalmente me atreví a preguntar.

El más pequeño respondió que venían de otro lugar mucho más lejano.

«Nuestro lugar», dijo, «es mucho más habitado que éste. Allí no encuentra mucho espacio entre persona y persona».

Villanueva2 El venusino portando su casco y vistiendo su traje ajustado rematado con un cinturón luminoso, frente a su nave espacial.

Entonces empezó a hablar con toda libertad, pero el más alto se limitaba a asentir con la cabeza en reconocimiento. El más pequeño dijo que en su lugar los pueblos cubrían todo. No había zonas deshabitadas, y las calles eran continuas. La gente no caminaba en las calles porque eran metálicas y de ellas sus vehículos tomaban la energía. Había una gran cantidad de vehículos de gran diversidad, pero nunca se utilizaba ningún tipo de combustible. Las calles nunca se cruzaban al mismo nivel. Algunas tenían las aceras hechas de bandas sin fin (cintas) corriendo en direcciones opuestas.

Le pregunté acerca de las hortalizas, frutas y cereales, como las que comemos. Me respondió que todas las casas tenían patios pequeños en el centro donde había un jardín y un pozo. Producían todos los alimentos que necesitaban -de todo y mucho más de lo que comemos en la tierra se producía en estos patios interiores. Añadió que no tenían grandes árboles. Ellos no tenían edificios altos. En una cuadra continua de calle había construcciones.

Le pregunté si tenían algunos océanos o mares. Él dijo «Sí» y todos estaban habitados. Le pregunté si no tenían los combustibles, ¿cómo generaban la energía? Me dijo que la energía se generaba en los centros de producción que aprovechaban los inagotables rayos solares.

La conversación se prolongó durante horas[12]. A veces sentía que ellos estaban bromeando. Siendo un hombre sin mucha educación, nunca había oído nada como esto antes. Traté de averiguar de qué país eran. Por último, con titubeo, le pregunté dónde estaba su país, porque todo parecía tan fantástico. Los dos se rieron, pero de ninguna manera ofensiva. Entonces el más pequeño, dijo, «Estamos hablando de otro «˜mundo»™ como se llama este en el que vives».

A pesar de su voz armoniosa me volvió a sentir incómodo, pero finalmente les pregunté cómo viajaron de su mundo. El bajito respondió que pronto tendría la oportunidad de ver la nave en la que viajaban. Después de decirme esto, ambos me observaron con atención. El hombre bajito acarició mi pierna derecha y dijo: «¿Esto te sorprende? Bueno, te sorprenderá más saber que en este mundo en que vives hay hombres como nosotros que viven entre ustedes, visten y comen como ustedes lo hacen. Y son ellos los que nos informan todos los datos acerca de cómo son, su progreso, sus formas de vida y su gobierno».

Villanueva7 Portada de la edición japonesa del libro de Villanueva.

Yo no podía creer lo que decían, y dije de manera burlona, «Bueno, ¿qué forma de vida y de gobierno tienen ustedes?»

Él respondió: «La etapa por la que atraviesan ustedes ahora, la vivimos nosotros hace algunos miles de años. En nuestro mundo hubo guerras y destrucción, atrasos y adelantos; pero un buen día llegó la ecuanimidad. Finalmente se alcanzó un acuerdo entre los diferentes gobiernos para que lo que ustedes llaman naciones y países desaparecieran y todos nos convertimos en hijos de un mismo mundo. Se derrocaron líderes políticos y se eligieron en su lugar sabios y destacados humanistas. Se formó un consejo de sabios, y son los que ahora gobiernan. Los que tienen mentes excepcionales o se destacan en cualquier ámbito del conocimiento pertenecen a este grupo.

«La sede de este gobierno, está en un lugar central. En cada grupo o núcleo, hay un representante de este consejo que se encarga de recibir y estudiar las sugerencias de los habitantes y de transmitir los acuerdos. Todos estos hombres son muy capaces y sabios. Entre las clases bajas no hay pobreza extrema, ya que cada habitante trabaja voluntariamente en donde es enviado o puesto y tiene lo suficiente para vivir bien. Nadie se queda con sus hijos. Desde el momento en que son pequeños van a una zona determinada donde son debidamente atendidos. Allí viven y crecen y son educados de acuerdo a sus cualidades físicas y mentales. Más tarde, viven en el núcleo para que sean asignados».

Cuando el alba apareció los visitantes salieron del coche. Un ruido como un zumbido proveniente de sus cascos o sus cinturones, subiendo a veces de tono hasta herir los oídos. Tomé valor para preguntar de dónde provenía el ruido y ambos indicaron sus cinturones. El pequeño hombre me dijo que los cinturones también podrían ser utilizados «para identificar un enemigo».

La curiosidad me invadió y no tuve más remedio que preguntarle para qué les servían dichos cinturones. La pregunta, al parecer, les llenó de satisfacción. El bajito fijó su vista en el cinturón. Su acompañante solo lo elevó entre sus manos, sin dejar de observarme. Pero su expresión era tal que daban a entender que, con aquella maravilla puesta, se sentían inmunes a cualquier peligro. O por lo menos eso me pareció.

Villanueva8 En Brasil el libro se editó con el título «Aventura no planeta Vênus» y una portada en la que aparecía George Adamski.

Por fin, el bajito alzó la vista y me dijo: -Este es un aparato que sirve para inmovilizar cualquier mecanismo o enemigo. Ahora dime, prosiguió, satisfecha tu curiosidad, ¿tienes deseos de conocer la máquina? Ven con nosotros y rubricó la invitación con amplia y amable sonrisa.

Empezaron a caminar a la derecha (Este) a través de los campos. No me pareció digno desairarles. Por lo tanto, me apresuré a seguirles. El suelo estaba cubierto de árboles y arbustos[13]. Algunos metros más adelante, sorpresivamente, tuve ante mi vista la majestuosa nave de que me habían hablado. Emergía deslumbrante, rodeada de follaje, como gigantesco huevo en descomunal nido. Paré en seco mis pasos y me puse a contemplar lo que tenía delante. Una majestuosa esfera achatada se apoyaba en tres boyas que formaban triángulo. Tenía, en la parte superior, un cable ligeramente inclinado hacia dentro, como de un metro de altura, circundado de agujeros que semejaban ojos de buey como los que usan en los barcos[14]. El conjunto era impresionante y daba la sensación de una gran fortaleza. Era de un color muy parecido al que se produce en un pedazo de acero al quemarlo contra un esmeril. Pero de una transparencia difusa.

Por último llegamos a la nave que era de aproximadamente 10 metros de diámetro y posiblemente la mitad de altura. A una señal una sección de la nave se abrió y pude ver algunas cosas en el interior. Mis visitantes me invitaron a su interior. En este punto entré en pánico total y me volví y corrí hacia la carretera y el coche. Pocos minutos más tarde, de pie junto al coche y mirando en la dirección de la nave, la vi subiendo lentamente por encima de las copas de los árboles. Oscilaba y era luminosa con rayos azules a su alrededor. Luego despegó y desapareció rápidamente en la dirección del sol naciente.

Hacia el mediodía los norteamericanos y regresaron junto con un mecánico que diagnosticó el problema del coche como daño debido a la falta de lubricante en la caja de cambios. Mis clientes se inclinaron a culparme de esto, y todos coincidimos en que sería mejor si regresaba a México.

Villanueva5 Salvador Villanueva dedica el libro a sus padres. Dedicatoria aparecida en la primera edición.

Un camión pasó dirigiéndose a la Ciudad de México, y acordé con el conductor que me diera un aventón. Rebosante de mi reciente experiencia, empecé a contarle al conductor del camión. Este último rápidamente me hizo callar al sugerir que había estado fumando marihuana. Después de este rechazo comencé a darme cuenta por primera vez de la dificultad y el peligro de contar de mi experiencia. Al llegar a casa, sin embargo, se la conté a mi esposa y mis dos hijos mayores.

Continuará…


[1] En su libro Villanueva dice «Corría la segunda decena del mes de agosto de 1953», lo que ha dado pie a varias confusiones en cuanto a la fecha en que, supuestamente, ocurrió la aventura.

[2] Había un Hotel Oxford en la colonia Tabacalera, Delegación Cuauhtemoc, pero no hay más datos para determinar si se trata del mismo en donde se hospedaron los turistas norteamericanos. En los ochentas, cuando intenté investigar el caso de Villanueva, me dirigí a ese hotel, pero no tenían registros de sus huéspedes, mucho menos tan antiguos.

[3] Se refiere a Ciudad Valles, en el estado de San Luis Potosí. En la literatura ufológica hay mucha confusión sobre este punto. Algunos mencionan «Ciudad Vallejo», que es una ciudad de California, otros hablan de «Ciudad Valley»™s», es decir, «los valles de la ciudad», etc.

[4] En el libro se habla de la transmisión, en el relato a los Reeve se menciona «la caja de cambios (diferencial)».

[5] Diversos autores mencionan que eran las 6 de la tarde, pero en las fuentes originales no se da la hora exacta.

[6] En varias revistas y libros sobre platos voladores se dice que el extraterrestre hablaba en español, pero uniendo las palabras. De esto nada se menciona en las diversas ediciones del libro de Villanueva, ni en los artículos de Gutiérrez Balcázar, ni en el libro de los Reeve.

[7] Varios autores mencionan una especie de caja negra en la espalda, pero de eso no hay constancia en ninguna de las fuentes originales.

[8] El insólito tamaño de sus interlocutores no pareció llamar la atención de Villanueva. Gordon Creighton, entonces editor de la Flying Saucers Review hace un comentario con tintes racistas: «Su pequeño tamaño no parecía extraño porque muchos indios de México son muy pequeños, y concluyó que probablemente eran pilotos de alguna cercana República de América del Sur».

[9] En su libro, Villanueva escribe algo distinto: «Como no me sintiera obligado a contestar, le pregunté a mi vez si era aviador». En las revistas ufológicas se dice que pensó que era un aviador de un país vecino, pero nuevamente ni Villanueva, ni Gutiérrez Balcázar, ni los Reeve hacen referencia a eso.

[10] Nuevamente, varias fuentes ufológicas mencionan que había comenzado a llover y por eso Villanueva los invitó a pasar al interior del coche. No hay referencias de esto en los trabajos de Villanueva, Gutiérrez y Reeve.

[11] Este incidente no se los mencionó al matrimonio Reeve.

[12] Esa noche parecía interminable. Pasaban y pasaban las horas y el Sol nunca aparecía. Villanueva subió el coche para revisar el motor; llegó el venusino y partió; aparecieron los motociclistas; Villanueva se quedó dormido por algunas horas; regresaron los venusinos y se pusieron a platicar por varias horas más.

[13] A los norteamericanos no les comentó nada de lo siguiente, al principio, pero en su libro dice que «El terreno era lodoso. Nuestros hombres vadeaban los charcos, buscando lugares más duros. De repente me di cuenta de que en los lugares donde asentaban los pies, el lodo se abría sin adherirse a ellos, con el mismo efecto que produce un fierro caliente. Vi mis zapatos. Los llevaba totalmente cubiertos de lodo, alcanzando éste a mancharme las piernas del pantalón. El descubrimiento me dio la sensación de estar caminando tras dos fantasmas, e inconscientemente empecé a rezagarme, aumentando la distancia entre los hombres y yo, pero sin dejar de seguirlos».

[14] Justo la descripción y lo que se ve en las fotografías tomadas por George Adamski.

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Viaje a Venus en un plato volador. La increíble historia de Salvador Villanueva (1)

Para conmemorar los 4 años de Marcianitos Verdes (29 de abril) iniciamos esta serie de artículos sobre la extraordinaria historia del primer contactado mexicano (y uno de los primeros en Latinoamérica), Salvador Villanueva Medina, el taxista que dijo haber viajado a Venus.

El lector podrá encontrar datos inéditos, así como fotografías poco conocidas de este caso. Esta serie de artículos forma parte de un libro de próxima publicación sobre la historia del contactismo en México.

De igual manera, conmemorando el aniversario de Marcianitos Verdes, sale a la luz el tomo IV de la «Enciclopedia Galáctica» Extraterrestres ante las cámaras, un libro que se puede conseguir en tres versiones: PDF, edición pasta blanda y blanco y negro, y edición de lujo con pasta dura y a colores (vea la barra lateral).

Ahora, sin más comerciales, comencemos el

VIAJE A VENUS EN UN PLATO VOLADOR

Villanueva19 «Algo debía haber cambiado dentro de mi ser, pues el miedo o recelo que hasta entonces había sentido, se trocó en audacia. Empecé a imaginarme que lo que tenía enfrente no era ninguna nave, y hasta le encontré cierto parecido con una casa de exploradores de tipo convencional.

«Cuando el hombre repitió su invitación, decididamente avancé y empecé a subir tras él.

«Salimos por una especie de claraboya o agujero redondo de poco más o menos medio metro de circunferencia, a una plataforma horizontal»¦»

Salvador Villanueva Medina en la década de los sesentas.

Así comenzaba el supuesto viaje a Venus del taxista mexicano Salvador Villanueva Medina, tal como lo relataba en el capítulo II de su libro Yo estuve en el planeta Venus[1]. Así, con una simple invitación del venusino, Villanueva iba a hacer el viaje de su vida.

Pero la historia no comenzaba ahí. Ni Salvador fue el primer personaje que apareció en escena.

Keyhoe9

Donald E. Keyhoe por la época en que se publicó el relato de Salvador Villanueva.

En 1950 el Mayor retirado Donald Edwards Keyhoe publica su famoso artículo Flying Saucers Are Real, en la True Magazine de enero de 1950[2]. Artículo, que crearía los cimientos teóricos del mito de los platos voladores, y que fue traducido al español. En febrero y marzo los diarios de toda la República, día con día, publicaban uno o varios artículos sobre platos voladores. Para marzo se dio la primera gran oleada en México. Ese artículo de Keyhoe fue el catalizador de avistamientos en diversas partes del globo.

flyingsaucersInteriores del libro de Adamski y Leslie, con la famosa fotografía del plato volador en forma de campana.

Enero de 1953 fue el año de la publicación del libro de George Adamski y Desmond Leslie, Flying Saucers Have Landed[3], que sería comentado en la prensa mexicana. En 1954 se presentaría la oleada francesa y muchos otros casos que luego se harían clásicos de la ufología, como el del ovni de Coniston, fotografiado por los hermanos Derbishire (un fraude), el marcianito de Cedric Allingham[4] (otro fraude) y otros más.

Cedric1

Cedric Allingham en una fotografía publicada en el libro Flying Saucer From Mars.

En ese mismo año, 1954, se publicó el librito de Salvador Calvillo Madrigal, Plativología: ensayo nesciente[5], edición del autor, de 21 páginas con varias ilustraciones (como su título lo indicaba). También fue el año en que el periodista Manuel Gutiérrez Balcázar, del diario Novedades, comenzaría a publicar una serie de artículos sobre los platos voladores, bajo el pseudónimo de M. Gebé. Y, finalmente, sería el año en que llegaron a México dos entusiastas de los platos voladores, los esposos Bryant Reeve y Helen Reeve. Estos tres últimos personajes jugarían un importante papel en la historia del contactado mexicano y de la ufología en México.

Villanueva17MV Manuel Gutiérrez Balcázar en una expedición realizada para tratar de localizar el lugar en donde aterrizó el plato volador reportado por Salvador Villanueva.

Este trabajo sobre el primer contactado mexicano, Salvador Villanueva Medina, está basado en una investigación hemerográfica y bibliográfica y algunas breves entrevistas con personajes que estuvieron involucrados en este asunto, realizadas por quien escribe y por Óscar García. La intención es organizar la información disponible y mostrar algunas conclusiones. Se presentan las fuentes originales, primordialmente las dos principales ediciones del libro de Villanueva, el folleto y los artículos de M. Gebé, así como el libro de los esposos Reeve y otras fuentes consultadas. Se da especial interés a las voces de los protagonistas y sólo se intercalan algunos breves comentarios de este autor.

TURISTAS GRINGOS BUSCANDO PLATOS VOLADORES EN MÉXICO

30 En octubre de 1954 los dos jubilados norteamericanos deciden viajar a México. Consiguen un permiso de turistas de seis meses, se suben a su auto y no paran hasta llegar a la Ciudad de México, a 1,300 kilómetros de distancia de su casa en Detroit, ingresando al país por la Autopista No. 85, «The Laredo Road», como era conocida por los norteamericanos.

El matrimonio Reeve, Helen y Bryant. Él era un ingeniero graduado de Yale y del Massachusetts Institute of Technology.

Lo que iba a ser un viaje de recreo y descanso se convirtió en una búsqueda de platos voladores. Los Reeve dicen en su libro, Flying Saucer Pilgrimage[6], que eran dos «turistas gringos» que de pronto se encontraron con los artículos sobre platos voladores de un tal M. Gebé y decidieron entrar en contacto con el periodista mexicano.

GeorgeHuntWilliamson2 Los Reeve ya tenían experiencia en el mundillo de los platos voladores. Habían conocido, entrevistado y eran amigos de George Adamski, Desmond Leslie, George Hunt Williamson[7] y Truman Bethurum. Habían grabado varias de las conferencias de esos contactados. Todo ese material lo pusieron a disposición de M. Gebé y eso mantuvo ocupada su columna durante semanas. Los Reeve relatan así esa historia:

George Hunt Williamson.

«Los artículos semanales de M. Gebé sobre platos crearon considerable interés en la Ciudad de México, y otros periódicos comenzaron a escribir sobre el tema. Antes de salir del país, seis meses más tarde, prácticamente todos los diarios metropolitanos tenían artículos sobre platillos, y luego de nuestra partida una carta de nuestro pequeño amigo Joey nos dijo que una nueva canción popular -un mambo- se convirtió en todo un éxito titulado Los marcianos llegaron ya[8]. Cuando llegamos por primera vez en la capital no pudimos encontrar un sólo libro sobre platillos en español, y el libro de Leslie-Adamski en inglés era difícil de obtener. Sin embargo, esta situación cambió poco a poco. Durante nuestra estancia se publicó una edición en español de este libro, y muchos libros sobre platillos en inglés comenzaron a aparecer en las librerías.

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Truman Bethurum

«Pero déjenos contarles lo que pasó en nuestro apartamento en México, DF. Poco a poco se convirtió en una sede no oficial de los interesados en los platillos en la capital. Por primera vez tocamos las grabaciones de conferencias sobre platillos y entonces nos pidieron dar conferencias nosotros mismos. Estas conferencias fueron dadas en inglés, pero siempre se traducían en beneficio de aquellos en la audiencia que sólo entendían español. Nuestra biblioteca de libros sobre platillos era ávidamente buscada por muchas personas que estaban realmente deseosas de aprender más acerca de este gran tema, y teníamos una lista de espera de libros. Nuestra fama creció a pasos agigantados. Apenas podíamos mantener el ritmo con los compromisos sociales y los compromisos que se desarrollaron por este interés en las naves espaciales y los seres del espacio. Hablar de «Café Society» en la capital mexicana, era uno-dos-tres en comparación con la nueva y excitante «˜Temporada social de los platillos volantes»™, que fue cobrando impulso en todo momento. No era nada para nosotros tener una reunión de platillos con veinte o treinta personas en el apartamento durante el día, y luego ser invitados a una encantadora residencia mexicana para una noche de discusión sobre el mismo tema. Muchas personas estaban sinceramente interesadas en estos objetos que visitaban nuestros cielos.

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Escena de la película «Ensayo de un crimen», de Luis Buñuel, interpretada por Enrique Alonso y Miroslava, que aparecen en primer plano. El hombre, a la derecha de la foto, con camisa blanca y sin corbata, de pelo canoso, es Bryant Reeve.

«Podemos decir que las personas con las que nos reuníamos eran maravillosas. Había un gran contingente mexicano, que incluía a personas tales como médicos, abogados, periodistas, ingenieros, científicos, artistas, autores y militares -Sí, incluso un General. Creemos que también hay que mencionar nuestro buen amigo el Coronel «˜B»™ de la Fuerza Aérea Mexicana[9], que era la autoridad mexicana en el fenómeno de los platillos volantes. Agudo, ingenioso, agradable, siempre alerta por nueva información, que era uno de los visitantes más bienvenidos. Hemos sido capaces de intercambiar información sobre platillos con él en numerosas ocasiones, y todavía tenemos correspondencia directa con muchos líderes platillistas. Cuando el Coronel B no podía venir él mismo, a menudo enviaba a un representante. Tenga en cuenta que estos funcionarios no estaban burlándose de los platillos voladores ni estaban amordazados. Lejos de ello. Eran plenamente conscientes de la existencia de naves espaciales y no dejaban ninguna piedra sin mover para Buñuel aprender todo lo que pudieran sobre ellos. Mucha gente buena, muy educada y distinguida venía a nuestras reuniones sobre platillos o nos invitaban a asistir a sus propias reuniones. Luego hubo un importante contingente de habla inglesa y también un grupo de estudiantes norteamericanos, en su mayoría del México City College, donde muchas clases se daban en inglés. México es una especie de cruce de caminos que conducen a Norte y Sudamérica. Era, pues, una actividad apasionante y cosmopolita -este fue el asunto de los platos voladores al sur de la frontera».

El matrimonio apareció en los periódicos, en la televisión y en el cine. Interpretaron a unos «típicos turistas gringos» en «Ensayo de un crimen» de Luis Buñuel[10]. En su libro comentan al respecto:

Reeve2b Otra escena de la misma película. La mujer a la derecha, de chal o reboso blanco, es Helen Reeve.

«Antes de salir de México tuvimos la oportunidad de ver una vista previa, y lo que nos llevó tres días de arduo trabajo y veintinueve repeticiones en el estudio tuvieron alrededor de 120 segundos en la pantalla».

En cuanto a las entrevistas en periódicos y televisión:

«Nuestra presencia en los periódicos a veces fue el resultado directo de nuestras actividades platillistas. Esto también se aplica a la televisión. Fuimos invitados a aparecer en la televisión en un programa llamado «˜Mesa de Celebridades[11]«™, que se transmitía en el restaurante en la cima del Hotel Continental en el centro de la ciudad de México. Era algo así como los programas en USA en los que los invitados del club son entrevistados de manera informal y televisados justo en sus mesas».

Ismael Diego Pérez PV Como una curiosidad para la historia de la ufología mexicana, el matrimonio Reeve fue el fundador de los primeros clubes platillistas de México y también fueron, junto con M. Gebé, de los primeros investigadores de campo en este país. Ellos mismos nos lo cuentan así:

Portada del libro de Ismael Diego Pérez.

«Fuimos elegidos miembros fundadores de la recién formada Sociedad Mexicana de Investigación Interplanetaria[12] y éramos miembros del recientemente formado English Speaking Saucer Club. A pesar de todo esto, hacíamos viajes y explorábamos el hermoso país en cada oportunidad».

YO HICE CONTACTO CON LOS TRIPULANTES

A instancias de Manuel Gutiérrez Balcázar, los Reeve prepararon una conferencia sobre platos voladores. Para ese entonces Villanueva ya se había puesto en contacto con M. Gebé y le había contado parte de su supuesta experiencia[13].

«Por aquellos días un periodista que bajo el seudónimo de M. Ge Be escribía una serie de artículos sobre el tema llamó ni atención. Por la seriedad con que actuaba, decidí interesarlo mandándole una parte del relato, pues no podía desterrar de mí la incertidumbre que provocara el amigo chofer y por lo tanto juzgo que de nuevo cometí un error, no contándole a este hombre la experiencia con lujo de detalles[14].

EspinosayCossioEnigma «Por esos días estaba en México de vacaciones un matrimonio norteamericano, que había tenido oportunidad de ver una nave espacial a poca altura y les entusiasmó tanto que decidieron documentarse debidamente y dictar algunas conferencias.

«En México se pusieron en contacto con el señor M. Ge Be, quien tuvo la gentileza de invitarme a la primera conferencia dictada por ellos en la capital.

Portada del libro de Héctor Enrique Espinosa y Cossio.

«Concurrieron a ésta unas trescientas entusiastas personas, la mayoría documentadas y algunas con experiencias personales.

«También los periodistas hicieron acto de presencia, por lo que resultó interesante el nuevo incidente que iba a aumentar mi acervo personal.

«En compañía de mi hijo mayor, ocupamos un rincón del salón, dejando que transcurriera el acto. Los ánimos se caldearon. Varias personas subieron al estrado a relatar su experiencia, aumentando el interés de los concurrentes.

Los Reeve relatan este incidente de una manera muy parecida:

«Eran las 7 p.m. del 7 de enero de 1955. Nosotros estábamos reunidos en la antigua Colonia San Pedro de la Ciudad de México en la Calle Cinco N º 10[15]. «Nosotros» incluye a una audiencia de más de doscientos mexicanos y amigos -nos reunimos a la espera de escuchar una conferencia sobre los platillos volantes. El conferencista, mi marido Bryant, estaba sentado en el estrado con una pizarra detrás de él, que había solicitado. El señor «Gebe», el editor de un periódico había patrocinado la reunión, y había presente una serie de distinguidos invitados. Fue una ocasión de gala -el primer esfuerzo en la Ciudad de México hacia la formación de una Organización de Platillos Voladores.

WilliamJonesPV «El señor «Gebe» comenzó la reunión presentando una serie de invitados que contaron sus interesantes avistamientos de platillos en los alrededores de la ciudad de México. A continuación presentó a Bryant, quien inició su conferencia diciendo frases en inglés, que luego eran traducidas en forma instantánea al español por un excelente intérprete. Luego seguía otra frase de inglés y otra relampagueante traducción. Iba muy bien, y el público escuchaba con gran atención.

Portada del libro Platillos voladores realidad y fantasía, de William Jones.

«Luego de algunas presentaciones Bryant llegó a una pausa, y con todo el mundo alerta, preguntó a la audiencia de manera dramática, «˜¿Alguien presente ha visto alguna vez un hombre del espacio? ¡Por favor, levanten la mano!»™

«Hoy se que Bryant intentó esto simplemente como una especie de pregunta retórica y que esperaba seguir adelante y decir algo como: «˜Bueno, mire a su prójimo «“todos somos personas del espacio, nosotros mismos vivimos en una nave espacial llamada Tierra»™. Luego desarrollaría el tema de que la Tierra misma es un tipo de nave espacial.

«Uno de los periódicos de México informó del incidente al día siguiente, afirmando que, «˜Un impactante silencio -absoluto silencio- siguió a esta parte de la conferencia»™.

«Seguramente lo hubo, y Bryant parecía estar disfrutando del efecto. La pausa fue muy larga. Estaba a punto de continuar cuando, créanlo o no, una figura humana en la fila de atrás, cerca de la puerta, se puso de pie y ¡alzó la mano!

«Bryant estaba petrificado, congelado. Su rostro registró una mezcla de sorpresa, shock, incredulidad, y la idea de que ¡cualquier cosa puede pasar en México!

«El público veía la mano levantada y la reunión inmediatamente se convirtió en una verdadera casa de locos.

«Bryant miró al señor «˜Gebe»™ que sacudió la cabeza con asombro[16]. Estuvieron de acuerdo y decidieron que era peligroso dejar que el hombre hablara -si su pretensión de haber visto a un hombre del espacio pudiera ser sólo una broma. Era una situación muy difícil.

«En ese momento, sin embargo, los miembros de la audiencia se pusieron de pie sobre las sillas, demandando a gritos que el hombre fuera escuchado. El hombre fue impulsado al estrado, y el señor «˜Gebe»™ le dio un asiento y le indicó a Bryant que siguiera la conferencia. Bryant lo intentó, pero era imposible porque era irresistible el clamor por que el otro hombre hablara. Por último, el señor «˜Gebe»™ hizo lo único posible en esas circunstancias para calmar a la audiencia. Permitió hablar a la audiencia a este hombre de la tierra, que había declarado que había visto a un hombre del espacio.

«Eso, amigos míos, fue nuestra presentación poco convencional y emocionante con un mexicano notable que más tarde sería conocido por muchos como el «˜Adamski mexicano»™. Era un taxista llamado Salvador Villanueva Medina, y contó una historia sorprendente de su reunión, de más de una noche, con dos hombres del espacio ultraterrestre, en un automóvil descompuesto, a unas trescientos millas al norte de la ciudad de México, en la carretera a Laredo, en agosto de 1953. Pudimos ver que su relato causó una profunda impresión en el público. Todo fue en español, y el intérprete estaba tan interesado que no nos dijo mucho en inglés. Por último, el hombre terminó y fue aplaudido.

«Bryant cerró la conferencia -el punto más alto, sin embargo, fue el relato dado por el chofer de México.

Ahora regresemos a la parte de atrás del teatro. Vayamos con Salvador Villanueva y escuchemos lo que nos dice al respecto.

«De repente, la persona que dictaba la conferencia, en un recurso de oratoria, preguntó si alguno de los presentes había establecido contacto con los tripulantes de las naves espaciales.

Struck «La pregunta hizo un efecto fulminante en mí que, sin saber con certeza el alcance de mi repentina decisión y sintiendo que una fuerza extraordinaria me obligaba a ello, levanté la mano, siendo invitado al estrado ante la expectativa general.

Uno de los objetos que vio Luis Struck durante la oleada de platos voladores de 1950. No cabe duda de que se trataba de un globo.

«Solo había caminado unos pasos, cuando ya estaba arrepentido; pero seguí adelante. Afortunadamente me trataron con cortesía, y hasta hubo un gran escritor, don Francisco Struk[17], allí presente, que salió en mi defensa, dando crédito a mis palabras, en lo que se calmó la efervescencia que había provocado».

Continuará…


[1] Villanueva Medina Salvador, Yo estuve en el planeta Venus, Imprenta Cosmos, S. de R. L., México, 1958, 136 s.

[2] Keyhoe Donald E., Flying Saucers Are Real, True, 26 de diciembre de 1949.

[3] Leslie Desmond & Adamski George, Flying Saucers Have Landed, The British Book Centre, New York, 1953, 232 s.

[4] https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/11/el-mensajero-de-marte-primera-parte/

https://marcianitosverdes.haaan.com/2006/11/el-mensajero-de-marte-final/

[5] Calvillo Madrigal Salvador, Plativología: ensayo nesciente, edición del autor, México, 1954, 21 s. Este sería el primer intento de libro sobre platos voladores publicado en México. Pero la primera obra formal en este sentido es el libro Diego Pérez Ismael, ¿Son los platillos voladores una realidad?, Imprenta Didot S. de R. L., México, 1955.

[6] Reeve Bryant & Reeve Helen, Flying Saucer Pilgrimage, Amherst Press, Wisconsin, 1957, 304 s.

[7] Ver: https://marcianitosverdes.haaan.com/2009/04/mon-ka-la-hermandad-blanca-y-otros-comandantes-de-luz-primera-parte/

https://marcianitosverdes.haaan.com/2009/04/mon-ka-la-hermandad-blanca-y-otros-comandantes-de-luz-final/

[8] No era un mambo sino un cha-cha-chá interpretado por la Orquesta Aragón de Cuba. Salvador Villanueva también se refiere a esta canción en estos términos: «En el barrio, los vagos empezaron a burlarse de mis hijas. Por ese entonces estaba de moda un ma­marracho de canción que se titulaba «˜Los marcianos llegaron ya»™ que les cantaban al pasar y no había un solo día que no llegaran llorando y maldiciendo mi ocurrencia de haber publicado mi aventura. Más de una vez estuve a punto de arremeter contra aque­lla estúpida chusma que me hacía la vida imposi­ble, pero me contenía al pensar que mi familia queda­ría desamparada».

La letra de este cha-chachá:

Los marcianos llegaron ya

Y llegaron bailando ricacha

Ricacha ricacha ricacha

Así llaman en Marte al cha cha chá

Los marcianos llegaron ya

Y llegaron bailando ricacha

Ricacha ricacha ricacha

Así llaman en Marte al cha cha chá

De un platillo volador

Todos bajaron bailando

Y uno gozando rascando

Un guiro televisor

Los marcianos llegaron ya

Y llegaron bailando ricacha

Ricacha ricacha ricacha

Así llaman en Marte al cha cha chá

Los marcianos llegaron ya

Y llegaron bailando ricacha

Ricacha ricacha ricacha

Así llaman en Marte al cha cha chá

Las marcianas muy bonitas

En trajes de mamboleta

Giraron en mil piruetas

Al ritmo del ricacha

Los marcianos llegaron ya

Y llegaron bailando ricacha

Ricacha ricacha ricacha

Así llaman en Marte al cha cha chá

Los marcianos llegaron ya

Y llegaron bailando ricacha

Ricacha ricacha ricacha

Así llaman en Marte al cha cha chá

¡Cha cha chá!

[9] Este Coronel «B», junto con un sargento de la Fuerza Aérea Mexicana, constituían le versión mexicana de los proyectos Sign, Grudge, Blue Book, etc. En estos momentos me encuentro investigando esta historia, que espero publicar en un futuro en mi blog Marcianitos Verdes.

[10] Ensayo de un crimen, drama cinematográfico de 89 minutos, México, 1955. Dirigida por Luis Buñuel y producida por Alianza Cinematográfica.

[11] Mesa de celebridades era conducido por el periodista Agustín Barrios Gómez, y producido por Elías Smeke.

[12] Que por una extraordinaria coincidencia tenía casi las mismas siglas de la Sociedad Mexicana para la Investigación Escéptica. SOMIE y SOMII. De la SOMII no he encontrado más que esta referencia. No hay actas del grupo, ni registro oficial de su establecimiento. Mucho menos tengo datos del English Speaking Saucer Club.

[13] Gutiérrez Balcázar recibió la carta de Villanueva el 30 de diciembre de 1954.

[14] Salvador Villanueva se refiere a que sólo relató la primera parte del supuesto encuentro. No mencionó nada sobre el viaje a Venus. A estos dos eventos los llamaremos Primero y Segundo Acto. Hay, además, el relato de un Tercer Acto, es decir, un segundo encuentro con los venusinos en plena ciudad de México. Esta parte de la historia es muy poco conocida y la encontrará el lector al final de este trabajo.

[15] Se refiere a la actual San Pedro de los Pinos, en la Delegación Benito Juárez

[16] Pongamos atención en este punto. Gutiérrez Balcázar ya conocía la historia de Villanueva y al mismísimo taxista, al que había invitado a la conferencia. Resulta sumamente extraño que se asombrara y que incluso pensara que era peligroso dejarlo hablar ante el público. Este es un punto que el lector debe mantener en mente hasta el final de este artículo.

[17] Existió un Luis Struck que el 12 de marzo de 1950 vio cuatro objetos sobre el aeropuerto de la Ciudad de México, a unos 7,000 metros de altura y el 17 del mismo mes y año observó, en compañía de varias otras personas, un objeto brillante en el cielo, en forma de «globo»¦ con gajos o cuerdas que descienden de la parte esférica superior a la parte alargada hasta formar cauda en la parte inferior». En ambos casos se confirmó que eran globos meteorológicos. ¿Se trata del mismo personaje? Ver

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Extraterrestres ante las cámaras Vol 3 (Vol III)

Vol3 Uno de los aspectos más atractivos del mito OVNI es el de la morfología de sus presuntos tripulantes. Recuerdo haber leído en algún libro de John Keel sobre un caso ocurrido en Venezuela, creo, donde un alienígena con forma de ameba aparecía en medio de una carretera para asustar a dos viajeros, en plena selva. Y si no tienen forma de ameba, son bestias peludas parecidas a Pie Grande o sujetos con mentones tan pronunciados que se tornan imposibles. Y cuando no están vivos, son sus cadáveres los que nos recuerdan que ellos están aquí. Ahí tienen ustedes esqueletos de extraterrestres, momias marcianas, fotografías que atestiguan que estuvieron, pero que justo cuando había que comprobar la veracidad de las denuncias, se iban, desaparecían, se desvanecían. O, mejor aún, los «hombres de negro» hacían su papel en este cuento.

Luis Ruiz Noguez tiene un amplio conocimiento sobre el tema que nos convoca. Sabe perfectamente que los «hombres borrego» no existen, y sin embargo puede maravillarnos con la demencial historia que subyace a ellos. Seguramente, como muchos de sus lectores, se maravilló ante la posibilidad de encontrarse ante una uña extraterrestre, y se retorció de la risa cuando descubrió que era en realidad una babosa seca. Es probable que haya recuperado su fe en la existencia de vida más allá de la Tierra (por el momento es sólo eso: fe) cuando se topó con los cráneos de alienígenas cíclopes, y volvió a asfixiarse de la risa ante la realidad: Photoshop, bromistas, amalgamas de huesos.

Sé que estoy adelantando parte del contenido de este maravilloso trabajo, pero créanme que no importa. Las historias se sostienen por sí solas, aunque el final ya haya sido narrado cien mil veces. Porque es así: estas historias siempre tienen el mismo final.

La primera vez que yo vi un garadiávolo fue en la portada del libro «El enigma de las extrañas criaturas», de John Keel. Las comparé con unas imágenes que habían sido publicadas en un diario chileno. Y eran iguales. En la inocencia de la infancia supuse que si eran idénticas ambas escenas, los extraterrestres ya estaban acá, invadiéndonos silenciosamente, sin que las autoridades nos informaran de nada. La segunda vez que vi un garadiávolo fue en un libro de Luis Ruiz Noguez y descubrí la verdad. Para no volver a contar el final, sólo diré que esos alienígenas que emocionan a ciertos ufólogos son en realidad obras de dementes que son capaces de destripar a un pobre animal para que los adoradores de los ET se queden contentos.

En su tercera entrega de «Extraterrestres ante las cámaras«, Ruiz Noguez nos deleita con su humor corrosivo y también nos invita a preguntarnos qué lleva a determinadas personas a creer en historias tan increíblemente improbables. Porque acá tenemos desde un pájaro culebra con colmillos hasta indígenas que copulaban con seres del espacio, pasando por cráneos de tiburones hechos pasar por cadáveres extraterrestres. Todo ello narrado con soltura por un tipo absolutamente informado sobre lo que escribe, una de las autoridades más grandes del tema que tenemos en América Latina.

Este libro no es sólo sobre fotos de alienígenas. Es también sobre el comportamiento de las personas que creen en ellos, que son capaces de inventarse las historias más rocambolescas con el afán de convencernos a todos de sus locuras, con la secreta esperanza de aparecer en los diarios y en la televisión contando sus maravillosas aventuras.

Es también sobre lo hermoso que es el trabajo de desentrañar misterios, pues de eso se trata todo esto. No de quitarle la magia a la vida, como podría quejarse algún advenedizo, sino de descubrir que la magia está justamente en lo simple, en lo fácil que es engañarse a sí mismos. La magia está en la vida misma, no en la búsqueda de historias fuera de nuestras fronteras.

A veces el comportamiento delirante de los extraterrestres, como robarse la sangre de una ambulancia o dejar caer a sus bebés desde sus veloces máquinas intergalácticas, es más bien el reflejo de nuestra propia locura.

Que las entidades más brillantes del universo sean, finalmente, tan poco inteligentes, por decirlo de forma sutil, habla millones no sobre la inexistencia de vida inteligente en el universo, sino de las dificultades que a veces hay para encontrar vida razonable en nuestro propio planeta.

Diego Zúñiga

Santiago de Chile

Septiembre de 2009

Pedidos en

http://www.lulu.com/content/libro-de-tapa-dura/extraterrestres-ante-las-c%c3%a1maras-volumen-3/7670140

http://www.lulu.com/content/libro-tapa-blanda/extraterrestres-ante-las-c%c3%a1maras-volumen-iii/7670609