Bajo la sombra del Uritorco (1)

BAJO LA SOMBRA DEL URITORCO

Fernando Jorge Soto Roland*

imageEl famoso Cerro Uritorco, escenario de relatos e historias esotéricas y ufológicas desde 1986.

PRÓLOGO

«(«¦) El loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para el, todo demuestra todo. El loco tiene una idea fija, y todo lo que encuentra le sirve para confirmarla. Al loco se le reconoce porque se salta la obligación de probar lo que se dice, porque siempre está dispuesto a recibir revelaciones.»

Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, Pág. 96.

Mas allá de las misteriosas luces que supuestamente sobrevuelan el Uritorco todas las noches (según afirman legiones de creyentes y grupos místico-esotéricos que pululan a sus pies), la sombra del famoso cerro es densa, muy oscura, penetrante y hasta peligrosa en más de un aspecto.

Su historia es la de un proceso de mediana duración, como dirían los historiadores de la Escuela de Annales. Llevo tres décadas convertirlo en una realidad. Treinta años en los cuales, un pueblito serrano (que hacia mediados de la década de 1980 estaba prácticamente en la bancarrota) se terminó convirtiendo en una de las principales mecas del turismo místico y ufológico del mundo, compartiendo esa suerte con otros sitios, como la ciudad de Roswell (EE.UU.), Molekba (Rusia), San Clemente (Chile) y el desierto de Chilca (Perú).

En todos estos casos, el milagro económico regional provino del cielo, de la mano de hipotéticos extraterrestres, desencadenando un fenómeno social inédito en el país, digno de ser analizado, y en el que las extrañas entidades alienígenas terminaron fundiéndose con un ejército de iluminados sabios, tarotistas, sanadores, chamanes y contactados (entre otros rubros) que modificaron no solo el componente demográfico de la localidad, sino también el parco y bucólico espíritu serrano, su economía, su propaganda y ofertas turísticas. Sin hablar de la actitud de la dirigencia política hacia los extraordinarios fenómenos que sostienen allí se producen.

Hoy en día, la ciudad de Capilla del Monte, en la base misma del cerro Uritorco, vive de un relato imaginario que posee una fuerza sorprendente, solo posible en el contexto de un renacido pensamiento mágico, irracional por definición, y sustentado en el irrebatible argumento de la fe. Los rasgos religiosos y sectarios de esas creencias, adosados al fanatismo que desencadenan y los argumentos conspirativos en las que se sostienen, se ven apoyados, además, por el negocio que en el ven los medios masivos de comunicación, ajenos en su mayoría a la crítica y participes en el asunto a través de lo que el periodista-investigador Alejandro Agostinelli denomina, muy acertadamente, «percepción selectiva moldeada por los medios«[1], que, en gran parte, es una de las principales responsables de las historias que circulan y del éxito de la región.

Los marcianos han llegado para quedarse. Se aquerenciaron en las cercanías del Uritorco. Son parte ya de las artesanías locales. Han desplazado al típico burrito de las postales antiguas. La expansiva metástasis que han protagonizado llevo a muchos a elaborar las más delirantes elucubraciones. Desde aquellas que van de los simples platos voladores, pasando por la existencia subterránea de una ciudad llamada Erks, hasta llegar al encumbramiento de personajes que aseguran hablar con sus habitantes intraterrenos o tener conexión telepática con comandantes de otras galaxias; sin dejar, claro, de referirnos a los curanderos y chamanes New Age que, con suspicaz diplomacia (caso contrario serian acusados de ejercicio ilegal de la medicina) anuncian, a los cuatro vientos, armonizaciones (curaciones) tanto del cuerpo como del alma.

Herederos de la parsimonia y paz interior que David Carradine supo imprimirle al personaje de Kwai Chang Caine, en la serie televisiva Kung Fu (antes de morir a solas en un hotel de Tailandia mientras practicaba juegos masturbatorios masoquistas), decenas de hombres y mujeres viven y se acercan al Uritorco buscando desacelerarse, hacerse Uno con la naturaleza, alcanzar una cosmovisión holística olvidada y, de paso, sostener económicamente a un municipio que ya no duda en poner la cabeza de un extraterrestre en el cartel oficial que da la bienvenida al pueblo.

El presente artículo surgió a raíz de una frase que escuche muchas veces, en oportunidad de participar en charlas informales y ceremonias místicas en las inmediaciones del Uritorco. «Todo esto no le hace mal a nadie«, decían, en tanto los iniciados del grupo aseguraban estar en contacto con etéreos Hermanos Superiores, pretendiendo poner en equilibrio el espectro vibracional interno a fin de alcanzar la siempre buscada salud y paz interior. «Es inofensivo«, repetían.

No estoy tan seguro de que sea así.

Como bien dijo Umberto Eco en su novela El Péndulo de Foucault, «la experiencia de lo numinoso no puede durar mucho tiempo sin trastornar la mente«[2]. Y si de trastornados hablamos, todas las localidades místicas poseen el extraño privilegio de reunirlos de a miles, retroalimentándose mutuamente en su delirante manera de interpretar la realidad, encontrando señales por todas partes y sintiéndose unos elegidos.

Cerros como el Uritorco se convierten así en un ágora de elucubraciones fantásticas. Un espacio ajeno a la crítica y en el que toda opinión disonante se transforma en una amenaza a la que hay que atacar frontalmente, porque pone en peligro los intereses del pueblo y su gente (que viven y mantienen sus negocios sosteniendo historias maravillosas).

No está permitido rebatir nada. No hay que buscar pruebas de nada. Según dicen, «solo basta abrir el corazón a experiencias nuevas y espirituales«. Prohibido esta atentar contra la opinión dominante. Es políticamente incorrecto tomar el camino del escepticismo. Las difusas y permeables fronteras entre la fantasía y la realidad no deben cuestionarse y la preeminencia de lo sobrenatural tiene que ser aceptada, como lo hacían los campesinos de la Edad Media.

La exigencia de «una mente abierta» no encuentra su correlato del lado de los superados maestros del hermetismo. Son ellos los que la tienen bien cerrada, negando, obviando y ocultando, las explicaciones que pretenden desechar el origen extraterrestre de los fenómenos a los que les rinden culto. De ahí las estrambóticas maquinaciones intelectuales que circulan y se publican a diario, sin que ningún local levante la mano diciendo: «Perdón, pero eso, creo, que es mentira«.

¿Realmente todo esto no le hace mal a nadie?

¿Es licito formar (deformar) a miles de personas con mentiras e inventos descarados o teorías delirantes que no merecen el más mínimo análisis racional? ¿No traerá consecuencias negativas? ¿Hasta qué punto el neo-espiritualismo y sus derivados esotéricos son por completo inofensivos? ¿Acaso no es dable encontrar, camuflada con ondas de amor y paz, una ideología con profundos nexos en el individualismo más extremo, aderezado con un ideario pro-nazi de base expansionista? ¿No estaremos ante un nuevo embate contra el pensamiento de la modernidad? .O es acaso, como pretenden muchos, una búsqueda espiritual derivada de la insatisfacción existencial a la que nos arrastró el frio racionalismo desde el siglo XVIII?

Hoy sabemos que la Idea de Progreso es un mito. La historia demuestra que las sociedades avanzan y retroceden. Que dos pasos hacia adelante implican, tarde o temprano, tres hacia atrás; y que juzgar ese proceso es algo subjetivo y moldeado por el contexto histórico. Por ende, ¿no serán ellos, los heterodoxos acólitos a esta nueva y delirante pedagogía de la liberación esotérica, los que, comprometidos, denuncian nuestras carencias, atentando abiertamente y sin prurito, contra una cosmovisión cientificista basada en un progreso indefinido por completo falso?

En lo personal, creo que la transición (crisis) que estamos notando desde hace décadas, demuestra en gran parte lo que acabamos de decir. De ahí el debate, la crítica y la sorpresa que experimentan los que formados dentro de un marco de racionalidad científica. Es que las creencias arriba señaladas nos ponen frente a un sendero que tiene más certezas que preguntas. Mas verdades reveladas que dudas; denotando así la emergencia de una cosmovisión maravillosa en la que lo sobrenatural ya no sorprende ni moviliza; y es aceptado como parte de una realidad que mezcla alienígenas, seres espirituales, gnomos e intraterrestres, sin aparente contradicciones.

Época interesante la nuestra. Aunque todas, en menor o mayor grado lo son cuando analizamos los aspectos que tratamos en este artículo. Es que, ya sea guiado por una postura disconforme ante la interpretación dominante de realidad o motivado por un supuesto romanticismo a-histórico, que atraviesa las edades a modo de subversivo cultural, desestabilizando el relato académico de lo que llaman «ciencia oficial», lo mágico y lo sobrenatural siempre han estado presentes. Pareciera que se agitan dentro del ser humano sin tener en cuenta el calendario; aunque encuentren, en determinados contextos, intersticios más grandes que en otros. Especialmente en época crisis, como la nuestra.

El fin de los grandes relatos (el cristiano, el iluminista, el marxista), síntoma que muchos adjudican a la posmodernidad, abrió posibilidades enormes para que lugares como el Uritorco se convirtieran en lo que hoy son: nidos de nuevas mitologías que tal vez con el tiempo terminen imponiéndose, modificando la cosmovisión racionalista en la que nos hemos formado.

Pero esto es solo una especulación. No somos profetas. Es imposible probar lo que decimos. Las posibilidades a futuro son infinitas e imprevisibles.

De todos modos, si conceptualizamos el debate vigente como una guerra, no cabe duda de que vamos perdiendo batallas importantes. Especialmente la que nos conecta con el gran público.

Capilla del Monte, con su famoso cerro y la excéntrica fauna que vive bajo su sombra, es el mejor ejemplo de ello.

Aunque no está todo dicho.

Todavía hay esperanzas. En 1940 nadie suponía que el nazismo tenia los días contados y que solo cinco años más tarde el Reich de Mil Años estaría destruido.

Queda mucha tela por cortar. Muchas preguntas por responder. Treinta años (que es el lapso que tiene el Uritorco en el Top Five del turismo místico y ufológico) no son nada. Consignemos, entonces, parte de esa historia y tratemos de ver si las creencias y prácticas que hoy se comercializan en la zona son tan inocuas como muchos pretenden.

Buenos Aires. Marzo 2016.

Continuará…


* Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP (Argentina).

[1] Agostinelli, Alejandro, Invasores. Historias reales de extraterrestres en Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2009, Pág. 257.

[2] Eco, Umberto, El Péndulo de Foucault, Editorial Debolsillo, Argentina, decima edición 2013, Pág. 21.

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