Archivo de la categoría: Diego Zuñiga Contreras

Los extraterrestres han muerto. Tomo 1

LOS EXTRATERRESTRES HAN MUERTO. TOMO I

LosExtraterrestresHanMuerto1El mito ovni-ET, contactismo y abducciones

Rodrigo Bravo Garrido

Editorial Digital, Chile, 2017

Un ensayo de 321 páginas donde se busca demostrar una arriesgada tesis: los extraterrestres («alientes», en la jerga del autor) como mito van en decadencia y, de hecho, ya murieron. Desde 7 dólares en Amazon.

Hay empresas difíciles de acometer. La de escribir un libro es una de ellas, especialmente cuando el germen de ese proyecto es el intento de comprobar una tesis arriesgada y ambiciosa. Estamos ante uno de esos casos. El piloto militar Rodrigo Bravo, uno de los personajes más destacados y sobresalientes de la fauna ufológica chilena, hace un esfuerzo destacable por demostrar que los extraterrestres han muerto. En su entusiasmo llega incluso a comparar su titánica labor con las famosas premisas de Michael Foucault y Friedrich Nietzsche, quienes (supuestamente) declararon muertos al hombre y a Dios. Pues Bravo llega a completar las sentencias con la declaración de deceso de los extraterrestres. Una tríada inesperada.

Lo interesante es el esfuerzo, por momentos bien encaminado y por otros fallido, de dar viabilidad al concepto. Bravo se esmera, y si bien a nivel general consigue su objetivo, en el camino van quedando desnudas deficiencias argumentativas y, muy especialmente, en la forma de presentar las ideas. A veces farragosa, otras difícil de seguir, el uso de palabras fuera de contexto o cuyo significado original se confunde, hace que el viaje por el libro sea un trabajo, por momentos, duro. Asimismo, la estructura, claramente definida sobre la base de la división «mito ovni-ET», «contactismo» y «abducciones», merece un ordenamiento más formal dentro de la obra, que en términos de presentación carece de una guía clara.

Hay otros aspectos que vale la pena reseñar, porque son importantes en la configuración de cualquier texto. Primero, extraña el uso que se da en «Los extraterrestres han muerto» a los pies de página, que son utilizados más como apéndice biográfico que como complemento o para añadir otras referencias bibliográficas. También hay desprolijidad en la edición, especialmente en los nombres de las personas (Robert Sheaffer acá es «Robert Scheaffer«, nunca queda claro si David Jacobs se apellida «Jacob» o «Jacobs»), con información sobre autores (se atribuye a Michel Monnerie un libro de Thierry Pinvidic).

Ese tipo de detalles, mucho más numerosos (¿por qué los nombres de los libros que se citan están todos en inglés, si muchos de ellos tienen traducción al español?, ¿por qué no se pusieron las obras más recientes en las biografías de los autores reseñados a pie de página?), se ven acompañados de frases donde cuesta discernir cuál es la idea de fondo. Esto, que es tanto responsabilidad del autor como del editor, habla de un trabajo que fue sacado crudo del horno. Parece evidente que un par de meses más de darle vueltas a las ideas, de revisar los textos con mayor acuciosidad y profundizar en propuestas que son muy interesantes y que merecen un planteamiento más ordenado, habrían hecho un enorme favor a un libro que no necesitaba salir en la fecha que salió, y que bien pudo esperar un poco más para estar en su justa cocción.

No quiero que quede la sensación de que estamos ante un bodrio, porque eso es falso y está completamente alejado de la realidad. Si hacemos estas precisiones es justamente porque el libro de Bravo es un aporte en el contexto de la ufología chilena, y entra de por sí en el listado de los 10 libros imprescindibles escritos en ese país de Sudamérica. Lo que citábamos arriba son los aspectos que, sin demora ni discusión, deberían mejorarse. Y lo bueno es que se trata de errores corregibles, a diferencia de los problemas de fondo que lucen otras obras. De seguro una segunda edición de «Los extraterrestres han muerto» lucirá más pulida y eso irá en directo beneficio del lector. Es incluso muy probable que al momento de que usted lea este comentario, muchos de los detalles arriba mencionados sean parte del pasado.

Sobre el contenido por cierto puede discutirse, pero eso ya es parte de lo interesante de la propuesta de Bravo: que ofrece una mirada honesta y «revolucionaria», en el marco de lo que nos acostumbró la ufología mediática chilena, del fenómeno que rodea al mito ovni y está dispuesto a combatir en el campo de las ideas.

Podremos entrar a debatir si realmente se puede atribuir solamente a Donald Keyhoe el traspaso de los platillos volantes al campo de lo «extraterrestre» y si el rol de Charles Fort en la configuración del mito es tan relevante como el autor señala. También es asunto de discusión si fue el libro de Carl Sagan «El mundo y sus demonios» el que dio un golpe de K.O. a las abducciones y, por extensión, si podemos atribuir a una sola persona la autoría o destrucción de fenómenos sociales complejos. Por ejemplo, ¿era la ciencia ficción tan relevante como para darle un rol fundamental en el crecimiento de la creencia en extraterrestres? Pero esa es la idea del libro: abrir campo al debate. Y cumple con ese rol. También está por verse si realmente, como sentencia el autor, los extraterrestres han muerto. Hay bastante material, entonces, para sentarse a la mesa a conversar. Punto a favor de Bravo.

Si vamos a analizar este libro en el marco de la ufología chilena, una que es cuasi analfabeta y cuyos principales popes sienten repulsa por la lectura y mucho más por la escritura, entonces sin ninguna duda estamos ante un aporte al debate sobre un asunto que, seamos honestos, en general los ufólogos no debaten. Para muchos de ellos la existencia de los extraterrestres, ya no como lejana posibilidad de vida en planetas remotos, sino como conductores y diseñadores de naves que recorren el espacio sideral para aterrizar en páramos de nuestro planeta, es algo que no merece disquisición alguna: es un hecho.

Así visto, claro, el libro de Bravo es un golpe en la cara. Uno bien dado, además. De hecho, para qué vamos a darnos más vueltas en el asunto: los mejores momentos del texto se dan cuando el autor arremete con sorna contra un grupo del que él también forma parte, el de los ufólogos, pero del que es capaz de alejarse para mirar con perspectiva su comportamiento de manada con numerosos (y fallidos) intentos de «machos alfa». Bravo sale de allí para mirar con más objetividad de la usual qué sucede en ese rebaño de cazadores de marcianos y eso convierte sus observaciones en material didáctico, incluso. Si Bravo hubiera profundizado más en esos aspectos, que son de utilidad para la elaboración de un marco explicativo de por qué la ufología es como es, tal vez el resultado de su trabajo habría sido mucho mejor de lo que es. Finalmente los ufólogos son parte esencial del entramado en torno al así llamado «fenómeno ovni», como el autor bien señala en su libro.

Sin duda hacen falta más libros como éste y menos como los de Cristián Riffo, Jorge Anfruns y Claudio Pastén (a los otros ufólogos y contactados no los mencionamos»¦ ni siquiera han escrito algo). Porque, con sus fallas y tropezones incluidos, más vale un Rodrigo Bravo en mano que 100 ufólogos de la tele volando.

Diego Zúñiga C.

El arte de vender mierda

El arte de vender mierda

Fernando Cervera

Editorial Laetoli: Pamplona. 2014, 130 pps.

Mierda«El arte de vender mierda» es, además de un excelente título para cualquier libro que tenga la intención de venderse mínimamente, un relato que linda en lo absurdo. No por el contenido de la obra, que es muy interesante, sino por la historia que nos devela: un par de científicos sorprendidos por la abundancia de creencias absurdas sobre temas de salud, se crean una terapia completamente ridícula que termina convenciendo a vendedores de misterios incluso al otro lado del charco y, lo más triste de todo, también a buscadores de soluciones rápidas. En el transcurso de su experimento, Fernando Cervera (autor del libro) y Mariano Collantes, van conociendo el funcionamiento del submundo de las estafas de la salud, donde pueden llegar a decirte que el cáncer no existe y, al mismo tiempo, venderte la cura contra esa enfermedad. Lo que se llama un mundo mágico.

Cervera y Collantes participaban de un foro sobre temas de biología cuando alguien preguntó qué diablos era el «biomagnetismo médico». En una respuesta se deslizó que era una disciplina científica. Los investigadores sintieron curiosidad, descubrieron de qué iba el asunto y, por pasar el rato, pensaron que sería buena idea parodiar a estas estafas y crearse su propia pseudociencia. Para que no hubiera dudas de que iba de broma, la llamaron «fecomagnetismo». Y, para que fuera todo aún más absurdo, sentaron unas bases totalmente imposible de creer. Básicamente la idea era vender el discurso de que la mierda humana sirve para sanar. Si total algunos beben su propia orina creyendo que los desperdicios del cuerpo los harán sentirse mejor, no parecía mala idea intentar con otro tipo de desechos orgánicos.

El libro es un relato breve y ágil, sazonado con críticas a distintas pseudociencias, explicaciones sobre cómo funciona la legislación en salud en España y en otros lugares del mundo, y aspectos elementales sobre la divulgación científica. En 130 páginas, el autor nos lleva de paseo al mundo del delirio al que ingresó cuando, junto a su compinche en esta aventura, terminaron exponiendo sobre las bondades de tragarse las heces en una feria esotérica. Por cierto, nadie puso en duda lo que se decía. Y eso, más que hablar de lo bien montado del espectáculo de Cervera y compañía, habla del nulo análisis crítico de quienes se vieron enfrentados a una oferta tan patentemente absurda como la del fecomagnetismo.

Los científicos, ambos biólogos, crearon un sitio web, inventaron una historia que vinculaba a su recién creada medicina alternativa con conocimientos ancestrales, y dieron vida a dos personajes con nombres en inglés para darle un aire de credibilidad al asunto. Claro, mezclaron los nombres de dos actores conocidos (Hugh Laurie y Leslie Nielsen), pero en el mundo de la pseudociencia cualquier cosa tiene credibilidad.

Lo que expone «El arte de vender mierda» es no solo una crónica sobre una aventura en las profundidades de la forma de «pensar» del esoterismo más radical, sino también una advertencia sobre las consecuencias que esta carencia absoluta de racionalidad puede tener en la sociedad. La creencia de que las vacunas son perniciosas ya causa efectos con el resurgimiento de enfermedades que estaban totalmente controladas o incluso erradicadas, al tiempo que muchas personas dejan sus tratamientos médicos para someterse a chapucerías sinsentido que los llevan, algunas veces, hasta la muerte.

Cervera, sí, rescata algo de la pseudociencia. «En mi caso, la pseudociencia me llevó a la ciencia, ya que la curiosidad me hizo leer sobre esos temas y darme cuenta de que lo que se me había contado no podía ser cierto». He ahí la clave de todo esto. Con un mínimo de sentido común, el camino de la pseudociencia debe llevar al lector, indefectiblemente, por un desvío que termine en el mundo de la ciencia. Sobre todo cuando uno se encuentra con terapias como el fecomagnetismo. Pero vaya, a algunos les gusta tragarse su propia mierda y eso es lo que dejó en evidencia, lamentablemente, el experimento de Cervera y Collantes.

Diego Zúñiga

Publicado originalmente en El Escéptico Nro. 43, Otoño-Invierno 2015. Pág. 40.

C’e qualcuno là fuori?

C»™e qualcuno là fuori?

Margherita Hack y Viviano Domenici

Sperling & Kupfer: Milán. 2013, 238 pps.

HackDomeniciProlífica autora, divulgadora científica y astrofísica italiana, Margherita Hack (la simpática señora que aparece en la portada de este libro bromeando con la cara) no alcanzó a ver publicado su trabajo en coautoría con el periodista Viviano Domenici. En junio de 2013, a los 91 años, Hack murió en un hospital, donde estuvo internada por problemas cardíacos. Lo cuenta con especial sensibilidad el mismo Domenici en la introducción de «C»™e qualcuno là fuori?» (¿Hay alguien allá afuera?), donde relata sus últimas conversaciones con la investigadora. Un día ella le dijo sentirse estancada y él le propuso que escribieran otro libro, repitiendo una experiencia conjunta del 2010. Hack aceptó, para contar en qué punto estaba la investigación astronómica. Y le encargó a Domenici, que escribe una columna sobre ciencia en el diario Corriere della Sera, una misión muy específica.

«Escribir un libro sólo puede servir para decir en qué pie está la investigación. Pero para usted, que se ocupa de la antigüedad, es una buena oportunidad para refutar tanta tontería que circula sobre el tema. Usted sabe, hay muchas personas que creen que los extraterrestres vinieron a la Tierra hace miles de años, todo eso sin siquiera una prueba. Son fantasías en base a nada. Y la irracionalidad daña a la ciencia y al cerebro». Con semejante estímulo, imposible negarse. Y decidieron hacer una mezcla: un libro sobre astronomía donde se desmitificara a la astroarqueología, léase Erich von Däniken, Zecharia Sitchin, Peter Kolosimo y otros que hicieron su negocio hallando «evidencias» de visitas alienígenas en las antiguas culturas de la humanidad.

Más allá del racismo implícito en esa propuesta astroarqueológica (son siempre culturas no europeas las que necesitaban ayuda de extraterrestres para emprender sus monumentales obras), en realidad lo que demuestran estas ideas que tanta fama adquirieron en los sesenta y setenta del siglo pasado, es cuán necesario resulta un mínimo de cultura para no tragarse ruedas de carreta así sin más. Y Domenici se encarga de esa misión, la de explicar en palabras sencillas y con argumentos irrefutables por qué los moáis sí fueron elaborados por los rapa nui y por qué los egipcios sí podían construir las pirámides sin un gris ataviado con arquitecto dando instrucciones. La suma es provechosa y el experimento se muestra efectivo y bastante eficiente.

Y, además, necesario: Von Däniken sigue dando conferencias en Suiza y Alemania y las páginas web sobre astroarqueología abundan, siempre repitiendo los mismos mantras y encontrando «objetos fuera de lugar» que, tras una somera mirada, resulta que estaban muy bien en su lugar. Es decir, en ningún caso el esfuerzo de la dupla Hack-Domenici resulta extemporáneo. Si bien estas creencias parecen estar en retirada, siempre es importante mantener una postura crítica, una actitud escéptica por si el virus de la astroarqueología vuelve a convertirse en pandemia. Hack estaba al tanto de ello, por eso accedió al proyecto.

El libro, que en términos estéticos es de tapa dura y está ricamente ilustrado, es de divulgación pura y dura. Un experto en los dislates astroarqueológicos probablemente no se sorprenderá al enterarse de las explicaciones racionales para objetos como la famosa «pila de Bagdad», el multicitado «astronauta de Palenque» o las por momentos graciosísimas «piedras de Ica» (es imposible no reír viendo a un tipo montado sobre un pterodáctilo), pero es muy probable que un lector no iniciado en el tema sí descubra un nuevo mundo al saber que esas cosas que se oyen en televisión o se publican en revistas sensacionalistas son, en realidad, puras boberías.

El texto discurre con soltura entre datos sobre el espacio, explicaciones sencillas para preguntas difíciles sobre distancias, estrellas y planetas, y sobre arqueología y sus pseudocuestionadores. La antigua creencia en mundos habitados, las divagaciones científicas sobre los pobladores de la Luna y cómo el progreso científico borró los canales que la imaginación de algunos estudiosos había dibujado en Marte son aspectos que se tocan al comienzo de la obra. Y ya que hablamos de viajes y astronautas, podemos pasarnos entonces a unas figuras japonesas que los astroarqueólogos atribuyen a tripulantes de naves espaciales extraterrestres. El cambio de tema sale natural y genera una armónica comunión entre los intereses de Hack y de Domenici.

Gracias a la profusión de ilustraciones, podemos entender realmente qué es el famoso «dios marciano» de Tassili, qué función cumplían las líneas de Nazca y cómo se elaboró el mapa del almirante Piri Reis. Todo esto, explicado con una dosis de necesario humor, el que no desaparece cuando se torna preciso abordar asuntos como las condiciones necesarias para la vida, los posibles orígenes de ésta o la búsqueda de señales por medio del proyecto SETI. Las misiones al planeta rojo, el famoso meteorito marciano ALH84001 e incluso la «cara de Marte» son también abordados, en un repaso rápido, pero nunca superficial, de los temas más apasionantes de la historia reciente de la astronáutica y la astronomía.

No podía estar ausente, por cierto, un capítulo sobre los ovnis. «La fábula de los ovnis, casi una religión», se titula el apartado, lo que nos puede dar luces sobre hacia dónde van los tiros. Roswell, el Área 51, la «muñecopsia» de Ray Santilli y los contactos de George Adamski son diseccionados y analizados con pluma filosa, pero precisa y contundente. Este capítulo da un sentido completo al libro, al ubicarlo en la divulgación científica y, también, en el análisis sociológico de la creencia en la vida en otros mundos, y cómo esa creencia se convirtió en una suerte de credo para un sector de la población a medida que la tecnología dio pie a ello.

Cosa curiosa: la misma tecnología obligó a los alienígenas a alejarse. Al principio, los contactados decían que la vida ET provenía de la Luna o Marte. Al descubrirse que ahí no crecía ni un cactus, los hermanos espaciales se vieron forzados a venir de más lejos, de lunas de Júpiter por ejemplo. Y cuando llegamos allỦ bueno, ya conocen la historia.

Llega el momento en que hay que recomendar el libro. Y es lo que haremos. Se trata del último esfuerzo divulgativo de una gran especialista, apoyada por un muy buen periodista. Se tocan los temas correctos de la manera indicada y supone una puerta de entrada a quien desee luego profundizar más en los tópicos abordados en las más de 200 páginas de la obra. Valga también destacar que la muerte de Hack dejó un gran vacío. La divulgación científica necesita de muchas Margheritas para acercar a la gente asuntos que, a primera vista, son áridos e imposibles. Su gran valor era decir en sencillo algo que es, en realidad, profundo y carne de especulaciones. «Creo del todo probable que haya otros mundos habitados, pero también creo que nunca nos podremos encontrar con un extraterrestre. Las distancias no lo permiten y a lo más que podemos aspirar es a un contacto radial. Pero nuevamente las distancias no nos permitirán tener un diálogo. En conclusión, pienso que estamos condenados a la soledad», escribe Hack. Y eso, que parece tan lapidario y doloroso, no deja también de ser poéticamente bello.

Diego Zúñiga

Publicado originalmente en El Escéptico Nro. 40 (Primavera 2014), pps. 72-74.

HAY OTROS MUNDOS PERO ESTÁN EN ESTE

HAY OTROS MUNDOS PERO ESTÁN EN ESTE

David Cuevas (coordinador)

Cydonia, España, 2013

382 páginas en las que encontramos una cuarentena de artículos sobre diversos aspectos del misterio. 19,50 euros.

Diego Zúñiga C.

Bajo el poco inspirado título de «Hay otros mundos pero están en este», numerosos representantes del mundo del misterio español se dan cita para cumplir un doble objetivo: divulgar algunas historias que parecen dignas de ello y, a la vez, donar dinero a la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) gracias a que los autores cedieron sus derechos para aportar a la noble causa. Un esfuerzo encomiable que vale la pena ser destacado.

Sin embargo, como toda obra colectiva (y tan colectiva, además), el resultado final termina siendo disparejo, irregular y poco definido. Es como un disco con 40 canciones y apenas un par de hits. Habría sido mejor sacar a la luz el mismo disco con menos canciones (12 buenas o regulares, digamos) y quitar toda la grasa que, claro, da volumen y crea masa, pero al mismo tiempo deja la sensación al lector más crítico de que ha sido engañado. Pudieron ser 200 páginas buenas pero terminaron siendo casi 400 en las que la calidad se diluyó, como si fuera el contenido de una pastilla homeopática.

No queremos ser injustos: hay textos buenísimos, pero también hay una sensación de sincero malestar cuando, con puro afán propagandístico, ponen el nombre del ufólogo Juan José Benítez como cabecera y, en el libro, hay apenas dos textos de tres páginas en total firmadas por el navarro. Para uno eso es un verdadero alivio, pero los fanáticos de este individuo podrían sentirse, comprensiblemente, decepcionados. Añadamos que Benítez está cada vez más parecido a Paulo Coelho y sus aportes al libro serían lo primero que habría que sacar para mejorar la calidad de «Hay otros mundos»¦». El epílogo, que es obra suya y lleva incluso su firma (oh), es una breve colección de cuatro párrafos de cursilerías sobre su encuentro con la verdad, que la vio desnuda, que le guiñó un ojo, que se burlaron de él, etcétera, etcétera.

Otro aspecto que merece reparos es la desprolija selección de los textos. Hay varios que no encajan ni a puntapiés y que entraron porque, supongo, fueron enviados a los editores con las mejores intenciones y fue imposible decirles que no estaban a la altura. Y, para cerrar el acápite de las críticas, hay que mencionar que la edición y corrección de textos son muy pobres, y eso dificulta la fluida lectura. Cuando hay tantos errores, faltas de tildes y palabras mal escritas, uno se pregunta si realmente alguien leyó los borradores antes de apretar el botón de «imprimir».

Bien: la obra está dividida en diez secciones sobre ovnis, arqueología, viajes, sociología de los misterios, enigmas del mundo, cine, parapsicología y periodismo de investigación. Cada uno de estos apartados cuenta con una introducción, la mayoría de las veces desafortunada, que intenta dar el pase para entrar de lleno en materia. Pongamos un ejemplo y hablemos de la introducción a «Sociología del misterio»: «Algunos de nuestros lectores se sentirán, quizás, sorprendidos ante la inclusión de la palabra «˜sociología»™ en un libro de estas características. Y tiene su lógica, pues no es nada habitual. «˜Ciencia»™ es un término que suele llamar a la puerta del misterio de algún que otro caso, para ser recibida con un portazo tras su manido discurso encabezado por su aburrido e insistente método.  Algo tan triste pero real. Pero «˜sociología»™ es nueva». OK, digamos que estos amigos no han leído mucho sobre los numerosos estudios que han intentado, desde el campo de las ciencias sociales y específicamente desde la sociología, comprender estos temas desde hace décadas. En fin.

El libro comienza con un interesante artículo de Chris Aubeck sobre viejos y poco divulgados reportes de encuentros con tripulantes de ovnis en el siglo XIX y sus esfuerzos para dar con más datos que confirmaran (o desmintieran) las historias. Un ejercicio interesante de investigación que vale la pena ser destacado. José Antonio Caracava escribe sobre los «ovnis» de Julio Verne con ese tonito que gusta tanto en las revistas de misterio españolas: «Aquella mañana de abril de 1897, Julio Verne se había levantado temprano. Una extraña sensación le rondaba la cabeza desde hacía varios días. Rompió su rutina habitual de trabajo y decidió leer la prensa mientras observaba el gentío a través de la ventana («¦) Verne sonrió en silencio mientras dirigía su mirada al cielo despejado».

Otro ejemplo de esa forma ampulosa, que intenta ser culta y termina siendo rebuscada, lo encontramos en el texto de Lourdes Gómez. «El vivir es una aventura incierta para la que no existen billetes de destino con los que conocer la época en la que nos tocará recorrer la senda», dice en una sección de su empalagoso artículo.  Mejor escrito, su aporte sería un interesante y breve resumen de la historia de la ufología española. Luego hay un aporte de Jacques Vallée sobre los círculos en los campos de trigo que, en su opinión, no son obra de bromistas, sino posiblemente experimentos militares realizados con microondas.

Antonio Luis Moyano reconstruye el misterio de Acámbaro intentando dejar una sombra de duda al señalar que los que hicieron las figuras merecen ser reconocidos los artistas más originales del siglo XX. La lógica de que una persona humilde es incapaz de hacer algo bien subyace a un artículo que, de cualquier modo, es uno de los puntos altos del libro. Luego, Vicente París entrega una versión actualizada de su famosa investigación sobre el fraude de las piedras de Ica. Aunque publicado varios años antes en la revista Año Cero, el trabajo de París merece ser replicado, porque es un ejemplo de investigación bien hecha.

Miguel Blanco habla de las escaleras de la muerte de India. Es uno de esos artículos que entraron con fórceps en el libro y que, sin embargo, se defiende muy bien gracias a que se trata de un relato bien hilvanado por su autor. Moisés Garrido, uno de los divulgadores españoles más conocidos, escribe sobre «La otra cara de las creencias», aunque su aporte se diluye en medio de una colección de «citas citables» innecesarias y que generalmente se utilizan para dar realce y posar de culto. Henry L. Mencken, Lucrecio, Herbert Thurston, Thomas Carlyle, Friedrich Nietzsche, Carl Sagan y un par más aparecen en su escrito de repente, de la nada, para dar fuerza a una idea expresada por Garrido.

Yvan Figueiras desmonta una serie de mitos sobre el Titanic en un texto breve y directo, otro de los puntos a destacar del libro. José Juan Montejo relata la historia de una película relacionada, tangencialmente, con el caso Ummo y, al cierre, David Cuevas y Juan José Sánchez-Oro reconstruyen y desmontan la lucha de egos y dinero que hubo tras el surgimiento de las famosas caras de Bélmez.

Lo dicho: un libro muy disparejo que pudo ser mejor llevado, pero que tiene algunas páginas muy destacables que hacen que la inversión valga la pena. Sin embargo, sería importante buscar un editor que ponga algo de orden en este caos. A veces no basta con rejuntar unos artículos para sacar un libro, sino que se torna necesario darle coherencia, por el bien del lector.

 

VON UFOS ENTFÜHRT (Secuestrados por los ovnis)

VON UFOS ENTFÜHRT

Unheimliche Begegnungen der vierten Art

Ulrich Magin

Beck»™sche Reihe, Alemania, 1991

159 páginas, numerosas notas al pie, abundante bibliografía. Se puede encontrar por 3 euros o menos.

Diego Zúñiga C.

En términos generales, la ufología alemana es una gran desconocida para los lectores de habla hispana. Salvo los contados casos de libros traducidos a nuestro idioma (entre ellos, varios de Erich von Däniken, alguno de Adolf Schneider y Johannes von Buttlar y poco más), en realidad la casuística generada en las regiones germanoparlantes, los análisis allí surgidos, las teorías y el mundillo que giraba en torno al tema ovni siempre nos fue más bien lejano. Un asunto idiomático, sin duda alguna, pero también una distancia cultural que nos hace más «natural» acercarnos a lo que sucede en Estados Unidos, de donde suelen beber los ufólogos para montar su espectáculo en nuestros países.

UlrichMaginValga este rodeo para justificar un comentario sobre un libro escrito hace 26 años y que, pese a ello, ha sabido sortear el paso del tiempo con la dignidad que no muchos textos ufológicos pueden lucir casi tres décadas después de haber sido publicados. Digamos que Ulrich Magin no es en estricto rigor un «ufólogo», sino más bien un autor interesado en diversos asuntos de la cultura. Ha escrito libros sobre ladrones estúpidos, historia, geomancia, criptozoología, además de novelas, textos infantiles y un largo etcétera. Estamos, ante todo, ante un tipo curioso y abarcador, pero no por ello superficial en el tratamiento de los temas.

Magin«Von Ufos entführt» (Secuestrados por los ovnis) es un libro cuyo título es una evidente exageración editorial, pues su contenido es, más bien, un repaso bastante informado sobre la historia de la ufología, algunos de sus hitos más relevantes y las hipótesis que intentan explicar el fenómeno. El tono de la obra es imparcial y crítico de las ideas más absurdas, haciendo énfasis desde un comienzo en la importancia del testigo como factor central de las historias que llegan hasta los catálogos.

En el primer capítulo se explica la clasificación que inventó Joseph Allen Hynek para los encuentros cercanos, y se destaca además que muchas veces los relatos no son más que errores de percepción o, incluso, relatos influenciados por los medios. «Un testigo ve un meteorito que se ha dividido en varias partes. Esto no es algo tan inusual, pero el testigo opta, quizás atendiendo a los reportes de la prensa que aseguran que en esa región se han visto ovnis, por asumir que el meteorito es en realidad algo fuera de lo común. Obviamente él no ha visto ninguna nave espacial, pero toma las luces disgregadas como las ventanillas y termina creando su propia nave espacial. Y en su reporte escribirá que lo que vio fue un objeto desconocido con forma de puro con una fila de ventanillas luminosas», escribe en la página 10, resumiendo cabalmente lo que muchas veces sucede en la ufología y el estudio de casos.

Posteriormente hace un repaso por la historia de la ufología desde sus comienzos, e incluso antes, con la famosa nave aérea de 1896 y el pánico marciano de 1938 para luego entrar de lleno en materia con el año en que comenzó todo y cuatro apartados para las décadas de los 40-50, 60, 70 y 80 que llama, respectivamente «El nacimiento de un mito», «Ovnis en el Congreso», «El boom de la pseudociencia» y «A la caza de los ovnis con hipnosis». Con los títulos refleja bastante bien qué fue exactamente lo que ocurrió en esas décadas, incluyendo aspectos importantes en el desarrollo del mito, como el triángulo de las Bermudas, la película «Encuentros cercanos del tercer tipo» y el creciente interés de la gente que llevó a la proliferación de agrupaciones ufológicas dispuestas a competir por obtener la atención de más seguidores.

El capítulo dedicado a los encuentros cercanos del cuarto tipo incluye relatos clásicos como el de Betty y Barney Hill, Betty Andreasson, el caso Pascagoula y otros, todos abordados desde una mirada bastante crítica y dispuesta a exponer explicaciones alternativas a la visita alienígena. El apartado final de dicho capítulo se dedica a secuestros ocurridos en Alemania, en total media docena de casos poco divulgados fuera de las fronteras de ese país, básicamente porque carecen de espectacularidad y extrañeza. Dos de ellos son casos de contactados, incluido uno que «como muchos secuestrados, tras su encuentro inicial vio ovnis en reiteradas ocasiones y sufrió de trastornos mentales» (página 83).

El último caso que relata es el de Andreas Schneider, quien supuestamente fue raptado por extraterrestres en Tenerife (España) el 18 de noviembre de 1982. Los seres del espacio dijeron venir del planeta «HUMO» (sí, HUMO). Para Magin, un fraude basado en los relatos de los «ummitas», un famoso invento apoyado contra viento y marea por Antonio Ribera y otros popes de la ufología española.

En el capítulo 4 el autor hace un recorrido por las hipótesis que, en general, es bastante correcto. Sin embargo, en el apartado sobre el escepticismo cae en el error de suponer que, para los escépticos, todo relato es un fraude, e incluso acusa de Philip Klass, uno de los pocos ufólogos que explicaba casos, de ser un cerrado de mente que no aceptaba opciones alternativas al fraude. Esto es derechamente falso y puede probarse precisamente leyendo los libros del mayor ufólogo escéptico de los Estados Unidos. Interesante, en tanto, es el espacio que dedica a la Hipótesis Psicosocial, generalmente obviada por la literatura ufológica generalista.

El libro cierra con una reflexión sobre el significado de los encuentros con extraterrestres no desde la perspectiva de considerarlos reales, sino analizándolos como experiencias que explican la psicología del testigo y equiparándolas con las apariciones religiosas. Magin añade datos para contactar a diversos grupos ufológicos y una bibliografía muy interesante que demuestra que es un interesado en el tema, un estudioso y un conocedor de los aspectos que aborda, más allá de los pequeños deslices que pudimos detectar.

A veces es una tragedia ver que libros como éste quedan sin traducir al español mientras los escaparates de las librerías se llenaban con obras de Erich von Däniken. La ufología alemana tiene muchos secretos escondidos que valdría la pena revisar, porque de entre los muchos libros que se publicaron en ese idioma sobre el tema que nos convoca hay verdaderas joyas, las que nos permitirían conocer casos y explicaciones que nos han sido vedados por el desinterés de las editoriales y por la casi imperiosa necesidad de mirar más hacia el norte que hacia Europa en todos los aspectos, también en la ufología.